/ lunes 19 de febrero de 2024

El impacto que tienen los influencers en la sociedad

Por: Noemí Mirza Ramírez García

Las redes sociales constituyen una parte esencial de las actividades cotidianas y de ocio de cualquier persona. En 2021, Stata estimaba que, en promedio, los usuarios de internet pasaban 2 horas y 25 minutos al día en las redes sociales. Este flujo constante de información proveniente de diversos autores que crean todo tipo de contenido con diversos fines, a través de plataformas como Facebook, Instagram o TiK ToK, puede tener grandes implicaciones para la sociedad.

Los creadores de contenido, sin importar el tipo de información que comparten en las redes sociales, se convierten en figuras públicas que producen esquemas de consumo, es decir influyen en la creación, promoción y transmisión de conocimiento, creencias, ideologías, estereotipos, prejuicios y todo tipo de mensajes. Sus seguidores absorben y reproducen estas ideas, lo que implica la asimilación y la adaptación de información que impacta en la construcción de su identidad, su personalidad y su conducta; de esta manera, estas figuras públicas se convierten en un referente para seguir, admirar o idolatrar.

Es importante reconocer la influencia que tienen los creadores de contenido con sus seguidores; el problema de esto no radica en el poder que tienen para influir o persuadir en el comportamiento o la identidad de las personas, sino en el contenido que producen, ya que éste puede promover falsas representaciones de la realidad y normalizar ideas o conductas de violencia, discriminación, prejuicio, sexismo o racismo.

Las falsas representaciones de la realidad y la normalización de conductas se generan cuando creemos que algo es cierto, verdadero, valido, bueno o adecuado, pero esa idea es una percepción distorsionada del entorno, ya que invisibiliza la diversidad de creencias, cuerpos, estilos de vida, belleza o identidades; al mismo tiempo que legitima prácticas que pueden implicar un daño físico, emocional, psicológico o inclusive moral a otras personas o a quien que consume dicho contenido en redes. Las representaciones crean una idealización de la situación o de las personas lo que se convierte en un estímulo para evocar también conductas de riesgo como son violencia, trastornos de alimentación, adicciones entre otros. Algunos ejemplos son: casos de ansiedad o estrés en personas que no tienen la vida o la imagen corporal que desean cuando se comparan con su influencer favorito, retos virales, los cuales llegan a poner en riesgo la salud o la vida del sujeto que replica la acción; personajes como Eugenia Conney, cuya imagen promueve la delgadez extrema como sinónimo de belleza, ocultando con ello trastornos de alimentación; o las personas que practican el Mukbang en redes (su contenido se centra en comer cantidades exorbitantes de comida en vivo) conducta que incita a una alimentación poco sana, cuando la realidad es que la obesidad es un problema de salud pública a nivel mundial.

Una figura pública que recientemente se ha convertido en noticia y ejemplifica muy bien la normalización de conductas y el impacto que tiene este tipo de contenidos en las redes sociales, es el youtuber Temach quien además se ha vuelto controversial por buscar explícitamente que sus seguidores repliquen dicha información como un estilo de vida. Este personaje se dedica a promover ideologías cegadas sobre “cómo ser hombre y cómo actuar frente a las mujeres, y las relaciones amorosas”, el problema es que su contenido está dotado de sus propias percepciones, el cual no se sustenta con ningún tipo de fundamento, teórico o científico, sus ideas promueven la violencia de género y naturalizan prácticas machistas, sexistas y misóginas; es interesante como en esté ejercicio de normalización de la conducta lleva a las personas a seguir comportamientos en masa como si fuera con contagio colectivo, sus seguidores inclusive se han hecho “bautizar” literalmente en espacios públicos por el propio influencer, quien en el acto les otorga un reconocimiento simbólico como “macho Alpha” por llevar a la práctica sus ideas, conformando con ello un especie de colectivo enajenante con tendencias a volverse una secta.

Otro caso muy sonado que evidencia el impacto que tiene un contenido digital inadecuado en la sociedad y la vida de las personas es el de la influencer YossTop quien piso la cárcel por naturalizar y difundir conductas de agresión sexual hacia un menor de edad. Como estos casos seguramente existen muchos más Influencers que normalizan ideologías, conductas dañinas y persuaden a la población para actuar de cierta manera a través de las redes sociales, sin importar el impacto físico, psicológico o moral que pueden causar a otras personas y a la propia sociedad ya que su contenido contribuye a perpetuar problemas sociales, como es la violencia de género o la discriminación.

Ante el Impacto negativo que pueden tener los influencers en la sociedad, es necesario regular los contenidos en redes sociales, como una forma de prevenir la normalización de conductas perjudiciales o dañinas y las representaciones distorsionadas de la realidad que invisibilizan la diversidad; en México existen normas que regulan de cierta manera la información en redes sobre todo en materia de protección de datos, sin embargo, una ley que garantice los derechos de los usuarios digitales aún no existe, este derecho todavía es una propuesta ley que continua en revisión; no obstante, es claro que mientras más se diversifique el contenido en las redes sociales y existan más creadores de contenidos con diferentes ideologías, mayor será la necesidad de establecer una regulación de la información que se vierten en estas plataformas, esto con la finalidad de mitigar los daños a los usuarios y a la sociedad en general.

NOEMÍ MIRZA RAMÍREZ GARCÍA es licenciada en Psicología Social, Maestra en Psicología (2018), con residencia en Evaluación Educativa, Especialista en Género. En la Dirección de Formación e Innovación Educativa del Instituto Politécnico Nacional fue Coordinadora de la Red de género de la Unidad (2022-2023) y ocupó el puesto de jefa de Departamento de Evaluación y Seguimiento de las Prácticas Docentes (2018-2023).

Por: Noemí Mirza Ramírez García

Las redes sociales constituyen una parte esencial de las actividades cotidianas y de ocio de cualquier persona. En 2021, Stata estimaba que, en promedio, los usuarios de internet pasaban 2 horas y 25 minutos al día en las redes sociales. Este flujo constante de información proveniente de diversos autores que crean todo tipo de contenido con diversos fines, a través de plataformas como Facebook, Instagram o TiK ToK, puede tener grandes implicaciones para la sociedad.

Los creadores de contenido, sin importar el tipo de información que comparten en las redes sociales, se convierten en figuras públicas que producen esquemas de consumo, es decir influyen en la creación, promoción y transmisión de conocimiento, creencias, ideologías, estereotipos, prejuicios y todo tipo de mensajes. Sus seguidores absorben y reproducen estas ideas, lo que implica la asimilación y la adaptación de información que impacta en la construcción de su identidad, su personalidad y su conducta; de esta manera, estas figuras públicas se convierten en un referente para seguir, admirar o idolatrar.

Es importante reconocer la influencia que tienen los creadores de contenido con sus seguidores; el problema de esto no radica en el poder que tienen para influir o persuadir en el comportamiento o la identidad de las personas, sino en el contenido que producen, ya que éste puede promover falsas representaciones de la realidad y normalizar ideas o conductas de violencia, discriminación, prejuicio, sexismo o racismo.

Las falsas representaciones de la realidad y la normalización de conductas se generan cuando creemos que algo es cierto, verdadero, valido, bueno o adecuado, pero esa idea es una percepción distorsionada del entorno, ya que invisibiliza la diversidad de creencias, cuerpos, estilos de vida, belleza o identidades; al mismo tiempo que legitima prácticas que pueden implicar un daño físico, emocional, psicológico o inclusive moral a otras personas o a quien que consume dicho contenido en redes. Las representaciones crean una idealización de la situación o de las personas lo que se convierte en un estímulo para evocar también conductas de riesgo como son violencia, trastornos de alimentación, adicciones entre otros. Algunos ejemplos son: casos de ansiedad o estrés en personas que no tienen la vida o la imagen corporal que desean cuando se comparan con su influencer favorito, retos virales, los cuales llegan a poner en riesgo la salud o la vida del sujeto que replica la acción; personajes como Eugenia Conney, cuya imagen promueve la delgadez extrema como sinónimo de belleza, ocultando con ello trastornos de alimentación; o las personas que practican el Mukbang en redes (su contenido se centra en comer cantidades exorbitantes de comida en vivo) conducta que incita a una alimentación poco sana, cuando la realidad es que la obesidad es un problema de salud pública a nivel mundial.

Una figura pública que recientemente se ha convertido en noticia y ejemplifica muy bien la normalización de conductas y el impacto que tiene este tipo de contenidos en las redes sociales, es el youtuber Temach quien además se ha vuelto controversial por buscar explícitamente que sus seguidores repliquen dicha información como un estilo de vida. Este personaje se dedica a promover ideologías cegadas sobre “cómo ser hombre y cómo actuar frente a las mujeres, y las relaciones amorosas”, el problema es que su contenido está dotado de sus propias percepciones, el cual no se sustenta con ningún tipo de fundamento, teórico o científico, sus ideas promueven la violencia de género y naturalizan prácticas machistas, sexistas y misóginas; es interesante como en esté ejercicio de normalización de la conducta lleva a las personas a seguir comportamientos en masa como si fuera con contagio colectivo, sus seguidores inclusive se han hecho “bautizar” literalmente en espacios públicos por el propio influencer, quien en el acto les otorga un reconocimiento simbólico como “macho Alpha” por llevar a la práctica sus ideas, conformando con ello un especie de colectivo enajenante con tendencias a volverse una secta.

Otro caso muy sonado que evidencia el impacto que tiene un contenido digital inadecuado en la sociedad y la vida de las personas es el de la influencer YossTop quien piso la cárcel por naturalizar y difundir conductas de agresión sexual hacia un menor de edad. Como estos casos seguramente existen muchos más Influencers que normalizan ideologías, conductas dañinas y persuaden a la población para actuar de cierta manera a través de las redes sociales, sin importar el impacto físico, psicológico o moral que pueden causar a otras personas y a la propia sociedad ya que su contenido contribuye a perpetuar problemas sociales, como es la violencia de género o la discriminación.

Ante el Impacto negativo que pueden tener los influencers en la sociedad, es necesario regular los contenidos en redes sociales, como una forma de prevenir la normalización de conductas perjudiciales o dañinas y las representaciones distorsionadas de la realidad que invisibilizan la diversidad; en México existen normas que regulan de cierta manera la información en redes sobre todo en materia de protección de datos, sin embargo, una ley que garantice los derechos de los usuarios digitales aún no existe, este derecho todavía es una propuesta ley que continua en revisión; no obstante, es claro que mientras más se diversifique el contenido en las redes sociales y existan más creadores de contenidos con diferentes ideologías, mayor será la necesidad de establecer una regulación de la información que se vierten en estas plataformas, esto con la finalidad de mitigar los daños a los usuarios y a la sociedad en general.

NOEMÍ MIRZA RAMÍREZ GARCÍA es licenciada en Psicología Social, Maestra en Psicología (2018), con residencia en Evaluación Educativa, Especialista en Género. En la Dirección de Formación e Innovación Educativa del Instituto Politécnico Nacional fue Coordinadora de la Red de género de la Unidad (2022-2023) y ocupó el puesto de jefa de Departamento de Evaluación y Seguimiento de las Prácticas Docentes (2018-2023).