/ sábado 22 de septiembre de 2018

Dejó sismo en doble crisis a matrimonio

Aquella tarde, don Anastacio Rodríguez, jefe de familia y su esposa, doña Irene Sánchez, atendían como de costumbre su local de artesanías ubicado entre las calles Emilio Carranza y 5 de febrero

Bastaron segundos para que la vida del matrimonio Rodríguez Sánchez diera un vuelco total. Su vida era una antes del sismo de 7.1 grados registrado el 19 de septiembre de 2017, y hoy, a un año, es otra muy diferente después de ese fatídico día.

Aquella tarde, don Anastacio Rodríguez, jefe de familia y su esposa, doña Irene Sánchez, atendían como de costumbre su local de artesanías ubicado entre las calles Emilio Carranza y 5 de febrero, en pleno centro de Tlayacapan.

Eran las 13:14 horas de aquel martes, cuando una fuerte sacudida de tierra provocó el caos en la zona. Ambos tuvieron que abandonar su vivienda de dos pisos ante el riesgo de derrumbe.

Ya en la calle, vieron como todos estaban en pánico. A escasos metros, una mujer no tuvo la misma suerte y murió aplastada por la casa donde también despachaba un puesto de artesanías, una de las dos muertes que dejó este temblor en el llamado Pueblo Mágico.

“Salimos y todo era un caos, enseguida nos llegaron noticias de que el ex convento de San Juan Bautistas se cayó, todos aquí en la zona comercial resultamos afectados en menor o mayor medida”, relató Anastacio, un hombre de más de 60 años que adquirió 30 años antes la casa de adobe donde decidió establecer su negocio para subsistir y sacar adelante a su familia compuesta por su esposa y cinco hijos.

Nos quedamos sin nada, la casa no se cayó en el momento pero las autoridades nos prohibieron ingresar de nuevo porque ya no era habitable y sólo pudimos rescatar muy poco, ni 10 por ciento de nuestra mercancía como algunas otras cosas de barro que vendemos

Ante la tragedia, tuvieron el apoyo inmediato de sus hijos y de un yerno para evitar ir al albergue que montaron las autoridades en la explanada principal para recibir a cientos de afectados.

“Nuestra casa y negocio porque aquí vivíamos,quedó mal y ahorita la están demoliendo”, narraba, mientras curiosos observaban como 24 horas después del fenómeno, la pesada maquinaria empezaba su labor de demolición.

A UN AÑO, LENTO AVANCE

A un año del desastre, la reconstrucción de la nueva casa va lenta; la razón, explica doña Irene, es que sólo recibieron 15 mil pesos del Gobierno, “al principio nos iba a apoyar el Fonden(Fondo de Desastres Naturales) por ser daño total, sin embargo luego cambiaron y nos dieron sólo 15 mil pesos por daño parcial, eso alcanzó para levantar algunos muros, pero falta mucho”, dijo.

Recordando todo lo ocurrido 12 meses después, con lágrimas señaló que la vida no ha sido la misma. Para obtener algunos pesos, a la par de la lenta reconstrucción, instalaron un pequeño puesto sobre la vía pública para vender algunas artesanías, donde no obtenemos ni la mitad de lo que era con nuestro local; tuvimos la necesidad de adquirir un crédito para seguir la construcción, mientras mi esposo ingresó a una asociación llamada Caritas en espera de que nos den apoyo, porque no hemos podido recuperarnos”, señaló.

Bastaron segundos para que la vida del matrimonio Rodríguez Sánchez diera un vuelco total. Su vida era una antes del sismo de 7.1 grados registrado el 19 de septiembre de 2017, y hoy, a un año, es otra muy diferente después de ese fatídico día.

Aquella tarde, don Anastacio Rodríguez, jefe de familia y su esposa, doña Irene Sánchez, atendían como de costumbre su local de artesanías ubicado entre las calles Emilio Carranza y 5 de febrero, en pleno centro de Tlayacapan.

Eran las 13:14 horas de aquel martes, cuando una fuerte sacudida de tierra provocó el caos en la zona. Ambos tuvieron que abandonar su vivienda de dos pisos ante el riesgo de derrumbe.

Ya en la calle, vieron como todos estaban en pánico. A escasos metros, una mujer no tuvo la misma suerte y murió aplastada por la casa donde también despachaba un puesto de artesanías, una de las dos muertes que dejó este temblor en el llamado Pueblo Mágico.

“Salimos y todo era un caos, enseguida nos llegaron noticias de que el ex convento de San Juan Bautistas se cayó, todos aquí en la zona comercial resultamos afectados en menor o mayor medida”, relató Anastacio, un hombre de más de 60 años que adquirió 30 años antes la casa de adobe donde decidió establecer su negocio para subsistir y sacar adelante a su familia compuesta por su esposa y cinco hijos.

Nos quedamos sin nada, la casa no se cayó en el momento pero las autoridades nos prohibieron ingresar de nuevo porque ya no era habitable y sólo pudimos rescatar muy poco, ni 10 por ciento de nuestra mercancía como algunas otras cosas de barro que vendemos

Ante la tragedia, tuvieron el apoyo inmediato de sus hijos y de un yerno para evitar ir al albergue que montaron las autoridades en la explanada principal para recibir a cientos de afectados.

“Nuestra casa y negocio porque aquí vivíamos,quedó mal y ahorita la están demoliendo”, narraba, mientras curiosos observaban como 24 horas después del fenómeno, la pesada maquinaria empezaba su labor de demolición.

A UN AÑO, LENTO AVANCE

A un año del desastre, la reconstrucción de la nueva casa va lenta; la razón, explica doña Irene, es que sólo recibieron 15 mil pesos del Gobierno, “al principio nos iba a apoyar el Fonden(Fondo de Desastres Naturales) por ser daño total, sin embargo luego cambiaron y nos dieron sólo 15 mil pesos por daño parcial, eso alcanzó para levantar algunos muros, pero falta mucho”, dijo.

Recordando todo lo ocurrido 12 meses después, con lágrimas señaló que la vida no ha sido la misma. Para obtener algunos pesos, a la par de la lenta reconstrucción, instalaron un pequeño puesto sobre la vía pública para vender algunas artesanías, donde no obtenemos ni la mitad de lo que era con nuestro local; tuvimos la necesidad de adquirir un crédito para seguir la construcción, mientras mi esposo ingresó a una asociación llamada Caritas en espera de que nos den apoyo, porque no hemos podido recuperarnos”, señaló.

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