/ jueves 9 de junio de 2022

El devorador de pecados

Corría el siglo XVI, cuando en la lejanía de aquella noche fría y oscura, apenas se vislumbraba una humilde casa ubicada en el condado de Herefordshire, Inglaterra, perteneciente a los Black.

El más joven de la familia, George, de solo 15 años, yacía casi moribundo en la cama. Estaba inspirando el último aliento que le dejaba la peste bubónica.

Sus padres, Hellen y Jack, estaban desconsolados. Su condición económica era precaria, factor que los había limitado a proveer de atención médica al adolescente. Cada minuto que transcurría y la esperanza de que ocurriera un milagro se esfumaba.

La mujer temía que el alma de su vástago fuera condenada a pasar toda la eternidad en el infierno. Ya no había tiempo para una confesión, ni para recibir los últimos sacramentos.

Media hora después, entró a la casa, el padre del joven, acompañado por un extraño hombre vestido con una túnica oscura y una capucha que le cubría el rostro. El individuo caminó casi encorvado, como si sobre sus hombros cargara un enrome peso.

Hellen, con lágrimas en los ojos, salió de la habitación caminando despavorida, esperando que el peor capítulo de sus vidas ocurriese.

El hombre misterioso, de túnica color negro, se introdujo en el cuarto hasta posicionarse frente a George. Ahí cerca del cuerpo postrado en la cama, se encontraba un cuenco con cerveza y un pequeño trozo de pan.

Enseguida tocó el cuerpo para comprobar la temperatura del enfermo. Sacó una bolsa de cuero de la que extrajo una tiza con la que dibujó unos extraños símbolos. Posteriormente, tomó el cuenco y con él hizo unos movimientos sobre el cadáver, para después beber todo el líquido.

Inmediatamente, tomó el pan y lo pasó por el pecho del desmejorado chico mientras pronunciaba en voz alta: “doy alivio y descanso a ti, querido joven, para que no vagues por nuestros campos ni en nuestras veredas, y por esa paz, yo empeño mi alma”. Tras haber manifestado este pensamiento, comió el pan y salió rápido de la estancia.

Una vez hecho el trabajo sucio, Jack le entregó unas monedas al forastero para de inmediato marcharse. Pues el alma de su hijo se había salvado gracias al devorador de pecados.

// Cobraron fuerza, los comepecados //

Pero, ¿quiénes eran los devoradores de pecados?, ¿realmente existieron?. Conocidos también como “los comepecados”, surgieron en regiones de Inglaterra y Escocia, entre los siglos XV y XVI, figuras encarnadas en personas pobres e indigentes, quienes comían simbólicamente las faltas de otros, asumiéndolas como propias, liberando con ello a los moribundos de los pecados cometidos durante su existencia, y de los cuales, no necesariamente estaban arrepentidos.

Ellos aparecían cuando la ciencia médica ya nada tenía que hacer, y posterior a la confesión frente a los sacerdotes que visitaban a los desahuciados, aquellos hombres y mujeres adinerados podían convocar a un devorador de pecados. Si acaso no se sintieran eximidos de todo castigo divino.

// los rechazados por la sociedad //

Los devoradores, eran rechazados del círculo social, ya que al absorber los pecados de los demás, eran considerados “impuros” e incluso “malditos”. De hecho, pasaban la noche en graneros y chozas.

Fue difícil escarbar y encontrar pistas acerca de su paso por la gótica ciudad galesa, sin embargo, se comenta que, en muchas ocasiones, cogían una hogaza de pan y la pasaban por encima del cuerpo del moribundo para posteriormente comérsela con un vaso de agua.

Otras veces, cuando el pecador ya había fallecido, los familiares llevaban al devorador hasta el cementerio en donde realizaba un ritual sobre la tumba, aunque en esta ocasión el pago era menor, la tranquilidad de la familia del difunto era lo único que importaba.

// Las religiones, sendas seguras para absolver pecados //

En los tiempos actuales, vivimos versiones similares. Por ejemplo, en la iglesia católica, el arrepentirse y confesar tus pecados con un extraño, es una manera de limpiarlos de ti. El mismo Jesús de Nazareth, se describió así mismo como el absorbedor de pecados para la salvación de los demás.

Más aún, la diosa azteca Tlazolteotl, al final de la vida, se aparecía a sus devotos, quienes, al verla, sí estos le confesaban sus pecados con honestidad, ella limpiaba sus almas devorando la suciedad que corroe las entrañas del alma.

// El último devorador //

El último devorador de pecados del que se tiene noticias fue un hombre de Shropshire, Inglaterra, que tragó los pecados de un tal Richard Munslow en 1906.

Se piensa que este devorador mucho antes de fallecer tuvo que haber traspasado su don. Quizás haya algún devorador de pecados en alguna parte del mundo y varios estudiosos consideran que de quedar alguno, éste debe estar en algún rincón de América, probablemente México.

Corría el siglo XVI, cuando en la lejanía de aquella noche fría y oscura, apenas se vislumbraba una humilde casa ubicada en el condado de Herefordshire, Inglaterra, perteneciente a los Black.

El más joven de la familia, George, de solo 15 años, yacía casi moribundo en la cama. Estaba inspirando el último aliento que le dejaba la peste bubónica.

Sus padres, Hellen y Jack, estaban desconsolados. Su condición económica era precaria, factor que los había limitado a proveer de atención médica al adolescente. Cada minuto que transcurría y la esperanza de que ocurriera un milagro se esfumaba.

La mujer temía que el alma de su vástago fuera condenada a pasar toda la eternidad en el infierno. Ya no había tiempo para una confesión, ni para recibir los últimos sacramentos.

Media hora después, entró a la casa, el padre del joven, acompañado por un extraño hombre vestido con una túnica oscura y una capucha que le cubría el rostro. El individuo caminó casi encorvado, como si sobre sus hombros cargara un enrome peso.

Hellen, con lágrimas en los ojos, salió de la habitación caminando despavorida, esperando que el peor capítulo de sus vidas ocurriese.

El hombre misterioso, de túnica color negro, se introdujo en el cuarto hasta posicionarse frente a George. Ahí cerca del cuerpo postrado en la cama, se encontraba un cuenco con cerveza y un pequeño trozo de pan.

Enseguida tocó el cuerpo para comprobar la temperatura del enfermo. Sacó una bolsa de cuero de la que extrajo una tiza con la que dibujó unos extraños símbolos. Posteriormente, tomó el cuenco y con él hizo unos movimientos sobre el cadáver, para después beber todo el líquido.

Inmediatamente, tomó el pan y lo pasó por el pecho del desmejorado chico mientras pronunciaba en voz alta: “doy alivio y descanso a ti, querido joven, para que no vagues por nuestros campos ni en nuestras veredas, y por esa paz, yo empeño mi alma”. Tras haber manifestado este pensamiento, comió el pan y salió rápido de la estancia.

Una vez hecho el trabajo sucio, Jack le entregó unas monedas al forastero para de inmediato marcharse. Pues el alma de su hijo se había salvado gracias al devorador de pecados.

// Cobraron fuerza, los comepecados //

Pero, ¿quiénes eran los devoradores de pecados?, ¿realmente existieron?. Conocidos también como “los comepecados”, surgieron en regiones de Inglaterra y Escocia, entre los siglos XV y XVI, figuras encarnadas en personas pobres e indigentes, quienes comían simbólicamente las faltas de otros, asumiéndolas como propias, liberando con ello a los moribundos de los pecados cometidos durante su existencia, y de los cuales, no necesariamente estaban arrepentidos.

Ellos aparecían cuando la ciencia médica ya nada tenía que hacer, y posterior a la confesión frente a los sacerdotes que visitaban a los desahuciados, aquellos hombres y mujeres adinerados podían convocar a un devorador de pecados. Si acaso no se sintieran eximidos de todo castigo divino.

// los rechazados por la sociedad //

Los devoradores, eran rechazados del círculo social, ya que al absorber los pecados de los demás, eran considerados “impuros” e incluso “malditos”. De hecho, pasaban la noche en graneros y chozas.

Fue difícil escarbar y encontrar pistas acerca de su paso por la gótica ciudad galesa, sin embargo, se comenta que, en muchas ocasiones, cogían una hogaza de pan y la pasaban por encima del cuerpo del moribundo para posteriormente comérsela con un vaso de agua.

Otras veces, cuando el pecador ya había fallecido, los familiares llevaban al devorador hasta el cementerio en donde realizaba un ritual sobre la tumba, aunque en esta ocasión el pago era menor, la tranquilidad de la familia del difunto era lo único que importaba.

// Las religiones, sendas seguras para absolver pecados //

En los tiempos actuales, vivimos versiones similares. Por ejemplo, en la iglesia católica, el arrepentirse y confesar tus pecados con un extraño, es una manera de limpiarlos de ti. El mismo Jesús de Nazareth, se describió así mismo como el absorbedor de pecados para la salvación de los demás.

Más aún, la diosa azteca Tlazolteotl, al final de la vida, se aparecía a sus devotos, quienes, al verla, sí estos le confesaban sus pecados con honestidad, ella limpiaba sus almas devorando la suciedad que corroe las entrañas del alma.

// El último devorador //

El último devorador de pecados del que se tiene noticias fue un hombre de Shropshire, Inglaterra, que tragó los pecados de un tal Richard Munslow en 1906.

Se piensa que este devorador mucho antes de fallecer tuvo que haber traspasado su don. Quizás haya algún devorador de pecados en alguna parte del mundo y varios estudiosos consideran que de quedar alguno, éste debe estar en algún rincón de América, probablemente México.