/ martes 13 de julio de 2021

Cuauh: la dimisión que no es

Ya habíamos advertido que la especie de la separación del cargo del gobernador, Cuauhtémoc Blanco, no tenía mayor sustancia de la que algunos comentaristas y especialistas en rumores le habían dado al wishful thinking de muchos, particularmente en la clase política. El propio Cuauhtémoc había salido a atajar el chisme en su momento aunque de forma que permitía aún la especulación (como ya lo habíamos dicho en este espacio).

Durante una gira por la región oriente y a pregunta directa, nuevamente negó la especie, ahora de forma mucho más clara, y acusó la jiribilla en lo que reitera, es una mentira: “Hay muchos que se quieren apuntar y apostarle ya a ser gobernador, unos se están postulando. Todavía me quedan tres años, todavía no me voy a ir. Ahora, te voy a decir una cosa, me costó muchísimo llegar aquí como gobernador, recorrer todos los municipios y ver sus necesidades, y para que otros lleguen y anden hablando y mencionando otros que ya tienen su gabinete y que yo ya me voy a ir”. Lo que no deja de ser preocupante, en tanto en la intención de esos que acusaría de adelantarse, estaría también la acción conspiratoria en un grupo, o grupos operadores de la patraña que, entonces, ya tendría un elemento desestabilizador.

Porque una cosa es la especulación de las historias posibles, regularmente inocentes y útiles para el diseño de escenarios preventivos del tipo “¿qué pasaría en el estado su el gobernador pidiera licencia al cargo?”, noveletas que resultan incluso divertidas para la imaginación del tipo House of Cards. Y otra diametralmente distinta es organizar cónclaves para hacer creer la existencia de un gobierno paralelo al institucional preparado para tomar las riendas de lo que queda del estado una vez que el actual régimen sea depuesto por algún tipo de desgaste.

Lo primero es ejercicio de los analistas, de los diseñadores de políticas públicas, normas y leyes; lo segundo son actos que meten ruido en las relaciones del gobierno del estado con actores y fuerzas políticas, con inversionistas, con posibles aliados. Es decir, mete ruido innecesario a la ya complicada gobernabilidad del estado.

Porque, quienes recuerdan la dimisión de Jorge Carrillo Olea al gobierno del estado en mayo de 1998, mal harían en olvidar la catástrofe de inversiones y gobernabilidad que vino como consecuencia, y que nos condujo a una colección de malas decisiones, matizadas por algunas buenas, que fueron el génesis de la catástrofe económica y la no clase política que tenemos hoy.

Porque, en un estado que depende tanto de la conducción del gobierno (la pobreza suele acarrear este tipo de males), la inestabilidad política suele tener un efecto mucho mayor sobre la economía y las interacciones sociales que en los estados con mejores niveles de desarrollo. El tamaño del desorden en un cambio anticipado de gobierno es mucho mayor que el de los programados. Superando sus defectos, descuidos, omisiones, abandonos, el gobernador debe quedarse a concluir su sexenio porque, en efecto, cualquier otro escenario podría ser peor. En todo caso, lo que nos toca hacer a los ciudadanos es elevar nuestros niveles de colaboración, crítica y exigencia a los gobiernos, y esperar al 2024.





@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Ya habíamos advertido que la especie de la separación del cargo del gobernador, Cuauhtémoc Blanco, no tenía mayor sustancia de la que algunos comentaristas y especialistas en rumores le habían dado al wishful thinking de muchos, particularmente en la clase política. El propio Cuauhtémoc había salido a atajar el chisme en su momento aunque de forma que permitía aún la especulación (como ya lo habíamos dicho en este espacio).

Durante una gira por la región oriente y a pregunta directa, nuevamente negó la especie, ahora de forma mucho más clara, y acusó la jiribilla en lo que reitera, es una mentira: “Hay muchos que se quieren apuntar y apostarle ya a ser gobernador, unos se están postulando. Todavía me quedan tres años, todavía no me voy a ir. Ahora, te voy a decir una cosa, me costó muchísimo llegar aquí como gobernador, recorrer todos los municipios y ver sus necesidades, y para que otros lleguen y anden hablando y mencionando otros que ya tienen su gabinete y que yo ya me voy a ir”. Lo que no deja de ser preocupante, en tanto en la intención de esos que acusaría de adelantarse, estaría también la acción conspiratoria en un grupo, o grupos operadores de la patraña que, entonces, ya tendría un elemento desestabilizador.

Porque una cosa es la especulación de las historias posibles, regularmente inocentes y útiles para el diseño de escenarios preventivos del tipo “¿qué pasaría en el estado su el gobernador pidiera licencia al cargo?”, noveletas que resultan incluso divertidas para la imaginación del tipo House of Cards. Y otra diametralmente distinta es organizar cónclaves para hacer creer la existencia de un gobierno paralelo al institucional preparado para tomar las riendas de lo que queda del estado una vez que el actual régimen sea depuesto por algún tipo de desgaste.

Lo primero es ejercicio de los analistas, de los diseñadores de políticas públicas, normas y leyes; lo segundo son actos que meten ruido en las relaciones del gobierno del estado con actores y fuerzas políticas, con inversionistas, con posibles aliados. Es decir, mete ruido innecesario a la ya complicada gobernabilidad del estado.

Porque, quienes recuerdan la dimisión de Jorge Carrillo Olea al gobierno del estado en mayo de 1998, mal harían en olvidar la catástrofe de inversiones y gobernabilidad que vino como consecuencia, y que nos condujo a una colección de malas decisiones, matizadas por algunas buenas, que fueron el génesis de la catástrofe económica y la no clase política que tenemos hoy.

Porque, en un estado que depende tanto de la conducción del gobierno (la pobreza suele acarrear este tipo de males), la inestabilidad política suele tener un efecto mucho mayor sobre la economía y las interacciones sociales que en los estados con mejores niveles de desarrollo. El tamaño del desorden en un cambio anticipado de gobierno es mucho mayor que el de los programados. Superando sus defectos, descuidos, omisiones, abandonos, el gobernador debe quedarse a concluir su sexenio porque, en efecto, cualquier otro escenario podría ser peor. En todo caso, lo que nos toca hacer a los ciudadanos es elevar nuestros niveles de colaboración, crítica y exigencia a los gobiernos, y esperar al 2024.





@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx