/ lunes 9 de mayo de 2022

Elecciones y voluntad ciudadana

La democracia en México es una construcción reciente, pero no tanto. Durante los últimos cuarenta años la ciudadanía ha luchado por construir un sistema político que permita la mejor representación de las preferencias políticas de toda la sociedad y hace por lo menos 20 años tenemos la certeza de que gana las elecciones quien haya obtenido más votos y que cuando hay comportamientos que rompen esa certeza son sancionados por los tribunales que llegan incluso al extremo de reponer los procesos electorales.

Desde finales del siglo pasado, cada reforma electoral en el país tendía a perfeccionar los sistemas de representación popular. Por ello lo común era que las iniciativas de cambios se presentaban desde la oposición partidista o ciudadana, que buscaba siempre mejorar los espacios de representación; y eran analizadas en su factibilidad por los propios órganos electorales cuya capacidad técnica deriva de la experiencia de su personal de carrera, miles de funcionarios en todo el país que se han preparado en la complejísima materia electoral. Los aportes de la sociedad civil y los partidos polìticos a la construcción de nuestro sistema democrático son innegables al grado, debe reconocerse, de que los ayuntamientos, congresos locales, y de la Unión hoy son representaciones muy similares de la voluntad popular expresa a través de los votos ciudadanos.

Como la sociedad no abandera una ideología, filiación partidista ni preferencia electoral mayoritaria, los órganos colegiados derivados de los procesos de elección popular no tienen mayoría y eso ha salvado en muchas ocasiones a la población de terribles pifias desde los poderes Ejecutivos. Cierto que de alguna manera, ese equilibrio de poderes y la pluralidad de los congresos suelen retrasar algunas determinaciones que son urgentes, pero justo por ello los poderes que acuden a los congresos buscando la aprobación de leyes y reglamentos estàn obligados a generar los consensos suficientes en torno a cada política pública.

Entre los pendientes está la fórmula elemental para evitar la sobrerrepresentación en los congresos, y los esfuerzos deberían dirigirse mucho más a encontrar ese equilibrio aritmético entre la representación y aquello que representa que a la infamia de desaparecer legislaturas plurinominales y con ello eliminar la presencia en el Congreso de los grupos minoritarios.

Pensar que en una sociedad de actores tan corruptos como los partidos y sus operadores son dables procesos electorales sin árbitros autónomos fuertes, es una inocentada. Durante años se ha perfeccionado el método de designación de consejeros electorales hasta acercarlo al servicio electoral de carrera, y se ha convertido en un mecanismo confiable para designar a ciudadanos conocedores de la materia como miembros de los consejos, regulados y acotados por leyes que previenen comportamientos que atenten contra la democracia y la justicia electoral. En Morelos ya se dio la remoción de una consejera presidenta por sospechas en torno a su comportamiento.

Falta por avanzar para que las normas electorales se adapten mejor a la complejidad política y social de México y se incorporen nuevas prácticas ciudadanas a la legislación, como el voto electrónico. Pero en general las elecciones en México se construyen desde la ciudadanía a través de órganos autónomos integrados por ciudadanos que han sido garantes de transiciones pacíficas del poder.

Las ofensivas que desde el poder se han emprendido para lesionar a los órganos electorales en materia presupuestal; la andanada de ataques a los órganos autónomos, y particularmente a los electorales, han buscado debilitar el respaldo ciudadano que tienen las instituciones con el, fin último de impulsar reformas que alterarían desde su diseño la voluntad de los electores y con ello alterar el balance del poder favoreciendo a un grupo en detrimento de los otros.

Una reforma electoral tendría que perfeccionar lo que hoy tenemos, la propuesta que impulsan la presidencia de la República y su partido tienden a lo contrario, a la desaparición de lo que nos ha costado tanto trabajo crear y cuyas certezas han salvaguardado resultados positivos para derechas e izquierdas en los últimos 20 años.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

La democracia en México es una construcción reciente, pero no tanto. Durante los últimos cuarenta años la ciudadanía ha luchado por construir un sistema político que permita la mejor representación de las preferencias políticas de toda la sociedad y hace por lo menos 20 años tenemos la certeza de que gana las elecciones quien haya obtenido más votos y que cuando hay comportamientos que rompen esa certeza son sancionados por los tribunales que llegan incluso al extremo de reponer los procesos electorales.

Desde finales del siglo pasado, cada reforma electoral en el país tendía a perfeccionar los sistemas de representación popular. Por ello lo común era que las iniciativas de cambios se presentaban desde la oposición partidista o ciudadana, que buscaba siempre mejorar los espacios de representación; y eran analizadas en su factibilidad por los propios órganos electorales cuya capacidad técnica deriva de la experiencia de su personal de carrera, miles de funcionarios en todo el país que se han preparado en la complejísima materia electoral. Los aportes de la sociedad civil y los partidos polìticos a la construcción de nuestro sistema democrático son innegables al grado, debe reconocerse, de que los ayuntamientos, congresos locales, y de la Unión hoy son representaciones muy similares de la voluntad popular expresa a través de los votos ciudadanos.

Como la sociedad no abandera una ideología, filiación partidista ni preferencia electoral mayoritaria, los órganos colegiados derivados de los procesos de elección popular no tienen mayoría y eso ha salvado en muchas ocasiones a la población de terribles pifias desde los poderes Ejecutivos. Cierto que de alguna manera, ese equilibrio de poderes y la pluralidad de los congresos suelen retrasar algunas determinaciones que son urgentes, pero justo por ello los poderes que acuden a los congresos buscando la aprobación de leyes y reglamentos estàn obligados a generar los consensos suficientes en torno a cada política pública.

Entre los pendientes está la fórmula elemental para evitar la sobrerrepresentación en los congresos, y los esfuerzos deberían dirigirse mucho más a encontrar ese equilibrio aritmético entre la representación y aquello que representa que a la infamia de desaparecer legislaturas plurinominales y con ello eliminar la presencia en el Congreso de los grupos minoritarios.

Pensar que en una sociedad de actores tan corruptos como los partidos y sus operadores son dables procesos electorales sin árbitros autónomos fuertes, es una inocentada. Durante años se ha perfeccionado el método de designación de consejeros electorales hasta acercarlo al servicio electoral de carrera, y se ha convertido en un mecanismo confiable para designar a ciudadanos conocedores de la materia como miembros de los consejos, regulados y acotados por leyes que previenen comportamientos que atenten contra la democracia y la justicia electoral. En Morelos ya se dio la remoción de una consejera presidenta por sospechas en torno a su comportamiento.

Falta por avanzar para que las normas electorales se adapten mejor a la complejidad política y social de México y se incorporen nuevas prácticas ciudadanas a la legislación, como el voto electrónico. Pero en general las elecciones en México se construyen desde la ciudadanía a través de órganos autónomos integrados por ciudadanos que han sido garantes de transiciones pacíficas del poder.

Las ofensivas que desde el poder se han emprendido para lesionar a los órganos electorales en materia presupuestal; la andanada de ataques a los órganos autónomos, y particularmente a los electorales, han buscado debilitar el respaldo ciudadano que tienen las instituciones con el, fin último de impulsar reformas que alterarían desde su diseño la voluntad de los electores y con ello alterar el balance del poder favoreciendo a un grupo en detrimento de los otros.

Una reforma electoral tendría que perfeccionar lo que hoy tenemos, la propuesta que impulsan la presidencia de la República y su partido tienden a lo contrario, a la desaparición de lo que nos ha costado tanto trabajo crear y cuyas certezas han salvaguardado resultados positivos para derechas e izquierdas en los últimos 20 años.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx