/ sábado 31 de octubre de 2020

[Especial] Vuelven los muertos a casa

Millones de familias en el estado se preparan para recibir a sus difuntos con los tradicionales altares de todos los tamaños

Las ofrendas a los muertos son las de mayor significado en la cosmovisión mexicana; en estas fechas el dolor de haber perdido a un familiar o a un ser querido se transforma en emoción y esperanza porque prevalece la idea de que son los únicos días que pueden, a través de su alma o espíritu, regresar a la tierra de los mortales. Aunque es una tradición pagana, el simbolismo que tiene entre las familias es enorme y de gran trascendencia. Si bien en cada lugar, región, pueblo y familia los alteres en honor a los muertos cambia, con el paso del tiempo se han ido agregando elementos heredados por los ancestros.

La titular de la Unidad regional de Culturas Populares de la Secretaría de Cultura, Yessica Morales Vega, explicó que el culto a los muertos en tierras morelenses tiene un fuerte arraigo y una diversidad cultural reflejada en las ofrendas de las comunidades. Una de las características que predominan es que los trastes y canastos que se utilizan deben ser nuevos.

Pero es en las comunidades indígenas sobre todo en donde estos altares demuestran un alto simbolismo con los elementos que no deben faltar en las ofrendas.

Coatetelco

Las ofrendas colgantes de Coatetelco forman parte de una tradición que se realiza desde la época prehispánica para recibir a los fieles difuntos. En este lugar las familias pueden hacer que la ofrenda este colocada sobre una cama de huacapechtle (cama hecha de carrizo) con papactla (hoja de plátano) y se cuelga con lazos de mecate lo suficientemente gruesos para soportar el peso; una vez que este espacio es reforzado comienza la colocación de los alimentos y los floreros. El sahumerio se coloca en el piso, enfrente de la ofrenda, al igual que las veladoras que pueden ser por el número de familiares muertos, y velas particularmente en las cuatro esquinas.

Doña Delia Alemán, habitante de Coatetelco, explicó el agua se pone en un jarro grande porque las almas llegan con sed en su travesía que tienen que hacer del inframundo o el cielo hasta donde fue su casa, además se hace un camino de flor de cempasúchil junto con las ceras de huentle que se compran en Jojutla y se encienden para que encuentren el camino exacto hacia la ofrenda y disfruten de los platillos que se les han preparado que se sabe eran sus preferidos, se pone también alguna bebida como aguardiente, mezcal o tequila (bebida de la preferencia de los difuntos) incluso cerveza, de manera opcional se pueden ponen objetos o fotos que le gustarán a los difuntos.

Xoxocotla

Inocente Ríos Ponciano, habitante de la comunidad de Xoxocotla, explica que para recibir a las ánimas antes que nada en las casas sahúman con incienso, flores y colocan dos jarros nuevos con agua (la que se cambia diario para que beban los difuntos). También se lleva a cabo un novenario y hay repique constante de campanas especialmente para los muertos.

La ofrenda se coloca en un altar de la casa o en una camilla llamada cualpextle que va sobre los horcones (camaxtle), hecha con acahual y horquetas nuevas de huamúchil y forrada con hojas de plátano.

Todo tiene espíritu y lo puesto en la ofrenda los muertos se los llevan. El copal es comida para los muertos, es comida de Dios, del sol Tonale o Tonaltsintle. Incluso, las personas que dicen han intentado comer lo que se puso en la ofrenda y se queda sin sabor porque los muertos en realidad disfrutan de esos manjares que solo tienen permitido comer en su visita a la tierra de los vivos. Hay cuetes a manera de festejo para mostrar la alegría de la familia por la persona que regresa a convivir unas horas con ellos.

Hueyapan

La tradición en Hueyapan inicia cada año con los preparativos en septiembre y octubre. Los habitantes del municipio indígena comienzan un intercambio de productos con las comunidades colindantes del estado de Puebla, costumbre que se ha mantenido a través del tiempo. Los jarros de barro, por ejemplo, se compran en San Marco Acteopan; los morrales de Ixtle, en San Bartolo, lugar donde también se efectúa un trueque de frutas y productos agrícolas por artículos de barro e ixtle; de San Antonio Alpanocan llegan a Hueyapan a vender Canastos; y las comunidades de San Felipe Toctla, Calmecac e Izúcar de Matamoros también llegan a Hueyapan a vender sus productos relacionados con las celebraciones de fieles difuntos.

Todo comienza el 28 de octubre catalogado como el día de los “Simones”, se coloca la ofrenda a los “Simoneros”, que son los fallecidos en accidentes o asesinados. El día 31 se coloca la ofrenda para los niños pequeños, en ésta solo utilizan flores blancas que simbolizan la pureza de los niños y se emplean trastes pequeños y alimentos en miniatura. El 1 de noviembre se coloca la ofrenda grande. Todas las ofrendas se instalan al mediodía y no está permitido jugar o hacer ruido en torno a la ofrenda.

Tetelcingo

En este municipio indígena la ofrenda se monta en un petate de palma en suelo firme, frente a las imágenes de algunos santos y vírgenes católicas veneradas en la localidad.

Los diferentes elementos que la conforman consisten en: jarras de agua colocadas al frente de la ofrenda, manojos de flores de cempasúchil, velas, morral, servilletas de tela blanca, tequila, cerveza, coca cola, calabaza en dulce, pan con formas de animales y de figuras humanas, copal, veladoras, mole rojo y verde acompañado de pollo o guajolote, tamales hechos de masa, sal y frijol, además de la fruta como jícamas, plátanos, cacahuetes, naranjas, manzanas, también se pueden colocar conservas de dulces con tejocote, calabaza y arroz con leche. Todos los utensilios que se colocan en la ofrenda deben ser nuevos, no de uso porque si no se enojan las almas que visitan a sus familiares, explica Apolinar Zapotitla Tamborero, habitante de la comunidad de Tetelcingo.

Las ofrendas a los muertos son las de mayor significado en la cosmovisión mexicana; en estas fechas el dolor de haber perdido a un familiar o a un ser querido se transforma en emoción y esperanza porque prevalece la idea de que son los únicos días que pueden, a través de su alma o espíritu, regresar a la tierra de los mortales. Aunque es una tradición pagana, el simbolismo que tiene entre las familias es enorme y de gran trascendencia. Si bien en cada lugar, región, pueblo y familia los alteres en honor a los muertos cambia, con el paso del tiempo se han ido agregando elementos heredados por los ancestros.

La titular de la Unidad regional de Culturas Populares de la Secretaría de Cultura, Yessica Morales Vega, explicó que el culto a los muertos en tierras morelenses tiene un fuerte arraigo y una diversidad cultural reflejada en las ofrendas de las comunidades. Una de las características que predominan es que los trastes y canastos que se utilizan deben ser nuevos.

Pero es en las comunidades indígenas sobre todo en donde estos altares demuestran un alto simbolismo con los elementos que no deben faltar en las ofrendas.

Coatetelco

Las ofrendas colgantes de Coatetelco forman parte de una tradición que se realiza desde la época prehispánica para recibir a los fieles difuntos. En este lugar las familias pueden hacer que la ofrenda este colocada sobre una cama de huacapechtle (cama hecha de carrizo) con papactla (hoja de plátano) y se cuelga con lazos de mecate lo suficientemente gruesos para soportar el peso; una vez que este espacio es reforzado comienza la colocación de los alimentos y los floreros. El sahumerio se coloca en el piso, enfrente de la ofrenda, al igual que las veladoras que pueden ser por el número de familiares muertos, y velas particularmente en las cuatro esquinas.

Doña Delia Alemán, habitante de Coatetelco, explicó el agua se pone en un jarro grande porque las almas llegan con sed en su travesía que tienen que hacer del inframundo o el cielo hasta donde fue su casa, además se hace un camino de flor de cempasúchil junto con las ceras de huentle que se compran en Jojutla y se encienden para que encuentren el camino exacto hacia la ofrenda y disfruten de los platillos que se les han preparado que se sabe eran sus preferidos, se pone también alguna bebida como aguardiente, mezcal o tequila (bebida de la preferencia de los difuntos) incluso cerveza, de manera opcional se pueden ponen objetos o fotos que le gustarán a los difuntos.

Xoxocotla

Inocente Ríos Ponciano, habitante de la comunidad de Xoxocotla, explica que para recibir a las ánimas antes que nada en las casas sahúman con incienso, flores y colocan dos jarros nuevos con agua (la que se cambia diario para que beban los difuntos). También se lleva a cabo un novenario y hay repique constante de campanas especialmente para los muertos.

La ofrenda se coloca en un altar de la casa o en una camilla llamada cualpextle que va sobre los horcones (camaxtle), hecha con acahual y horquetas nuevas de huamúchil y forrada con hojas de plátano.

Todo tiene espíritu y lo puesto en la ofrenda los muertos se los llevan. El copal es comida para los muertos, es comida de Dios, del sol Tonale o Tonaltsintle. Incluso, las personas que dicen han intentado comer lo que se puso en la ofrenda y se queda sin sabor porque los muertos en realidad disfrutan de esos manjares que solo tienen permitido comer en su visita a la tierra de los vivos. Hay cuetes a manera de festejo para mostrar la alegría de la familia por la persona que regresa a convivir unas horas con ellos.

Hueyapan

La tradición en Hueyapan inicia cada año con los preparativos en septiembre y octubre. Los habitantes del municipio indígena comienzan un intercambio de productos con las comunidades colindantes del estado de Puebla, costumbre que se ha mantenido a través del tiempo. Los jarros de barro, por ejemplo, se compran en San Marco Acteopan; los morrales de Ixtle, en San Bartolo, lugar donde también se efectúa un trueque de frutas y productos agrícolas por artículos de barro e ixtle; de San Antonio Alpanocan llegan a Hueyapan a vender Canastos; y las comunidades de San Felipe Toctla, Calmecac e Izúcar de Matamoros también llegan a Hueyapan a vender sus productos relacionados con las celebraciones de fieles difuntos.

Todo comienza el 28 de octubre catalogado como el día de los “Simones”, se coloca la ofrenda a los “Simoneros”, que son los fallecidos en accidentes o asesinados. El día 31 se coloca la ofrenda para los niños pequeños, en ésta solo utilizan flores blancas que simbolizan la pureza de los niños y se emplean trastes pequeños y alimentos en miniatura. El 1 de noviembre se coloca la ofrenda grande. Todas las ofrendas se instalan al mediodía y no está permitido jugar o hacer ruido en torno a la ofrenda.

Tetelcingo

En este municipio indígena la ofrenda se monta en un petate de palma en suelo firme, frente a las imágenes de algunos santos y vírgenes católicas veneradas en la localidad.

Los diferentes elementos que la conforman consisten en: jarras de agua colocadas al frente de la ofrenda, manojos de flores de cempasúchil, velas, morral, servilletas de tela blanca, tequila, cerveza, coca cola, calabaza en dulce, pan con formas de animales y de figuras humanas, copal, veladoras, mole rojo y verde acompañado de pollo o guajolote, tamales hechos de masa, sal y frijol, además de la fruta como jícamas, plátanos, cacahuetes, naranjas, manzanas, también se pueden colocar conservas de dulces con tejocote, calabaza y arroz con leche. Todos los utensilios que se colocan en la ofrenda deben ser nuevos, no de uso porque si no se enojan las almas que visitan a sus familiares, explica Apolinar Zapotitla Tamborero, habitante de la comunidad de Tetelcingo.

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