/ lunes 14 de septiembre de 2020

Representación y propaganda

A los ciudadanos de todas las naciones interesa que, derivado de las elecciones, dispongamos de una verdadera representación democrática, tanto en los órdenes Legislativo como Ejecutivo.

Sin embargo, ¿los sistemas electorales garantizan una verdadera representación democrática?

Comencemos por definir y dimensionar lo que podemos esperar de los sistemas electorales, de los partidos políticos, cómo interactúan unos y otros y de cara a la sociedad, sus efectos en la concentración del poder, la competitividad, la nacionalización y la proporcionalidad, así como el concepto de representación, con objeto de hallar respuesta a nuestra interrogante

Para Arend Lijphart, la definición es: “sistema electoral como un conjunto de leyes y reglas partidarias que regulan la competencia electoral entre los partidos y dentro de ellos”

No nos habla de una representación democrática. Sin embargo, puntualiza su incidencia en muchos aspectos de la competencia política, las políticas públicas que defienden los partidos durante la competencia, las prebendas para alcanzar alianzas entre ellos y la faccionalización del sistema de partidos.

Lijphart también nos habla de dos clases de sistemas electorales: los competitivos y los no competitivos. En estos últimos la finalidad de las elecciones es simplemente refrendar el respaldo al gobernante o grupo en el poder. Igualmente, nos plantea el hecho de que los sistemas electorales de Mayoría Relativa (MR) y Distrito Uninominal (DU) tienden a generar un sistema de partidos bipartidista. A cambio, los Sistemas Electorales de Representación Proporcional y Doble Vuelta generan el multipartidismo.

En el caso de la MR y DU surgen partidos predominantes, que alcanzan la hegemonía contra terceros, lo que motiva una sobrerrepresentación, en tanto que los partidos pequeños tienen una infrarrepresentación, en congruencia con la Ley de Duverger sobre el bipartidismo y el multipartidismo.

Convendrá tener siempre presente el hecho de que Lijphart advierte que es imposible que los Sistemas Electorales generen resultados exactamente proporcionales. Y es que, para la asignación de escaños, en los índices Rae el voto-cuota de los dos partidos mayores genera una desviación media que resulta exagerada en la representación, mientras que en el índice Loosemore-Hanby reduce la representación, generando la desproporcionalidad en el sistema electoral.

Esto desemboca en que, los triunfadores de las elecciones, terminan construyendo una mayoría efectiva reflejada en los votos y escaños, con gabinetes monocolores mayoritarios, que tendrán el poder de impulsar reformas, particularmente en materia electoral, que en todo momento podrán modificar el sistema de Representación Proporcional (RP) a conveniencia.

Gary W. Cox refiere la importancia de la coordinación estratégica para las elecciones legislativas y ejecutivas. Refiere que la buena coordinación desemboca en la reducción del número de postulantes al interior de los partidos y durante la contienda electoral. El efecto reductor, agrega, se alcanza cuando la coalición estratégica es un éxito; en cambio, cuando fracasa, tiende al efecto distributivo.

No obstante, advierte de los problemas que conllevan las coaliciones:

- En las instituciones electorales en gobierno central se obliga a negociar para obtener un mayor número de escaños. En ellas participan, al menos hipotéticamente, las élites y los electores.

- En las preferencias de élite, se da la coordinación con los actores masivos buscando incentivos para alcanzar alianzas con políticas públicas afines en una elección que puede considerarse racional.

- Por lo que hace a las motivaciones políticas, éstas dependen de las expectativas públicas. Son cruciales para alcanzar la coordinación.

Para la toma de estas decisiones, Cox considera indispensable el análisis de las expectativas: si la coordinación estratégica es viable o no.

La primera hipótesis es la que se generó para el caso mexicano, es decir el problema de la coalición ganadora implicó que, el partido principal de la coalición en 2018 (MORENA) con el 34 por ciento de la votación, generó una sobre representación del 16 por ciento que la constitución prohíbe y que sólo permite un porcentaje de 8 por ciento en la sobre representación en cámara de diputados.

Hacia 2021, la coyuntura más reciente plantea el problema de la representación democrática con un presidente que, presenta la propaganda como política gubernamental (el juicio a los ex presidentes) lo que genera la idea de que su partido no tiene adversario al frente y sin embargo, subestimamos a millones de personas vulneradas, damnificadas y desempleadas que surgirán organizadamente como alternativa desde la política de la realidad al partido gobernante y sus aliados.


Facebook: Daniel Adame Osorio

Instagram: @danieladameosorio

Twitter: @Danieldao1

A los ciudadanos de todas las naciones interesa que, derivado de las elecciones, dispongamos de una verdadera representación democrática, tanto en los órdenes Legislativo como Ejecutivo.

Sin embargo, ¿los sistemas electorales garantizan una verdadera representación democrática?

Comencemos por definir y dimensionar lo que podemos esperar de los sistemas electorales, de los partidos políticos, cómo interactúan unos y otros y de cara a la sociedad, sus efectos en la concentración del poder, la competitividad, la nacionalización y la proporcionalidad, así como el concepto de representación, con objeto de hallar respuesta a nuestra interrogante

Para Arend Lijphart, la definición es: “sistema electoral como un conjunto de leyes y reglas partidarias que regulan la competencia electoral entre los partidos y dentro de ellos”

No nos habla de una representación democrática. Sin embargo, puntualiza su incidencia en muchos aspectos de la competencia política, las políticas públicas que defienden los partidos durante la competencia, las prebendas para alcanzar alianzas entre ellos y la faccionalización del sistema de partidos.

Lijphart también nos habla de dos clases de sistemas electorales: los competitivos y los no competitivos. En estos últimos la finalidad de las elecciones es simplemente refrendar el respaldo al gobernante o grupo en el poder. Igualmente, nos plantea el hecho de que los sistemas electorales de Mayoría Relativa (MR) y Distrito Uninominal (DU) tienden a generar un sistema de partidos bipartidista. A cambio, los Sistemas Electorales de Representación Proporcional y Doble Vuelta generan el multipartidismo.

En el caso de la MR y DU surgen partidos predominantes, que alcanzan la hegemonía contra terceros, lo que motiva una sobrerrepresentación, en tanto que los partidos pequeños tienen una infrarrepresentación, en congruencia con la Ley de Duverger sobre el bipartidismo y el multipartidismo.

Convendrá tener siempre presente el hecho de que Lijphart advierte que es imposible que los Sistemas Electorales generen resultados exactamente proporcionales. Y es que, para la asignación de escaños, en los índices Rae el voto-cuota de los dos partidos mayores genera una desviación media que resulta exagerada en la representación, mientras que en el índice Loosemore-Hanby reduce la representación, generando la desproporcionalidad en el sistema electoral.

Esto desemboca en que, los triunfadores de las elecciones, terminan construyendo una mayoría efectiva reflejada en los votos y escaños, con gabinetes monocolores mayoritarios, que tendrán el poder de impulsar reformas, particularmente en materia electoral, que en todo momento podrán modificar el sistema de Representación Proporcional (RP) a conveniencia.

Gary W. Cox refiere la importancia de la coordinación estratégica para las elecciones legislativas y ejecutivas. Refiere que la buena coordinación desemboca en la reducción del número de postulantes al interior de los partidos y durante la contienda electoral. El efecto reductor, agrega, se alcanza cuando la coalición estratégica es un éxito; en cambio, cuando fracasa, tiende al efecto distributivo.

No obstante, advierte de los problemas que conllevan las coaliciones:

- En las instituciones electorales en gobierno central se obliga a negociar para obtener un mayor número de escaños. En ellas participan, al menos hipotéticamente, las élites y los electores.

- En las preferencias de élite, se da la coordinación con los actores masivos buscando incentivos para alcanzar alianzas con políticas públicas afines en una elección que puede considerarse racional.

- Por lo que hace a las motivaciones políticas, éstas dependen de las expectativas públicas. Son cruciales para alcanzar la coordinación.

Para la toma de estas decisiones, Cox considera indispensable el análisis de las expectativas: si la coordinación estratégica es viable o no.

La primera hipótesis es la que se generó para el caso mexicano, es decir el problema de la coalición ganadora implicó que, el partido principal de la coalición en 2018 (MORENA) con el 34 por ciento de la votación, generó una sobre representación del 16 por ciento que la constitución prohíbe y que sólo permite un porcentaje de 8 por ciento en la sobre representación en cámara de diputados.

Hacia 2021, la coyuntura más reciente plantea el problema de la representación democrática con un presidente que, presenta la propaganda como política gubernamental (el juicio a los ex presidentes) lo que genera la idea de que su partido no tiene adversario al frente y sin embargo, subestimamos a millones de personas vulneradas, damnificadas y desempleadas que surgirán organizadamente como alternativa desde la política de la realidad al partido gobernante y sus aliados.


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