/ lunes 25 de marzo de 2024

Universidades de baja calidad y la educación a distancia

Por Luis David Berrones Sanz

Aunque la educación a distancia de manera formal tiene ya casi dos siglos y ahora, la educación en línea se aleja de las lecciones semanales enviadas por correo del siglo XIX; esta se popularizó por las tecnologías de información y comunicaciones y, sobre todo, por la pandemia de COVID-19 que nos obligó a hacer uso de estas herramientas. La educación en línea que, a muchos, nos parece muy cómoda ya que nos da la oportunidad de participar en cursos y aprender desde la comodidad del hogar, sin tener que desplazarnos y enfrentarnos a la congestión vehicular o la saturación del transporte público; es una alternativa con gran potencial para las personas que pretenden adquirir conocimientos y que tienen un alto grado de motivación y disciplina.

No obstante, durante la pandemia también vimos una variedad de situaciones en la que los participantes de cursos en todos los niveles evitaban poner la cámara y, cuando por accidentes se activaban, se veía que realizaban otras actividades simultaneas; como ver televisión, trabajar, conducir o realizar compras, entre otras. Aunque muchas veces es cuestión de privacidad y no de falta de atención, es innegable la reticencia del uso de la cámara en las clases y reuniones por videoconferencia. Sin la cámara, se dificulta la interacción y se propicia la distracción.

Sin embargo, la educación en línea no es producto de la pandemia y, en México, algunas universidades tienen programas de educación abierta y a distancia desde lustros antes de la pandemia. El aprendizaje puede ser síncrono o asíncrono. El síncrono es aquel que se realiza con una interacción en tiempo real, por ejemplo, a través de plataformas de chat o video conferencia; y el asíncrono es en que la comunicación no se realiza de manera inmediata, por ejemplo, con plataformas con sistemas de correo electrónico, blogs o foros de discusión.

Aunque muchos son programas muy exitosos y de alta calidad, hay organizaciones que se han aprovechado para ampliar su mercado y la captación de estudiantes ofreciendo obtención de títulos de nivel superior y de posgrado, a un precio moderado, pero con una educación de baja calidad. La oferta puede ser tanto síncrona como asíncrona, y en grados tanto de maestría como de doctorado. El modo de operación de estas organizaciones incluye grupos de hasta setenta personas, o más, repartidos por toda la República Mexicana y en asignaturas que se imparten de entre 15 y 26 horas distribuidas en cuatro o cinco sesiones de un día por semana con un solo docente.

En un testimonio de un doctorado síncrono por videoconferencia, en el que se deben de cursar doce asignaturas de 15 horas distribuidas en cinco semanas, se indica que todas las materias fueron cursadas sin asistir; sólo se conectaba, pasaba lista y se retiraba. Sin interacción, sin participación y las tareas y las actividades -tales como controles de lectura, resúmenes, organizadores gráficos, entre otras- todas fueron realizadas con herramientas de inteligencia artificial (IA). Así, se indica que “sólo estuve atento un par de veces, los días que me tocaba realizar exposición, misma que también realicé con IA”. El proceso de titulación se realizó a través de un “posdoctorado” que consistió, prácticamente, en pagar la mensualidad y dar clases obligatorias en la misma institución.

Por su parte, el sistema asíncrono no es mucho mejor. En un programa de nivel maestría que consiste en cursar diez módulos en una plataforma en la que se colocan videos y lecturas, y donde cada módulo se acredita con un examen. Un testimonio indica lo siguiente “sólo descargaba las lecturas, no las leía, y resolvía el examen con la función de buscar” es decir, cada una de las preguntas del examen se buscaba en el texto sin ni siquiera haber leído el documento para contestar los exámenes. Por su parte, la titulación fue automática y no hubo necesidad de tesis o alguna actividad adicional.

Ambas instituciones y ambos programas de estudio están registrados ante la Dirección General de Profesiones (DGP) de la Secretaría de Educación Pública (SEP), por lo que son totalmente válidos para obtener un título de nivel posgrado. Pero ¿qué tipo de educación es esta? ¿Para qué sirve? Se puede concluir que sólo, como se dice coloquialmente, para tener el “papelito” tener el título que da acceso a oportunidades laborales.

No obstante, estas universidades conocidas como “patito” socavan la integridad del sistema educativo en su conjunto, disminuyen la confianza en las instituciones académicas y en la importancia de una educación de calidad. Al permitir la existencia de estas instituciones fraudulentas, se pone en riesgo la reputación de la educación superior y, en general, se compromete el valor de los títulos universitarios.

Para abordar el problema de estas universidades, es fundamental que las autoridades educativas refuercen los controles y regulaciones en el sector de la educación superior, asegurando que sólo las instituciones que cumplen con los estándares académicos y éticos adecuados puedan operar legalmente. Es responsabilidad de todos los actores involucrados en el ámbito educativo trabajar juntos para combatir tipo de instituciones y garantizar que todos los estudiantes tengan acceso a una educación de calidad que los prepare de manera adecuada para enfrentar los desafíos y les permita obtener herramientas para realizar investigación de calidad.

