/ viernes 24 de mayo de 2024

[Extranjeros en Morelos] Una visión de los prejuicios de EU hacia los latinos y mexicanos

"The tortilla curtain" es un texto que escribió en 1995 el estadounidense Thomas C. Boyle, donde trata de resaltar la existencia de una frontera no solo política sino cultural entre su país y el nuestro

El estadunidense Thomas C. Boyle escribió en 1995 The tortilla curtain -alusión irónica a la “Cortina de Hierro” comunista-, queriendo resaltar la existencia de una frontera no solo política sino cultural entre su país y el nuestro. Se trata de una visión desde adentro de los prejuicios y actitudes de los estadunidenses en contra de los latinos y sobre todo de los mexicanos.

La trama se desarrolla en los años noventa y se trata de dos historias paralelas que se cruzan ocasionalmente. Una es la de una pareja anglosajona de un escritor ambientalista y su exitosa esposa dedicada a los bienes raíces; otra es la de una pareja de indocumentados mexicanos: él es atropellado por el escritor, y su esposa, embarazada, es violada por paisanos igualmente braceros. El ambientalista se revela como agresivo racista y trata de matar a la pareja mexicana y a su hija recién nacida; un alud impide el crimen y el mexicano salva la vida al americano.

La migrante –llamada paradójicamente América- y su marido eran de Tepoztlán y nótese la equivocada información del novelista acerca de nuestra gastronomía:

“No tenía nada en la panza, absolutamente nada. Estaba ahora en el cuarto mes de su embarazo y los vómitos habían terminado, pero moría de hambre, tenía hambre hasta perder la cabeza, tener que comer para dos ¡cuando ni siquiera tenía cómo nutrir a una sola persona!Soñaba con guisos, con los romeritos que preparaba su madre el Jueves Santo, con tortillas cocidas al horno con rebanadas de jitomate, con los chiles y el queso rallado, con cabezas de pollo fritas en aceite, con camarones, con ostiones y con un mole tan rico y tan fuerte de chiles serranos que se le hizo agua la boca tan solo de pensar en eso. De pie en el amanecer tibio y perfumado, bebía a sorbos su café, y tenía aún más hambre”.

“América estaba hablando a su hombre,hasta perder el aliento, de Tepoztlán, a fin de hacerle olvidar la situación en la cual se encontraban. Se acordaba de un incidente que se remontaba a su infancia: era un día de septiembre cuando una tormenta se desplomó sobre el pueblo, unos granizos gruesos como piedras cayeron sobre la cosecha de maíz todavía de pie y todos los hombres del pueblo se habían precipitado en las calles para descargar sus rifles y pistolas hacia el cielo”.

La escena anterior es contraria a lo que conocemos, pues lo que sí existe es la costumbre de lanzar cohetones al cielo, cuando hay nubes negras, para desatar las lluvias.

“Cuando era niño, en Tepoztlán, su padre había atrapado una zarigüeya [tlacuache] en medio de los pollos y ¡zaz! le dio un palazo justo encima del ojo. Enseguida la zarigüeya se desplomó como un costal de tela y ahora yacíainconsciente, sacudida por sobresaltos,la trompa blanca, las patas sin pelo y la cola como la de una rata gigante. Era exactamente así como se sentía, como la zarigüeya de su infancia.Habían aliñado la zarigüeya y se la habían comido guisada con cebollas y maíz. Sentía todavía el sabor en su boca, aquí mismo, en el Norte”.

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Boyle trata un tema aún vigente en algunos pueblos:

“- ¿Qué hiciste del cordón?- dijo ella después de un rato.

-¿Del cordón? ¿Qué cordón?

-Sabes muy bien... el cordón del bebé. El cordón umbilical.

-Lo he enterrado. Con lo demás. ¿Qué crees?

-¡Yo lo quería! gritó ella. Para Chalma. Quería ir allí, hacer un peregrinaje, colgarlo del árbol y suplicar a la Virgen que le diera una vida larga y feliz”,

“En su cabeza vio el viejo ahuehuete a la orilla del caminoy los cientos de cordones umbilicales, resecos, que colgaban como guirnaldas de sus ramas”.

El estadunidense Thomas C. Boyle escribió en 1995 The tortilla curtain -alusión irónica a la “Cortina de Hierro” comunista-, queriendo resaltar la existencia de una frontera no solo política sino cultural entre su país y el nuestro. Se trata de una visión desde adentro de los prejuicios y actitudes de los estadunidenses en contra de los latinos y sobre todo de los mexicanos.

La trama se desarrolla en los años noventa y se trata de dos historias paralelas que se cruzan ocasionalmente. Una es la de una pareja anglosajona de un escritor ambientalista y su exitosa esposa dedicada a los bienes raíces; otra es la de una pareja de indocumentados mexicanos: él es atropellado por el escritor, y su esposa, embarazada, es violada por paisanos igualmente braceros. El ambientalista se revela como agresivo racista y trata de matar a la pareja mexicana y a su hija recién nacida; un alud impide el crimen y el mexicano salva la vida al americano.

La migrante –llamada paradójicamente América- y su marido eran de Tepoztlán y nótese la equivocada información del novelista acerca de nuestra gastronomía:

“No tenía nada en la panza, absolutamente nada. Estaba ahora en el cuarto mes de su embarazo y los vómitos habían terminado, pero moría de hambre, tenía hambre hasta perder la cabeza, tener que comer para dos ¡cuando ni siquiera tenía cómo nutrir a una sola persona!Soñaba con guisos, con los romeritos que preparaba su madre el Jueves Santo, con tortillas cocidas al horno con rebanadas de jitomate, con los chiles y el queso rallado, con cabezas de pollo fritas en aceite, con camarones, con ostiones y con un mole tan rico y tan fuerte de chiles serranos que se le hizo agua la boca tan solo de pensar en eso. De pie en el amanecer tibio y perfumado, bebía a sorbos su café, y tenía aún más hambre”.

“América estaba hablando a su hombre,hasta perder el aliento, de Tepoztlán, a fin de hacerle olvidar la situación en la cual se encontraban. Se acordaba de un incidente que se remontaba a su infancia: era un día de septiembre cuando una tormenta se desplomó sobre el pueblo, unos granizos gruesos como piedras cayeron sobre la cosecha de maíz todavía de pie y todos los hombres del pueblo se habían precipitado en las calles para descargar sus rifles y pistolas hacia el cielo”.

La escena anterior es contraria a lo que conocemos, pues lo que sí existe es la costumbre de lanzar cohetones al cielo, cuando hay nubes negras, para desatar las lluvias.

“Cuando era niño, en Tepoztlán, su padre había atrapado una zarigüeya [tlacuache] en medio de los pollos y ¡zaz! le dio un palazo justo encima del ojo. Enseguida la zarigüeya se desplomó como un costal de tela y ahora yacíainconsciente, sacudida por sobresaltos,la trompa blanca, las patas sin pelo y la cola como la de una rata gigante. Era exactamente así como se sentía, como la zarigüeya de su infancia.Habían aliñado la zarigüeya y se la habían comido guisada con cebollas y maíz. Sentía todavía el sabor en su boca, aquí mismo, en el Norte”.

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Boyle trata un tema aún vigente en algunos pueblos:

“- ¿Qué hiciste del cordón?- dijo ella después de un rato.

-¿Del cordón? ¿Qué cordón?

-Sabes muy bien... el cordón del bebé. El cordón umbilical.

-Lo he enterrado. Con lo demás. ¿Qué crees?

-¡Yo lo quería! gritó ella. Para Chalma. Quería ir allí, hacer un peregrinaje, colgarlo del árbol y suplicar a la Virgen que le diera una vida larga y feliz”,

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