/ viernes 3 de febrero de 2023

El SNTE en busca de su legitimidad

Ansiado por muchos y sólo esperada por la mayoría de los trabajadores de la educación, finalmente se dio el registro de candidatos a suceder a Gabriela Bañón Estrada en la dirigencia de la sección 19 del SNTE. No hubo grandes sorpresas en los nombres de quienes decidieron postularse al encargo en lo que será la primera elección de un comité seccional directa en las bases. Prácticamente todos los que se postularon ya habían anunciado su aspiración y tenían publicidad intensa a través de redes sociales y reuniones con grupos del magisterio. Muchos de ellos incluso llevaban varios años trabajando para hacerse de la posición.

A diferencia de lo que ha ocurrido en otras designaciones de dirigentes sindicales para la 19, en esta ocasión todos los que se postularon parecen tener los atributos de liderazgo suficientes para construir una alternativa a las gestiones sindicales anteriores. En ese sentido, tendría que reconocerse lo bien que ha caído que el relevo en la dirigencia seccional se haya atrasado más de dos años, la elección del nuevo dirigente llega en el momento de coyuntura exacto para transformar la representación del magisterio hacia lo que hoy se necesita y para lo que el método de designación anterior aniquilaba la legitimidad.

Eso es una buena noticia, una dirigencia seccional dotada de la legitimidad que puede darle el respaldo en las urnas, idealmente heredará menores compromisos que las diseñadas desde los escritorios del Comité Ejecutivo Nacional. Esto llevará a que sea más independiente, pero también mucho más exigida. Podemos considerar que el corporativismo que operaba en el sindicato magisterial estaría viviendo sus últimos días, aunque haya elementos de riesgo que deben ser considerados ampliamente por los maestros y la sociedad.

Primero, la evidencia reciente indica que la cultura de subordinación de los sindicalistas en el magisterio permanece viva. La idea del deber apoyar al gobierno en turno no se ha diluido, probablemente porque las ataduras con que el Estado mantiene sujeta a los trabajadores de la educación pública en México son mayúsculas. La excesiva burocracia, la reglamentación extrema, la condicionante salarial, el manejo oscuro de plazas, ascensos y otros beneficios siguen siendo herramientas discrecionales para la autoridad educativa que suele subordinar así cualquier ímpetu laborista, por justo que sea.

Segundo, la probable contaminación de las campañas magisteriales con intereses de grupos políticos que aún ven en el SNTE un bastión (que hace mucho dejó de ser) o por lo menos una estructura de operación político-electoral. El costo real de las campañas genera la sospecha entre el magisterio de padrinazgos ocultos para los candidatos. De darse ella, la elección del SNTE, por sus dimensiones y características sería un atractivo campo de experimentación para la mucho más grande y compleja elección del 2024. Para nadie es extraño que hay muchos políticos tanto en el gobierno como en la oposición, a quienes les interesa hacer boxeo de sombra en el sindicato más grande del estado de Morelos.

Tercero, la polarización y abundancia de candidatos prefigura una elección en que ninguno de los postulantes obtenga la mayoría absoluta, 50% +1 voto. Un ambiente así dificultará el construir acuerdos entre las partes, lo que desgastaría la legitimidad de quienes obtengan el triunfo en la elección. La complicación aumentará si las campañas mantengan el tono de que tuvieron las precampañas que fueron más un intercambio de acusaciones e injurias entre los corifeos de cada grupo que un ejercicio de exposición de motivos, proyectos y legitimación de liderazgos.

En contraparte, tendría que reconocerse que la mayoría de los aspirantes a la dirigencia han mostrado capacidad de construir acuerdos y tienen la suficiente experiencia política y carácter como para dejarse manipular por sus amigos políticos (todos y cada uno los tienen). Si el proceso electivo saca sus mejores virtudes, podrán sobreponerse a dos de los mayores riesgos de legitimidad; aunque aún quedará esa cultura de subordinación y la existencia de tantas herramientas para mantenerla. Eso sólo se vence con una lucha real por los derechos laborales y la educación pública que tendría que ser acompañada por docentes, y personal de apoyo, y para convocarla, hace falta mucha legitimidad.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


Ansiado por muchos y sólo esperada por la mayoría de los trabajadores de la educación, finalmente se dio el registro de candidatos a suceder a Gabriela Bañón Estrada en la dirigencia de la sección 19 del SNTE. No hubo grandes sorpresas en los nombres de quienes decidieron postularse al encargo en lo que será la primera elección de un comité seccional directa en las bases. Prácticamente todos los que se postularon ya habían anunciado su aspiración y tenían publicidad intensa a través de redes sociales y reuniones con grupos del magisterio. Muchos de ellos incluso llevaban varios años trabajando para hacerse de la posición.

A diferencia de lo que ha ocurrido en otras designaciones de dirigentes sindicales para la 19, en esta ocasión todos los que se postularon parecen tener los atributos de liderazgo suficientes para construir una alternativa a las gestiones sindicales anteriores. En ese sentido, tendría que reconocerse lo bien que ha caído que el relevo en la dirigencia seccional se haya atrasado más de dos años, la elección del nuevo dirigente llega en el momento de coyuntura exacto para transformar la representación del magisterio hacia lo que hoy se necesita y para lo que el método de designación anterior aniquilaba la legitimidad.

Eso es una buena noticia, una dirigencia seccional dotada de la legitimidad que puede darle el respaldo en las urnas, idealmente heredará menores compromisos que las diseñadas desde los escritorios del Comité Ejecutivo Nacional. Esto llevará a que sea más independiente, pero también mucho más exigida. Podemos considerar que el corporativismo que operaba en el sindicato magisterial estaría viviendo sus últimos días, aunque haya elementos de riesgo que deben ser considerados ampliamente por los maestros y la sociedad.

Primero, la evidencia reciente indica que la cultura de subordinación de los sindicalistas en el magisterio permanece viva. La idea del deber apoyar al gobierno en turno no se ha diluido, probablemente porque las ataduras con que el Estado mantiene sujeta a los trabajadores de la educación pública en México son mayúsculas. La excesiva burocracia, la reglamentación extrema, la condicionante salarial, el manejo oscuro de plazas, ascensos y otros beneficios siguen siendo herramientas discrecionales para la autoridad educativa que suele subordinar así cualquier ímpetu laborista, por justo que sea.

Segundo, la probable contaminación de las campañas magisteriales con intereses de grupos políticos que aún ven en el SNTE un bastión (que hace mucho dejó de ser) o por lo menos una estructura de operación político-electoral. El costo real de las campañas genera la sospecha entre el magisterio de padrinazgos ocultos para los candidatos. De darse ella, la elección del SNTE, por sus dimensiones y características sería un atractivo campo de experimentación para la mucho más grande y compleja elección del 2024. Para nadie es extraño que hay muchos políticos tanto en el gobierno como en la oposición, a quienes les interesa hacer boxeo de sombra en el sindicato más grande del estado de Morelos.

Tercero, la polarización y abundancia de candidatos prefigura una elección en que ninguno de los postulantes obtenga la mayoría absoluta, 50% +1 voto. Un ambiente así dificultará el construir acuerdos entre las partes, lo que desgastaría la legitimidad de quienes obtengan el triunfo en la elección. La complicación aumentará si las campañas mantengan el tono de que tuvieron las precampañas que fueron más un intercambio de acusaciones e injurias entre los corifeos de cada grupo que un ejercicio de exposición de motivos, proyectos y legitimación de liderazgos.

En contraparte, tendría que reconocerse que la mayoría de los aspirantes a la dirigencia han mostrado capacidad de construir acuerdos y tienen la suficiente experiencia política y carácter como para dejarse manipular por sus amigos políticos (todos y cada uno los tienen). Si el proceso electivo saca sus mejores virtudes, podrán sobreponerse a dos de los mayores riesgos de legitimidad; aunque aún quedará esa cultura de subordinación y la existencia de tantas herramientas para mantenerla. Eso sólo se vence con una lucha real por los derechos laborales y la educación pública que tendría que ser acompañada por docentes, y personal de apoyo, y para convocarla, hace falta mucha legitimidad.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx