/ lunes 27 de noviembre de 2023

Tarea pendiente: Cooperación policial en Latinoamérica

Julio César Macés

Un cargamento de cocaína apalabrado en Colombia, cultivado en Guatemala, cocinado en México y de venta en Estados Unidos y el caribe requiere de cooperación, una cadena de valor bien defina y convenios entre pares. Porqué entonces el crimen organizado siempre encuentra inspiración, paciencia y una visión de emprendimiento sin fronteras, pero los Estados insisten, en mayor o menor medida, en enfrentar el problema de manera acotada. Los criminales están aprendiendo a cooperar a mayor escala, pero los Estados no. Los Estados, sus presidentes y sus instituciones de seguridad no han encontrado los mecanismos para trabajar juntos, de forma oportuna o efectiva. Los Estados cuentan muertos, el crimen organizado cuenta billetes.

Hace algunas semanas durante la Cumbre Extraordinaria de AMERIPOL (Comunidad de policías de América) con Argentina como anfitrión, el presidente Alberto Fernández, reflexionaba sobre las normas del derecho penal, de teoría del delito y el espíritu trasnacional del crimen. Un discurso muy ad hoc para la ocasión, pero de un inevitable lugar común. Días después del mensaje del presidente Fernández, su homólogo de Chile, el presidente Boric en un contexto bastante similar decía “la delincuencia y el crimen organizado no aparecen de la noche a la mañana. Es un germen que desgraciadamente se ha cultivado por la inactividad en diferentes dimensiones”. Por su parte el presidente Gustavo Petro en su mensaje de bienvenida durante el Primer Encuentro de Policías de América Latina mencionaba como tesis principal de su misiva que la desigualdad social es el principal detonador de violencia. Parece que existe cierto consenso entre liderazgos regionales para definir el qué, cómo, cuándo y dónde está el problema, pero sin objetivos y estrategias eficientes para combatirlo.

¿Por qué es más fácil ver a la Ndrangheta italiana realizando transacciones exitosas con la pandilla brasileña Comando Vermelho que un intercambio de información productivo entre Ecuador, Colombia y Venezuela? Presidentes que pretenden erradicar la violencia o el crimen por decreto van y vienen. La creación de instituciones trasnacionales que favorezcan la cooperación ya no solamente es necesario, es urgente.

La narrativa épica de la heroica policía nacional vende titulares, la cooperación entre policías regionales no solamente venderá titulares, la responsabilidad compartida no verá nacer nuevos héroes, pero si la creación de nuevas garantías. Un contrapunto de la anterior reflexión es que no son los policías los que se están encargando de la seguridad pública y del combate al narcotráfico, son los militares los que están al frente de la misión. Sin duda, esta será una de las variables que definirá el éxito o fracaso de la cooperación, ya que muchos gobiernos ante la necesidad de resultados inmediatos han optado por la militarización. Esto implica resguardo de información por seguridad nacional, más violencia y un incremento de violaciones a derechos humanos que ya se han estudiado a profundidad en la región.

Es evidente que los fundamentalismos políticos no están muy dispuestos a negociar o tender nuevos caminos que representen menos protagonismo o legitimidad a su causa ideológica. Por lo que han optado por estrategias que fortalezcan su discurso nacionalista. De poco servirá tener prisiones hasta el techo en El Salvador, México y Ecuador, de no comprender el valor agregado de cada organización criminal en el mercado ilícito regional. De poco servirá detener grandes capos de la droga sin lograr hacer operativos conjuntos y simultáneos que desmantelen una red de distribución compleja. De poco servirá tener calles repletas de policías y militares durante meses esperando actores criminales que simplemente decidieron mudarse a un lugar más tranquilo para regresar tiempo después. En tiempos de militarización pensar en policías eficientes requiere la virtud de la paciencia, característica que desgraciadamente comparten terroristas, criminales y fundamentalistas, pero los gobiernos nunca tienen paciencia, es un privilegio difícil de conseguir.

Las organizaciones criminales encontraron intereses y beneficios mutuos para cooperar y crecer, puede que sean actores irracionales en diversas situaciones, pero han demostrado racionalidad en su expansión trasnacional. ¿Acaso los Estados latinoamericanos no tienen ningún interés en común para trabajar conjuntamente y prosperar?

