/ miércoles 17 de mayo de 2023

Todos quieren ser gobernador, cuatro podrían

En Morelos, todos los políticos quieren ser gobernador. No es algo menor, en un modelo político que pone al centro a los titulares del Poder Ejecutivo, la posición que hoy ocupa Cuauhtémoc Blanco puede considerarse como la más alta y en consecuencia, honorable, para quienes se dedican a la política. Esto no significa que todos los gobernadores sean honorables, de hecho, pocos han adquirido esa cualidad, pero el poder político y el económico (un salario de casi 1.5 millones de pesos al año más prestaciones, residencia oficial, y toda suerte de negocios al alcance) ha sido utilizado por prácticamente todos los mandatarios locales.

Y la aspiración de cada uno puede ser más o menos legítima. En términos constitucionales, cualquier ciudadano morelense mayor de 35 años con residencia en el territorio estatal con un año de antigüedad probada, puede ser elegible. Pero una cosa es el tener derecho y otra bastante diferente el poder ser gobernador. Hay aspiraciones que pueden parecer un chiste, otras que son un poco más serias pero anticipadas (al político aspirante le falta madurez o experiencia), y unas más que resultan bastante serias. El asunto es que muchos “se destapan” asegurando “quiero ser gobernador” pero pocos dicen lo que están dispuestos a hacer por el estado. Y lo cierto es que a los morelenses hace muchas administraciones los titulares del Ejecutivo les han quedado a deber a pesar de que han sido justamente los morelenses, sus electores, quienes les han posibilitado cumplir su sueño.

Y conviene pensar en lo que requiere Morelos de su próximo gobernador partiendo de dos casi certezas, la crisis del Estado en el 2024, y el hecho de que ningún partido tendrá mayoría absoluta en el Congreso local. Además de las características deseables: honestidad, congruencia, juicio político, cercanía con la población, compromiso con la paz; hay habilidades inaplazables para exigir al titular del Ejecutivo que sustituya a Cuauhtémoc Blanco: capacidad de diálogo, habilidad para la construcción de consensos, experiencia en el diseño de políticas públicas exitosas, inteligencia financiera, habilidad en la formación y el liderazgo de equipos.

Y la verdad es que entre todos los que han alzado la mano y que podrían ser favoritos de algunos sectores del público por su innegable simpatía o la propaganda ad náuseam, pocos de quienes hoy se mencionan como probables candidatos a la gubernatura tienen esas habilidades. Cruzando la experiencia política de cada uno de los suspirantes por la gubernatura, y si nos fijamos exclusivamente en el set básico de habilidades que citamos antes, resulta que el listado se reduce bastante.

En Morena Lucy Meza parece la aspirante más sólida, su experiencia legislativa la ha obligado a capacitarse en la construcción de consensos y su carrera administrativa muestra cierta habilidad en el diseño de políticas públicas, aunque no ha tenido una carrera muy productiva en ello, sus habilidades de liderazgo son poco cuestionables y acaso podría preocuparnos la poca experiencia que tiene en materia de inteligencia financiera.

Rabindranath Salazar Solorio ha tenido cargos ejecutivos y legislativos. En materia de diseño de políticas públicas tiene experiencias francamente exitosas y aunque estuvo en Congresos donde no era tan complicada la construcción de consensos, el haber gobernado el conflictivo y altamente politizado municipio de Jiutepec podría hablar bien de su experiencia para el diálogo.

El caso de Rafael Reyes, actual alcalde de Jiutepec es similar, aunque sin experiencia legislativa, habría que recordar que fue secretario municipal en tiempos de Rabindranath Salazar, y como tal era responsable de mantener el diálogo y construir consensos. El alcalde también es un apasionado del diseño de las políticas públicas desde el diagnóstico de los problemas.

Juan Salgado Brito tiene experiencia política local y federal, sabe de consensos y ha diseñado políticas públicas casi toda su vida. Acaso el problema que pudiera tener Juan es que la velocidad con que ha evolucionado la problemática social quizá pudiera hacer que algunos de sus acercamientos diagnósticos estuvieran fuera de época.

Por la oposición, José Luis Urióstegui parece hasta ahora el candidato más sólido. Entre otras cosas porque nadie se ha parado a competirle. Es proclive al diálogo y tiene experiencia en políticas públicas, pero la construcción de consensos no ha sido su fuerte en el tiempo que lleva administrando Cuernavaca.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


En Morelos, todos los políticos quieren ser gobernador. No es algo menor, en un modelo político que pone al centro a los titulares del Poder Ejecutivo, la posición que hoy ocupa Cuauhtémoc Blanco puede considerarse como la más alta y en consecuencia, honorable, para quienes se dedican a la política. Esto no significa que todos los gobernadores sean honorables, de hecho, pocos han adquirido esa cualidad, pero el poder político y el económico (un salario de casi 1.5 millones de pesos al año más prestaciones, residencia oficial, y toda suerte de negocios al alcance) ha sido utilizado por prácticamente todos los mandatarios locales.

Y la aspiración de cada uno puede ser más o menos legítima. En términos constitucionales, cualquier ciudadano morelense mayor de 35 años con residencia en el territorio estatal con un año de antigüedad probada, puede ser elegible. Pero una cosa es el tener derecho y otra bastante diferente el poder ser gobernador. Hay aspiraciones que pueden parecer un chiste, otras que son un poco más serias pero anticipadas (al político aspirante le falta madurez o experiencia), y unas más que resultan bastante serias. El asunto es que muchos “se destapan” asegurando “quiero ser gobernador” pero pocos dicen lo que están dispuestos a hacer por el estado. Y lo cierto es que a los morelenses hace muchas administraciones los titulares del Ejecutivo les han quedado a deber a pesar de que han sido justamente los morelenses, sus electores, quienes les han posibilitado cumplir su sueño.

Y conviene pensar en lo que requiere Morelos de su próximo gobernador partiendo de dos casi certezas, la crisis del Estado en el 2024, y el hecho de que ningún partido tendrá mayoría absoluta en el Congreso local. Además de las características deseables: honestidad, congruencia, juicio político, cercanía con la población, compromiso con la paz; hay habilidades inaplazables para exigir al titular del Ejecutivo que sustituya a Cuauhtémoc Blanco: capacidad de diálogo, habilidad para la construcción de consensos, experiencia en el diseño de políticas públicas exitosas, inteligencia financiera, habilidad en la formación y el liderazgo de equipos.

Y la verdad es que entre todos los que han alzado la mano y que podrían ser favoritos de algunos sectores del público por su innegable simpatía o la propaganda ad náuseam, pocos de quienes hoy se mencionan como probables candidatos a la gubernatura tienen esas habilidades. Cruzando la experiencia política de cada uno de los suspirantes por la gubernatura, y si nos fijamos exclusivamente en el set básico de habilidades que citamos antes, resulta que el listado se reduce bastante.

En Morena Lucy Meza parece la aspirante más sólida, su experiencia legislativa la ha obligado a capacitarse en la construcción de consensos y su carrera administrativa muestra cierta habilidad en el diseño de políticas públicas, aunque no ha tenido una carrera muy productiva en ello, sus habilidades de liderazgo son poco cuestionables y acaso podría preocuparnos la poca experiencia que tiene en materia de inteligencia financiera.

Rabindranath Salazar Solorio ha tenido cargos ejecutivos y legislativos. En materia de diseño de políticas públicas tiene experiencias francamente exitosas y aunque estuvo en Congresos donde no era tan complicada la construcción de consensos, el haber gobernado el conflictivo y altamente politizado municipio de Jiutepec podría hablar bien de su experiencia para el diálogo.

El caso de Rafael Reyes, actual alcalde de Jiutepec es similar, aunque sin experiencia legislativa, habría que recordar que fue secretario municipal en tiempos de Rabindranath Salazar, y como tal era responsable de mantener el diálogo y construir consensos. El alcalde también es un apasionado del diseño de las políticas públicas desde el diagnóstico de los problemas.

Juan Salgado Brito tiene experiencia política local y federal, sabe de consensos y ha diseñado políticas públicas casi toda su vida. Acaso el problema que pudiera tener Juan es que la velocidad con que ha evolucionado la problemática social quizá pudiera hacer que algunos de sus acercamientos diagnósticos estuvieran fuera de época.

Por la oposición, José Luis Urióstegui parece hasta ahora el candidato más sólido. Entre otras cosas porque nadie se ha parado a competirle. Es proclive al diálogo y tiene experiencia en políticas públicas, pero la construcción de consensos no ha sido su fuerte en el tiempo que lleva administrando Cuernavaca.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx