/ lunes 2 de diciembre de 2019

La historia sin fin

Los movimientos sociales de los últimos meses han estado marcados por la participación masiva de las mujeres. Apoderándose de las redes sociales, mujeres de todas las edades y de diferentes grupos sociales han explotado para denunciar el acoso y otras formas de violencia. Una violencia que ocurre todos los días y en todos los ambientes siendo particularmente vulnerables las niñas y las mujeres jóvenes.

La violencia contra las mujeres pasa porque no pasa nada. Porque un hombre puede subirse a un transporte público y acorralar a una colegiala sin que haya consecuencias. Porque un hombre puede proferir comentarios de índole sexual a una mujer en la calle, frente a otros hombres, sin que haya consecuencias. Porque un hombre puede agredir a su pareja frente a otros hombres, inclusive de su familia, sin que haya consecuencias. Porque un hombre puede vender a su hija a otro hombre sin que haya consecuencias. Porque un maestro, un líder religioso o un jefe puede acosar a una mujer sobre la que tiene autoridad sin que haya consecuencias. Es más, podrá ser un hombre acusado, vinculado y sentenciado por violencia hacia las mujeres y siempre habrá otro hombre que tratará de justificarlo.

Algo que es muy difícil de entender desde fuera es la punzante sensación de riesgo en que vivimos las mujeres. Riesgo en la calle, en la casa, en la escuela, en el trabajo, en la iglesia. Todo suma. La indolencia de los familiares y los vecinos. La complicidad de las autoridades. La omisión de los juzgadores. La insensibilidad de los medios de comunicación. El resultado es un país donde ser mujer es más peligroso que ser delincuente. La valiente reacción de muchas mujeres que en las últimas semanas han reconocido la violencia de la que han sido víctimas es abrumadora y no es para menos. Este año tres de cada cinco mujeres en México sufrirán violencia de parte de su pareja y una de cada cinco sufrirá maltrato físico. Más de cinco mil mujeres serán víctimas de violencia sexual, el doble que en el 2016. Cuatro de cada diez víctimas de violencia sexual serán menores de edad y una de cada dos de ellas resultará embarazada de sus atacantes. Más de tres mil mujeres perderán la vida a manos de un hombre, el doble que en el 2016. Pero sin duda el peor de todos los delitos contra las mujeres son las desapariciones que según la Organización de las Naciones Unidas acumulará este año los nueve mil casos sin resolver.

El incremento tan importante en todos y cada uno de estos indicadores deja claro que la estrategia no está funcionando. Las alertas de género son anunciadas por las autoridades con la misma ligereza que si anunciaran la fiesta de la primavera. La falta de preparación, vinculación y capacitación de los diferentes niveles de gobierno pone freno a la oportuna atención de casos críticos y evita la realización de campañas preventivas en las que los sectores educativo y de salud son fundamentales. La falta de concientización de los ministerios públicos para iniciar carpetas de investigación con perspectiva de género minimiza las acusaciones y vulnera el debido proceso. La insensibilidad de los jueces puede llegar a extremos tan aberrantes como intentar restituir la patria potestad de una niña a un padre abusador.

Es de honor aclarar que no se trata de desatar una guerra ni mucho menos de acusar falsamente, que no todos los hombres son abusadores ni violentos contra las mujeres, en realidad son los menos. El problema es la gravedad del daño que causan en las víctimas, un daño que muchas veces no encuentra reparación, que destruye y que nos debilita como sociedad. El tema del acoso y de la violencia contra las mujeres está en un momento crítico. Si las decididas acciones de diferentes grupos comienzan a modificar patrones de comportamiento habremos dado un paso importante y para eso invito a quienes hacen el favor de leerme que hoy se dirijan a las mujeres más cercanas a ustedes, no importa la edad, y les pregunten si alguna vez han sufrido de acoso u otro tipo de violencia. Escúchenlas, pónganse en su lugar y quizá así logremos todos juntos poner fin a esta historia.

En lo local y porque también es importante, seguimos en espera de que nos reciba la comisión de Hacienda presidida por la diputada Rosalina Mazari con la intención de revisar el presupuesto estatal para ciencia y tecnología.


Información adicional de éste y otros temas de interés: http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

Los movimientos sociales de los últimos meses han estado marcados por la participación masiva de las mujeres. Apoderándose de las redes sociales, mujeres de todas las edades y de diferentes grupos sociales han explotado para denunciar el acoso y otras formas de violencia. Una violencia que ocurre todos los días y en todos los ambientes siendo particularmente vulnerables las niñas y las mujeres jóvenes.

La violencia contra las mujeres pasa porque no pasa nada. Porque un hombre puede subirse a un transporte público y acorralar a una colegiala sin que haya consecuencias. Porque un hombre puede proferir comentarios de índole sexual a una mujer en la calle, frente a otros hombres, sin que haya consecuencias. Porque un hombre puede agredir a su pareja frente a otros hombres, inclusive de su familia, sin que haya consecuencias. Porque un hombre puede vender a su hija a otro hombre sin que haya consecuencias. Porque un maestro, un líder religioso o un jefe puede acosar a una mujer sobre la que tiene autoridad sin que haya consecuencias. Es más, podrá ser un hombre acusado, vinculado y sentenciado por violencia hacia las mujeres y siempre habrá otro hombre que tratará de justificarlo.

Algo que es muy difícil de entender desde fuera es la punzante sensación de riesgo en que vivimos las mujeres. Riesgo en la calle, en la casa, en la escuela, en el trabajo, en la iglesia. Todo suma. La indolencia de los familiares y los vecinos. La complicidad de las autoridades. La omisión de los juzgadores. La insensibilidad de los medios de comunicación. El resultado es un país donde ser mujer es más peligroso que ser delincuente. La valiente reacción de muchas mujeres que en las últimas semanas han reconocido la violencia de la que han sido víctimas es abrumadora y no es para menos. Este año tres de cada cinco mujeres en México sufrirán violencia de parte de su pareja y una de cada cinco sufrirá maltrato físico. Más de cinco mil mujeres serán víctimas de violencia sexual, el doble que en el 2016. Cuatro de cada diez víctimas de violencia sexual serán menores de edad y una de cada dos de ellas resultará embarazada de sus atacantes. Más de tres mil mujeres perderán la vida a manos de un hombre, el doble que en el 2016. Pero sin duda el peor de todos los delitos contra las mujeres son las desapariciones que según la Organización de las Naciones Unidas acumulará este año los nueve mil casos sin resolver.

El incremento tan importante en todos y cada uno de estos indicadores deja claro que la estrategia no está funcionando. Las alertas de género son anunciadas por las autoridades con la misma ligereza que si anunciaran la fiesta de la primavera. La falta de preparación, vinculación y capacitación de los diferentes niveles de gobierno pone freno a la oportuna atención de casos críticos y evita la realización de campañas preventivas en las que los sectores educativo y de salud son fundamentales. La falta de concientización de los ministerios públicos para iniciar carpetas de investigación con perspectiva de género minimiza las acusaciones y vulnera el debido proceso. La insensibilidad de los jueces puede llegar a extremos tan aberrantes como intentar restituir la patria potestad de una niña a un padre abusador.

Es de honor aclarar que no se trata de desatar una guerra ni mucho menos de acusar falsamente, que no todos los hombres son abusadores ni violentos contra las mujeres, en realidad son los menos. El problema es la gravedad del daño que causan en las víctimas, un daño que muchas veces no encuentra reparación, que destruye y que nos debilita como sociedad. El tema del acoso y de la violencia contra las mujeres está en un momento crítico. Si las decididas acciones de diferentes grupos comienzan a modificar patrones de comportamiento habremos dado un paso importante y para eso invito a quienes hacen el favor de leerme que hoy se dirijan a las mujeres más cercanas a ustedes, no importa la edad, y les pregunten si alguna vez han sufrido de acoso u otro tipo de violencia. Escúchenlas, pónganse en su lugar y quizá así logremos todos juntos poner fin a esta historia.

En lo local y porque también es importante, seguimos en espera de que nos reciba la comisión de Hacienda presidida por la diputada Rosalina Mazari con la intención de revisar el presupuesto estatal para ciencia y tecnología.


Información adicional de éste y otros temas de interés: http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

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