/ lunes 11 de julio de 2022

Reivindicando a Plutón | Sol de sobra

Desde el punto de vista termodinámico, la agricultura presenta una ecuación muy sencilla: aprovecha la energía del sol para transformar compuestos sencillos de hidrógeno o carbono en moléculas complejas, aceites, proteínas y carbohidratos, que son utilizados por la misma planta para su desarrollo y reproducción.

La totalidad de los animales dependemos de las plantas para nuestra supervivencia. Es por esto que desde los inicios de la humanidad, la agricultura ha resultado una actividad preponderante y la fuente de numerosos avances científicos y tecnológicos.

Uno de esos avances ocurrió en 1910 cuando Haber y Bosch desarrollaron una tecnología que mimetizaba el proceso natural de fijación de nitrógeno, es decir, podían transformar industrialmente el nitrógeno del aire en nutrientes para las plantas. La energía para este proceso ya no proviene del sol sino de la quema combustibles fósiles, principalmente gas natural.

Los nutrientes generados por la reacción de Haber-Bosch dijeron lugar al mercado de los fertilizantes, cambiando para siempre la agricultura. Actualmente se producen más de 100 millones de toneladas de fertilizantes al año por este proceso.

El lado positivo es que la disponibilidad de fertilizantes aceleró el desarrollo de la agricultura de alto rendimiento hasta llegar a escalas industriales. Gracias a esto, en menos de un siglo se redujo en un 90% el número de personas que tienen que dedicarse a la producción de alimentos mejorando también la talla, peso y salud de la población en el mundo.

El lado negativo es que más del 80% de los fertilizantes no se incorpora a los alimentos sino que acaba en la tierra o en el aire, contaminando ríos y mares a escala global. Un caso dramático de esta situación son los fertilizantes que se acumulan en la desembocadura del río Amazonas en Brasil provocando el sobrecrecimiento de sargazo de forma que se genera una fuente de contaminación en el Caribe.

Por otro lado, el uso de combustibles fósiles para la producción de fertilizantes así como para la agricultura altamente tecnificada aportan cantidades importantes de gases efecto invernadero a la atmósfera, empeorando los efectos del cambio climático.

A nivel internacional lo gobiernos han tenido que tomar conciencia de la situación generando diferentes respuestas, desafortunadamente no siempre constructivas. De hecho, en estos momentos se están viviendo importantes conflictos sociales por ese tema.

En el primer caso, en Holanda y otros países europeos los agricultores han rechazado enérgicamente las medidas de la Unión Europea dirigidas a reducir las emisiones de gases efecto invernadero asociadas a la agricultura intensiva característica de esos países. Esto ocurre en un contexto en el que la invasión rusa a Ucrania ha encarecido el costo del gas natural y de los fertilizantes.

El segundo caso el el resultado de la incorporación como política de gobierno de una ideología anti tecnológica encabezada por la Sra. Vandana Shiva, enemiga pública de las semillas mejoradas, de los fertilizantes y plaguicidas, lol cual provocó una caída tan abrupta en la producción de alimentos en Sri Lanka que sumada a la crisis económica post pandemia detonaron una inconformidad social que creció rápidamente hasta derrocar hace unas horas a su presidente.

Sería absurdo volver a un sistema de agricultura de subsistencia, la población del mundo requiere alimentos y para eso se necesitan fertilizantes, plaguicidas y tractores. Por otro lado, esa necesidad no nos exime de la obligación de transitar a un modelo enérgico menos dependiente de los combustibles fósiles para la producción de alimentos.

Seamos inteligentes y copiemos lo mejor de los sistemas naturales, que para eso tenemos sol de sobra, y dejemos los combustibles fósiles donde están. Todavía estamos a tiempo de reestructurar nuestras políticas para darles más contenido científico y menos ideología.

Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten

Blog: Reivindicando a Plutón

Facebook: BBalderrama

Desde el punto de vista termodinámico, la agricultura presenta una ecuación muy sencilla: aprovecha la energía del sol para transformar compuestos sencillos de hidrógeno o carbono en moléculas complejas, aceites, proteínas y carbohidratos, que son utilizados por la misma planta para su desarrollo y reproducción.

La totalidad de los animales dependemos de las plantas para nuestra supervivencia. Es por esto que desde los inicios de la humanidad, la agricultura ha resultado una actividad preponderante y la fuente de numerosos avances científicos y tecnológicos.

Uno de esos avances ocurrió en 1910 cuando Haber y Bosch desarrollaron una tecnología que mimetizaba el proceso natural de fijación de nitrógeno, es decir, podían transformar industrialmente el nitrógeno del aire en nutrientes para las plantas. La energía para este proceso ya no proviene del sol sino de la quema combustibles fósiles, principalmente gas natural.

Los nutrientes generados por la reacción de Haber-Bosch dijeron lugar al mercado de los fertilizantes, cambiando para siempre la agricultura. Actualmente se producen más de 100 millones de toneladas de fertilizantes al año por este proceso.

El lado positivo es que la disponibilidad de fertilizantes aceleró el desarrollo de la agricultura de alto rendimiento hasta llegar a escalas industriales. Gracias a esto, en menos de un siglo se redujo en un 90% el número de personas que tienen que dedicarse a la producción de alimentos mejorando también la talla, peso y salud de la población en el mundo.

El lado negativo es que más del 80% de los fertilizantes no se incorpora a los alimentos sino que acaba en la tierra o en el aire, contaminando ríos y mares a escala global. Un caso dramático de esta situación son los fertilizantes que se acumulan en la desembocadura del río Amazonas en Brasil provocando el sobrecrecimiento de sargazo de forma que se genera una fuente de contaminación en el Caribe.

Por otro lado, el uso de combustibles fósiles para la producción de fertilizantes así como para la agricultura altamente tecnificada aportan cantidades importantes de gases efecto invernadero a la atmósfera, empeorando los efectos del cambio climático.

A nivel internacional lo gobiernos han tenido que tomar conciencia de la situación generando diferentes respuestas, desafortunadamente no siempre constructivas. De hecho, en estos momentos se están viviendo importantes conflictos sociales por ese tema.

En el primer caso, en Holanda y otros países europeos los agricultores han rechazado enérgicamente las medidas de la Unión Europea dirigidas a reducir las emisiones de gases efecto invernadero asociadas a la agricultura intensiva característica de esos países. Esto ocurre en un contexto en el que la invasión rusa a Ucrania ha encarecido el costo del gas natural y de los fertilizantes.

El segundo caso el el resultado de la incorporación como política de gobierno de una ideología anti tecnológica encabezada por la Sra. Vandana Shiva, enemiga pública de las semillas mejoradas, de los fertilizantes y plaguicidas, lol cual provocó una caída tan abrupta en la producción de alimentos en Sri Lanka que sumada a la crisis económica post pandemia detonaron una inconformidad social que creció rápidamente hasta derrocar hace unas horas a su presidente.

Sería absurdo volver a un sistema de agricultura de subsistencia, la población del mundo requiere alimentos y para eso se necesitan fertilizantes, plaguicidas y tractores. Por otro lado, esa necesidad no nos exime de la obligación de transitar a un modelo enérgico menos dependiente de los combustibles fósiles para la producción de alimentos.

Seamos inteligentes y copiemos lo mejor de los sistemas naturales, que para eso tenemos sol de sobra, y dejemos los combustibles fósiles donde están. Todavía estamos a tiempo de reestructurar nuestras políticas para darles más contenido científico y menos ideología.

Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten

Blog: Reivindicando a Plutón

Facebook: BBalderrama