/ jueves 17 de septiembre de 2020

¡Que viva... que vivas nos queremos!

“Cantamos sin miedo, pedimos justicia

Gritamos por cada desaparecida

Que resuene fuerte: ¡Nos queremos vivas!

Que caiga con fuerza el feminicida

Y retiemble en sus centros la tierra

Al sororo rugir del amor

Y retiemble en sus centros la tierra

Al sororo rugir del amor”.

-“Canción sin miedo". Vivir Quintana ft. El Palomar

Una canción de fondo, afuera una realidad que nos condena, nos consume, nos quita la calma y siembra miedo en nuestro andar. Nos mata, nos está matando. Y aquella realidad -nuestra realidad- se topa con la simulación, la inacción y la impunidad. Un estado –con minúscula, porque le ha quedado minúsculo a las mujeres- opresor, patriarcal y feminicida, que ya demostró con sangre que nosotras no importamos.

Hemos tomado el espacio público, aquel que nos han vedado por años, pero en el que hemos encontrado nuevas formas de resistencia. Lo estamos rompiendo todo, sí. Rompiéndolo como le han roto la vida y el corazón a la madre sin su hija. No hay tregua, no la habrá hasta encontrarlas, hasta obtener justicia, hasta que dejen de arrebatarnos los sueños y la vida.

En las voces de aquellas mujeres hemos encontrado fuerza. Un sentir de libertad y esperanza. Ellas lo revolucionan todo. Las que cuidan, las que luchan, las que gritan, las que escriben, las que construyen, las que reivindican, las que buscan, las que acompañan, las que defienden, las que aman, ellas son la definición de amor, resistencia y valentía. Inquebrantables. Rompiendo el silencio. Luchando con el enemigo colosal. Ahí están ellas, con sus inmensas ganas de salvarnos, en un país donde ser mujer es jugarse la vida día con día.

No hay grito de independencia, hay grito de sed de justicia, grito de rabia por las once mujeres asesinadas al día y por las miles de desaparecidas. Hoy, México no vive, no vive porque muere a la par de una mujer asesinada. El país está vacío y ese vacío es el de nuestras hermanas. No hay libertad, pues somos presas de un mundo patriarcal.

Nos queda una vida de lucha y ahí estaremos como madres, hermanas, amigas o desconocidas. Mientras tanto y siempre, gracias por su lucha, por su fuerza, por su grito, por levantarnos, por cuidarnos y salvarnos del peligro de perdernos y ya nunca encontrarnos. Ustedes son nuestras heroínas. Ustedes son la matria de una tierra que aún no es capaz de darnos justicia. La historia nunca las olvidará.

“Cantamos sin miedo, pedimos justicia

Gritamos por cada desaparecida

Que resuene fuerte: ¡Nos queremos vivas!

Que caiga con fuerza el feminicida

Y retiemble en sus centros la tierra

Al sororo rugir del amor

Y retiemble en sus centros la tierra

Al sororo rugir del amor”.

-“Canción sin miedo". Vivir Quintana ft. El Palomar

Una canción de fondo, afuera una realidad que nos condena, nos consume, nos quita la calma y siembra miedo en nuestro andar. Nos mata, nos está matando. Y aquella realidad -nuestra realidad- se topa con la simulación, la inacción y la impunidad. Un estado –con minúscula, porque le ha quedado minúsculo a las mujeres- opresor, patriarcal y feminicida, que ya demostró con sangre que nosotras no importamos.

Hemos tomado el espacio público, aquel que nos han vedado por años, pero en el que hemos encontrado nuevas formas de resistencia. Lo estamos rompiendo todo, sí. Rompiéndolo como le han roto la vida y el corazón a la madre sin su hija. No hay tregua, no la habrá hasta encontrarlas, hasta obtener justicia, hasta que dejen de arrebatarnos los sueños y la vida.

En las voces de aquellas mujeres hemos encontrado fuerza. Un sentir de libertad y esperanza. Ellas lo revolucionan todo. Las que cuidan, las que luchan, las que gritan, las que escriben, las que construyen, las que reivindican, las que buscan, las que acompañan, las que defienden, las que aman, ellas son la definición de amor, resistencia y valentía. Inquebrantables. Rompiendo el silencio. Luchando con el enemigo colosal. Ahí están ellas, con sus inmensas ganas de salvarnos, en un país donde ser mujer es jugarse la vida día con día.

No hay grito de independencia, hay grito de sed de justicia, grito de rabia por las once mujeres asesinadas al día y por las miles de desaparecidas. Hoy, México no vive, no vive porque muere a la par de una mujer asesinada. El país está vacío y ese vacío es el de nuestras hermanas. No hay libertad, pues somos presas de un mundo patriarcal.

Nos queda una vida de lucha y ahí estaremos como madres, hermanas, amigas o desconocidas. Mientras tanto y siempre, gracias por su lucha, por su fuerza, por su grito, por levantarnos, por cuidarnos y salvarnos del peligro de perdernos y ya nunca encontrarnos. Ustedes son nuestras heroínas. Ustedes son la matria de una tierra que aún no es capaz de darnos justicia. La historia nunca las olvidará.

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