/ lunes 18 de julio de 2022

Los 116 documentos de la Iglesia por la paz

Desde el 2000, la jerarquía católica ha denunciado omisiones del Estado en materia de justicia y seguridad

La resignación fatalista y la pasividad no han sido ni son virtudes ni actitudes cristianas. Al contrario, el Evangelio es una invitación al hombre al esfuerzo permanente, a la búsqueda paciente, a la iniciativa audaz, a la acción creadora

Mons. Manuel Larraín

“Nuestro llamamiento se extiende a todos los mexicanos para invitarlos a que conservemos la unión y la paz obstaculizadas por la injusticia y la carencia de diálogo”, aparece en la página 57 de la Carta Pastoral del Episcopado Mexicano sobre el Desarrollo e Integración del país, firmada por la jerarquía de la Iglesia Católica el 26 de marzo de 1968, y con la que inicia un listado de 116 documentos de la Conferencia del Episcopado Mexicano con pronunciamientos por la paz en el país, mismos que se han multiplicado a medida que la violencia se incrementa en cada uno de los estados.

Jornada de oración en la catedral de Cuernavaca. / Froylán Trujillo | El Sol de Cuernavaca

En el 68, la Iglesia Católica mexicana vivía entre la renovación institucional impulsada por el Concilio Vaticano II que había concluido hacía apenas tres años, y el activismo que en una América Latina que padecía regímenes militares realizaba la Teología de la Liberación, corriente del catolicismo que en México encontraba a dos de sus más reconocidos exponentes en los obispos de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo y de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García. La carta pastoral incluía un llamado al desarrollo incluyente, al combate a la pobreza, a la dignificación de la mujer, a la justicia y a la paz. En un estado con altos componentes autoritarios y con una Iglesia sin personalidad jurídica, la Carta Pastoral no fue muy popular y a ella le siguieron 30 años de prédica dentro de los templos católicos que fueron rotos después por seis comunicados en el 1998, tres sobre la urgencia de reconciliación en el estado de Chiapas (el 22 de marzo y los 2 y 8 de junio), otro para aclarar su posición respecto a las investigaciones sobre el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, uno más sobre el papel de la Iglesia como instrumento de reconciliación y otro por el primer aniversario de la masacre de Acteal en Guerrero. En todos esos documentos la preocupación por la paz y la justicia y los llamados a la reconciliación son abiertos.

La Conferencia del Episcopado Mexicano emitió una nueva carta pastoral Del Encuentro con Jesucristo a la Solidaridad con Todos, el 25 de marzo del 2000, en ella la jerarquía católica asegura: “Para superar la permanente tentación de la confrontación y la violencia, que nos ha marcado en algunos momentos de nuestra historia, y para abrir caminos nuevos en los que todos podamos participar para construir el futuro de la Nación, es necesario crear espacios de encuentro, de diálogo y de reflexión en los que, partiendo de la realidad y de la identidad como mexicanos, cuáles son nuestros problemas que nos han contrapuesto, de manera que podamos encontrar los caminos para crecer en un clima de reconciliación, de justicia y de paz”; y advierte: “En algunos ambientes el incumplimiento de la ley se ha extendido a tal grado que es común hablar de corrupción, experimentar hechos de violencia y lamentar la impunidad. Los asaltos y los secuestros lesionan gravemente a las comunidades y violan el derecho de todos a una vida en paz. El narcotráfico ha penetrado numerosos ambientes e instituciones destruyendo a su paso los valores de la cultura de la vida. No es posible negar que se ha incrementado el desorden público y la inseguridad por la falta de observancia del estado de derecho”.

El dos de mayo de ese mismo año, la CEM advertía en un mensaje con motivo de las elecciones federales de ese año: “La paz es un bien superior, que debemos preservar a toda costa, ya que es condición indispensable para la convivencia armónica y el progreso de un pueblo”.

