/ lunes 14 de mayo de 2018

Leer nutre la inteligencia

De entre los animales, los humanos hemos sido los únicos capaces de desarrollar una serie de habilidades mentales que nos permiten aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarnos una idea determinada de la realidad. En pocas palabras, desarrollamos la inteligencia.

En un inicio, esa inteligencia se nutría de la experiencia individual generando conocimiento útil que se transmitió de generación a generación en forma de tradiciones, leyendas o trovas. Con la aparición de la palabra escrita se dio lugar a los primeros documentos en forma de las tabletas de barro con escritura cuneiforme de los Sumerios (actualmente Irán e Irak) hace más de seis mil años permitiendo que el conocimiento se transmitiera sin interpretaciones ni cambios.

La mayor parte de las civilizaciones desarrollaron su propio método de escritura entre los que se encuentran los jeroglifos egipcios, los pictogramas chinos, los glifos mayas o los ideogramas aztecas, entre otros. La escritura basada en el alfabeto es más reciente y data de hace cuatro mil años. En particular, nuestro alfabeto proviene del romano el cual, después de una serie de cambios y variaciones, se estabiliza en 1541 con 23 letras ya que la W, U y J se incorporaron posteriormente.

Durante miles de años leer y escribir estuvo limitado a los sabios, muchas veces pertenecientes al alto clero, quienes eran los responsables de copiar a mano y preservar los documentos escritos en bibliotecas privadas. Gracias a la invención de la imprenta en 1440 muchos textos salieron a la luz pública por lo que cualquiera pudo conocer las ideas de autores que vivieron en otros tiempos o en otros lugares, democratizando la sabiduría.

El acceso a los libros generó una explosión de conocimiento y facilitó la fundación de instituciones de educación superior conocidas como universidades. Esto dio lugar también a la especialización en el conocimiento en forma de profesiones, siendo las primeras la abogacía, la medicina y la teología.

La aparición de la información digital, tan recientemente como hace 30 años, ha cambiado para siempre la forma como el conocimiento se genera y se distribuye. Por ejemplo, la información que se generó solamente el día de ayer resulta ser la misma cantidad que toda la información generada por la humanidad desde su origen hasta 2003. Igualmente, antes dependíamos de las fuentes impresas para dispersar esa información mientras que ahora basta con usar un buscador de internet para conocerla prácticamente al mismo tiempo de que se genera.

En cualquiera de sus manifestaciones el conocimiento nutre y desarrolla la inteligencia, pero mientras que una búsqueda rápida en el celular equivale a comerse unos tacos de pie en un puesto callejero, leer un buen libro en casa, con una taza de té y las pantuflas puestas, es degustar un banquete preparado con esmero.

Para mayor información y para otros temas los invito a conocer mi blog http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

De entre los animales, los humanos hemos sido los únicos capaces de desarrollar una serie de habilidades mentales que nos permiten aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarnos una idea determinada de la realidad. En pocas palabras, desarrollamos la inteligencia.

En un inicio, esa inteligencia se nutría de la experiencia individual generando conocimiento útil que se transmitió de generación a generación en forma de tradiciones, leyendas o trovas. Con la aparición de la palabra escrita se dio lugar a los primeros documentos en forma de las tabletas de barro con escritura cuneiforme de los Sumerios (actualmente Irán e Irak) hace más de seis mil años permitiendo que el conocimiento se transmitiera sin interpretaciones ni cambios.

La mayor parte de las civilizaciones desarrollaron su propio método de escritura entre los que se encuentran los jeroglifos egipcios, los pictogramas chinos, los glifos mayas o los ideogramas aztecas, entre otros. La escritura basada en el alfabeto es más reciente y data de hace cuatro mil años. En particular, nuestro alfabeto proviene del romano el cual, después de una serie de cambios y variaciones, se estabiliza en 1541 con 23 letras ya que la W, U y J se incorporaron posteriormente.

Durante miles de años leer y escribir estuvo limitado a los sabios, muchas veces pertenecientes al alto clero, quienes eran los responsables de copiar a mano y preservar los documentos escritos en bibliotecas privadas. Gracias a la invención de la imprenta en 1440 muchos textos salieron a la luz pública por lo que cualquiera pudo conocer las ideas de autores que vivieron en otros tiempos o en otros lugares, democratizando la sabiduría.

El acceso a los libros generó una explosión de conocimiento y facilitó la fundación de instituciones de educación superior conocidas como universidades. Esto dio lugar también a la especialización en el conocimiento en forma de profesiones, siendo las primeras la abogacía, la medicina y la teología.

La aparición de la información digital, tan recientemente como hace 30 años, ha cambiado para siempre la forma como el conocimiento se genera y se distribuye. Por ejemplo, la información que se generó solamente el día de ayer resulta ser la misma cantidad que toda la información generada por la humanidad desde su origen hasta 2003. Igualmente, antes dependíamos de las fuentes impresas para dispersar esa información mientras que ahora basta con usar un buscador de internet para conocerla prácticamente al mismo tiempo de que se genera.

En cualquiera de sus manifestaciones el conocimiento nutre y desarrolla la inteligencia, pero mientras que una búsqueda rápida en el celular equivale a comerse unos tacos de pie en un puesto callejero, leer un buen libro en casa, con una taza de té y las pantuflas puestas, es degustar un banquete preparado con esmero.

Para mayor información y para otros temas los invito a conocer mi blog http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

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