/ viernes 10 de mayo de 2024

Las madres de la Plaza de Mayo

“Las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria”

-Eduardo Galeano

En el corazón de Buenos Aires, Argentina, la Plaza de Mayo más que un espacio físico central, fue el epicentro emocional y político de una de las luchas más significativas. Las Madres de la Plaza de Mayo, con sus pañuelos blancos emblemáticos, han trazado un camino de memoria y resistencia contra la impunidad de los crímenes cometidos durante la dictadura militar de Jorge Rafael Videla que devastó al país desde 1976 hasta 1983.

El movimiento comenzó en 1977 como una respuesta desesperada ante el silencio e indiferencia gubernamental frente a la desaparición forzada de sus hijos e hijas. Estas mujeres, que comenzaron reuniéndose cada jueves en la plaza central de la capital, desafiaron el terror estatal con una valentía que se convertiría en símbolo de la lucha por la verdad y la justicia. En un contexto donde el miedo paralizaba a la sociedad, el acto de caminar alrededor de la plaza se transformó en un acto revolucionario, con la sola estrategia de persistir y ser vistas.

La relevancia de su lucha trascendió las fronteras, tocando fibras profundas en la conciencia global. Las madres, ahora abuelas, buscaban respuestas sobre el destino de sus hijos, y demandaban justicia. Su perseverancia ayudó a internacionalizar la causa, atrayendo la atención y el apoyo de organismos y activistas de derechos humanos de todo el mundo.

Este mismo espíritu de resistencia y amor inquebrantable se manifiesta en las madres buscadoras de México, cuya realidad se ve reflejada en la alarmante cifra de 99,729 personas desaparecidas, según los registros del Gobierno Federal en 2024. Estas madres, armadas de palas y cargadas de esperanza, atraviesan desiertos y escalan montañas en una incansable búsqueda de sus hijos e hijas. En cada expedición, un pañuelo y una pala se convierten en los estandartes de su lucha implacable, símbolos de un desafío constante a un sistema que, demasiado a menudo, opta por el silencio ante la tragedia.

Ambos grupos de madres, separadas por miles de kilómetros pero unidas por un dolor común y una fuerza extraordinaria, demuestran que el amor maternal puede transformarse en una fuerza revolucionaria capaz de mover montañas y desafiar los límites de lo imaginable.

Este amor, sublime en su esencia y heroico en su expresión, se convierte en un puente tendido entre corazones rotos y sociedades fracturadas. No es sólo el amor que nutre y cuida; sino el que se rebela y lucha; un amor que, en la desolación de la ausencia, encuentra la fuerza para enfrentar a sistemas que prefieren el silencio a la verdad. Este es un grito que no se resigna, que convierte en un símbolo de una resistencia que desafía los límites de lo imaginable.

Hoy, 10 de mayo, mientras el mundo y nuestro país celebra el día de las madres en sus múltiples facetas, nuestra memoria se extiende más allá de los festejos para abrazar la causa de estas madres. Su batalla, aunque tejida con el dolor de la pérdida, resplandece con la luz de la esperanza y la justicia.

Profesor de Derecho Civil y Derecho Familiar de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México

“Las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria”

-Eduardo Galeano

En el corazón de Buenos Aires, Argentina, la Plaza de Mayo más que un espacio físico central, fue el epicentro emocional y político de una de las luchas más significativas. Las Madres de la Plaza de Mayo, con sus pañuelos blancos emblemáticos, han trazado un camino de memoria y resistencia contra la impunidad de los crímenes cometidos durante la dictadura militar de Jorge Rafael Videla que devastó al país desde 1976 hasta 1983.

El movimiento comenzó en 1977 como una respuesta desesperada ante el silencio e indiferencia gubernamental frente a la desaparición forzada de sus hijos e hijas. Estas mujeres, que comenzaron reuniéndose cada jueves en la plaza central de la capital, desafiaron el terror estatal con una valentía que se convertiría en símbolo de la lucha por la verdad y la justicia. En un contexto donde el miedo paralizaba a la sociedad, el acto de caminar alrededor de la plaza se transformó en un acto revolucionario, con la sola estrategia de persistir y ser vistas.

La relevancia de su lucha trascendió las fronteras, tocando fibras profundas en la conciencia global. Las madres, ahora abuelas, buscaban respuestas sobre el destino de sus hijos, y demandaban justicia. Su perseverancia ayudó a internacionalizar la causa, atrayendo la atención y el apoyo de organismos y activistas de derechos humanos de todo el mundo.

Este mismo espíritu de resistencia y amor inquebrantable se manifiesta en las madres buscadoras de México, cuya realidad se ve reflejada en la alarmante cifra de 99,729 personas desaparecidas, según los registros del Gobierno Federal en 2024. Estas madres, armadas de palas y cargadas de esperanza, atraviesan desiertos y escalan montañas en una incansable búsqueda de sus hijos e hijas. En cada expedición, un pañuelo y una pala se convierten en los estandartes de su lucha implacable, símbolos de un desafío constante a un sistema que, demasiado a menudo, opta por el silencio ante la tragedia.

Ambos grupos de madres, separadas por miles de kilómetros pero unidas por un dolor común y una fuerza extraordinaria, demuestran que el amor maternal puede transformarse en una fuerza revolucionaria capaz de mover montañas y desafiar los límites de lo imaginable.

Este amor, sublime en su esencia y heroico en su expresión, se convierte en un puente tendido entre corazones rotos y sociedades fracturadas. No es sólo el amor que nutre y cuida; sino el que se rebela y lucha; un amor que, en la desolación de la ausencia, encuentra la fuerza para enfrentar a sistemas que prefieren el silencio a la verdad. Este es un grito que no se resigna, que convierte en un símbolo de una resistencia que desafía los límites de lo imaginable.

Hoy, 10 de mayo, mientras el mundo y nuestro país celebra el día de las madres en sus múltiples facetas, nuestra memoria se extiende más allá de los festejos para abrazar la causa de estas madres. Su batalla, aunque tejida con el dolor de la pérdida, resplandece con la luz de la esperanza y la justicia.

Profesor de Derecho Civil y Derecho Familiar de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México