LUIS DAVID BERRONES SANZ es Doctor en Logística y Cadena de Suministro y Doctor en Ciencias Administrativas. Síganlo en @lberrones

Por Luis David Berrones Sanz

Aunque la educación a distancia de manera formal tiene ya casi dos siglos y ahora, la educación en línea se aleja de las lecciones semanales enviadas por correo del siglo XIX; esta se popularizó por las tecnologías de información y comunicaciones y, sobre todo, por la pandemia de COVID-19 que nos obligó a hacer uso de estas herramientas. La educación en línea que, a muchos, nos parece muy cómoda ya que nos da la oportunidad de participar en cursos y aprender desde la comodidad del hogar, sin tener que desplazarnos y enfrentarnos a la congestión vehicular o la saturación del transporte público; es una alternativa con gran potencial para las personas que pretenden adquirir conocimientos y que tienen un alto grado de motivación y disciplina.

No obstante, durante la pandemia también vimos una variedad de situaciones en la que los participantes de cursos en todos los niveles evitaban poner la cámara y, cuando por accidentes se activaban, se veía que realizaban otras actividades simultaneas; como ver televisión, trabajar, conducir o realizar compras, entre otras. Aunque muchas veces es cuestión de privacidad y no de falta de atención, es innegable la reticencia del uso de la cámara en las clases y reuniones por videoconferencia. Sin la cámara, se dificulta la interacción y se propicia la distracción.

Sin embargo, la educación en línea no es producto de la pandemia y, en México, algunas universidades tienen programas de educación abierta y a distancia desde lustros antes de la pandemia. El aprendizaje puede ser síncrono o asíncrono. El síncrono es aquel que se realiza con una interacción en tiempo real, por ejemplo, a través de plataformas de chat o video conferencia; y el asíncrono es en que la comunicación no se realiza de manera inmediata, por ejemplo, con plataformas con sistemas de correo electrónico, blogs o foros de discusión.

Aunque muchos son programas muy exitosos y de alta calidad, hay organizaciones que se han aprovechado para ampliar su mercado y la captación de estudiantes ofreciendo obtención de títulos de nivel superior y de posgrado, a un precio moderado, pero con una educación de baja calidad. La oferta puede ser tanto síncrona como asíncrona, y en grados tanto de maestría como de doctorado. El modo de operación de estas organizaciones incluye grupos de hasta setenta personas, o más, repartidos por toda la República Mexicana y en asignaturas que se imparten de entre 15 y 26 horas distribuidas en cuatro o cinco sesiones de un día por semana con un solo docente.

En un testimonio de un doctorado síncrono por videoconferencia, en el que se deben de cursar doce asignaturas de 15 horas distribuidas en cinco semanas, se indica que todas las materias fueron cursadas sin asistir; sólo se conectaba, pasaba lista y se retiraba. Sin interacción, sin participación y las tareas y las actividades -tales como controles de lectura, resúmenes, organizadores gráficos, entre otras- todas fueron realizadas con herramientas de inteligencia artificial (IA). Así, se indica que “sólo estuve atento un par de veces, los días que me tocaba realizar exposición, misma que también realicé con IA”. El proceso de titulación se realizó a través de un “posdoctorado” que consistió, prácticamente, en pagar la mensualidad y dar clases obligatorias en la misma institución.

Por su parte, el sistema asíncrono no es mucho mejor. En un programa de nivel maestría que consiste en cursar diez módulos en una plataforma en la que se colocan videos y lecturas, y donde cada módulo se acredita con un examen. Un testimonio indica lo siguiente “sólo descargaba las lecturas, no las leía, y resolvía el examen con la función de buscar” es decir, cada una de las preguntas del examen se buscaba en el texto sin ni siquiera haber leído el documento para contestar los exámenes. Por su parte, la titulación fue automática y no hubo necesidad de tesis o alguna actividad adicional.

Ambas instituciones y ambos programas de estudio están registrados ante la Dirección General de Profesiones (DGP) de la Secretaría de Educación Pública (SEP), por lo que son totalmente válidos para obtener un título de nivel posgrado. Pero ¿qué tipo de educación es esta? ¿Para qué sirve? Se puede concluir que sólo, como se dice coloquialmente, para tener el “papelito” tener el título que da acceso a oportunidades laborales.

No obstante, estas universidades conocidas como “patito” socavan la integridad del sistema educativo en su conjunto, disminuyen la confianza en las instituciones académicas y en la importancia de una educación de calidad. Al permitir la existencia de estas instituciones fraudulentas, se pone en riesgo la reputación de la educación superior y, en general, se compromete el valor de los títulos universitarios.

Para abordar el problema de estas universidades, es fundamental que las autoridades educativas refuercen los controles y regulaciones en el sector de la educación superior, asegurando que sólo las instituciones que cumplen con los estándares académicos y éticos adecuados puedan operar legalmente. Es responsabilidad de todos los actores involucrados en el ámbito educativo trabajar juntos para combatir tipo de instituciones y garantizar que todos los estudiantes tengan acceso a una educación de calidad que los prepare de manera adecuada para enfrentar los desafíos y les permita obtener herramientas para realizar investigación de calidad.

LUIS DAVID BERRONES SANZ es Doctor en Logística y Cadena de Suministro y Doctor en Ciencias Administrativas. Síganlo en @lberrones