/ lunes 10 de diciembre de 2018

La austeridad como política de Estado ya llegó

En su discurso de toma de posesión, el presidente calificó de “desastre” la situación en que se encuentra el país, donde la corrupción, todos sabemos; fue el signo distintivo del gobierno de Enrique Peña Nieto

A una semana de haber arrancado la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, he podido observar críticas que califico de “sanas” pero también “insanas”. Estas últimas, diría, de “mala leche” porque están exigiendo de inmediato “resultados”.

En su discurso de toma de posesión, el presidente calificó de “desastre” la situación en que se encuentra el país, donde la corrupción, todos sabemos; fue el signo distintivo del gobierno de Enrique Peña Nieto.

He podido leer en las “benditas” redes sociales y en artículos periodísticos algunas consideraciones que me parecen interesantes de atender de quienes, sin ser simpatizantes del gobierno que llega, hacen críticas constructivas.

Como candidato presidencial, López Obrador habló de la imperiosa necesidad de eliminar los privilegios que venían gozando la alta burocracia, funcionarios del gobierno federal, ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y legisladores.

Esta decisión que ya, como presidente de la República, ha reiterado su convicción y compromiso de desaparecer prerrogativas como el seguro médico particular, uso de automóviles nuevos, camionetas blindadas, choferes, guardaespaldas, viajes en helicópteros o aviones privados y comidas con cargo al erario público. En pocas palabras, se debe acabar con “abusos, excesos y dispendio” que la población califica, con razón, de “corrupción”.

Ahora bien, a tres meses de haber llegado al Senado, las y los legisladores de Morena empezamos a cumplir nuestros compromisos de campaña, y uno de ellos es el de la austeridad. Empezamos con la reducción de nuestras dietas; se redujo la estructura de la que eran parte un buen número de “aviadores”, no así, no hubo recortes a trabajadores de base y sindicalizados.

El pasado lunes la Comisión de Administración de la que formo parte, junto con cinco compañeras y compañeros de Morena, dos del PES y uno del PT, y el resto del PAN, MC, PRI y PVEM, hicimos una revisión del Presupuesto de Egresos del Senado, es decir, de los recursos que habremos de erogar, como institución, durante todo el 2019 que está tocando ya la puerta.

Bajo el compromiso de austeridad que hicimos durante las campañas, y como lo acordamos las y los legisladores de Morena en diversas reuniones con nuestro coordinador, Ricardo Monreal Ávila, impulsamos una disminución sustantiva del presupuesto senatorial quedando, de 5 mil 200 millones de pesos que estaba proyectado inicialmente, en 3 mil 940 millones de pesos, es decir, tuvo una disminución de 24.3 por ciento.

Es evidente que hubo resistencias de las y los legisladores de oposición que, si bien aceptaron la contracción presupuestal porque significaban quitarles privilegios, tuvieron que acceder a la decisión de la mayoría de Morena de frenar las ventajas que antes se tenía. Con esta decisión generaremos un ahorro de mil 263 millones de pesos que podrán ser utilizados para el desarrollo social del país.

Uno de esos privilegios anteriores es el relativo al pago del Impuesto Sobre la Renta (ISR) por concepto de aguinaldo de los senadores que antes absorbía el Senado y que ahora cada uno los congresistas vamos a pagar como corresponde.

Esto es un primer paso de todos los que habremos de dar para acabar con el derroche que lamentablemente durante décadas existió en el país y en el Congreso.

La austeridad republicana, como política de austeridad, a la que nos llamó el presidente Andrés Manuel López Obrador, durante su campaña es ya una política de Estado.

A una semana de haber arrancado la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, he podido observar críticas que califico de “sanas” pero también “insanas”. Estas últimas, diría, de “mala leche” porque están exigiendo de inmediato “resultados”.

En su discurso de toma de posesión, el presidente calificó de “desastre” la situación en que se encuentra el país, donde la corrupción, todos sabemos; fue el signo distintivo del gobierno de Enrique Peña Nieto.

He podido leer en las “benditas” redes sociales y en artículos periodísticos algunas consideraciones que me parecen interesantes de atender de quienes, sin ser simpatizantes del gobierno que llega, hacen críticas constructivas.

Como candidato presidencial, López Obrador habló de la imperiosa necesidad de eliminar los privilegios que venían gozando la alta burocracia, funcionarios del gobierno federal, ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y legisladores.

Esta decisión que ya, como presidente de la República, ha reiterado su convicción y compromiso de desaparecer prerrogativas como el seguro médico particular, uso de automóviles nuevos, camionetas blindadas, choferes, guardaespaldas, viajes en helicópteros o aviones privados y comidas con cargo al erario público. En pocas palabras, se debe acabar con “abusos, excesos y dispendio” que la población califica, con razón, de “corrupción”.

Ahora bien, a tres meses de haber llegado al Senado, las y los legisladores de Morena empezamos a cumplir nuestros compromisos de campaña, y uno de ellos es el de la austeridad. Empezamos con la reducción de nuestras dietas; se redujo la estructura de la que eran parte un buen número de “aviadores”, no así, no hubo recortes a trabajadores de base y sindicalizados.

El pasado lunes la Comisión de Administración de la que formo parte, junto con cinco compañeras y compañeros de Morena, dos del PES y uno del PT, y el resto del PAN, MC, PRI y PVEM, hicimos una revisión del Presupuesto de Egresos del Senado, es decir, de los recursos que habremos de erogar, como institución, durante todo el 2019 que está tocando ya la puerta.

Bajo el compromiso de austeridad que hicimos durante las campañas, y como lo acordamos las y los legisladores de Morena en diversas reuniones con nuestro coordinador, Ricardo Monreal Ávila, impulsamos una disminución sustantiva del presupuesto senatorial quedando, de 5 mil 200 millones de pesos que estaba proyectado inicialmente, en 3 mil 940 millones de pesos, es decir, tuvo una disminución de 24.3 por ciento.

Es evidente que hubo resistencias de las y los legisladores de oposición que, si bien aceptaron la contracción presupuestal porque significaban quitarles privilegios, tuvieron que acceder a la decisión de la mayoría de Morena de frenar las ventajas que antes se tenía. Con esta decisión generaremos un ahorro de mil 263 millones de pesos que podrán ser utilizados para el desarrollo social del país.

Uno de esos privilegios anteriores es el relativo al pago del Impuesto Sobre la Renta (ISR) por concepto de aguinaldo de los senadores que antes absorbía el Senado y que ahora cada uno los congresistas vamos a pagar como corresponde.

Esto es un primer paso de todos los que habremos de dar para acabar con el derroche que lamentablemente durante décadas existió en el país y en el Congreso.

La austeridad republicana, como política de austeridad, a la que nos llamó el presidente Andrés Manuel López Obrador, durante su campaña es ya una política de Estado.

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