Para el 2001, la Conferencia del Episcopado para la Paz y Reconciliación en Chiapas emitió una declaración (12 de febrero) y un comunicado (26 de abril), en que nuevamente llaman a la construcción de la paz en todo el país; igual que hizo la Conferencia del Episcopado Mexicano el 18 de octubre en su mensaje Sobre la Actual Situación de Violencia y Guerra. En el 2003, la iglesia emitió dos mensajes, uno de los obispos de la Región Bajío, y uno más del Consejo de la Presidencia de la CEM, que advertían de los riesgos para la paz y llamaban a la comunidad católica y a los gobernantes a ocuparse de la reconciliación. En marzo del 2004, el Consejo Permanente de la CEM emitió un nuevo mensaje con “consideraciones frente a los vergonzosos hechos de corrupción acontecidos en nuestro país”, en que resaltaba el obstáculo que para la justicia y paz representa la corrupción en las esferas de gobierno.

En 2005, la Iglesia subiría el tono de los reclamos en su Directorio para la Pastoral Social en México, en que advertía del “desgajamiento del tejido social” y señalaba: “como un hecho cultural, la violencia en los hogares, en las calles, en las escuelas y en las comunidades, crece como espiral sin fin. Especialmente lastima la violencia generada por el crimen organizado en sus múltiples expresiones: el narcotráfico, el secuestro, el robo, el comercio ilegal, el tráfico de personas y la explotación sexual contra menores”. En el mismo documento, sentenciaba “a paz surgirá cuando la lucha por la justicia sea llevada adelante, cuando se siga creyendo que es posible construir a partir de lo que ha quedado por debajo de los escombros” y acusaba al Estado de abdicar “ante su compromiso con la justicia y la igualdad”. En el mismo año, los obispos y la CEM emitieron cuatro comunicados y declaraciones en que llamaban a la pacificación, y la concordia.

Durante 2006, la jerarquía católica emitió seis comunicados, mensajes y documentos, entre ellos destacó “Participar y decidir el bien común en la Justicia y la Paz”, por el que incluso se acusó a la Iglesia de tratar de influir en la elección presidencial de ese año que a la postre ganaría Felipe Calderón. El texto fue material para una serie de talleres dentro de la campaña “Fe y política” de la CEM, y además de llamados a la concordia y el debate de propuestas incluía la reflexión sobre la conveniencia de impulsar reformas estructurales en las políticas públicas y arguía: “todo creyente tiene el deber inmediato e inexcusable de colaborar en favor de un orden justo en la sociedad, configurar rectamente la vida social y animar todas y cada una de las actividades políticas que le corresponda viviéndolas ‘como caridad social’”.


En enero del 2008, ya en plena guerra del Estado Mexicano contra el crimen organizado, los obispos de la provincia eclesiástica de Acapulco emitieron una carta pastoral “En respuesta a la violencia que deriva de las organizaciones criminales y el deterioro de la vida social”; en ella hacen llamados a la familia, los medios de comunicación, las escuelas, para participar en la pacificación y reeducar para evitar la incorporación de jóvenes al crimen organizado, y demandan a las autoridades de los tres niveles de gobierno “antepongan el bien común a los intereses de partidos o de grupos, sobre todo de aquéllos que se organizan para delinquir. Por otra parte, la autoridad tiene que llevar a cabo el saneamiento de los cuerpos de seguridad y las instancias de procuración de justicia para que sean confiables y garanticen una lucha a fondo contra el narcotráfico y toda forma de delincuencia organizada. Tiene que desaparecer cualquier señal de corrupción y de complicidad bajo la forma de protección política y policíaca a los criminales que tanto daño hacen a la sociedad. En el caso particular del narcotráfico, la autoridad tiene que promover una lucha integral contra el mismo que considere la prevención, el combate con la fuerza pública y la rehabilitación de las adicciones”. Fue el primero de siete documentos emitidos por la Iglesia Católica ese año respecto a la urgencia de paz y seguridad en el país.

En el 2009 hubo otros tres mensajes, en marzo, abril y noviembre, todos ellos con el tema de la paz, y entiende a la democracia, la participación ciudadana y la justicia social como centro de los mismos. Para el año siguiente, la Conferencia del Episcopado Mexicano emitió nueve documentos, todos en el mismo tono marcado por la exhortación pastoral del mes de febrero de 2010, en que advertía nuevamente del: “disimulo y tolerancia con el delito por parte de algunas autoridades responsables de la procuración, impartición y ejecución de la justicia. Esto tiene como efecto la impunidad, las deficiencias en la administración de justicia –por incapacidad, irresponsabilidad o corrupción–. Se ha hecho evidente la infiltración de la delincuencia organizada en instituciones del Estado. Si no hay justicia, se puede delinquir con mayor facilidad”.

