/ viernes 25 de noviembre de 2022

El endurecimiento de la propaganda

Marcha, hilos en redes sociales, campañas negras; Morena pierde el respaldo social y no está gustando. En Morelos, la caída en popularidad de AMLO es un fenómeno regional, si bien en la parte oriente del estado el respaldo al presidente parece sostenerse, en la zona sur empieza a menguar y en Cuernavaca y la zona conurbada muestra una caída prácticamente irrecuperable. El desplome ha sido mucho más notorio en el caso del neomorenista, Cuauhtémoc Blanco, aunque con un mapa más o menos similar.

Frente a esta realidad que, por cierto, es la que más parece preocupar a la clase de políticos de la generación que gobierna el estado y buena parte del país, podría haber dos tratamientos. Primero el basado en resultados que supondría la comunicación eficiente de los logros de la administración pública y el trabajo para enfrentar los problemas que padece la comunidad de referencia, lo que puede ser profundamente complicado si no se tienen logros o si el tamaño de los fracasos supera, como en Morelos y el resto del país, los éxitos que puede contar un gobierno. Puede ser sumamente complicado porque supondría que los políticos y las burocracias trabajaran en políticas diseñadas con criterios más científicos que ideológicos, lo que no ha ocurrido hace muchos años.

Segundo, el montaje de estrategias sumamente agresivas de propaganda gubernamental que incluyen la denostación de los adversarios, la polarización de la vida pública, y hasta un despliegue de las “fuerzas vivas” de la burocracia beneficiaria directa e irremediable de cualquier gobierno, bueno, malo o regular. Ese despliegue que el presidente y Morena llaman marcha, es más una suerte de desfile, se trata de evidenciar el poder del poder público, el tamaño de la burocracia que a él debe someterse a cambio de mantener la chamba y el de algunos de los beneficiarios de programas clientelares. Los desfiles del poder siempre son impresionantes, así deben serlo, y significan bastante poco en términos de comunicación política, son como los elementos chirriguerescos que tratan de convencernos que el barroco es barroco, pero lo transforman en otra cosa, en un exceso grotesco y de mal gusto. Peleado con los fifís, Morena recurre a un elemento decorativo de las tías fifí: el rococó. El desfile debe ser contundente, reiterativo en tanto expone con exceso el poder que tiene quien lo ostenta y del que nadie duda; pero también debe ir acompañado de estrategias para desacreditar al adversario, para que cualquier opositor se convierta en paria. Se trata de un dispositivo de propaganda a la antigua cuya utilidad es tan cuestionable que perdió su popularidad en los ochenta.

El acompañamiento del desfile es una campaña de descrédito que evidencie a quienes no están en los contingentes, quienes se rehúsan por cualquier motivo a no espectar, honrar, venerar la magnificencia que se expone ante ellos: Vean todos el poder del Estado depositado en una sola forma corpórea, presencien la magnificencia del gran señor, es imposible no sucumbir ante su poder desplegado como cola de pavorreal pero en mal plan. A la nueva edición de la vieja faramalla, Morelos contribuirá con por lo menos seis mil personas, según los datos de los promotores de la misma en el gobierno estatal y algunos municipales y sindicatos; aparentemente menos de los morelenses que marcharon en Cuernavaca y participaron en la marcha de la Ciudad de México en defensa del INE.

Pero la caída en el respaldo al gobernador y el presidente no se deben a estrategias de propaganda eficaz de una oposición que sigue pareciendo profundamente desdibujada, sino en los efectos de la ineficiencia gubernamental sobre la población: aumento en el número de víctimas del delito, incremento en los índices de pobreza, falta de empleo y de oportunidades, erosión en la calidad o falta parcial o absoluta de servicios públicos, etcétera. Combatir la realidad con propaganda puede funcionar sólo por unos días. Cuando el ciudadano se da cuenta de que todo el poder que se ha desplegado es el mismo que lo tiene en las condiciones que padece, el mecanismo ha caído y sólo la propia burocracia y quien la encabeza siguen azonzados por él.

Cuando despertaron, la realidad seguía ahí.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


Marcha, hilos en redes sociales, campañas negras; Morena pierde el respaldo social y no está gustando. En Morelos, la caída en popularidad de AMLO es un fenómeno regional, si bien en la parte oriente del estado el respaldo al presidente parece sostenerse, en la zona sur empieza a menguar y en Cuernavaca y la zona conurbada muestra una caída prácticamente irrecuperable. El desplome ha sido mucho más notorio en el caso del neomorenista, Cuauhtémoc Blanco, aunque con un mapa más o menos similar.

Frente a esta realidad que, por cierto, es la que más parece preocupar a la clase de políticos de la generación que gobierna el estado y buena parte del país, podría haber dos tratamientos. Primero el basado en resultados que supondría la comunicación eficiente de los logros de la administración pública y el trabajo para enfrentar los problemas que padece la comunidad de referencia, lo que puede ser profundamente complicado si no se tienen logros o si el tamaño de los fracasos supera, como en Morelos y el resto del país, los éxitos que puede contar un gobierno. Puede ser sumamente complicado porque supondría que los políticos y las burocracias trabajaran en políticas diseñadas con criterios más científicos que ideológicos, lo que no ha ocurrido hace muchos años.

Segundo, el montaje de estrategias sumamente agresivas de propaganda gubernamental que incluyen la denostación de los adversarios, la polarización de la vida pública, y hasta un despliegue de las “fuerzas vivas” de la burocracia beneficiaria directa e irremediable de cualquier gobierno, bueno, malo o regular. Ese despliegue que el presidente y Morena llaman marcha, es más una suerte de desfile, se trata de evidenciar el poder del poder público, el tamaño de la burocracia que a él debe someterse a cambio de mantener la chamba y el de algunos de los beneficiarios de programas clientelares. Los desfiles del poder siempre son impresionantes, así deben serlo, y significan bastante poco en términos de comunicación política, son como los elementos chirriguerescos que tratan de convencernos que el barroco es barroco, pero lo transforman en otra cosa, en un exceso grotesco y de mal gusto. Peleado con los fifís, Morena recurre a un elemento decorativo de las tías fifí: el rococó. El desfile debe ser contundente, reiterativo en tanto expone con exceso el poder que tiene quien lo ostenta y del que nadie duda; pero también debe ir acompañado de estrategias para desacreditar al adversario, para que cualquier opositor se convierta en paria. Se trata de un dispositivo de propaganda a la antigua cuya utilidad es tan cuestionable que perdió su popularidad en los ochenta.

El acompañamiento del desfile es una campaña de descrédito que evidencie a quienes no están en los contingentes, quienes se rehúsan por cualquier motivo a no espectar, honrar, venerar la magnificencia que se expone ante ellos: Vean todos el poder del Estado depositado en una sola forma corpórea, presencien la magnificencia del gran señor, es imposible no sucumbir ante su poder desplegado como cola de pavorreal pero en mal plan. A la nueva edición de la vieja faramalla, Morelos contribuirá con por lo menos seis mil personas, según los datos de los promotores de la misma en el gobierno estatal y algunos municipales y sindicatos; aparentemente menos de los morelenses que marcharon en Cuernavaca y participaron en la marcha de la Ciudad de México en defensa del INE.

Pero la caída en el respaldo al gobernador y el presidente no se deben a estrategias de propaganda eficaz de una oposición que sigue pareciendo profundamente desdibujada, sino en los efectos de la ineficiencia gubernamental sobre la población: aumento en el número de víctimas del delito, incremento en los índices de pobreza, falta de empleo y de oportunidades, erosión en la calidad o falta parcial o absoluta de servicios públicos, etcétera. Combatir la realidad con propaganda puede funcionar sólo por unos días. Cuando el ciudadano se da cuenta de que todo el poder que se ha desplegado es el mismo que lo tiene en las condiciones que padece, el mecanismo ha caído y sólo la propia burocracia y quien la encabeza siguen azonzados por él.

Cuando despertaron, la realidad seguía ahí.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx