/ lunes 11 de diciembre de 2023

Dicen que 50 años no es nada

Corría el año 1970 cuando Luis Echeverría decide fundar el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). En sus memorias, el Ing. Eugenio Méndez Docurro narra que una vez concluido el proyecto de creación del Consejo lo entrega al presidente quien lo designa como su primer director.

El presidente sabía que el Ing. Méndez Docurro albergaba aspiraciones de ser Secretario de Comunicaciones y Transportes y ante su turbación por la noticia le espeta que tendrá ambos nombramientos, titular de la SCT y director del Conacyt, porque “... para conseguir recursos de Hacienda o de cualquier otra dependencia, no le van a hacer caso; en cambio, si ahí está una gente del mismo nivel jerárquico, un secretario de Estado, lo tienen que atender de otra manera”.

El Conacyt ha pasado por diferentes configuraciones en sus cincuenta años de vida. Ha estado sectorizado a la Secretaría de Educación, a la de Programación y Presupuesto y a la de Economía. También ha tenido etapas desectorizado, es decir, sin ser parte de la estructura de una secretaría por lo que ha sido necesario que realice sus gestiones directamente.

Entre 2012 y 2018 el presidente Enrique Peña Nieto crea la Oficina de la Presidencia de la República para Ciencia, Tecnología e Innovación con la finalidad de cerrar la brecha existente entre el presidente y el Consejo, paliando así la falta de un secretario que lo representara. Esta configuración trajo una época de bonanza, alcanzando en 2015 su máximo histórico de inversión por lo que, por un tiempo, pensamos que se había encontrado la figura idónea para nuestro sector. Desafortunadamente la Oficina desaparece en 2018 al mismo tiempo que el presupuesto del Consejo sufre una contracción tan profunda que lo regresa a los niveles de funcionamiento que tenía a finales de los años 90.

La semana pasada la Red ProcienciaMx publicó su documento titulado "Estrategia de política de CTI hacia el bienestar social y el desarrollo sustentable de México: 2024-2031". Entre sus numerosas propuestas se encuentra la desaparición del Conacyt (ahora con H) para crear una Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación asistida por dos agencias especializadas para el fomento y financiamiento de la investigación y de la innovación, respectivamente. En una condición ideal, esta dependencia asumiría también las funciones de la actual Subsecretaría de Educación Superior de la SEP.

Lo creación de esta Secretaría debe considerarse seriamente por las siguientes razones: sería la garante de un derecho humano establecido en el artículo 3o fracción V de la Constitución con la misma jerarquía que otros históricamente atendidos como salud o educación; tendría el nivel jerárquico suficiente para la interlocución con otras áreas del gobierno, con diputados y senadores, con gobernadores y presidentes municipales, así como con los sectores privado y social; permitiría la consolidación de la mayor parte del presupuesto para ciencia y tecnología asignado al gobierno federal y que ha estado dividido; al contar con dos agencias asociadas tendría mayor agilidad y funcionalidad para el ejercicio de los recursos que si fuera una sola.

Esta configuración, con ciertas particularidades, existe ya en otros países como España, Israel, China, Colombia, Argentina, Nueva Zelanda, Islandia, el Reino Unido, y Brasil, entre otros. El colapso que han generado en el sistema de ciencia, tecnología e innovación las acciones de la cuarta transformación han llevado al Conacyt al borde de su extinción. Revivirlo sería caro, difícil y quizá contraproducente. Es por eso que mejor respiramos profundo, nos despedimos de una de las entidades más sólidas del gobierno federal y fijamos la vista a lo lejos, esperando crear algo que genere la estabilidad necesaria para el sector por lo menos por los próximos 50 años.

Antes de que lo olvide, ¿ya revisaron la vigencia de su credencial del INE? No dejen de hacerlo, la Nación los necesita.

Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten

Twitter: @BValderramaB

Facebook: https://www.facebook.com/BValderramaB

Corría el año 1970 cuando Luis Echeverría decide fundar el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). En sus memorias, el Ing. Eugenio Méndez Docurro narra que una vez concluido el proyecto de creación del Consejo lo entrega al presidente quien lo designa como su primer director.

El presidente sabía que el Ing. Méndez Docurro albergaba aspiraciones de ser Secretario de Comunicaciones y Transportes y ante su turbación por la noticia le espeta que tendrá ambos nombramientos, titular de la SCT y director del Conacyt, porque “... para conseguir recursos de Hacienda o de cualquier otra dependencia, no le van a hacer caso; en cambio, si ahí está una gente del mismo nivel jerárquico, un secretario de Estado, lo tienen que atender de otra manera”.

El Conacyt ha pasado por diferentes configuraciones en sus cincuenta años de vida. Ha estado sectorizado a la Secretaría de Educación, a la de Programación y Presupuesto y a la de Economía. También ha tenido etapas desectorizado, es decir, sin ser parte de la estructura de una secretaría por lo que ha sido necesario que realice sus gestiones directamente.

Entre 2012 y 2018 el presidente Enrique Peña Nieto crea la Oficina de la Presidencia de la República para Ciencia, Tecnología e Innovación con la finalidad de cerrar la brecha existente entre el presidente y el Consejo, paliando así la falta de un secretario que lo representara. Esta configuración trajo una época de bonanza, alcanzando en 2015 su máximo histórico de inversión por lo que, por un tiempo, pensamos que se había encontrado la figura idónea para nuestro sector. Desafortunadamente la Oficina desaparece en 2018 al mismo tiempo que el presupuesto del Consejo sufre una contracción tan profunda que lo regresa a los niveles de funcionamiento que tenía a finales de los años 90.

La semana pasada la Red ProcienciaMx publicó su documento titulado "Estrategia de política de CTI hacia el bienestar social y el desarrollo sustentable de México: 2024-2031". Entre sus numerosas propuestas se encuentra la desaparición del Conacyt (ahora con H) para crear una Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación asistida por dos agencias especializadas para el fomento y financiamiento de la investigación y de la innovación, respectivamente. En una condición ideal, esta dependencia asumiría también las funciones de la actual Subsecretaría de Educación Superior de la SEP.

Lo creación de esta Secretaría debe considerarse seriamente por las siguientes razones: sería la garante de un derecho humano establecido en el artículo 3o fracción V de la Constitución con la misma jerarquía que otros históricamente atendidos como salud o educación; tendría el nivel jerárquico suficiente para la interlocución con otras áreas del gobierno, con diputados y senadores, con gobernadores y presidentes municipales, así como con los sectores privado y social; permitiría la consolidación de la mayor parte del presupuesto para ciencia y tecnología asignado al gobierno federal y que ha estado dividido; al contar con dos agencias asociadas tendría mayor agilidad y funcionalidad para el ejercicio de los recursos que si fuera una sola.

Esta configuración, con ciertas particularidades, existe ya en otros países como España, Israel, China, Colombia, Argentina, Nueva Zelanda, Islandia, el Reino Unido, y Brasil, entre otros. El colapso que han generado en el sistema de ciencia, tecnología e innovación las acciones de la cuarta transformación han llevado al Conacyt al borde de su extinción. Revivirlo sería caro, difícil y quizá contraproducente. Es por eso que mejor respiramos profundo, nos despedimos de una de las entidades más sólidas del gobierno federal y fijamos la vista a lo lejos, esperando crear algo que genere la estabilidad necesaria para el sector por lo menos por los próximos 50 años.

Antes de que lo olvide, ¿ya revisaron la vigencia de su credencial del INE? No dejen de hacerlo, la Nación los necesita.

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