/ sábado 30 de enero de 2021

La vieja confiable… el Mercado de Buena Vista

Bajé del auto, subí la escalinata y apenas puse un pie dentro del Mercado de Buena Vista, una voz femenina pero correosa -así como si ya llevara al menos dos mezcalazos en la cuenta- inundó toda la nave, con el acompañamiento de la Banda el Recodo de Don Cruz Lizárraga:

¿Qué me buscas si ya no me quieeeeres? ¿Qué te ganas con verme llorandooooo? Me arrancastes (sic) el alma en pedazos y ahora en sollozos me dejas morir… entonces supe que había llegado al sito correcto

Iba con Jano, con todas las medidas de defensa samurai -región Cuerna- que se necesitan para hacerle la reta al virus y con la intención de comprar algo de comer para llevar, sin embargo, la poca concurrencia, las buenas previsiones de los locatarios en materia sanitaria y sobre todo el buen ambiente, nos invitaron a quedarnos.

Lo difícil de ir a un lugar con una oferta amplia, es que a la mera hora uno ya no sabe qué pedir porque todo se antoja, así que opté por una combinación ganadora: una comida corrida para el chamaco en la Fonda Los Espejos y una quesadilla de tinga de res con queso de Rutilo, por supuesto.

Lo primero que vino a la mesa fue un caldo de verduras con arroz e higadito. Antes de llegar a la boca de mi chaparro le agregué el jugo de medio limón y una pizca de sal, y después de comprobar que no estaba muy caliente, finalmmente le pasé la estafeta al castrocito… solo vi cómo cuchara a cuchara le entraba y con ganas. Pasó dos minutos sin hablar, solo empacando, hasta que volteó con una sonrisa bien marcada para decirme -está delicioso, que bueno que nos paramos aquí-.

Justo cuando me estaba reclamando una memela, decidimos abrir el tortillero únicamente para quedarnos con la boca abierta y es que la tortillota hecha a mano que nos dejaron tenía un tamaño descomunal, así gigante, que abarcaba más o menos del ombligo a la barbilla de este mocoso de seis años, que por supuesto antes de llevarla al plato, me pidió que le tomará una foto. Le cortó un cacho, la remojó en el caldito y le dio la primera mordida; entonces me sentí orgulloso de los años de entrenamiento que le he dedicado.

¡Aaaaay culitos, cuando eran míos!, gritó nuevamente la mujer aquella que cantaba a todo pulmón, justo cuando me entregaban una quesadillota también bien choncha que venía acompañada por una salsera que traía de la que pica, de la que no, una roja, crema, queso y nopales.

No me iba a quedar sin las ganas de un agua de frutas así que me encargué un litro de fresa con cítricos. Inmediatamente al fondo escuché como comenzaron a trabajar las licuadoras y en menos de dos minutos ya le estaba dando el primer trago… putsss qué súper deliciosa, natural y refrescante.

Irremediablemnete como iba a ocurrir, luego de unos minutos llegó el segundo tiempo de la comida corrida, que estaba protagonizado por una milanesa de res así como de fonda, flanqueada por unos frijolitos negros de la olla y un poco de arroz: desde que la vimos únicamente cortamos una porción y la demás la pedimos para llevar -obvio con una mega súper tortillota que después sirvió para darle cran-.

Y pues yo saboreé bocado a bocado la tinga deliciosa de mi quesadilla pensando: qué bueno que siguen trabajando los locales de alimentos de este Mercado de Buena Vista, en donde -estoy seguro y sin dudarlo- todos guayabos tenemos al menos alguna anécdota.

Cuando le faltaba solo un poco de su caldito, Jano volteó a verme y me dijo: ¿mañana podemos venir otra vez aquí? Al fin ya vi que ahí también dice que se puede pedir a domicilio.

No, mi pequeño saltamontes, el mañana siempre sirve para explorar nuevos horizontes en busca de otros sabores, otros aromas y por supuesto, otras historias… pero vamos a apuntar el número por si las moscas jeje.

Según me dijeron, atienden desde las 7 de la mañana y hasta las 5 de la tarde, todos los días sin falla, y entre de la variedad que ofrecen hay prácticamente de todo, desde pancita, pozole, desayunos, tortas, y guisados, hasta las tradicionales quesadillas y los tacos de barbacha.

