/ miércoles 27 de noviembre de 2019

Un cuento para ser leído el día antes de una marcha anti violencia

Sororidad

Decenas de miles de mujeres alrededor del mundo salieron a marchar el día 23 de noviembre con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer coreando “ni un feminicidio más”. Aquí en México, la marcha se llevó a cabo la tarde del 25 de noviembre al filo de las 5 de la tarde. Todas nosotras pugnamos por ponerle fin al estado patriarcal que nos ha dominado en los últimos siglos y que ha dado como resultado este mundo machista, misógino, corrupto, ventajista, violento y atrozmente femenicida.

Para entender los orígenes del patriarcado tenemos que revisar la historia brevemente. Como ya lo habíamos comentado, la palabra patriarcado se deriva del griego pater. En la antigüedad, el pater familias era el ciudadano común que tenía el control de todos los bienes y de todas personas que pertenecían a su casa. Este sistema fue creado por el Derecho romano, que aunque ha cambiado de alguna manera, sigue siendo la base del derecho continental y de los códigos civiles contemporáneos que se estudian en las facultades de Derecho de la mayoría de países que emplean el Derecho continental. En este derecho romano se le otorgaba al pater familias el poder absoluto sobre toda su familia. Es decir, esposa, hijos y esclavos. Eso hace casi ya 2000 años.

En el principio de la sociedades primitivas, el papel de la familia cambió según el avance en función de la subsistencia misma. Se dice que cuando vivían de la recolección, la caza y la pesca, las mujeres participaban en esas labores al igual que los varones. No había divisionismo de género y la mujer era privilegiada por su rol reproductivo. Así pasó mucho mucho tiempo y todos eran muy felices.

Frederick Engels, un filósofo, sociólogo, periodista, revolucionario y teórico comunista y socialista prusiano del siglo XIX lo explica de lo lindo en su libro “El orígen de la familia”. Es decir, cuando los habitantes de aquel entonces dejaron de ser nómadas, entonces apareció la agricultura y se asentaron en un solo lugar. Esto generó un aumento de productos necesarios para sobrevivir y acumular riquezas. De esta manera surgieron lo que conocemos como excedente y también surgieron las bases de nuevas formas de vida (división entre quienes producen y trabajan (la gran mayoría de la sociedad) y una pequeña minoría que no trabaja y vive a costa del trabajo ajeno. Ojo: esto transformó la vida de las mujeres. Ahora que existía el excedente, había que mantenerlo a lo largo de las generaciones. Es por eso que las clases dominantes comenzaron a someter la capacidad reproductiva de las mujeres para que los varones aseguraran su descendencia y así pudieran heredar sus riquezas y poder político y militar a sus hijos verdaderos. Para lograrlo, consideraron necesario controlar el cuerpo de la mujer, recluyéndolas al interior del hogar e imponiendo, solo a ellas, la obligación de la monogamia. Así nació felizmente la propiedad privada para los varones y ellas no podían heredar los bienes.

También desde los tiempos primitivos surgieron los primeros chamanes y se fueron establecieron las primeras reglas de comportamiento por el bien de sus tribus. Al crecer la población, muchos se separaron o se pelearon, se formaron otras tribus y así nacieron las diferentes religiones pero cada una de estas tribus se llevó el principio de estas reglas en las cuales se hablaba de no tener dioses ajenos, honrar a sus padres, no matar, no cometer adulterio, no robar, no codiciar la mujer del prójimo, no codiciar la casa del prójimo, ni codiciar nada del prójimo. Una pensaría que estos principios nacieron de los Diez Mandamientos, pero no, nacieron desde la época de los sumerios en la antigua Mesopotamia. Pasaron los siglos y el cristianismo primitivo se levantó desde los pobres del imperio, proponiendo la dignidad de igualdad de los más pobres y los esclavos, una idea puramente judía que enfrentó al imperio romano. Cuando se conformó la religión católica, como institución, entre guerras intestinas, conspiraciones, intrigas y rencillas, así como la insaciable sed de poder de los diferentes reinados que se conformaron en aquellos siglos, Europa logró entrar al túnel del oscurantismo religioso que opacó todo tipo de creatividad y capacidad del pensamiento brillante al puro estilo orwelliano, mismo que se detuvo en el tiempo y entre las llamas del pecado, creando todo tipo de locuras anti natura para conservar el poder sin olvidar, por supuesto, el sometimiento de las mujeres, exacerbando sus virtudes virginales que las fueron amargando porque no podían competir con una santidad que, obvio, nunca pudieron alcanzar por más que se pusieran de rodillas y se dieran de latigazos. Es verdad que de esta manera las mujeres generaron gran rivalidad entre ellas mismas por no poder demostrar otra razón de su existencia sino a través de su castidad y su pureza sexual en la que las habían acorralado, desarrollando también una misoginia muy particular que todavía podemos observar en aquellas mujeres que no han entendido el proceso evolutivo natural de las mismas mujeres. Mientras tanto, los hombres se ensañaban y se ensañan todavía con ellas para reforzar su “pater familias” que se volvió también dogmático y religioso. Muy mala onda. Ese pensamiento europeo, por supuesto nada vanguardista, lo trajeron felizmente al Nuevo Mundo con un cruento sistema de asimilación y, finalmente triunfó lo que llamamos conversión ungida con gran par-te de sincretismo que ha permeado hasta nuestros días y ahora creemos que todo lo que nos han contado, es la verdad absoluta en un hecho que solo ha traído inconformidad y guerras seculum seculorum.

Lo terrible es que ahora que empezábamos a sacudirnos de este pensamiento medieval religioso, ahora gran parte de la sociedad en nuestro continente vuelve a ser “atrapada” pero ahora con estos credos alternativos que defienden la agenda conservadora de los gringos, sin ni siquiera saberlo. El filósofo Enrique Domingo Dussel Ambrosini, argentino, académico, historiador y teólogo naturalizado mexicano, ex rector interino de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, reconocido internacionalmente por su trabajo en el campo de la Ética, la Filosofía Política, la Filosofía latinoamericana y en particular por ser uno de los fundadores de la Filosofía de la liberación, corriente de pensamiento de la que es arquitecto y habiendo sido también uno de los iniciadores de la Teología nos dice que los grupos evangélicos se han propagado muchísimo y que los teóricos, en este punto, le llaman “poner algo en cuenta propia”. Es decir, un pastor aprende de otro un cierto lenguaje, un cierto uso de ciertos textos bíblicos, arma un argumento que ya no es propiamente mesíanico, evangélico sino que ideológico contemporáneo pero con textos bíblicos, eso lo pone en su comunidad a la cual le cobra un diezmo y se enriquece y vive de eso. De esta manera son florecientes y no necesitan mucha cultura teológica, ni formación, ni organización sino se van propagando porque nuestro pueblo está angustiado, está pobre, está sufriente y no sabe el sentido de todo esto. Ellos le dan un sentido a su vida prometiéndoles salir de la pobreza con una riqueza aceptable, dejando atrás sus verdaderas tradiciones y separándose de todo aquel que no esté de acuerdo con su forma de pensar. Eso es hoy utilizado también por la OEA. Los estadounidenses que ahora se retiran, derrotados, de los países de oriente y regresan a América Latina para querer recuperarla, volviendo a los “viejos” golpes de estado (el segundo en nuestro continente, por cierto). El enemigo se disfraza de otra manera en la absoluta inversión completa del sentido de los términos.

Desde este punto de vista filosófico, ahora nos explicamos la terrible convulsa en América Latina debido a este nuevo evangelismo fundamentalista que se ha infiltrado desde hace varios años en nuestro continente con una Biblia moderna reinterpretada. El Dios del dinero Vs la Pacha Mama, cuando los pueblos originales y el feminismo están enfrentando diariamente al colonialismo patriarcal. Es por eso que el patriarcado está tan enojado y nos sacude por todos lados, principalmente a las mujeres. ¿Qué sería del mundo si las mujeres tomaran las riendas de su verdadero poder? ¿Qué sería del mundo si las mujeres ejercieran su derecho a decidir? ¿Qué sería de las mujeres si cupieran en su propio lenguaje? Estamos viviendo en un mundo vulgar y anti humanidad, lleno de violencia porque como bien lo dijo Engels “al explorar la relación concreta entre patriarcado y capitalismo (incluyo la religión como parte del patriarcado) se reconoce que existe una historia de opresión de género que precede al capitalismo, que a su vez nos permite entender por qué el capitalismo utiliza los ancestrales prejuicios patriarcales sobre los que se construyó, a su favor, la dicotomía reproducción/producción”. Porque como bien dice el filósofo Dussel, este cristianismo occidentalizado que se ha propagado en el pueblo en contra del pueblo y hay semejanzas entre el motivo de la corrupción y los grupos de evangelio porque los dos piensan que la riqueza es un don de Dios y Trump es el mejor ejemplo de un fundamentalista religioso.

Claro que duele ver las pintas en los edificios históricos, pero no han sido suficientes los pañuelos de colores, ni la diamantina color púrpura, ni tampoco los vidrios rotos. Estamos viviendo, sin duda alguna, el momento de revertir de una vez por todas el proceso histórico, en el mundo, que nos ha envuelto en los últimos milenios para darle por fin cabida a las mujeres en este mundo, para que no tengan que enfrentar nunca más las sanguinarias circunstancias por las que atraviesan, devolverles sus derechos naturales perdidos, sin sometimientos, sin moralinas anacrónicas. Basándonos solamente en la ética universal para empezar a vivir en conjunto, en paz y en la suficiente armonía nuevamente.

Por las que han asesinado, por las que están en peligro y por todas aquellas que caminan temerosas por las calles. Por su derecho a decidir sobre sus cuerpos. Por toda la diversidad humana que ahora conocemos pero que ha sido parte de nuestra historia. Por nuestras futuras generaciones. Ya no hay marcha atrás.

Decenas de miles de mujeres alrededor del mundo salieron a marchar el día 23 de noviembre con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer coreando “ni un feminicidio más”. Aquí en México, la marcha se llevó a cabo la tarde del 25 de noviembre al filo de las 5 de la tarde. Todas nosotras pugnamos por ponerle fin al estado patriarcal que nos ha dominado en los últimos siglos y que ha dado como resultado este mundo machista, misógino, corrupto, ventajista, violento y atrozmente femenicida.

Para entender los orígenes del patriarcado tenemos que revisar la historia brevemente. Como ya lo habíamos comentado, la palabra patriarcado se deriva del griego pater. En la antigüedad, el pater familias era el ciudadano común que tenía el control de todos los bienes y de todas personas que pertenecían a su casa. Este sistema fue creado por el Derecho romano, que aunque ha cambiado de alguna manera, sigue siendo la base del derecho continental y de los códigos civiles contemporáneos que se estudian en las facultades de Derecho de la mayoría de países que emplean el Derecho continental. En este derecho romano se le otorgaba al pater familias el poder absoluto sobre toda su familia. Es decir, esposa, hijos y esclavos. Eso hace casi ya 2000 años.

En el principio de la sociedades primitivas, el papel de la familia cambió según el avance en función de la subsistencia misma. Se dice que cuando vivían de la recolección, la caza y la pesca, las mujeres participaban en esas labores al igual que los varones. No había divisionismo de género y la mujer era privilegiada por su rol reproductivo. Así pasó mucho mucho tiempo y todos eran muy felices.

Frederick Engels, un filósofo, sociólogo, periodista, revolucionario y teórico comunista y socialista prusiano del siglo XIX lo explica de lo lindo en su libro “El orígen de la familia”. Es decir, cuando los habitantes de aquel entonces dejaron de ser nómadas, entonces apareció la agricultura y se asentaron en un solo lugar. Esto generó un aumento de productos necesarios para sobrevivir y acumular riquezas. De esta manera surgieron lo que conocemos como excedente y también surgieron las bases de nuevas formas de vida (división entre quienes producen y trabajan (la gran mayoría de la sociedad) y una pequeña minoría que no trabaja y vive a costa del trabajo ajeno. Ojo: esto transformó la vida de las mujeres. Ahora que existía el excedente, había que mantenerlo a lo largo de las generaciones. Es por eso que las clases dominantes comenzaron a someter la capacidad reproductiva de las mujeres para que los varones aseguraran su descendencia y así pudieran heredar sus riquezas y poder político y militar a sus hijos verdaderos. Para lograrlo, consideraron necesario controlar el cuerpo de la mujer, recluyéndolas al interior del hogar e imponiendo, solo a ellas, la obligación de la monogamia. Así nació felizmente la propiedad privada para los varones y ellas no podían heredar los bienes.

También desde los tiempos primitivos surgieron los primeros chamanes y se fueron establecieron las primeras reglas de comportamiento por el bien de sus tribus. Al crecer la población, muchos se separaron o se pelearon, se formaron otras tribus y así nacieron las diferentes religiones pero cada una de estas tribus se llevó el principio de estas reglas en las cuales se hablaba de no tener dioses ajenos, honrar a sus padres, no matar, no cometer adulterio, no robar, no codiciar la mujer del prójimo, no codiciar la casa del prójimo, ni codiciar nada del prójimo. Una pensaría que estos principios nacieron de los Diez Mandamientos, pero no, nacieron desde la época de los sumerios en la antigua Mesopotamia. Pasaron los siglos y el cristianismo primitivo se levantó desde los pobres del imperio, proponiendo la dignidad de igualdad de los más pobres y los esclavos, una idea puramente judía que enfrentó al imperio romano. Cuando se conformó la religión católica, como institución, entre guerras intestinas, conspiraciones, intrigas y rencillas, así como la insaciable sed de poder de los diferentes reinados que se conformaron en aquellos siglos, Europa logró entrar al túnel del oscurantismo religioso que opacó todo tipo de creatividad y capacidad del pensamiento brillante al puro estilo orwelliano, mismo que se detuvo en el tiempo y entre las llamas del pecado, creando todo tipo de locuras anti natura para conservar el poder sin olvidar, por supuesto, el sometimiento de las mujeres, exacerbando sus virtudes virginales que las fueron amargando porque no podían competir con una santidad que, obvio, nunca pudieron alcanzar por más que se pusieran de rodillas y se dieran de latigazos. Es verdad que de esta manera las mujeres generaron gran rivalidad entre ellas mismas por no poder demostrar otra razón de su existencia sino a través de su castidad y su pureza sexual en la que las habían acorralado, desarrollando también una misoginia muy particular que todavía podemos observar en aquellas mujeres que no han entendido el proceso evolutivo natural de las mismas mujeres. Mientras tanto, los hombres se ensañaban y se ensañan todavía con ellas para reforzar su “pater familias” que se volvió también dogmático y religioso. Muy mala onda. Ese pensamiento europeo, por supuesto nada vanguardista, lo trajeron felizmente al Nuevo Mundo con un cruento sistema de asimilación y, finalmente triunfó lo que llamamos conversión ungida con gran par-te de sincretismo que ha permeado hasta nuestros días y ahora creemos que todo lo que nos han contado, es la verdad absoluta en un hecho que solo ha traído inconformidad y guerras seculum seculorum.

