Cada cierto tiempo se reaviva el debate sobre el uso de organismos transgénicos también conocidos como genéticamente modificados (OGM) en la agricultura, en tiempos recientes fue por la ocurrencia de dos eventos y por el alto nivel sus protagonistas. Se trata, por un lado, del reconocimiento de Elena Álvarez Buylla, férrea opositora a los OGM, como Premio Nacional de Ciencias 2017 y, por otro lado, la publicación del libro “Transgénicos: grandes beneficios, ausencia de daños y mitos” por Francisco Bolívar Zapata, Premio Príncipe de Asturias en Ciencias.
Pero entendamos primero que es un OGM. De manera natural los seres vivos poseemos mecanismos para incorporar elementos genéticos de otros individuos a nuestro genoma llamados transgenes. Es decir, que desde los virus hasta los humanos pasando por las bacterias, los hongos y las plantas, todos somos un mosaico donde la gran mayoría de nuestros genes provienen de nuestros padres pero también poseemos transgenes que llegaron y se quedaron porque o no nos hacen daño o nos son francamente útiles.
El entendimiento de los mecanismos moleculares de incorporación de transgenes se profundizó en los últimos años dando lugar a la biotecnología moderna. El uso de estas herramientas permitió a los científicos diseñar y manipular el genoma de algunos organismos para fines prácticos. Un ejemplo es el uso de células de oruga para la producción de vacunas recombinantes.
Para el debate, es importante saber que la incorporación de transgenes de bacterias en plantas ha sido una herramienta muy valiosa para conferirle a algunos cultivos nuevas características entre ellas la resistencia a plagas y a herbicidas aumentando su productividad. Los principales cultivos de OGM ya autorizados en otros países son el maíz, la soya y el algodón.
La oposición de Elena Álvarez se basa en estudios donde se indica, por un lado, el impacto negativo que tiene la liberación de variedades de maíz genéticamente modificadas en la biodiversidad así como estudios que documentan daños a la salud en animales de laboratorio. La posición de Bolívar Zapata, en contraste, se basa en la ausencia de evidencia general sobre efectos negativos de la ingesta de alimentos transgénicos en ganado, quienes son los principales consumidores, así como en humanos después de analizar más de mil 800 trabajos científicos en el tema.
La enorme importancia que tiene el maíz, no solamente en nuestra alimentación sino también en nuestra cultura por ser Mesoamérica el centro de origen de la planta, han elevado la decisión al más alto nivel y será la Suprema Corte de Justicia quien determinará la pertinencia de autorizar la siembra de maíz transgénico en nuestro país y si es así, las condiciones en cómo esto debiera realizarse.
Los argumentos son serios y abundantes en cada lado. La Suprema Corte deberá anteponer el bienestar de la nación antes de posiciones particulares salvaguardando así los intereses de los mexicanos.
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