En el corazón de Cuautla se erige una de las casas más antiguas de la zona. A la vista de todos los que caminan por el zócalo, esta antigua construcción ha resistido el paso de tres siglos, protagonizando y atestiguando la turbulenta historia de nuestro país, particularmente de la lucha por la Independencia de principios del siglo XIX, y de la Revolución Mexicana, a principios del XX.
Se trata del Museo Histórico del Oriente de Morelos, Casa de Morelos, un lugar que no solamente resguarda las memorias tangibles de figuras revolucionarias como José María Morelos y Emiliano Zapata, sino también las impresiones etéreas de quienes transitaron por sus corredores en épocas de lucha y desesperanza.
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“Este lugar ha tenido mucha ocupación a lo largo de los años. Una de las más reconocidas es la de José María Morelos y Pavón, durante el movimiento de Independencia. Y en esa lucha fallecieron muchas personas, por eso hay quienes dicen que sus energías y almas a veces hacen travesuras en este inmueble”, dice Uriel González Hernández, gestor cultural del museo.
El espíritu de Morelos
Una de las anécdotas que cuentan los trabajadores del lugar es la de una reunión de compañeros en lo que ahora es la oficina de la dirección. Al caer la tarde, mientras debatían temas del día, los presentes escucharon fuertes pisadas en el patio de cemento, aparentemente de alguien que se aproximaba hacia la puerta de la sala. Al principio pensaron que se trataba de otro compañero que llegaba para la custodia nocturna, pero, al salir, se encontraron con la sorpresa de que no había nadie.
Hay quienes dicen que pudo ser el mismísimo Morelos, encargándose de que todo estuviera en orden. Y es que precisamente aquí, hace más de 200 años, estos muros albergaron al cura independista durante la batalla del Sitio de Cuautla, una guerra que se prolongó durante más de 70 días, cuando los españoles sitiaron el pueblo esperando derrotar a las tropas insurgentes. Se equivocaron: el 2 de mayo de 1812, Morelos y su ejército rompieron el sitio en una hazaña que hoy es recordada como una de las grandes victorias de la lucha independista.
“Una persona que custodiaba este inmueble, doña Celia Abúndez, me contaba que había una mecedora que empezaba a moverse a una determinada hora, sin que hubiera nadie en la sala o algún elemento que pudiera moverla. Además, sus hijos decían que llegaron a ver pasar a un hombre vestido con una larga sotana y con algo rojo en la cabeza. Muchos piensan que pudo haber sido Morelos”, cuenta Uriel.
Un museo de visita obligada
Abierto de martes a domingo, el museo alberga dos exhibiciones permanentes y varios objetos antiguos, entre ellos una caja fuerte, un piano, fotografías de época y varios documentos que dan cuenta de la transformación social que experimentó el país durante los últimos dos siglos.
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Esta casa tiene al menos 300 años de antigüedad, pero hay indicios de que aquí murió gente muchísimo tiempo atrás, como lo demostró el entierro prehispánico hallado en una de sus últimas restauraciones, con objetos que datan del periodo preclásico (2,500 – 1,200 a.C.).
Con la llegada de la temporada de Día de Muertos y Halloween, las historias de apariciones y eventos inexplicables se vuelven temas de conversación entre la gente que trabaja aquí. Sin duda, recorrer un espacio en el que mayormente reina el silencio que reclaman los museos es una experiencia que hace palpitar el corazón con más ímpetu.
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