/ jueves 13 de octubre de 2022

¿Clausurar los bares?

Cuauhtémoc Blanco no es una persona que tema a la fiesta. Hay suficiente evidencia fotográfica y narrativa desde sus tiempos de futbolista que permite asegurar que el gobernador de Morelos no es enemigo del sano esparcimiento que entre uno y otro trago se genera de forma casi espontánea en los bares. Así que el llamado del mandatario a clausurar a los centros de libación donde se mete la delincuencia organizada difícilmente podría ser considerado como una expresión de persignada dipsofobia, sino como una de las partes centrales de la estrategia de seguridad que en cuatro años no ha acabado de echarse a andar en Morelos.

Para el gobernador “esos bares no son buenos, es donde se maneja toda la delincuencia y, todo donde se vende droga, donde pasan estos accidentes, donde se enfoca entre algunos grupos contras y por eso pasan estas cosas (las balaceras en antros, particularmente frecuentes en la región oriente del estado). Entonces lo que les hemos manifestado a los alcaldes es: hay que clausurarlos, hay que ir nosotros y con mucho gusto los acompañamos”. Es decir, no se trata de todos los bares, Kookaburra, por ejemplo, la librará sin problemas, pero sí cerrar aquellos que pudieran ser recintos de actividades de grupos delictivos reconocidos como tales por sus actividades evidentemente criminales.

Y uno tendría que preguntarse si esa es la solución real al problema porque si se cierra un antro, probablemente los impunes delincuentes que operaban ahí sólo se vayan a otro, al fin que bares en la región oriente hay bastantes. A lo mejor el problema requiere de una solución mucho más creativa como, por decir algo, atrapar a los delincuentes incluidos a los que podrían operar bares en Morelos.

Tampoco es cuestión de estigmatizar, hay cientos de bares operando en Morelos y es probable que la mayoría de ellos no permitan actividades ilícitas en su interior. Ha una década el gobierno del estado reconocía la operación de sólo 219 bares, a los que se sumarían los restaurantes que ofrecen el servicio que casi llegaban a los 800. Sin embargo, hay que reconocer que desde 2012, el número de bares muchos de ellos irregulares, ha crecido exponencialmente. En aquél 2012 Cuernavaca tenía apenas 46 establecimientos reconocidos como bares, probablemente esos 46 se encuentren ahora sólo en algunas colonias de la periferia, Ocotepec, Ahuatepec, Acapantzingo, Antonio Barona.

Claro, en Cuernavaca el problema no está en los negocios bien establecidos que resultan frecuentemente inspeccionados, como los de las avenidas San Diego, Río Mayo, Reforma, o muchos del centro de la ciudad, sino en los que se ubican justamente en la periferia y que operan muchas veces con autorizaciones ilegales expedidas por autoridades no competentes, como ayudantes municipales. En los municipios de la región oriente la expedición de permisos se ha dado desde los ayuntamientos prácticamente sin mayores miramientos, incluso a pesar de las sospechas más o menos generalizadas de que algunos propietarios de bares podrían tener nexos con grupos delictivos.

El cierre de antros en los que se supone opera la delincuencia organizada no parece ser una solución a nada. Cierto, si no hay bares difìcilmente podría haber balaceras en ellos, pero el cierre de todos los bares implicaría para Morelos perder miles de empleos directos y probablemente hasta diez mil indirectos, afectaría los ingresos por turismo y la vida cotidiana de los morelenses. Alguien insistirá que no se trata de clausurarlos todos, sino sólo aquellos donde se supone opera la delincuencia organizada lo que lleva irremediablemente a suponer que la autoridad sabe de antemano cuáles son tales antros y en todo caso lo que extraña es, no sólo la omisión en la clausura de esos espacios sino, mucho más, la falta de operativos para capturar a los presuntos delincuentes que asisten a ellos.

En todo caso, el problema con los bares irregulares es mucho más complejo que sólo las presuntas planeaciones delictivas que podrían alojar; también habría que citar la falta de medidas de seguridad para los asistentes y el personal, los riesgos a la salud que suponen por la baja calidad de las bebidas, la contribución al desorden, la competencia desleal, y muchos otros que han sido señalados en innumerables ocasiones por los empresarios de centros nocturnos, discotecas y bares de Morelos.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


Cuauhtémoc Blanco no es una persona que tema a la fiesta. Hay suficiente evidencia fotográfica y narrativa desde sus tiempos de futbolista que permite asegurar que el gobernador de Morelos no es enemigo del sano esparcimiento que entre uno y otro trago se genera de forma casi espontánea en los bares. Así que el llamado del mandatario a clausurar a los centros de libación donde se mete la delincuencia organizada difícilmente podría ser considerado como una expresión de persignada dipsofobia, sino como una de las partes centrales de la estrategia de seguridad que en cuatro años no ha acabado de echarse a andar en Morelos.

Para el gobernador “esos bares no son buenos, es donde se maneja toda la delincuencia y, todo donde se vende droga, donde pasan estos accidentes, donde se enfoca entre algunos grupos contras y por eso pasan estas cosas (las balaceras en antros, particularmente frecuentes en la región oriente del estado). Entonces lo que les hemos manifestado a los alcaldes es: hay que clausurarlos, hay que ir nosotros y con mucho gusto los acompañamos”. Es decir, no se trata de todos los bares, Kookaburra, por ejemplo, la librará sin problemas, pero sí cerrar aquellos que pudieran ser recintos de actividades de grupos delictivos reconocidos como tales por sus actividades evidentemente criminales.

Y uno tendría que preguntarse si esa es la solución real al problema porque si se cierra un antro, probablemente los impunes delincuentes que operaban ahí sólo se vayan a otro, al fin que bares en la región oriente hay bastantes. A lo mejor el problema requiere de una solución mucho más creativa como, por decir algo, atrapar a los delincuentes incluidos a los que podrían operar bares en Morelos.

Tampoco es cuestión de estigmatizar, hay cientos de bares operando en Morelos y es probable que la mayoría de ellos no permitan actividades ilícitas en su interior. Ha una década el gobierno del estado reconocía la operación de sólo 219 bares, a los que se sumarían los restaurantes que ofrecen el servicio que casi llegaban a los 800. Sin embargo, hay que reconocer que desde 2012, el número de bares muchos de ellos irregulares, ha crecido exponencialmente. En aquél 2012 Cuernavaca tenía apenas 46 establecimientos reconocidos como bares, probablemente esos 46 se encuentren ahora sólo en algunas colonias de la periferia, Ocotepec, Ahuatepec, Acapantzingo, Antonio Barona.

Claro, en Cuernavaca el problema no está en los negocios bien establecidos que resultan frecuentemente inspeccionados, como los de las avenidas San Diego, Río Mayo, Reforma, o muchos del centro de la ciudad, sino en los que se ubican justamente en la periferia y que operan muchas veces con autorizaciones ilegales expedidas por autoridades no competentes, como ayudantes municipales. En los municipios de la región oriente la expedición de permisos se ha dado desde los ayuntamientos prácticamente sin mayores miramientos, incluso a pesar de las sospechas más o menos generalizadas de que algunos propietarios de bares podrían tener nexos con grupos delictivos.

El cierre de antros en los que se supone opera la delincuencia organizada no parece ser una solución a nada. Cierto, si no hay bares difìcilmente podría haber balaceras en ellos, pero el cierre de todos los bares implicaría para Morelos perder miles de empleos directos y probablemente hasta diez mil indirectos, afectaría los ingresos por turismo y la vida cotidiana de los morelenses. Alguien insistirá que no se trata de clausurarlos todos, sino sólo aquellos donde se supone opera la delincuencia organizada lo que lleva irremediablemente a suponer que la autoridad sabe de antemano cuáles son tales antros y en todo caso lo que extraña es, no sólo la omisión en la clausura de esos espacios sino, mucho más, la falta de operativos para capturar a los presuntos delincuentes que asisten a ellos.

En todo caso, el problema con los bares irregulares es mucho más complejo que sólo las presuntas planeaciones delictivas que podrían alojar; también habría que citar la falta de medidas de seguridad para los asistentes y el personal, los riesgos a la salud que suponen por la baja calidad de las bebidas, la contribución al desorden, la competencia desleal, y muchos otros que han sido señalados en innumerables ocasiones por los empresarios de centros nocturnos, discotecas y bares de Morelos.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx