[Extranjeros en Morelos] Las crónicas en Morelos del capellán de Hernán Cortés

En la obra del sacerdote e historiador español, Francisco López de Gómara, se encuentran estas dos menciones del año 1521 a lo que hoy es la entidad morelense

José N. Iturriaga | Historiador

  · lunes 19 de diciembre de 2022

Archivo | El Sol de Cuautla

El sacerdote e historiador español Francisco López de Gómara (1511-¿1564?) escribió una Historia general de las Indias aunque nunca cruzó el océano. Su principal fuente de información fue el propio Hernán Cortés, a quien acompañó como capellán en la campaña de Argel de 1541 y permaneció a su lado, con el mismo carácter, hasta la muerte del conquistador acaecida en 1547. En su obra se encuentran estas dos menciones de 1521 a lo que hoy es Morelos:

“Viendo los mejicanos [aztecas] que les iba mal con los españoles, se las tenían [o sea peleaban] con los de Chalco, que era tierra muy importante. Los de Chalco llamaron a los de Huejotzingo y Huaquechula para que les ayudasen, y pidieron a Cortés españoles. Él les envió trescientos, y quince caballos, con Gonzalo de Sandoval; el cual fue, y en llegando acordó de ir a Oaxtepec, donde estaba la guarnición [azteca] que hacía el mal. Antes de que allí llegasen les salieron al encuentro los de la guarnición, y pelearon. Mas no pudiendo resistir la furia de los caballos ni las cuchilladas, se metieron en el lugar, y los nuestros tras ellos, los cuales mataron allí dentro muchos, y a los demás vecinos les echaron fuera, que como no tenían allí mujeres ni hacienda que defender, no reparaban. Los españoles comieron, y dieron de comer a los caballos, y los [indios] amigos buscaban ropa por las casas. Estando así oyeron el ruido y gritería que tratan los contrarios por las calles y plaza del pueblo. Salieron a ellos, pelearon, y a fuerza de lanzadas los echaron otra vez fuera y los siguieron una gran legua, donde hicieron gran matanza. Dos días estuvieron allí los nuestros, y luego fueron a Yecapixtla, donde también había gente de Méjico. Les requirieron con la paz; mas ellos, como estaban en lugar alto y fuerte, y malo para los caballos, no escucharon; antes bien tiraban piedras y saetas, amenazando a los de Chalco. Los indios, nuestros amigos, aunque eran muchos, no se atrevían a acometer. Los españoles arremetieron nombrando a Santiago, subieron al lugar y lo tomaron, por más fuerte y defendido que fue. Es verdad que quedaron muchos de ellos heridos de piedras y varas. Entraron tras ellos los de Chalco y sus aliados, e hicieron grandísima carnicería. Otros muchos se despeñaron a un río que pasa por allí. En fin, pocos escaparon de la muerte; y así, fue señalada victoria ésta de Yecapixtla. Los nuestros padecieron en este día mucha sed, del calor y trabajo de la pelea, como porque aquel río estaba teñido de sangre, y no pudieron beber de él en un buen espacio de tiempo, y no había otra agua”.

Observemos, en el párrafo anterior, el heroísmo y valentía de los vecinos de Yecapixtla.

“Vinieron al campamento de Cortés los de Cuernavaca, que hacía ya muchos días que eran sus amigos, a decirle: que los de Malinalco y Cuixco les hacían la guerra, y les destruían los panes y frutas, y le amenazaban a él para después que los hubiesen a ellos vencido; por tanto, que les diese alguna ayuda de españoles. Cortés, aunque tenía más necesidad de ser socorrido que de socorrer, les prometió españoles, tanto por no perder crédito, cuando por la instancia con que los pedían; lo cual contradijeron algunos españoles, a quienes no les parecía bien sacar gente del ejército [en pleno sitio de Tenochtitlán]. Les dio ochenta peones españoles, diez de a caballo, y por capitán a Andrés de Tapia, a quien encargó mucho la guerra y la brevedad. Tapia fue allá, se juntó con los de Cuernavaca, halló los enemigos en una aldea cerca de Malinalco, peleó con ellos en campo raso y los desbarató. Hizo tanto fruto esta salida, que liberó a los amigos y atemorizó a los enemigos, que habían tomado alas pensando que iban muy de caída los españoles”.

Se dice que la Corona española prohibió la impresión de este libro en 1556. Durante casi 150 años dejó de publicarse.



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Miriam Estrada Dorantes

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