/ viernes 22 de diciembre de 2017

Llega a la playa

El recorrido ciclistaarribó con éxito a Playa Ventura; ahora se prepara para elregreso

Nos despertamos a las 5:30 horas, ya nos urgíallegar a la playa. Todas las jornadas se disfrutan, cada una tienelo suyo. Esta última contiene la ilusión de la playa y el engañode creer que ya es pura bajada.

Y así les dijimos a los nuevos, no por mentirles,sino que eso está en nuestra memoria, solo la parte másagradable, las bajadas. Pero el registro del GPS reporta algo másverídico, esa ruta tiene ascensos acumulados por más de mil 300metros, muchos repechos, diría nuestra aguerrida compañeraMirna.

Levantamos el campamento; a las 6:00 horas yaestábamos desayunando, doña Mako y su tropa nos prepararon unosdeliciosos huevos revueltos con jamaica, gelatina, fruta y atole deavena.

Salimos a las 7:30 horas, la mañana radiante, loscampos poblados de palmeras y árboles tropicales de todos tiposdesde los cuales los loros nos gritaban.

Yo queriendo fotografiar todo y haciendo malabares enla bici para atrapar con la lente, la gran peña, el arroyo, elcampesino montando su burro, las hermosas y centenarias ceibas, loscampos de cultivo, la sierra, los puentes, los letreros de lacarretera, que en bicicleta toman una dimensión muyimportante.

En los tramos donde la carretera está en muy buenestado rodamos de a palomita, soltando ambas manos y pegando gritosde alegría y júbilo y los demás compañeros, gritan y chiflancon nosotros, vamos felices, sintiendo y viviendo la sierraguerrerenses y el trópico mexicano.

A la vera de la carretera del primer pueblo quepasamos diviso muchos puestos de piñatas multicolores queembellecen aún más el camino y que le dan el toque navideño almomento.

Los Correcaminos vamos en grupo, se une Kike Witwikyaguantado el ritmo y le damos a paso de "quiero playa".

De repente llegamos a un largo puente que libra unancho río de aguas cristalinas, ahí sí, ahora hicimos alto y nosrefrescamos en sus aguas; no nos importó que nos alcanzara ypasara el grueso del contingente.

Después del baño reiniciamos la rodada a paso vivoy en Cruz Grande, Guerrero alcanzamos al grupo. Ahí paramos atomar un gran y helado refresco en el Zócalo.

Y nuevamente salimos atrás del contingenteprincipal, al entroncar con la carretera 200, ya no había nadieahí y redoblamos el paso para alcanzar al grupo principal,motivados, además por un letrero que decía "Playa Ventura 28kms", así que le dimos a ritmo rápido y unos ocho kilómetrosmás adelante vimos al grupo detenido en una tienda a la orilla delcamino, tomando agua y refrescos, supusimos, por lo que seguimosadelante.

Eran las 12:00 o 13:00 horas, el sol pegaba comosuele hacerlo en la costa de Guerrero en un día despejado, aplomo, pero ya sentimos la cercanía del mar y no aflojamos el pasoa pesar del calor.

Los últimos siete kilómetros son por una carreteravecinal con muchos y variados paisajes del campo guerrerense ytienen como cuatro repechos que nos hacían sentir el cansancio ylos 32 grados de temperatura, pero yo le hablaba a mi cuerpo,"vamos cuerpo, fuerza, ya falta poco".

Este año no lloré al llegar a Playa Ventura como lohice el anterior, pero la satisfacción, el agradecimiento y laalegría sí eran para llorar de felicidad.

Gracias a las autoridades del estado de Guerrero,Policía de Caminos, Policías Comunitarias, Médicos y conductoresde la Secretaria de salud del estado de Guerrero, a los conductoresde las camionetas de apoyo; Alejandro, César y su hijo, quienescon su infinita paciencia fueron pieza clave para el éxito de larodada, a todos los que rodaron, a los compañeros ciclistas, a miClub Correcaminos, a mis amigos por sus palabras de aliento ycomentarios. Agradecimiento especial a mi familia por su apoyoincondicional.

Ahora a disfrutar la playa,porque hoy regresamos en las camionetas deapoyo.

/TEXTO Y FOTOS: JORGEORNELAS

El recorrido ciclistaarribó con éxito a Playa Ventura; ahora se prepara para elregreso

Nos despertamos a las 5:30 horas, ya nos urgíallegar a la playa. Todas las jornadas se disfrutan, cada una tienelo suyo. Esta última contiene la ilusión de la playa y el engañode creer que ya es pura bajada.

Y así les dijimos a los nuevos, no por mentirles,sino que eso está en nuestra memoria, solo la parte másagradable, las bajadas. Pero el registro del GPS reporta algo másverídico, esa ruta tiene ascensos acumulados por más de mil 300metros, muchos repechos, diría nuestra aguerrida compañeraMirna.

Levantamos el campamento; a las 6:00 horas yaestábamos desayunando, doña Mako y su tropa nos prepararon unosdeliciosos huevos revueltos con jamaica, gelatina, fruta y atole deavena.

Salimos a las 7:30 horas, la mañana radiante, loscampos poblados de palmeras y árboles tropicales de todos tiposdesde los cuales los loros nos gritaban.

Yo queriendo fotografiar todo y haciendo malabares enla bici para atrapar con la lente, la gran peña, el arroyo, elcampesino montando su burro, las hermosas y centenarias ceibas, loscampos de cultivo, la sierra, los puentes, los letreros de lacarretera, que en bicicleta toman una dimensión muyimportante.

En los tramos donde la carretera está en muy buenestado rodamos de a palomita, soltando ambas manos y pegando gritosde alegría y júbilo y los demás compañeros, gritan y chiflancon nosotros, vamos felices, sintiendo y viviendo la sierraguerrerenses y el trópico mexicano.

A la vera de la carretera del primer pueblo quepasamos diviso muchos puestos de piñatas multicolores queembellecen aún más el camino y que le dan el toque navideño almomento.

Los Correcaminos vamos en grupo, se une Kike Witwikyaguantado el ritmo y le damos a paso de "quiero playa".

De repente llegamos a un largo puente que libra unancho río de aguas cristalinas, ahí sí, ahora hicimos alto y nosrefrescamos en sus aguas; no nos importó que nos alcanzara ypasara el grueso del contingente.

Después del baño reiniciamos la rodada a paso vivoy en Cruz Grande, Guerrero alcanzamos al grupo. Ahí paramos atomar un gran y helado refresco en el Zócalo.

Y nuevamente salimos atrás del contingenteprincipal, al entroncar con la carretera 200, ya no había nadieahí y redoblamos el paso para alcanzar al grupo principal,motivados, además por un letrero que decía "Playa Ventura 28kms", así que le dimos a ritmo rápido y unos ocho kilómetrosmás adelante vimos al grupo detenido en una tienda a la orilla delcamino, tomando agua y refrescos, supusimos, por lo que seguimosadelante.

Eran las 12:00 o 13:00 horas, el sol pegaba comosuele hacerlo en la costa de Guerrero en un día despejado, aplomo, pero ya sentimos la cercanía del mar y no aflojamos el pasoa pesar del calor.

Los últimos siete kilómetros son por una carreteravecinal con muchos y variados paisajes del campo guerrerense ytienen como cuatro repechos que nos hacían sentir el cansancio ylos 32 grados de temperatura, pero yo le hablaba a mi cuerpo,"vamos cuerpo, fuerza, ya falta poco".

Este año no lloré al llegar a Playa Ventura como lohice el anterior, pero la satisfacción, el agradecimiento y laalegría sí eran para llorar de felicidad.

Gracias a las autoridades del estado de Guerrero,Policía de Caminos, Policías Comunitarias, Médicos y conductoresde la Secretaria de salud del estado de Guerrero, a los conductoresde las camionetas de apoyo; Alejandro, César y su hijo, quienescon su infinita paciencia fueron pieza clave para el éxito de larodada, a todos los que rodaron, a los compañeros ciclistas, a miClub Correcaminos, a mis amigos por sus palabras de aliento ycomentarios. Agradecimiento especial a mi familia por su apoyoincondicional.

Ahora a disfrutar la playa,porque hoy regresamos en las camionetas deapoyo.

/TEXTO Y FOTOS: JORGEORNELAS

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