/ jueves 27 de abril de 2023

Hagamos de nuestros peques, niños felices

¿Qué pasaría si de nuevo yo pudiera ser una niña? Ay, Dios, seguro derrocaría a los monstruos que me acechaban en mis noches de locura y pesadillas, derribaría a la envidia y egoísmo con la cara fraterna de mi inocencia pueril. Pero oh realidad, los años pasan y esa niña tal vez está atrapada en algún rincón inhóspito de mi ser.

A pocos días de festejar a los pequeños del hogar. Pienso que ser niño o niña es algo que deberíamos tener presente durante nuestra vida, de hecho, desde que nosotros estamos en la etapa de la infancia, los adultos nos llevan justamente a pensar: oye disfruta de ser niño y hablamos tanto del niño interior como también de recuperar esa inocencia.

Lo cierto es que dejamos de ser niños para convertirnos en un adulto, o dejamos de ser niños para abrazar todas las creencias que son parte de nuestra familia, y para abrazar desde luego también, todas las situaciones que heredamos del árbol familiar, que nosotros nos vemos en la “obligación”, de adoptar un compromiso de enmendar, manejar, expiar o solucionarlas y así poco a poco vamos perdiendo nuestra inocencia.

Cuando somos adultos, tendríamos que concebir dos puntos de vista, una óptica como padres y otra como adultos responsables de nuestros niños, y en ese tenor, deberíamos de entender que el niño simplemente tiene que ser. Y es ahí cuando tenemos que empezar a mirar que muchas de las cosas que queremos para nuestros pequeños no son sino frustraciones que tenemos nosotros como adultos de algo que no vivimos o de algo que no tuvimos.

Y es entonces que … “yo quiero que mi hijo sea el mejor, y me obsesiono con el tema de las calificaciones, o tal vez me obsesiono de que se inscriba a alguna disciplina deportiva y eso ya se vuelve un reto personal del padre o madre, y no algo que está disfrutando el niño.

Estamos dejando a un lado todo lo que a ese niño le interesa, que es divertirse, ser feliz, vivir, el niño está comprometido con vivir. Los adultos somos los que estamos comprometidos con sobrevivir.

A la sazón, le estamos restando la oportunidad de que ese niño o niña se experimente, de que vea lo que es bueno, lo que es malo. Lo que le funciona o no la funciona. Entramos como adultos y rompemos con ese esquema expresándole “es que esto tienes que hacer, y esto no lo debes hacer, esto es para tu bien” y lo que ocurre es que estamos creando una simple copia de nosotros.

Por tanto, ellos están adquiriendo todas las creencias limitantes que nosotros le estamos forjando.

El niño debe ser libre de expresarse, libre de cómo se ve, de qué es lo que quiere hacer. Y no atarlo a culpas, porque entonces ya estará condenado a perder su inocencia.

México celebra a sus niños

En nuestro país, en el año de 1924, se señaló como Día del niño, siendo presidente de la república, el General Álvaro Obregón. Una decisión que fue tomada con la finalidad de lograr reafirmar los derechos de los niños y crear una infancia feliz.

Lo anterior, debido a que el 20 de noviembre de 1959, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), instituyó la celebración del día internacional de los niños, sin embargo, cada país ha decidido un día especial a fin de celebrar a los infantes de todo el planeta.

Ya decía el poeta y dramaturgo, Oscar Wilde “el medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices”.



¿Qué pasaría si de nuevo yo pudiera ser una niña? Ay, Dios, seguro derrocaría a los monstruos que me acechaban en mis noches de locura y pesadillas, derribaría a la envidia y egoísmo con la cara fraterna de mi inocencia pueril. Pero oh realidad, los años pasan y esa niña tal vez está atrapada en algún rincón inhóspito de mi ser.

A pocos días de festejar a los pequeños del hogar. Pienso que ser niño o niña es algo que deberíamos tener presente durante nuestra vida, de hecho, desde que nosotros estamos en la etapa de la infancia, los adultos nos llevan justamente a pensar: oye disfruta de ser niño y hablamos tanto del niño interior como también de recuperar esa inocencia.

Lo cierto es que dejamos de ser niños para convertirnos en un adulto, o dejamos de ser niños para abrazar todas las creencias que son parte de nuestra familia, y para abrazar desde luego también, todas las situaciones que heredamos del árbol familiar, que nosotros nos vemos en la “obligación”, de adoptar un compromiso de enmendar, manejar, expiar o solucionarlas y así poco a poco vamos perdiendo nuestra inocencia.

Cuando somos adultos, tendríamos que concebir dos puntos de vista, una óptica como padres y otra como adultos responsables de nuestros niños, y en ese tenor, deberíamos de entender que el niño simplemente tiene que ser. Y es ahí cuando tenemos que empezar a mirar que muchas de las cosas que queremos para nuestros pequeños no son sino frustraciones que tenemos nosotros como adultos de algo que no vivimos o de algo que no tuvimos.

Y es entonces que … “yo quiero que mi hijo sea el mejor, y me obsesiono con el tema de las calificaciones, o tal vez me obsesiono de que se inscriba a alguna disciplina deportiva y eso ya se vuelve un reto personal del padre o madre, y no algo que está disfrutando el niño.

Estamos dejando a un lado todo lo que a ese niño le interesa, que es divertirse, ser feliz, vivir, el niño está comprometido con vivir. Los adultos somos los que estamos comprometidos con sobrevivir.

A la sazón, le estamos restando la oportunidad de que ese niño o niña se experimente, de que vea lo que es bueno, lo que es malo. Lo que le funciona o no la funciona. Entramos como adultos y rompemos con ese esquema expresándole “es que esto tienes que hacer, y esto no lo debes hacer, esto es para tu bien” y lo que ocurre es que estamos creando una simple copia de nosotros.

Por tanto, ellos están adquiriendo todas las creencias limitantes que nosotros le estamos forjando.

El niño debe ser libre de expresarse, libre de cómo se ve, de qué es lo que quiere hacer. Y no atarlo a culpas, porque entonces ya estará condenado a perder su inocencia.

México celebra a sus niños

En nuestro país, en el año de 1924, se señaló como Día del niño, siendo presidente de la república, el General Álvaro Obregón. Una decisión que fue tomada con la finalidad de lograr reafirmar los derechos de los niños y crear una infancia feliz.

Lo anterior, debido a que el 20 de noviembre de 1959, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), instituyó la celebración del día internacional de los niños, sin embargo, cada país ha decidido un día especial a fin de celebrar a los infantes de todo el planeta.

Ya decía el poeta y dramaturgo, Oscar Wilde “el medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices”.