Lo terrible es que ahora que empezábamos a sacudirnos de este pensamiento medieval religioso, ahora gran parte de la sociedad en nuestro continente vuelve a ser “atrapada” pero ahora con estos credos alternativos que defienden la agenda conservadora de los gringos, sin ni siquiera saberlo. El filósofo Enrique Domingo Dussel Ambrosini, argentino, académico, historiador y teólogo naturalizado mexicano, ex rector interino de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, reconocido internacionalmente por su trabajo en el campo de la Ética, la Filosofía Política, la Filosofía latinoamericana y en particular por ser uno de los fundadores de la Filosofía de la liberación, corriente de pensamiento de la que es arquitecto y habiendo sido también uno de los iniciadores de la Teología nos dice que los grupos evangélicos se han propagado muchísimo y que los teóricos, en este punto, le llaman “poner algo en cuenta propia”. Es decir, un pastor aprende de otro un cierto lenguaje, un cierto uso de ciertos textos bíblicos, arma un argumento que ya no es propiamente mesíanico, evangélico sino que ideológico contemporáneo pero con textos bíblicos, eso lo pone en su comunidad a la cual le cobra un diezmo y se enriquece y vive de eso. De esta manera son florecientes y no necesitan mucha cultura teológica, ni formación, ni organización sino se van propagando porque nuestro pueblo está angustiado, está pobre, está sufriente y no sabe el sentido de todo esto. Ellos le dan un sentido a su vida prometiéndoles salir de la pobreza con una riqueza aceptable, dejando atrás sus verdaderas tradiciones y separándose de todo aquel que no esté de acuerdo con su forma de pensar. Eso es hoy utilizado también por la OEA. Los estadounidenses que ahora se retiran, derrotados, de los países de oriente y regresan a América Latina para querer recuperarla, volviendo a los “viejos” golpes de estado (el segundo en nuestro continente, por cierto). El enemigo se disfraza de otra manera en la absoluta inversión completa del sentido de los términos.

Desde este punto de vista filosófico, ahora nos explicamos la terrible convulsa en América Latina debido a este nuevo evangelismo fundamentalista que se ha infiltrado desde hace varios años en nuestro continente con una Biblia moderna reinterpretada. El Dios del dinero Vs la Pacha Mama, cuando los pueblos originales y el feminismo están enfrentando diariamente al colonialismo patriarcal. Es por eso que el patriarcado está tan enojado y nos sacude por todos lados, principalmente a las mujeres. ¿Qué sería del mundo si las mujeres tomaran las riendas de su verdadero poder? ¿Qué sería del mundo si las mujeres ejercieran su derecho a decidir? ¿Qué sería de las mujeres si cupieran en su propio lenguaje? Estamos viviendo en un mundo vulgar y anti humanidad, lleno de violencia porque como bien lo dijo Engels “al explorar la relación concreta entre patriarcado y capitalismo (incluyo la religión como parte del patriarcado) se reconoce que existe una historia de opresión de género que precede al capitalismo, que a su vez nos permite entender por qué el capitalismo utiliza los ancestrales prejuicios patriarcales sobre los que se construyó, a su favor, la dicotomía reproducción/producción”. Porque como bien dice el filósofo Dussel, este cristianismo occidentalizado que se ha propagado en el pueblo en contra del pueblo y hay semejanzas entre el motivo de la corrupción y los grupos de evangelio porque los dos piensan que la riqueza es un don de Dios y Trump es el mejor ejemplo de un fundamentalista religioso.

Claro que duele ver las pintas en los edificios históricos, pero no han sido suficientes los pañuelos de colores, ni la diamantina color púrpura, ni tampoco los vidrios rotos. Estamos viviendo, sin duda alguna, el momento de revertir de una vez por todas el proceso histórico, en el mundo, que nos ha envuelto en los últimos milenios para darle por fin cabida a las mujeres en este mundo, para que no tengan que enfrentar nunca más las sanguinarias circunstancias por las que atraviesan, devolverles sus derechos naturales perdidos, sin sometimientos, sin moralinas anacrónicas. Basándonos solamente en la ética universal para empezar a vivir en conjunto, en paz y en la suficiente armonía nuevamente.

Por las que han asesinado, por las que están en peligro y por todas aquellas que caminan temerosas por las calles. Por su derecho a decidir sobre sus cuerpos. Por toda la diversidad humana que ahora conocemos pero que ha sido parte de nuestra historia. Por nuestras futuras generaciones. Ya no hay marcha atrás.

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