JULIO CÉSAR MACÉS es Licenciado en Comunicación con estudios en Relaciones Internacionales por la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP). Es maestro en Gobernanza y Globalización por la Universidad Iberoamericana. Es host del podcast La Gazzetta de México. Sígalo en @JulioCesarMacs

Julio César Macés

Un cargamento de cocaína apalabrado en Colombia, cultivado en Guatemala, cocinado en México y de venta en Estados Unidos y el caribe requiere de cooperación, una cadena de valor bien defina y convenios entre pares. Porqué entonces el crimen organizado siempre encuentra inspiración, paciencia y una visión de emprendimiento sin fronteras, pero los Estados insisten, en mayor o menor medida, en enfrentar el problema de manera acotada. Los criminales están aprendiendo a cooperar a mayor escala, pero los Estados no. Los Estados, sus presidentes y sus instituciones de seguridad no han encontrado los mecanismos para trabajar juntos, de forma oportuna o efectiva. Los Estados cuentan muertos, el crimen organizado cuenta billetes.

Hace algunas semanas durante la Cumbre Extraordinaria de AMERIPOL (Comunidad de policías de América) con Argentina como anfitrión, el presidente Alberto Fernández, reflexionaba sobre las normas del derecho penal, de teoría del delito y el espíritu trasnacional del crimen. Un discurso muy ad hoc para la ocasión, pero de un inevitable lugar común. Días después del mensaje del presidente Fernández, su homólogo de Chile, el presidente Boric en un contexto bastante similar decía “la delincuencia y el crimen organizado no aparecen de la noche a la mañana. Es un germen que desgraciadamente se ha cultivado por la inactividad en diferentes dimensiones”. Por su parte el presidente Gustavo Petro en su mensaje de bienvenida durante el Primer Encuentro de Policías de América Latina mencionaba como tesis principal de su misiva que la desigualdad social es el principal detonador de violencia. Parece que existe cierto consenso entre liderazgos regionales para definir el qué, cómo, cuándo y dónde está el problema, pero sin objetivos y estrategias eficientes para combatirlo.

¿Por qué es más fácil ver a la Ndrangheta italiana realizando transacciones exitosas con la pandilla brasileña Comando Vermelho que un intercambio de información productivo entre Ecuador, Colombia y Venezuela? Presidentes que pretenden erradicar la violencia o el crimen por decreto van y vienen. La creación de instituciones trasnacionales que favorezcan la cooperación ya no solamente es necesario, es urgente.

La narrativa épica de la heroica policía nacional vende titulares, la cooperación entre policías regionales no solamente venderá titulares, la responsabilidad compartida no verá nacer nuevos héroes, pero si la creación de nuevas garantías. Un contrapunto de la anterior reflexión es que no son los policías los que se están encargando de la seguridad pública y del combate al narcotráfico, son los militares los que están al frente de la misión. Sin duda, esta será una de las variables que definirá el éxito o fracaso de la cooperación, ya que muchos gobiernos ante la necesidad de resultados inmediatos han optado por la militarización. Esto implica resguardo de información por seguridad nacional, más violencia y un incremento de violaciones a derechos humanos que ya se han estudiado a profundidad en la región.

Es evidente que los fundamentalismos políticos no están muy dispuestos a negociar o tender nuevos caminos que representen menos protagonismo o legitimidad a su causa ideológica. Por lo que han optado por estrategias que fortalezcan su discurso nacionalista. De poco servirá tener prisiones hasta el techo en El Salvador, México y Ecuador, de no comprender el valor agregado de cada organización criminal en el mercado ilícito regional. De poco servirá detener grandes capos de la droga sin lograr hacer operativos conjuntos y simultáneos que desmantelen una red de distribución compleja. De poco servirá tener calles repletas de policías y militares durante meses esperando actores criminales que simplemente decidieron mudarse a un lugar más tranquilo para regresar tiempo después. En tiempos de militarización pensar en policías eficientes requiere la virtud de la paciencia, característica que desgraciadamente comparten terroristas, criminales y fundamentalistas, pero los gobiernos nunca tienen paciencia, es un privilegio difícil de conseguir.

Las organizaciones criminales encontraron intereses y beneficios mutuos para cooperar y crecer, puede que sean actores irracionales en diversas situaciones, pero han demostrado racionalidad en su expansión trasnacional. ¿Acaso los Estados latinoamericanos no tienen ningún interés en común para trabajar conjuntamente y prosperar?

JULIO CÉSAR MACÉS es Licenciado en Comunicación con estudios en Relaciones Internacionales por la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP). Es maestro en Gobernanza y Globalización por la Universidad Iberoamericana. Es host del podcast La Gazzetta de México. Sígalo en @JulioCesarMacs