/ miércoles 23 de junio de 2021

Urióstegui el libre

José Luis Urióstegui enfrentará, desde el primero de enero, la peor ciudad que pudo gobernar. Porque con todo y lo terrible que ya era la crisis de Cuernavaca en el 2012 y el 2018, períodos en que buscó primero con el PRD y luego por la vía independiente la alcaldía de la ciudad, poco se acercaba a los problemas que han arreciado en la capital del estado luego de dos décadas, un sismo mayor y una pandemia de terribles proporciones.

Parece ocupar un segundo término con quiénes enfrentará administrará la ciudad frente a la añeja crisis que ha generado escenarios antes poco vistos en la cosmopolita Cuerna: pobreza, criminalidad, desasosiego, falta de servicios públicos, conflictos de valores, falta de oportunidades, rezagos educativos, en salud, en empleo, y otros que se han comportado como terribles bolas de nieve. Pero no lo es.

Hemos visto administraciones pasar con funcionarios francamente poco preparados para los retos que plantea el municipio. Las omisiones derivadas de la ineptitud y de la ausencia de un proyecto de desarrollo real para Cuernavaca, donde se involucre a los ciudadanos y se piense más allá de las visiones cortoplacistas de quienes arriban al cargo pensando en saltar a uno de mayor nivel, han permitido que la crisis se perpetúe, que los retos del principio se vuelvan obstáculos actuales y que la gente haya dejado de creer en los políticos al grado de que el gran triunfo de José Luis Urióstegui en la alcaldía de Cuernavaca haya logrado el respaldo de apenas el 31% de los votantes, cifra que equivale a poco menos del 15% del listado nominal.

Ése escaso respaldo ciudadano no es una culpa para cargarse al futuro alcalde, sino a la crisis de representación y respaldo de una clase política que le ha fallado profundamente a la ciudad.

El triunfo del nuevo alcalde no presenta problemas de legalidad, incluso en términos de legitimidad política es incuestionable; pero el alcalde tendrá que construir ahora una legitimidad ciudadana que por su antecedente de candidato independiente y ahora candidato externo, no debería costarle demasiado trabajo, siempre que pudiera desmarcarse de los grupos políticos que desde hoy intentan influirlo, o peor, controlarlo.

A final de cuentas, a quienes debe atender Urióstegui, y parece tenerlo aún bastante claro, es a los ciudadanos de Cuernavaca y para ello tendrá que mandar lejos a algunos de quienes auspiciaron su candidatura y que buscan hacerse de espacios en el Ayuntamiento para cumplir con intereses personales o de grupo. El nuevo alcalde deberá liberarse de esos a quienes les conviene una Cuernavaca en crisis porque con ella hacen negociazos y que no necesariamente están en un partido político (a lo mejor ni falta les hace, ya enquistados en la administración municipal).

Puede porque, hasta donde sabemos, no tiene mayores compromisos ni está obligado a adquirirlos por la forma en que ganó la elección. Cuauhtémoc Blanco tenía evidentes compromisos con quienes lo candidatearon y después con quienes le dieron soporte para pelear con ellos; Antonio Villalobos los tiene con quienes le dieron soporte político a su administración pues llegó prácticamente sin grupo y en medio de ataques terribles a la alcaldía.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

José Luis Urióstegui enfrentará, desde el primero de enero, la peor ciudad que pudo gobernar. Porque con todo y lo terrible que ya era la crisis de Cuernavaca en el 2012 y el 2018, períodos en que buscó primero con el PRD y luego por la vía independiente la alcaldía de la ciudad, poco se acercaba a los problemas que han arreciado en la capital del estado luego de dos décadas, un sismo mayor y una pandemia de terribles proporciones.

Parece ocupar un segundo término con quiénes enfrentará administrará la ciudad frente a la añeja crisis que ha generado escenarios antes poco vistos en la cosmopolita Cuerna: pobreza, criminalidad, desasosiego, falta de servicios públicos, conflictos de valores, falta de oportunidades, rezagos educativos, en salud, en empleo, y otros que se han comportado como terribles bolas de nieve. Pero no lo es.

Hemos visto administraciones pasar con funcionarios francamente poco preparados para los retos que plantea el municipio. Las omisiones derivadas de la ineptitud y de la ausencia de un proyecto de desarrollo real para Cuernavaca, donde se involucre a los ciudadanos y se piense más allá de las visiones cortoplacistas de quienes arriban al cargo pensando en saltar a uno de mayor nivel, han permitido que la crisis se perpetúe, que los retos del principio se vuelvan obstáculos actuales y que la gente haya dejado de creer en los políticos al grado de que el gran triunfo de José Luis Urióstegui en la alcaldía de Cuernavaca haya logrado el respaldo de apenas el 31% de los votantes, cifra que equivale a poco menos del 15% del listado nominal.

Ése escaso respaldo ciudadano no es una culpa para cargarse al futuro alcalde, sino a la crisis de representación y respaldo de una clase política que le ha fallado profundamente a la ciudad.

El triunfo del nuevo alcalde no presenta problemas de legalidad, incluso en términos de legitimidad política es incuestionable; pero el alcalde tendrá que construir ahora una legitimidad ciudadana que por su antecedente de candidato independiente y ahora candidato externo, no debería costarle demasiado trabajo, siempre que pudiera desmarcarse de los grupos políticos que desde hoy intentan influirlo, o peor, controlarlo.

A final de cuentas, a quienes debe atender Urióstegui, y parece tenerlo aún bastante claro, es a los ciudadanos de Cuernavaca y para ello tendrá que mandar lejos a algunos de quienes auspiciaron su candidatura y que buscan hacerse de espacios en el Ayuntamiento para cumplir con intereses personales o de grupo. El nuevo alcalde deberá liberarse de esos a quienes les conviene una Cuernavaca en crisis porque con ella hacen negociazos y que no necesariamente están en un partido político (a lo mejor ni falta les hace, ya enquistados en la administración municipal).

Puede porque, hasta donde sabemos, no tiene mayores compromisos ni está obligado a adquirirlos por la forma en que ganó la elección. Cuauhtémoc Blanco tenía evidentes compromisos con quienes lo candidatearon y después con quienes le dieron soporte para pelear con ellos; Antonio Villalobos los tiene con quienes le dieron soporte político a su administración pues llegó prácticamente sin grupo y en medio de ataques terribles a la alcaldía.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx