El carrizo es una planta muy usada en la cestería mexicana por su grado de maleabilidad frente a su dureza. Crece silvestre en zonas pantanosas y en lagos y lagunas, de donde es recolectado para su uso como fibra para tejidos resistentes. Sin embargo, aunque adquiera cierta elasticidad al humedecerlo, para trabajar con él es necesario tener manos y pies curtidos por el trabajo, extremidades propias de quien trabaja la tierra y con ellas cultiva los frutos que nos ofrece.
En Cuentepec, además de la alfarería, aún se conserva la tradición de elaborar recipientes con este material, y es uno de los pocos poblados morelenses donde persiste. Son contados con los dedos de la mano los campesinos que siguen esta ardua labor debido a la sustitución de contenedores de carrizo por los de plástico, y al bajo monto que obtienen por su esfuerzo.
Las piezas emblemáticas de Cuentepec son los chiquihuites, del náhuatl chiquihuitl, chiqui – raspar, y huitola – doblar. Los chiquihuites son canastos de carrizo, tejido a mano comenzando por una base plana hecha con tiras gruesas de carrizo en forma de estrella, llamada tepeya, entretejida con tiras más pequeñas que se van entrelazando para darle forma y levantar sus paredes circulares. A diferencia de los creados con otras fibras, estos son más resistentes y son capaces de cargar y almacenar granos y semillas permitiéndoles respirar y mantenerse secos. Es común que en los rituales, sobretodo los relacionadas con el ciclo agrícola, las ofrendas se lleven en chiquihuites cargados a mecapal o entre los brazos rebozando mazorcas y alimentos. Para elaborarlos, los artesanos usan pies y manos con una destreza asombrosa. Es bellísimo, cuando compras uno, ver como los colores de la fibra van cambiando de los verdes encendidos a los ocres y amarillos, en sintonía con los campos y el tiempo.
Uno de los artistas populares que trabajan el carrizo en Cuentepec, Don Constantino Bello Nava, ha diversificado sus diseños con una asombrosa creatividad y ha propuesto las tepeyas como manteles individuales o como posaderas de ollas calientes. Trabaja también con otras fibras naturales, como la palma y el otate, para obtener diversas piezas que van desde hermosos y sorprendentes bancos, por su línea depurada y diseño contemporáneo, pasando por lámparas y trojes, hasta sopladores y mecapales. Como sucede con otras artes populares y artesanías, la innovación en el diseño y la adaptación a las necesidades de la forma de vida contemporánea les proporcionan mayores oportunidades de insertarse en el mercado. Lo bueno es que la mayoría de los creadores populares lo hacen sin dejar de lado la producción necesaria para la vida cotidiana y ritual de su comunidad. Mientras lo que produzcan continúe teniendo sentido para ellos y quienes lo adquieren, aunque sean cada vez menos quienes la practiquen, la expresión cultural subsistirá.
