/ jueves 5 de noviembre de 2020

Lucy Dominguez Vergara

Sororidad

Lucy siempre cuenta, con pícara dulzura, que ella pudo haber nacido en otro lado, pero Dios quiso que naciera en un conjunto de rancherías donde creció entre cantos de aves y en total contacto con la naturaleza. Es decir, en Huitchila, municipio de Tepalcingo, Morelos.

No por nada su poesía está muchas veces impregnada de atardeceres lluviosos, de verdes pastizales y de noches harto estrelladas que nos dibujan esos días cuando ella vivía entre árboles añejos, cantando al aire libre, carrereando por el huerto de su abuela sin pisar las plantas, saltando apantles de una orilla a la otra, atrapando chapulines y pastoreando becerros cerca de la siembra y la cosecha de milpa, de arrozales y platanares; de la ordeña y del requesón con miel; conocimientos heredados de sus ancestros y de otros tiempos, en el ambiente rural que añora y que sabe ya no volverá a ser:

«Porque siento la vida, sé que vivo.

Porque siento el amor, sé del dolor.

Frente a la luz y su calor

como una estrella más, yo me concibo»

Lucy ama a su familia: hermanas, hermanos, sobrinos y se sabe muy amada y satisfecha en medio de su feliz soltería. Es la segunda de diez hijos de sus progenitores (siete mujeres y tres hombres), todos vivos a la fecha. En el rancho de su padre, doña Elvira Vergara, su mamá, recibía libros y periódicos a través del Ferrocarril que a diario cruzaba en su recorrido de la ciudad de México a la ciudad de Puebla y viceversa. Algunas veces, los trenes hacían cruce en la Estación Huitchila y era todo un espectáculo ver la imponente máquina de vapor anunciando, con su romántico silbido, la llegada de un nuevo libro.

Ç Así que en mi casa había libros y más libros que mi madre leía; ella cultivó en sus hijos e hijas el hábito de leer. Yo, a escondidas, leía los libros reservados a los adultos. Mamá me quitaba el libro y me daba un manazo o un chanclazo y yo corría a subirme en un cazahuate, en un mezquite o en un guamuchil y desde ahí, con todas las fuerzas de mis pulmones, le gritaba mentadas de madre hasta que me cansaba. Cuando llegaba mi padre, era lo bueno: dos o tres cuartazos cuyas marcas duraban en mis chamorros hasta ocho días ».

A los veintidós años, Lucy se trasladó a la ciudad de Cuautla y comenzó a trabajar como empleada de mostrador para abrirse paso en la vida por sus propios medios. Ya de adulta, terminó de estudiar la primaria, cursó la secundaria y la preparatoria. Laboró siete años en hotelería de iniciativa privada y a los treinta años ingresó a los Centros Vacacionales del IMSS, desempeñando actividades operativas, administrativas y directivas. Se jubiló al cumplir los sesenta.

«Si yo jamás te hubiera conocido

no sabría de dichas de la gloria.

Llevaría tan hueca la memoria

que no valdría la pena haber nacido».

Su "Vuelo sin fin", como también se llama su primer libro, ha sido un reto y un aliciente para el estudio y el uso del lenguaje, así como los ritmos y sonidos de las palabras que la han acompañado en su andar de "trotamundos" por muchos lugares: Tepalcingo, Cocoyoc, Oaxtepec, ciudad de México, Morelia, Michoacán. Metepec Puebla, Europa, Estados Unidos, Cuernavaca y Cuautla en donde encontró, después de haberse jubilado, el taller Mujer: Escribir cambia tu vida.

«Y vaya que sí me cambió la vida». Se capacitó como tallerista y ha asistido a los talleres auspiciados por la hoy Secretaría de Turismo y Cultura de Morelos. Ha participado en la presentación de libros y fue invitada a participar en la presentación de los libros: "Senderos de Verdad" 1, en el año 2014 y, quince meses después, "Senderos de Verdad" 2. Ambos producidos por la Sociedad Mexicana de Ciencias, Artes y Fe.

Participó en los coloquios en homenaje a Elena Garro y Juan Rulfo y pasó de lo privado a la publicación de sus textos en El Sol de Cuautla y en las antologías: "Acahual de historias", "Cartas a las mujeres de mi vida", "Poemando en Cuernavaca", "El huerto de los pensamientos", "Zapata cabalga en mis letras", "Un Legado de Amor", "Zapata imaginado", "Baigorria con amor", "Bajo la bugambilia", "Juntos por la Paz, 2019", "Sentimientos Libertarios", Juntos por la Paz, 2020, "Bajo el Volcán y la Luna, 2019" y otras que están en proceso de edición.

Desde 2012 es integrante del grupo "Las Escribanas del Alma" en Cuautla, Morelos. Este grupo se formó después de haber tomado el antes citado taller. Así mismo, instada por sus compañeras, impartió un taller de poesía en el que participó, incluso, un hombre con mucho entusiasmo. El producto de ese taller fue muy satisfactorio con el resultado de una antología inédita titulada "Pininos poéticos, con sabor a café"

Su interés por conocer términos literarios que le sirvan de herramientas para pulir la escritura, que desde joven he practicado, la llevó a tomar cursos entre los años 2001 a 2005 de Creación Literaria, Poesía, Cuento y otros en la SOGEM de la ciudad de puebla. Y desde 2015, a la fecha, participa en el taller literario que imparte la doctora Ethel Krauze, en Cuernavaca, en donde yo la conocí y gocé enormemente su poesía.

Su aprendizaje en el oficio de escribir ha transcurrido en un camino colmado de preguntas, cuyas respuestas parecen madurar lo que ha venido incubando desde hace muchos años; la forma de cómo ser poeta o de volverse poeta, ha sido una manera de continuar viva en su "Vuelo sin fin" a través de sus escritos que espera trasciendan, aun después de la muerte.

«...en esta cuarentena por Covid 19

la reflexión remueve mis ansias de saber.

¿Desde cuándo he perdido el derecho a ser libre?

Quizá como jengibre, desde antes de nacer,

ya venía deformado mi sagrado derecho

por un hábil cohecho del sistema social

que acapara poderes y en amañadas formas

establece las normas que impone en bien grupal...»

Lucy siempre cuenta, con pícara dulzura, que ella pudo haber nacido en otro lado, pero Dios quiso que naciera en un conjunto de rancherías donde creció entre cantos de aves y en total contacto con la naturaleza. Es decir, en Huitchila, municipio de Tepalcingo, Morelos.

No por nada su poesía está muchas veces impregnada de atardeceres lluviosos, de verdes pastizales y de noches harto estrelladas que nos dibujan esos días cuando ella vivía entre árboles añejos, cantando al aire libre, carrereando por el huerto de su abuela sin pisar las plantas, saltando apantles de una orilla a la otra, atrapando chapulines y pastoreando becerros cerca de la siembra y la cosecha de milpa, de arrozales y platanares; de la ordeña y del requesón con miel; conocimientos heredados de sus ancestros y de otros tiempos, en el ambiente rural que añora y que sabe ya no volverá a ser:

«Porque siento la vida, sé que vivo.

Porque siento el amor, sé del dolor.

Frente a la luz y su calor

como una estrella más, yo me concibo»

Lucy ama a su familia: hermanas, hermanos, sobrinos y se sabe muy amada y satisfecha en medio de su feliz soltería. Es la segunda de diez hijos de sus progenitores (siete mujeres y tres hombres), todos vivos a la fecha. En el rancho de su padre, doña Elvira Vergara, su mamá, recibía libros y periódicos a través del Ferrocarril que a diario cruzaba en su recorrido de la ciudad de México a la ciudad de Puebla y viceversa. Algunas veces, los trenes hacían cruce en la Estación Huitchila y era todo un espectáculo ver la imponente máquina de vapor anunciando, con su romántico silbido, la llegada de un nuevo libro.

Ç Así que en mi casa había libros y más libros que mi madre leía; ella cultivó en sus hijos e hijas el hábito de leer. Yo, a escondidas, leía los libros reservados a los adultos. Mamá me quitaba el libro y me daba un manazo o un chanclazo y yo corría a subirme en un cazahuate, en un mezquite o en un guamuchil y desde ahí, con todas las fuerzas de mis pulmones, le gritaba mentadas de madre hasta que me cansaba. Cuando llegaba mi padre, era lo bueno: dos o tres cuartazos cuyas marcas duraban en mis chamorros hasta ocho días ».