Ahí se ven!

Bajé del auto, subí la escalinata y apenas puse un pie dentro del Mercado de Buena Vista, una voz femenina pero correosa -así como si ya llevara al menos dos mezcalazos en la cuenta- inundó toda la nave, con el acompañamiento de la Banda el Recodo de Don Cruz Lizárraga:

¿Qué me buscas si ya no me quieeeeres? ¿Qué te ganas con verme llorandooooo? Me arrancastes (sic) el alma en pedazos y ahora en sollozos me dejas morir… entonces supe que había llegado al sito correcto

Iba con Jano, con todas las medidas de defensa samurai -región Cuerna- que se necesitan para hacerle la reta al virus y con la intención de comprar algo de comer para llevar, sin embargo, la poca concurrencia, las buenas previsiones de los locatarios en materia sanitaria y sobre todo el buen ambiente, nos invitaron a quedarnos.

Lo difícil de ir a un lugar con una oferta amplia, es que a la mera hora uno ya no sabe qué pedir porque todo se antoja, así que opté por una combinación ganadora: una comida corrida para el chamaco en la Fonda Los Espejos y una quesadilla de tinga de res con queso de Rutilo, por supuesto.

Lo primero que vino a la mesa fue un caldo de verduras con arroz e higadito. Antes de llegar a la boca de mi chaparro le agregué el jugo de medio limón y una pizca de sal, y después de comprobar que no estaba muy caliente, finalmmente le pasé la estafeta al castrocito… solo vi cómo cuchara a cuchara le entraba y con ganas. Pasó dos minutos sin hablar, solo empacando, hasta que volteó con una sonrisa bien marcada para decirme -está delicioso, que bueno que nos paramos aquí-.

Justo cuando me estaba reclamando una memela, decidimos abrir el tortillero únicamente para quedarnos con la boca abierta y es que la tortillota hecha a mano que nos dejaron tenía un tamaño descomunal, así gigante, que abarcaba más o menos del ombligo a la barbilla de este mocoso de seis años, que por supuesto antes de llevarla al plato, me pidió que le tomará una foto. Le cortó un cacho, la remojó en el caldito y le dio la primera mordida; entonces me sentí orgulloso de los años de entrenamiento que le he dedicado.

¡Aaaaay culitos, cuando eran míos!, gritó nuevamente la mujer aquella que cantaba a todo pulmón, justo cuando me entregaban una quesadillota también bien choncha que venía acompañada por una salsera que traía de la que pica, de la que no, una roja, crema, queso y nopales.

No me iba a quedar sin las ganas de un agua de frutas así que me encargué un litro de fresa con cítricos. Inmediatamente al fondo escuché como comenzaron a trabajar las licuadoras y en menos de dos minutos ya le estaba dando el primer trago… putsss qué súper deliciosa, natural y refrescante.

Irremediablemnete como iba a ocurrir, luego de unos minutos llegó el segundo tiempo de la comida corrida, que estaba protagonizado por una milanesa de res así como de fonda, flanqueada por unos frijolitos negros de la olla y un poco de arroz: desde que la vimos únicamente cortamos una porción y la demás la pedimos para llevar -obvio con una mega súper tortillota que después sirvió para darle cran-.

Y pues yo saboreé bocado a bocado la tinga deliciosa de mi quesadilla pensando: qué bueno que siguen trabajando los locales de alimentos de este Mercado de Buena Vista, en donde -estoy seguro y sin dudarlo- todos guayabos tenemos al menos alguna anécdota.

Cuando le faltaba solo un poco de su caldito, Jano volteó a verme y me dijo: ¿mañana podemos venir otra vez aquí? Al fin ya vi que ahí también dice que se puede pedir a domicilio.

No, mi pequeño saltamontes, el mañana siempre sirve para explorar nuevos horizontes en busca de otros sabores, otros aromas y por supuesto, otras historias… pero vamos a apuntar el número por si las moscas jeje.

Según me dijeron, atienden desde las 7 de la mañana y hasta las 5 de la tarde, todos los días sin falla, y entre de la variedad que ofrecen hay prácticamente de todo, desde pancita, pozole, desayunos, tortas, y guisados, hasta las tradicionales quesadillas y los tacos de barbacha.

Ahí se ven!

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