/ martes 30 de junio de 2020

Cacao de la tierra

Mirar hacia adentro

El cacahuate (Arachis hypogaea) del nahua “tlalcacahuatl” −cacao de la tierra−, lleva con nosotros, en lo que hoy llamamos México, por lo menos desde el siglo I A.C. Esta humilde legumbre viajó por el continente americano desde la región sub-andina de Sudamérica hasta Mesoamérica, donde arraigó fuertemente en el gusto local a través de su historia, y de donde partió al resto del mundo hace casi 400 años para enraizar primero en Valencia, donde aún se le nombra cacao (cacau en valenciano) y donde llegó a ser uno de sus principales productos agrícolas.

Este alimento ha acompañado mi vida y creo que la de todos ustedes, desde nuestras infancias. Lo comimos, dulce, en palanquetas y mazapanes, también salado o con chile como botana y en su cáscara lo vimos llover al romperse la piñata en navidad, o lo recibimos en las bolsitas de aguinaldo. Además, lo disfrutamos en ese genial producto del ingenio mexicano que es el cacahuate japonés, gracias a Yoshihei Nakatani quien lo inventó y comenzó a producir con su esposa e hijos en el barrio capitalino de La Merced durante la segunda guerra mundial. Un poco más grandecitos, el cacahuate se volvió algo así como el compañero obligado para nuestros tragos en bares y cantinas.

La siembra de cacahuate comienza en estas fechas, junto a la temporada de lluvias, para ser cosechado en la frontera con la temporada de secas, y estar tostado y listo para las fiestas decembrinas, su periodo de mayor consumo.

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En Morelos, se produce arduamente, de forma tradicional, en la mayoría de los asentamientos indígenas, tanto para autoconsumo como para venta al mayoreo y menudeo, ya sea en cáscara o salado con ajo y chile de árbol, (¡uf! nomás de escribirlo se me antojó). Nuestro país, como en el caso del cacao o la vainilla, ha pasado de ser exportador a importador. En años recientes, la producción en Morelos se redujo casi a la mitad debido a una serie de factores que le son comunes a mucho de la producción tradicional: un precio no acorde al esfuerzo de producirlo, el crecimiento de las manchas urbanas sobre tierras de cultivo y el abandono del campo. Sin embargo, en Amilcingo se siembran hasta 170 hectáreas para la elaboración de los dulces tradicionales de Temoac.

Al llegar, hace más de 20 años, a establecerme en Morelos, me llamó mucho la atención y disfruté enormemente de la deliciosa salsa de cacahuate que aquí es tradicional y el sabroso pollo encacahuatado, cuyas recetas les compartiré la próxima semana. Seguimos en semáforo rojo, por favor, si te es posible QUÉDATE EN CASA.

El cacahuate (Arachis hypogaea) del nahua “tlalcacahuatl” −cacao de la tierra−, lleva con nosotros, en lo que hoy llamamos México, por lo menos desde el siglo I A.C. Esta humilde legumbre viajó por el continente americano desde la región sub-andina de Sudamérica hasta Mesoamérica, donde arraigó fuertemente en el gusto local a través de su historia, y de donde partió al resto del mundo hace casi 400 años para enraizar primero en Valencia, donde aún se le nombra cacao (cacau en valenciano) y donde llegó a ser uno de sus principales productos agrícolas.

Este alimento ha acompañado mi vida y creo que la de todos ustedes, desde nuestras infancias. Lo comimos, dulce, en palanquetas y mazapanes, también salado o con chile como botana y en su cáscara lo vimos llover al romperse la piñata en navidad, o lo recibimos en las bolsitas de aguinaldo. Además, lo disfrutamos en ese genial producto del ingenio mexicano que es el cacahuate japonés, gracias a Yoshihei Nakatani quien lo inventó y comenzó a producir con su esposa e hijos en el barrio capitalino de La Merced durante la segunda guerra mundial. Un poco más grandecitos, el cacahuate se volvió algo así como el compañero obligado para nuestros tragos en bares y cantinas.

La siembra de cacahuate comienza en estas fechas, junto a la temporada de lluvias, para ser cosechado en la frontera con la temporada de secas, y estar tostado y listo para las fiestas decembrinas, su periodo de mayor consumo.

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En Morelos, se produce arduamente, de forma tradicional, en la mayoría de los asentamientos indígenas, tanto para autoconsumo como para venta al mayoreo y menudeo, ya sea en cáscara o salado con ajo y chile de árbol, (¡uf! nomás de escribirlo se me antojó). Nuestro país, como en el caso del cacao o la vainilla, ha pasado de ser exportador a importador. En años recientes, la producción en Morelos se redujo casi a la mitad debido a una serie de factores que le son comunes a mucho de la producción tradicional: un precio no acorde al esfuerzo de producirlo, el crecimiento de las manchas urbanas sobre tierras de cultivo y el abandono del campo. Sin embargo, en Amilcingo se siembran hasta 170 hectáreas para la elaboración de los dulces tradicionales de Temoac.

Al llegar, hace más de 20 años, a establecerme en Morelos, me llamó mucho la atención y disfruté enormemente de la deliciosa salsa de cacahuate que aquí es tradicional y el sabroso pollo encacahuatado, cuyas recetas les compartiré la próxima semana. Seguimos en semáforo rojo, por favor, si te es posible QUÉDATE EN CASA.

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