En el 2011, la Iglesia no emitió oficialmente ningún comunicado referente al tema, pero algunos sacerdotes, particularmente de Morelos, respaldaron la iniciativa del escritor católico, Javier Sicilia, en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que en mayo de ese año inició su caminata hacia la Ciudad de México con la idea de abogar por las víctimas de la violencia y reclamaba al Estado en nombre de la sociedad: “Aparte de poner nosotros los muertos, hay impunidad, no se persigue, se les exime, no se mete a la cárcel a los criminales”.

En el 2012 la CEM retomó el discurso por la paz y de censura a las omisiones gubernamentales en cinco documentos, igual que haría en el 2013 en dos mensajes.

Los catorce documentos por la paz de la jerarquía católica en el 2014 incluyen la carta que los obispos de Acapulco enviaron a las familias de los normalistas de Ayotzinapa muertos y desaparecidos, y el primer “Basta ya” de los obispos de México respecto a la situación de violencia en el país. En ese texto, fechado el 12 de noviembre, la iglesia reconoce: “En medio de esta crisis vemos con esperanza el despertar de la sociedad civil que, como nunca antes en los últimos años, se ha manifestado contra la corrupción, la impunidad y la complicidad de algunas autoridades. Creemos que es necesario pasar de las protestas a las propuestas. Que nadie esté como buitre esperando los despojos del país para quedar satisfecho. La vía pacífica, que privilegia el diálogo y los acuerdos transparentes, sin intereses ocultos, es la que asegura la participación de todos para edificar un país para todos”; y advierte nuevamente: “Estamos en un momento crítico. Nos jugamos una auténtica democracia que garantice el fortalecimiento de las instituciones, el respeto de las leyes, y la educación, el trabajo y la seguridad de las nuevas generaciones, a las que no debemos negarles un futuro digno”.

En 2015, se emitieron 16 documentos, entre ellos cuatro con llamados a participar en las elecciones federales intermedias de ese año para contribuir con ello al fortalecimiento de la democracia y la reconciliación; pero también se incluye en ellos el primer plan nacional para la construcción de la paz, que incluye propuestas en materia de justicia, apoyo a víctimas, cuidado del medio ambiente, salud, educación y evangelización.

El año siguiente, la jerarquía católica emitió tres mensajes, pero también impulsó la primera jornada de oración por la paz. En 2017 los llamados conjuntos de la Iglesia a la paz sumaron 10, e incluyeron por primera vez el tema de la caminata migrante en México, pero también advirtieron en una declaración de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social sobre una “múltiple emergencia humanitaria” en el país en que nuevamente se pronuncian por terminar con las injusticias, la corrupción y las violencias sea cual sea su origen. Ambos ejes discursivos continuaron en los cuatro comunicados del 2018.

En el 2019, ya siendo presidente Andrés Manuel López Obrador, la CEM hizo públicos un discurso y cuatro boletines de prensa en que mantiene la demanda por la construcción conjunta de la paz; lo mismo que ocurrió en el 2020, ciclo en que destacó el respaldo de la Iglesia al paro de mujeres de marzo a través de un mensaje “por los recientes feminicidios”.

Durante 2021, la jerarquía católica emitió tres comunicados, un mensaje y una carta, todos con el tema de la paz. En la última, la dirección de Pastoral de Movilidad Humana, llamó a las autoridades a terminar con la represión de migrantes en todo el país.

En el año que corre, los obispos de México han emitido tres mensajes y un comunicado, el primero, fechado el 26 de enero, señala que en el país “hay regiones dominadas por las violencias”, por lo que llama a ”todas las instituciones públicas, sociales y privadas” a construir alternativas productivas y sociales que permitan la vida en paz y advierte que: “Esto requiere trabajo de los tres niveles de gobierno, de todos los actores sociales y de toda la sociedad apoyándolos con un trabajo persistente y de largo plazo”. También ha trascendido el mensaje del Obispo de Cuernavaca y secretario general de la CEM, Ramón Castro Castro, en que advierte que “México está salpicando sangre” y también llama a las autoridades a no olvidar su tarea para brindar seguridad y construir la paz.

Ramón Castro durante la jornada de oración a nivel nacional. / Froylán Trujillo | El Sol de Cuernavaca



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La resignación fatalista y la pasividad no han sido ni son virtudes ni actitudes cristianas. Al contrario, el Evangelio es una invitación al hombre al esfuerzo permanente, a la búsqueda paciente, a la iniciativa audaz, a la acción creadora

Mons. Manuel Larraín

“Nuestro llamamiento se extiende a todos los mexicanos para invitarlos a que conservemos la unión y la paz obstaculizadas por la injusticia y la carencia de diálogo”, aparece en la página 57 de la Carta Pastoral del Episcopado Mexicano sobre el Desarrollo e Integración del país, firmada por la jerarquía de la Iglesia Católica el 26 de marzo de 1968, y con la que inicia un listado de 116 documentos de la Conferencia del Episcopado Mexicano con pronunciamientos por la paz en el país, mismos que se han multiplicado a medida que la violencia se incrementa en cada uno de los estados.

Jornada de oración en la catedral de Cuernavaca. / Froylán Trujillo | El Sol de Cuernavaca

En el 68, la Iglesia Católica mexicana vivía entre la renovación institucional impulsada por el Concilio Vaticano II que había concluido hacía apenas tres años, y el activismo que en una América Latina que padecía regímenes militares realizaba la Teología de la Liberación, corriente del catolicismo que en México encontraba a dos de sus más reconocidos exponentes en los obispos de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo y de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García. La carta pastoral incluía un llamado al desarrollo incluyente, al combate a la pobreza, a la dignificación de la mujer, a la justicia y a la paz. En un estado con altos componentes autoritarios y con una Iglesia sin personalidad jurídica, la Carta Pastoral no fue muy popular y a ella le siguieron 30 años de prédica dentro de los templos católicos que fueron rotos después por seis comunicados en el 1998, tres sobre la urgencia de reconciliación en el estado de Chiapas (el 22 de marzo y los 2 y 8 de junio), otro para aclarar su posición respecto a las investigaciones sobre el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, uno más sobre el papel de la Iglesia como instrumento de reconciliación y otro por el primer aniversario de la masacre de Acteal en Guerrero. En todos esos documentos la preocupación por la paz y la justicia y los llamados a la reconciliación son abiertos.

La Conferencia del Episcopado Mexicano emitió una nueva carta pastoral Del Encuentro con Jesucristo a la Solidaridad con Todos, el 25 de marzo del 2000, en ella la jerarquía católica asegura: “Para superar la permanente tentación de la confrontación y la violencia, que nos ha marcado en algunos momentos de nuestra historia, y para abrir caminos nuevos en los que todos podamos participar para construir el futuro de la Nación, es necesario crear espacios de encuentro, de diálogo y de reflexión en los que, partiendo de la realidad y de la identidad como mexicanos, cuáles son nuestros problemas que nos han contrapuesto, de manera que podamos encontrar los caminos para crecer en un clima de reconciliación, de justicia y de paz”; y advierte: “En algunos ambientes el incumplimiento de la ley se ha extendido a tal grado que es común hablar de corrupción, experimentar hechos de violencia y lamentar la impunidad. Los asaltos y los secuestros lesionan gravemente a las comunidades y violan el derecho de todos a una vida en paz. El narcotráfico ha penetrado numerosos ambientes e instituciones destruyendo a su paso los valores de la cultura de la vida. No es posible negar que se ha incrementado el desorden público y la inseguridad por la falta de observancia del estado de derecho”.

El dos de mayo de ese mismo año, la CEM advertía en un mensaje con motivo de las elecciones federales de ese año: “La paz es un bien superior, que debemos preservar a toda costa, ya que es condición indispensable para la convivencia armónica y el progreso de un pueblo”.

Para el 2001, la Conferencia del Episcopado para la Paz y Reconciliación en Chiapas emitió una declaración (12 de febrero) y un comunicado (26 de abril), en que nuevamente llaman a la construcción de la paz en todo el país; igual que hizo la Conferencia del Episcopado Mexicano el 18 de octubre en su mensaje Sobre la Actual Situación de Violencia y Guerra. En el 2003, la iglesia emitió dos mensajes, uno de los obispos de la Región Bajío, y uno más del Consejo de la Presidencia de la CEM, que advertían de los riesgos para la paz y llamaban a la comunidad católica y a los gobernantes a ocuparse de la reconciliación. En marzo del 2004, el Consejo Permanente de la CEM emitió un nuevo mensaje con “consideraciones frente a los vergonzosos hechos de corrupción acontecidos en nuestro país”, en que resaltaba el obstáculo que para la justicia y paz representa la corrupción en las esferas de gobierno.

En 2005, la Iglesia subiría el tono de los reclamos en su Directorio para la Pastoral Social en México, en que advertía del “desgajamiento del tejido social” y señalaba: “como un hecho cultural, la violencia en los hogares, en las calles, en las escuelas y en las comunidades, crece como espiral sin fin. Especialmente lastima la violencia generada por el crimen organizado en sus múltiples expresiones: el narcotráfico, el secuestro, el robo, el comercio ilegal, el tráfico de personas y la explotación sexual contra menores”. En el mismo documento, sentenciaba “a paz surgirá cuando la lucha por la justicia sea llevada adelante, cuando se siga creyendo que es posible construir a partir de lo que ha quedado por debajo de los escombros” y acusaba al Estado de abdicar “ante su compromiso con la justicia y la igualdad”. En el mismo año, los obispos y la CEM emitieron cuatro comunicados y declaraciones en que llamaban a la pacificación, y la concordia.

Durante 2006, la jerarquía católica emitió seis comunicados, mensajes y documentos, entre ellos destacó “Participar y decidir el bien común en la Justicia y la Paz”, por el que incluso se acusó a la Iglesia de tratar de influir en la elección presidencial de ese año que a la postre ganaría Felipe Calderón. El texto fue material para una serie de talleres dentro de la campaña “Fe y política” de la CEM, y además de llamados a la concordia y el debate de propuestas incluía la reflexión sobre la conveniencia de impulsar reformas estructurales en las políticas públicas y arguía: “todo creyente tiene el deber inmediato e inexcusable de colaborar en favor de un orden justo en la sociedad, configurar rectamente la vida social y animar todas y cada una de las actividades políticas que le corresponda viviéndolas ‘como caridad social’”.


En enero del 2008, ya en plena guerra del Estado Mexicano contra el crimen organizado, los obispos de la provincia eclesiástica de Acapulco emitieron una carta pastoral “En respuesta a la violencia que deriva de las organizaciones criminales y el deterioro de la vida social”; en ella hacen llamados a la familia, los medios de comunicación, las escuelas, para participar en la pacificación y reeducar para evitar la incorporación de jóvenes al crimen organizado, y demandan a las autoridades de los tres niveles de gobierno “antepongan el bien común a los intereses de partidos o de grupos, sobre todo de aquéllos que se organizan para delinquir. Por otra parte, la autoridad tiene que llevar a cabo el saneamiento de los cuerpos de seguridad y las instancias de procuración de justicia para que sean confiables y garanticen una lucha a fondo contra el narcotráfico y toda forma de delincuencia organizada. Tiene que desaparecer cualquier señal de corrupción y de complicidad bajo la forma de protección política y policíaca a los criminales que tanto daño hacen a la sociedad. En el caso particular del narcotráfico, la autoridad tiene que promover una lucha integral contra el mismo que considere la prevención, el combate con la fuerza pública y la rehabilitación de las adicciones”. Fue el primero de siete documentos emitidos por la Iglesia Católica ese año respecto a la urgencia de paz y seguridad en el país.

En el 2009 hubo otros tres mensajes, en marzo, abril y noviembre, todos ellos con el tema de la paz, y entiende a la democracia, la participación ciudadana y la justicia social como centro de los mismos. Para el año siguiente, la Conferencia del Episcopado Mexicano emitió nueve documentos, todos en el mismo tono marcado por la exhortación pastoral del mes de febrero de 2010, en que advertía nuevamente del: “disimulo y tolerancia con el delito por parte de algunas autoridades responsables de la procuración, impartición y ejecución de la justicia. Esto tiene como efecto la impunidad, las deficiencias en la administración de justicia –por incapacidad, irresponsabilidad o corrupción–. Se ha hecho evidente la infiltración de la delincuencia organizada en instituciones del Estado. Si no hay justicia, se puede delinquir con mayor facilidad”.

En el 2011, la Iglesia no emitió oficialmente ningún comunicado referente al tema, pero algunos sacerdotes, particularmente de Morelos, respaldaron la iniciativa del escritor católico, Javier Sicilia, en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que en mayo de ese año inició su caminata hacia la Ciudad de México con la idea de abogar por las víctimas de la violencia y reclamaba al Estado en nombre de la sociedad: “Aparte de poner nosotros los muertos, hay impunidad, no se persigue, se les exime, no se mete a la cárcel a los criminales”.

En el 2012 la CEM retomó el discurso por la paz y de censura a las omisiones gubernamentales en cinco documentos, igual que haría en el 2013 en dos mensajes.

Los catorce documentos por la paz de la jerarquía católica en el 2014 incluyen la carta que los obispos de Acapulco enviaron a las familias de los normalistas de Ayotzinapa muertos y desaparecidos, y el primer “Basta ya” de los obispos de México respecto a la situación de violencia en el país. En ese texto, fechado el 12 de noviembre, la iglesia reconoce: “En medio de esta crisis vemos con esperanza el despertar de la sociedad civil que, como nunca antes en los últimos años, se ha manifestado contra la corrupción, la impunidad y la complicidad de algunas autoridades. Creemos que es necesario pasar de las protestas a las propuestas. Que nadie esté como buitre esperando los despojos del país para quedar satisfecho. La vía pacífica, que privilegia el diálogo y los acuerdos transparentes, sin intereses ocultos, es la que asegura la participación de todos para edificar un país para todos”; y advierte nuevamente: “Estamos en un momento crítico. Nos jugamos una auténtica democracia que garantice el fortalecimiento de las instituciones, el respeto de las leyes, y la educación, el trabajo y la seguridad de las nuevas generaciones, a las que no debemos negarles un futuro digno”.

En 2015, se emitieron 16 documentos, entre ellos cuatro con llamados a participar en las elecciones federales intermedias de ese año para contribuir con ello al fortalecimiento de la democracia y la reconciliación; pero también se incluye en ellos el primer plan nacional para la construcción de la paz, que incluye propuestas en materia de justicia, apoyo a víctimas, cuidado del medio ambiente, salud, educación y evangelización.

El año siguiente, la jerarquía católica emitió tres mensajes, pero también impulsó la primera jornada de oración por la paz. En 2017 los llamados conjuntos de la Iglesia a la paz sumaron 10, e incluyeron por primera vez el tema de la caminata migrante en México, pero también advirtieron en una declaración de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social sobre una “múltiple emergencia humanitaria” en el país en que nuevamente se pronuncian por terminar con las injusticias, la corrupción y las violencias sea cual sea su origen. Ambos ejes discursivos continuaron en los cuatro comunicados del 2018.

En el 2019, ya siendo presidente Andrés Manuel López Obrador, la CEM hizo públicos un discurso y cuatro boletines de prensa en que mantiene la demanda por la construcción conjunta de la paz; lo mismo que ocurrió en el 2020, ciclo en que destacó el respaldo de la Iglesia al paro de mujeres de marzo a través de un mensaje “por los recientes feminicidios”.

Durante 2021, la jerarquía católica emitió tres comunicados, un mensaje y una carta, todos con el tema de la paz. En la última, la dirección de Pastoral de Movilidad Humana, llamó a las autoridades a terminar con la represión de migrantes en todo el país.

En el año que corre, los obispos de México han emitido tres mensajes y un comunicado, el primero, fechado el 26 de enero, señala que en el país “hay regiones dominadas por las violencias”, por lo que llama a ”todas las instituciones públicas, sociales y privadas” a construir alternativas productivas y sociales que permitan la vida en paz y advierte que: “Esto requiere trabajo de los tres niveles de gobierno, de todos los actores sociales y de toda la sociedad apoyándolos con un trabajo persistente y de largo plazo”. También ha trascendido el mensaje del Obispo de Cuernavaca y secretario general de la CEM, Ramón Castro Castro, en que advierte que “México está salpicando sangre” y también llama a las autoridades a no olvidar su tarea para brindar seguridad y construir la paz.

Ramón Castro durante la jornada de oración a nivel nacional. / Froylán Trujillo | El Sol de Cuernavaca



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