/ lunes 20 de noviembre de 2023

Una sola frase

La crisis de Acapulco tiró el velo que ocultaba las deficiencias sistémicas de nuestro país. Incapaces de prevenir, tampoco hemos podido remediar. Una situación muy parecida a la que vivimos con el sismo de 1985 y que contribuyó a la caída del partido hegemónico.

Entonces no existían instrumentos que permitieran predecir la ocurrencia de desastres naturales. Ahora tampoco. Entonces no teníamos protocolos de actuación. Ahora tampoco. Entonces no contábamos con un fondo específico para la atención de daños causados por desastres naturales. Ahora tampoco. Entonces el ejército no tenía la estructura necesaria para desplegar una primera respuesta a la población afectada. Ahora tampoco. Entonces no había asociaciones civiles que colaboraran con el gobierno para atender a los damnificados eficazmente. Ahora tampoco.

Si antes de 1985 nuestra deficiencia radicaba en no haber construido un andamiaje institucional que permitiera prevenir y atender desastres naturales, buscando minimizar el daño y la pérdida de vidas humanas, nuestra vulnerabilidad actual radica en haberlo destruido.

Ese andamiaje se construyó alrededor de instituciones como el Centro Nacional de Prevención de Desastres, el Sistema Nacional de Protección Civil, el Plan DN III, el Fondo Nacional para Desastres Naturales (FONDEN), en estrecha colaboración con cientos de asociaciones civiles. Ese andamiaje no existe ya porque el gobierno lo ha desmantelado, pieza por pieza, como parte de una política de deterioro deliberado de las instituciones que nos acerca peligrosamente a un estado de ingobernabilidad.

Acapulco y, en consecuencia todo el estado de Guerrero, está al borde de la crisis humanitaria. Ya pronto se cumplirá un mes que más de un millón de personas perdieron su fuente de ingresos, miles de viviendas siguen destruidas, cientos de miles personas carecen todavía de abasto de agua potable, toneladas de basura y otros desechos orgánicos se acumulan en la vía pública, el pillaje organizado ha interrumpido las cadenas de distribución de alimentos y medicamentos, las vías de comunicación de la población serrana se encuentran todavía colapsadas. Es más, ni siquiera sabemos cuántas personas murieron.

Recuperar la capacidad de atención a desastres naturales es posible aunque no basta con reconstruir el último piso, sino que es preciso reforzar desde los cimientos: acotar la presidencia, balancear al poder legislativo para que recupere su capacidad de deliberación, independizar a gobernadores y presidentes municipales del gobierno federal, fortalecer las instuciones electorales, generar condiciones para la independencia del poder judicial, respetar la autonomía universitaria.

Solamente mediante la normalidad democrática podremos reconstruir las instituciones necesarias para el desarrollo sostenible de nuestro país. Y para quienes todavía dicen que no lo vieron venir, solo les recurso una frase. Una sola frase que resume todo lo que estamos viviendo: al diablo con sus instituciones.

Por cierto, ¿ya revisaron la vigencia de su credencial del INE? Háganlo, la Nación los necesita.

Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten

Twitter: @BValderramaB

Facebook: https://www.facebook.com/BValderramaB

La crisis de Acapulco tiró el velo que ocultaba las deficiencias sistémicas de nuestro país. Incapaces de prevenir, tampoco hemos podido remediar. Una situación muy parecida a la que vivimos con el sismo de 1985 y que contribuyó a la caída del partido hegemónico.

Entonces no existían instrumentos que permitieran predecir la ocurrencia de desastres naturales. Ahora tampoco. Entonces no teníamos protocolos de actuación. Ahora tampoco. Entonces no contábamos con un fondo específico para la atención de daños causados por desastres naturales. Ahora tampoco. Entonces el ejército no tenía la estructura necesaria para desplegar una primera respuesta a la población afectada. Ahora tampoco. Entonces no había asociaciones civiles que colaboraran con el gobierno para atender a los damnificados eficazmente. Ahora tampoco.

Si antes de 1985 nuestra deficiencia radicaba en no haber construido un andamiaje institucional que permitiera prevenir y atender desastres naturales, buscando minimizar el daño y la pérdida de vidas humanas, nuestra vulnerabilidad actual radica en haberlo destruido.

Ese andamiaje se construyó alrededor de instituciones como el Centro Nacional de Prevención de Desastres, el Sistema Nacional de Protección Civil, el Plan DN III, el Fondo Nacional para Desastres Naturales (FONDEN), en estrecha colaboración con cientos de asociaciones civiles. Ese andamiaje no existe ya porque el gobierno lo ha desmantelado, pieza por pieza, como parte de una política de deterioro deliberado de las instituciones que nos acerca peligrosamente a un estado de ingobernabilidad.

Acapulco y, en consecuencia todo el estado de Guerrero, está al borde de la crisis humanitaria. Ya pronto se cumplirá un mes que más de un millón de personas perdieron su fuente de ingresos, miles de viviendas siguen destruidas, cientos de miles personas carecen todavía de abasto de agua potable, toneladas de basura y otros desechos orgánicos se acumulan en la vía pública, el pillaje organizado ha interrumpido las cadenas de distribución de alimentos y medicamentos, las vías de comunicación de la población serrana se encuentran todavía colapsadas. Es más, ni siquiera sabemos cuántas personas murieron.

Recuperar la capacidad de atención a desastres naturales es posible aunque no basta con reconstruir el último piso, sino que es preciso reforzar desde los cimientos: acotar la presidencia, balancear al poder legislativo para que recupere su capacidad de deliberación, independizar a gobernadores y presidentes municipales del gobierno federal, fortalecer las instuciones electorales, generar condiciones para la independencia del poder judicial, respetar la autonomía universitaria.

Solamente mediante la normalidad democrática podremos reconstruir las instituciones necesarias para el desarrollo sostenible de nuestro país. Y para quienes todavía dicen que no lo vieron venir, solo les recurso una frase. Una sola frase que resume todo lo que estamos viviendo: al diablo con sus instituciones.

Por cierto, ¿ya revisaron la vigencia de su credencial del INE? Háganlo, la Nación los necesita.

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