Al grito de “Jaramillo vive, la lucha sigue”, se realizó la marcha mitin en Jojutla en honor a tan emblemático luchador social; el recorrido tuvo como meta el panteón de Tlaquiltenango, en donde se depositó una ofrenda floral por su 56 aniversario luctuoso. Al final, en la cancha techada de la cabecera municipal, se efectuó un mitin político cultural; en ese acto hubo pronunciamientos en contra de la criminalización de los movimientos sociales.
De forma consecutiva, el homenaje en memoria de Rubén Jaramillo y su familia se ha realizado desde hace 38 años. Los restos mortales del luchador social moran en una tumba del referido camposanto. Jaramillo y su esposa, Epifanía Zúñiga, quien estaba embarazada, cayeron abatidos el 23 de mayo de 1962 en las inmediaciones de la zona arqueológica de Xochicalco; lo mismo que sus hijos Filemón, Enrique y Ricardo.
En la marcha de este año, familiares de Jaramillo acompañaron la comitiva; entre ellos iba Consuelo “Chelo” Jaramillo y Justino Zúñiga, sobrino de Epifanía Zúñiga; además se sumaron representantes de organizaciones y movimientos sociales.
Hace 38 años, el homenaje empezó por conducto de los hermanos García, Pedro y Cirilo; así como de Paila Batalla, Ricarda Juárez, Reyna Jaramillo, Apolinar Alcocer, entre otros veteranos jaramillistas. Todos ellos también fueron recordados y celebrados. Otros rememorados fueron Héctor Valle Montes, quien hace dos años falleció. También se mencionó a Feliz Serdán Nájera, quien desde hace tres años forma parte de este evento.
Plutarco Emilio Jiménez se pronunció por el rescate y preservación de la memoria histórica del movimiento jaramillista, el cual siguió la lucha zapatista; exhortó a las nuevas generaciones a continuar con estos homenajes y destacó la importancia de construir el futuro sin olvidar el pasado histórico de nuestros héroes.
Por otro lado, Benito Paredes hizo hincapié en la lucha de las mujeres, como el caso de Epifanía Zúñiga; en ese sentido, comentó que la fecha también debe ser recordada para refrendar otras luchas y otros movimientos, aún vigentes en Morelos.
En el instante en que los marchistas arribaron al zócalo de Tlaquiltenango, un grupo de danza prehispánica exponía su espectáculo.
Posteriormente, se efectuó el evento político cultural, en donde representantes de diferentes organizaciones tomaban la palabra para pronunciarse contra el despojo de la tierra y la amenaza que representan las mineras de tajo abierto en el Surponiente del estado. Hubo fuertes pronunciamientos contra la criminalización de las luchas sociales, contra la ola delictiva y la corrupción y complicidad de la autoridad con organizaciones criminales.