A los veintidós años, Lucy se trasladó a la ciudad de Cuautla y comenzó a trabajar como empleada de mostrador para abrirse paso en la vida por sus propios medios. Ya de adulta, terminó de estudiar la primaria, cursó la secundaria y la preparatoria. Laboró siete años en hotelería de iniciativa privada y a los treinta años ingresó a los Centros Vacacionales del IMSS, desempeñando actividades operativas, administrativas y directivas. Se jubiló al cumplir los sesenta.

«Si yo jamás te hubiera conocido

no sabría de dichas de la gloria.

Llevaría tan hueca la memoria

que no valdría la pena haber nacido».

Su "Vuelo sin fin", como también se llama su primer libro, ha sido un reto y un aliciente para el estudio y el uso del lenguaje, así como los ritmos y sonidos de las palabras que la han acompañado en su andar de "trotamundos" por muchos lugares: Tepalcingo, Cocoyoc, Oaxtepec, ciudad de México, Morelia, Michoacán. Metepec Puebla, Europa, Estados Unidos, Cuernavaca y Cuautla en donde encontró, después de haberse jubilado, el taller Mujer: Escribir cambia tu vida.

«Y vaya que sí me cambió la vida». Se capacitó como tallerista y ha asistido a los talleres auspiciados por la hoy Secretaría de Turismo y Cultura de Morelos. Ha participado en la presentación de libros y fue invitada a participar en la presentación de los libros: "Senderos de Verdad" 1, en el año 2014 y, quince meses después, "Senderos de Verdad" 2. Ambos producidos por la Sociedad Mexicana de Ciencias, Artes y Fe.

Participó en los coloquios en homenaje a Elena Garro y Juan Rulfo y pasó de lo privado a la publicación de sus textos en El Sol de Cuautla y en las antologías: "Acahual de historias", "Cartas a las mujeres de mi vida", "Poemando en Cuernavaca", "El huerto de los pensamientos", "Zapata cabalga en mis letras", "Un Legado de Amor", "Zapata imaginado", "Baigorria con amor", "Bajo la bugambilia", "Juntos por la Paz, 2019", "Sentimientos Libertarios", Juntos por la Paz, 2020, "Bajo el Volcán y la Luna, 2019" y otras que están en proceso de edición.

Desde 2012 es integrante del grupo "Las Escribanas del Alma" en Cuautla, Morelos. Este grupo se formó después de haber tomado el antes citado taller. Así mismo, instada por sus compañeras, impartió un taller de poesía en el que participó, incluso, un hombre con mucho entusiasmo. El producto de ese taller fue muy satisfactorio con el resultado de una antología inédita titulada "Pininos poéticos, con sabor a café"

Su interés por conocer términos literarios que le sirvan de herramientas para pulir la escritura, que desde joven he practicado, la llevó a tomar cursos entre los años 2001 a 2005 de Creación Literaria, Poesía, Cuento y otros en la SOGEM de la ciudad de puebla. Y desde 2015, a la fecha, participa en el taller literario que imparte la doctora Ethel Krauze, en Cuernavaca, en donde yo la conocí y gocé enormemente su poesía.

Su aprendizaje en el oficio de escribir ha transcurrido en un camino colmado de preguntas, cuyas respuestas parecen madurar lo que ha venido incubando desde hace muchos años; la forma de cómo ser poeta o de volverse poeta, ha sido una manera de continuar viva en su "Vuelo sin fin" a través de sus escritos que espera trasciendan, aun después de la muerte.

«...en esta cuarentena por Covid 19

la reflexión remueve mis ansias de saber.

¿Desde cuándo he perdido el derecho a ser libre?

Quizá como jengibre, desde antes de nacer,

ya venía deformado mi sagrado derecho

por un hábil cohecho del sistema social

que acapara poderes y en amañadas formas

establece las normas que impone en bien grupal...»

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