/ sábado 9 de marzo de 2019

Sororidad Graciela Hierro

La maestra Hierro fue quien introdujo el feminismo a la filosofía en México

Nada más justo que nombrar a la maestra Graciela Hierro en este día de la mujer.

Graciela Hierro nació en la CDMX en el año 1928 y murió en esa misma ciudad en el mes de octubre de 2003. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras. Fue fundadora del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la UNAM y presentó sus investigaciones en varios foros nacionales e internacionales. Publicó los libros: Ética y feminismo, Ética del placer, De la domesticación a la educación de las mexicanas, Naturaleza y fines de la educación superior. Además fue ganadora de DEMAC, (Documentación y Estudios de Mujeres, A.C.) por la publicación de su vida.

La maestra Hierro fue quien introdujo el feminismo a la filosofía en México, (que no es cualquier cosa, por cierto), mismo que ha trascendido a los ámbitos académicos, culturales y políticos de nuestro país y ha cruzado nuestras fronteras. Dentro de su visión ética estimaba que la importancia de la filosofía radica en las aportaciones que ayuden a mejorar la condición humana y que la educación sea un proceso transformador que lleve a la dimensión del placer. Es decir, no existen esencias que determinen el quehacer humano, somos los seres humanos que a través de nuestra libertad construimos nuestra existencia.

Aquí en Cuernavaca, su nombre se escucha repetidamente a través de las voces de las herederas de sus conocimientos. Al morir la maestra Hierro, su alumna y amiga Carmen Torres Monroy siguió sus enseñanzas, aunque muy a su manera Nitzchiana. Carmen Torres, quien fuera también mi mentora, amiga y maestra de filosofía, fue la que me habló por primera vez de la maestra Hierro, conjuntamente con mi otra maestra, Lourdes Enriquez; gran activista feminista y defensora de los derechos de la Mujer. Por otro lado, la periódista Anilú Elías, también gran amiga de la maestra Hierro, está a punto de publicar la segunda edición de su libro “La rebelión de las mansas” que nos habla a profundidad de todos estos menesteres.

De los pensamientos más reelevantes de la maestra Hierro, que son muchos, me permito exponer los siguientes:

Una corriente importante de la filosofía moral de nuestro tiempo, la llamada “analítica”, se ha caracterizado durante su desarrollo por el desinterés hacia la problemática concreta de la realidad moral. En su libro, la maestra Hierro intenta seguir la tradición de la filosofía moral, comprometida con los problemas que surgen de la vida cotidiana sin descuidar la pureza del razonamiento.

La inferiorización femenina, es un producto indirecto de su biología, por las necesidades culturales. La mujer siempre ha estado sujeta a la servidumbre de la especie, por su papel central de procreadora. Y dado que la humanidad es más que una especie animal, cuyo fin último sea la mera perpetuación, la procreación impuesta es sólo una función natural, y nunca puede alcanzar el rango de una actividad o trabajo humano.

La mujeres se encuentran controladas sexualmente por las fuerzas culturales que la destinan a la procreación a través de la supresión del impulso sexual femenino y de su capacidad orgásmica. Todo esto, en nombre de la monogamia y al servicio de la civilización centrada en el hombre.

En el libro del Segundo Sexo, nos dice S. de Beauvoir que la mistificación surge de la divinización del principio femenino reproductor que evoluciona a una mística desacralizada donde ya no se venera a las deidades del signo femenino, sino al principio reproductor, encarnado en las mujeres concretamente. La mística femenina conserva un rasgo de la religiosidad primitiva; venera la sexualidad femenina controlada, lo cual permite la manipulación de la capacidad sexual de las mujeres.

La calidad de “mantenida” se confiere como un privilegio, y no como lo que es realidad: el pago de su función reproductora y trabajadora doméstica, actividades que no se valoran como trabajo, porque no generan dinero; la condición de “mantenida” hace que las mujeres no puedan considerarse como una clase socioeconómica. Su dependencia –económica– hace que, en general, la pertenencia a una clase socio económica sea tangencial, vicaria y temporal. Cuando la mujer pierde la protección de su pareja, con frecuencia desciende de nivel económico dada su escasa capacidad productiva.

La identidad femenina que se ha desarrollado no permite la realización de las mujeres como seres humanos completos, ya que su sentido de vida ha sido restringido al amor (erótico y maternal) que, paradójicamente, no puede alcanzarse en plenitud por la condición de opresión en que viven las mujeres sometidas a la reproducción. Es decir, la condición femenina actual se deriva al hecho de que la mujer es –diferente– al hombre; la naturaleza confiere esta diferencia y la sociedad produce la opresión.

Por muchos siglos se habló de la superioridad intelectual de los hombres sobre las mujeres. A partir de Aristóteles, se hizo explícito el hecho –aparente– de que la posibilidad intelectual femenina solamente alcanzaba la de un adolescente hombre. En la época de Freud se hablaba que, esta diferencia que fundamenta la opresión, es la capacidad libidinal inferior en las mujeres. (Hay una lectura muy interesante hecha por la alemana Karen Horney en donde revierte el postulado de Freud por esas mismas fechas: “No es envidia al pene, es la desigualdad. Las mujeres no quieren ser hombres, pero la sociedad les reserva un papel secundario”)

Las mujeres que –por herencia o mérito propio– acceden a los puestos de poder y superan así su condición de opresión, dejan de visualizarse como mujeres, en tanto que ejercen su autoridad y gobiernan como hombres. No existe un modelo de autoridad femenina.

Si la mujer trabaja profesionalmente, debe dedicarse a ello parcialmente, sólo cuando sus deberes familiares y domésticos lo permitan, y casi siempre en actividades relacionadas con el hogar, las cuales se consideran como profesiones propiamente femeninas (cierto es que algo se ha avanzado al respecto y hay muchos hombres que se han unido a la deconstrucción de este paradigma cultural, pero no se puede clasificar este movimiento a partir de la buena voluntad de un puñado de hombres, todavía)

(Desempolvando las palabras, nos encontramos que la palabra familia proviene del latín famulus, que significa esclavo doméstico, incluía al patrimonio no sólo de la familia, sino de los esclavos. –patrimonio viene de padre, así como patria– . En otra ocasión, hablamos también de la palabra mujer que también proviene del latin pero de origen desconocido; mulier, molleris; aguado o blandengue)

Entonces, la familia, la sociedad y el Estado (sin nombrar a la iglesia por esta ocasión), son las entidades que desde el patriarcado se interrelacionan. En las tres (4), la cabeza es el hombre.

Todo lo anterior, unido a los avatares de la fisiología: la menstruación, la lactancia y la menor fuerza física, hicieron de las mujeres la parte social más débil.

Es un momento de gran transición en la evolución de los seres humanos. El movimiento femenino es imparable ya en muchas partes del mundo. No es ninguna casualidad que hoy se conmemore esta dolorosa fecha en muchos países de nuestro planeta. De todos depende darle un mejor rumbo a esta humanidad que da la sensación estar involucionando, en muchos sentidos.

Que no se confundan las peticiones. No es lo mismo igualdad que equidad.

Nada más justo que nombrar a la maestra Graciela Hierro en este día de la mujer.

Graciela Hierro nació en la CDMX en el año 1928 y murió en esa misma ciudad en el mes de octubre de 2003. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras. Fue fundadora del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la UNAM y presentó sus investigaciones en varios foros nacionales e internacionales. Publicó los libros: Ética y feminismo, Ética del placer, De la domesticación a la educación de las mexicanas, Naturaleza y fines de la educación superior. Además fue ganadora de DEMAC, (Documentación y Estudios de Mujeres, A.C.) por la publicación de su vida.

La maestra Hierro fue quien introdujo el feminismo a la filosofía en México, (que no es cualquier cosa, por cierto), mismo que ha trascendido a los ámbitos académicos, culturales y políticos de nuestro país y ha cruzado nuestras fronteras. Dentro de su visión ética estimaba que la importancia de la filosofía radica en las aportaciones que ayuden a mejorar la condición humana y que la educación sea un proceso transformador que lleve a la dimensión del placer. Es decir, no existen esencias que determinen el quehacer humano, somos los seres humanos que a través de nuestra libertad construimos nuestra existencia.

Aquí en Cuernavaca, su nombre se escucha repetidamente a través de las voces de las herederas de sus conocimientos. Al morir la maestra Hierro, su alumna y amiga Carmen Torres Monroy siguió sus enseñanzas, aunque muy a su manera Nitzchiana. Carmen Torres, quien fuera también mi mentora, amiga y maestra de filosofía, fue la que me habló por primera vez de la maestra Hierro, conjuntamente con mi otra maestra, Lourdes Enriquez; gran activista feminista y defensora de los derechos de la Mujer. Por otro lado, la periódista Anilú Elías, también gran amiga de la maestra Hierro, está a punto de publicar la segunda edición de su libro “La rebelión de las mansas” que nos habla a profundidad de todos estos menesteres.

De los pensamientos más reelevantes de la maestra Hierro, que son muchos, me permito exponer los siguientes:

Una corriente importante de la filosofía moral de nuestro tiempo, la llamada “analítica”, se ha caracterizado durante su desarrollo por el desinterés hacia la problemática concreta de la realidad moral. En su libro, la maestra Hierro intenta seguir la tradición de la filosofía moral, comprometida con los problemas que surgen de la vida cotidiana sin descuidar la pureza del razonamiento.

La inferiorización femenina, es un producto indirecto de su biología, por las necesidades culturales. La mujer siempre ha estado sujeta a la servidumbre de la especie, por su papel central de procreadora. Y dado que la humanidad es más que una especie animal, cuyo fin último sea la mera perpetuación, la procreación impuesta es sólo una función natural, y nunca puede alcanzar el rango de una actividad o trabajo humano.

La mujeres se encuentran controladas sexualmente por las fuerzas culturales que la destinan a la procreación a través de la supresión del impulso sexual femenino y de su capacidad orgásmica. Todo esto, en nombre de la monogamia y al servicio de la civilización centrada en el hombre.

En el libro del Segundo Sexo, nos dice S. de Beauvoir que la mistificación surge de la divinización del principio femenino reproductor que evoluciona a una mística desacralizada donde ya no se venera a las deidades del signo femenino, sino al principio reproductor, encarnado en las mujeres concretamente. La mística femenina conserva un rasgo de la religiosidad primitiva; venera la sexualidad femenina controlada, lo cual permite la manipulación de la capacidad sexual de las mujeres.

La calidad de “mantenida” se confiere como un privilegio, y no como lo que es realidad: el pago de su función reproductora y trabajadora doméstica, actividades que no se valoran como trabajo, porque no generan dinero; la condición de “mantenida” hace que las mujeres no puedan considerarse como una clase socioeconómica. Su dependencia –económica– hace que, en general, la pertenencia a una clase socio económica sea tangencial, vicaria y temporal. Cuando la mujer pierde la protección de su pareja, con frecuencia desciende de nivel económico dada su escasa capacidad productiva.

La identidad femenina que se ha desarrollado no permite la realización de las mujeres como seres humanos completos, ya que su sentido de vida ha sido restringido al amor (erótico y maternal) que, paradójicamente, no puede alcanzarse en plenitud por la condición de opresión en que viven las mujeres sometidas a la reproducción. Es decir, la condición femenina actual se deriva al hecho de que la mujer es –diferente– al hombre; la naturaleza confiere esta diferencia y la sociedad produce la opresión.

Por muchos siglos se habló de la superioridad intelectual de los hombres sobre las mujeres. A partir de Aristóteles, se hizo explícito el hecho –aparente– de que la posibilidad intelectual femenina solamente alcanzaba la de un adolescente hombre. En la época de Freud se hablaba que, esta diferencia que fundamenta la opresión, es la capacidad libidinal inferior en las mujeres. (Hay una lectura muy interesante hecha por la alemana Karen Horney en donde revierte el postulado de Freud por esas mismas fechas: “No es envidia al pene, es la desigualdad. Las mujeres no quieren ser hombres, pero la sociedad les reserva un papel secundario”)

Las mujeres que –por herencia o mérito propio– acceden a los puestos de poder y superan así su condición de opresión, dejan de visualizarse como mujeres, en tanto que ejercen su autoridad y gobiernan como hombres. No existe un modelo de autoridad femenina.

Si la mujer trabaja profesionalmente, debe dedicarse a ello parcialmente, sólo cuando sus deberes familiares y domésticos lo permitan, y casi siempre en actividades relacionadas con el hogar, las cuales se consideran como profesiones propiamente femeninas (cierto es que algo se ha avanzado al respecto y hay muchos hombres que se han unido a la deconstrucción de este paradigma cultural, pero no se puede clasificar este movimiento a partir de la buena voluntad de un puñado de hombres, todavía)

(Desempolvando las palabras, nos encontramos que la palabra familia proviene del latín famulus, que significa esclavo doméstico, incluía al patrimonio no sólo de la familia, sino de los esclavos. –patrimonio viene de padre, así como patria– . En otra ocasión, hablamos también de la palabra mujer que también proviene del latin pero de origen desconocido; mulier, molleris; aguado o blandengue)

Entonces, la familia, la sociedad y el Estado (sin nombrar a la iglesia por esta ocasión), son las entidades que desde el patriarcado se interrelacionan. En las tres (4), la cabeza es el hombre.

Todo lo anterior, unido a los avatares de la fisiología: la menstruación, la lactancia y la menor fuerza física, hicieron de las mujeres la parte social más débil.

Es un momento de gran transición en la evolución de los seres humanos. El movimiento femenino es imparable ya en muchas partes del mundo. No es ninguna casualidad que hoy se conmemore esta dolorosa fecha en muchos países de nuestro planeta. De todos depende darle un mejor rumbo a esta humanidad que da la sensación estar involucionando, en muchos sentidos.

Que no se confundan las peticiones. No es lo mismo igualdad que equidad.

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