El ateneo de la juventud como una provocación pastoral

Diócesis de Cuernavaca

Ramón Castro Castro

  · miércoles 17 de julio de 2019

Obispo Ramón Castro Castro / Foto: Froylán Trujillo

El Ateneo de la Juventud no sólo fue un grupo de intelectuales sino unos grandes eruditos intuitivos al estilo bergsoniano pero con una sensibilidad social que los hizo estrategas creativos de una praxis cultural monumental y clave para los siglos venideros respecto a una política educativa ejemplar.

A partir de la búsqueda de cómo fue la aplicación de su filosofía política de la educación, podremos encontrar las categorías crítico-pedagógicas que son bálsamo invaluable para poder proyectar a contra espejo una propuesta más humanista a nuestros modelos e instituciones educativas.

A ellos les tocó vivir precisamente una realidad como la que ahora vivimos, sin embargo no declinaron ante la situación de violencia y pobreza nacional, no fueron sumisos ante el poder dictatorial del porfiriato, sino que apelaron a la mejor arma de redención social: la educación popular con programas con profundo sentido social. Es aquí donde me parece es el punto medular de su eficaz operatividad intelectual. No fueron eruditos desencarnados sino sabios maestros con compromiso social.

Creo que podemos replicar este modelo en nuestras comunidades, porque en ellas encontramos la buena voluntad de nuestro pueblo, en nuestras iglesias locales se reúnen entorno a Cristo personas que aún tienen esperanza de que México sea otro. La invitación es que desde nuestras comunidades podamos emprender proyectos multidisciplinarios de formación. Por tal motivo, considero de emergente necesidad, volver a estas fuentes de lo que consolido el México moderno, pero que por razones del poder de los dominantes, lo esterilizaron, pero que aún puede resurgir como esas brazas con fuego dentro.

La atormentadora sensación de ser una nación inacabada por las luchas intransigentes de poder y de políticas amorfas, nos han hecho naufragar en una tempestad de agravios y presagios cada vez más desoladores. No hemos hecho más que nacer cada día en la orfandad de identidad y proyecto nacional. El círculo dantesco de ir descendiendo a esa permanencia de condena o maldición de nuestros modelos educativos.

En qué momento nuestro modelo educativo dejo de ser una intención de grandeza nacional para pasar a ser un engranaje más para el poder político fetichizado. En qué momento dejamos de hacer aquello que puedo habernos devuelto los ideales que nos dieron patria, en qué circunstancias cambiamos nuestra utopía educativa por el espejismo de los poderosos, en qué límite irracional cambiamos las armas del saber por las del asesinato, en dónde nuestras aulas dejaron luchar por nuestra nación.

El Ateneo de la Juventud nos provoca esperanza, el testimonio histórico de la posibilidad de hacer de la educación el gran elemento reivindicador de nuestra sociedad. No es sólo imitarlos sino encontrar esas categorías filosóficas que los movieron a tener una estrategia practica de cada uno de sus ideales que pensaron. Creo que al acercarnos a dichas categorías podremos encontrar el epicentro reflexivo de dónde partir, como referentes de construcción civilizatoria nacional y por otro lado, re-aprender la praxis cultural con la que realizaban sus ideas en proyectos de nación.

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