/ sábado 6 de noviembre de 2021

Cuando el aparato gubernamental opera en tu contra

No todos los proyectos periodísticos prosperan, a pesar del ánimo, el profesionalismo, el equipo que los impulsa o la solidez de sus contenidos.

Por allá de noviembre de 2014, este que escribe junto con un grupo de amigos, se aventuró a editar un impreso que llevaba el sello de una barra noticiosa que para entonces se transmitía en radio a través del 103.7 de la frecuencia modulada, bajo el nombre de Metrópoli Noticias.

Junto con Jaime Luis Brito, hoy corresponsal de la revista Proceso, definimos una línea editorial clara que apuntaba a la investigación, la denuncia y la protesta directa contra los hechos de inseguridad -que a pesar de la promesa del entonces gobernador Graco Ramírez de terminarla en sus primeros 18 meses de mandato- se imponía a lo largo y ancho de la entidad.

Precisamente hoy Facebook me recordó la primera portada de aquel proyecto, en la que aparecía un gobernador apesadumbrado por la fuerza de sus compromisos incumplidos: Morelos en su peor crisis de inseguridad, según la Universidad Autónoma de nuestra entidad.

Y los sumarios daban cuenta de las cifras de resultados de la gestión del entonces comisionado Estatal de Seguridad, Jesús Alberto Capella Ibarra, en sus momentos de mayor poder en el gabinete estatal: primer lugar nacional en extorsiones, segundo lugar en secuestros y cuarto lugar en homicidios.

En la contraportada, un reportaje sobre uno de los hechos que hasta entonces era prácticamente inédito en Morelos: un comando armado violó en una casa de fin de semana en Jiutepec, a estudiantes de la UAEM, la Universidad Politécnica y la Universidad La Salle.

Claro que el rotativo resultó incómodo, y por supuesto que la forma frontal de sus palabras pegó directo en el ánimo de un gobernador que salvo casos específicos, no encontraba oposición a su actuar.

Y como también suele ocurrir -de eso da cuenta la sabiduría popular- el hilo se rompió por lo más delgado, por ahí de abril de 2015, solo unos seis meses después, recibimos la llamada del dueño de la estación de radio por la que en paralelo desahogábamos la información noticiosa del estado: esta es su última semana al aire muchachos, nos avisó.

No era su culpa, según lo que nos platicó bajo la consigna de que lo mantuviéramos en la discreción -hoy lo cuento con la libertad que da el tiempo transcurrido-, había recibido la petición desde la oficina del gobernador. Estaba en juego la salud financiera de su empresa, en la que nosotros éramos agentes externos que compraban tiempo aire, y como ocurre siempre, simplemente nos cerraron el micrófono.

Y no fue lo único, también se cerraron puertas en los municipios, en las empresas y en muchos de los lugares donde el gobierno tenía influencia. Fueron tiempos duros, difíciles, pero a la postre se cumplió el adagio de quienes nos dedicamos al periodismo y los medios: los gobiernos se acaban, pero nosotros aquí seguimos… y aquí estamos.

Nunca fuimos el grupo periodístico que Morelos esperaba, perseguíamos nuestros intereses y francamente si no es por la red social, nadie hubiera recordado el esfuerzo noticioso, pero me llena el pecho escribir estas líneas como el sobreviviente de un embate de eso que llaman "el aparato gubernamental" y seguir aquí para contarlo.

Lo noticioso al menos en cuanto a mí nunca fue personal; incluso después del hecho conviví en muchas ocasiones con aquel mandatario. A la postre supe que para él tampoco fue tan relevante, incluso sospecho que fueron sus subalternos quienes impulsaron las acciones que nos borraron de momento del mapa.

Qué risa, gajes del oficio digo para mis adentros… pero no niego que en aquellos días, el hecho de ver una patrulla detrás de mi auto por algunas calles, me hacía pensar en las condiciones de vulnerabilidad en las que los periodistas realizamos nuestra labor.

Cortesía | Oswaldo Salazar


No todos los proyectos periodísticos prosperan, a pesar del ánimo, el profesionalismo, el equipo que los impulsa o la solidez de sus contenidos.

Por allá de noviembre de 2014, este que escribe junto con un grupo de amigos, se aventuró a editar un impreso que llevaba el sello de una barra noticiosa que para entonces se transmitía en radio a través del 103.7 de la frecuencia modulada, bajo el nombre de Metrópoli Noticias.

Junto con Jaime Luis Brito, hoy corresponsal de la revista Proceso, definimos una línea editorial clara que apuntaba a la investigación, la denuncia y la protesta directa contra los hechos de inseguridad -que a pesar de la promesa del entonces gobernador Graco Ramírez de terminarla en sus primeros 18 meses de mandato- se imponía a lo largo y ancho de la entidad.

Precisamente hoy Facebook me recordó la primera portada de aquel proyecto, en la que aparecía un gobernador apesadumbrado por la fuerza de sus compromisos incumplidos: Morelos en su peor crisis de inseguridad, según la Universidad Autónoma de nuestra entidad.

Y los sumarios daban cuenta de las cifras de resultados de la gestión del entonces comisionado Estatal de Seguridad, Jesús Alberto Capella Ibarra, en sus momentos de mayor poder en el gabinete estatal: primer lugar nacional en extorsiones, segundo lugar en secuestros y cuarto lugar en homicidios.

En la contraportada, un reportaje sobre uno de los hechos que hasta entonces era prácticamente inédito en Morelos: un comando armado violó en una casa de fin de semana en Jiutepec, a estudiantes de la UAEM, la Universidad Politécnica y la Universidad La Salle.

Claro que el rotativo resultó incómodo, y por supuesto que la forma frontal de sus palabras pegó directo en el ánimo de un gobernador que salvo casos específicos, no encontraba oposición a su actuar.

Y como también suele ocurrir -de eso da cuenta la sabiduría popular- el hilo se rompió por lo más delgado, por ahí de abril de 2015, solo unos seis meses después, recibimos la llamada del dueño de la estación de radio por la que en paralelo desahogábamos la información noticiosa del estado: esta es su última semana al aire muchachos, nos avisó.

No era su culpa, según lo que nos platicó bajo la consigna de que lo mantuviéramos en la discreción -hoy lo cuento con la libertad que da el tiempo transcurrido-, había recibido la petición desde la oficina del gobernador. Estaba en juego la salud financiera de su empresa, en la que nosotros éramos agentes externos que compraban tiempo aire, y como ocurre siempre, simplemente nos cerraron el micrófono.

Y no fue lo único, también se cerraron puertas en los municipios, en las empresas y en muchos de los lugares donde el gobierno tenía influencia. Fueron tiempos duros, difíciles, pero a la postre se cumplió el adagio de quienes nos dedicamos al periodismo y los medios: los gobiernos se acaban, pero nosotros aquí seguimos… y aquí estamos.

Nunca fuimos el grupo periodístico que Morelos esperaba, perseguíamos nuestros intereses y francamente si no es por la red social, nadie hubiera recordado el esfuerzo noticioso, pero me llena el pecho escribir estas líneas como el sobreviviente de un embate de eso que llaman "el aparato gubernamental" y seguir aquí para contarlo.

Lo noticioso al menos en cuanto a mí nunca fue personal; incluso después del hecho conviví en muchas ocasiones con aquel mandatario. A la postre supe que para él tampoco fue tan relevante, incluso sospecho que fueron sus subalternos quienes impulsaron las acciones que nos borraron de momento del mapa.

Qué risa, gajes del oficio digo para mis adentros… pero no niego que en aquellos días, el hecho de ver una patrulla detrás de mi auto por algunas calles, me hacía pensar en las condiciones de vulnerabilidad en las que los periodistas realizamos nuestra labor.

Cortesía | Oswaldo Salazar


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