/ sábado 19 de junio de 2021

[Especial] El pequeño gran orgullo de ser alcalde de Cuernavaca

Expresidentes municipales de Cuernavaca comparten su experiencia en la administración de la capital morelense

Ser presidente municipal es una aspiración que no todos los cuernavacenses tienen la fortuna de alcanzar. Pero ¿cómo esos hombres comunes y corrientes llegaron a tener ese poder, y cómo lo manejaron? algunos mejor y otros no. En su propia voz, consideran que hicieron hasta donde pudieron, que el tiempo no alcanzó y que muchas veces fueron situaciones ajenas a ellos por lo que no se pudieron lograr otras cosas. Pero el mayor orgullo que no cambiarían por nada es haber gobernado la ciudad donde nacieron o donde viven con sus familias.

Manuel Martínez Garrigós acepta que cometió errores cuando fue presidente municipal, tal vez fue la edad porque a sus 29 años tomó las riendas de una ciudad que comenzaba a vivir -como en el resto del país- la sombra de la violencia.

Sentado hoy en su despacho desde donde prepara sus clases en la UNAM y los casos de litigio que tiene, confiesa que ser alcalde implica muchas horas de desvelo, de impacto fuerte en lo familiar, emocional y físico, pero, aun así, “volvería a vivir ese momento, porque no hay nada más grande en la vida que ser presidente municipal, ser el administrador de una gran casa como es la ciudad donde naciste”.

Con todo y eso, la fama y el poder no lo marearon, señala; aunque sí hubo cosas que quiso apresurar y que tal vez hoy a la distancia y analizando los momentos, ya no volvería a repetir.

Y es que ser alcalde implica “una gran responsabilidad, que si uno lo toma con sentido ético y profesional es una de las distinciones más grandes que puedas tener en la vida, gobernar tu ciudad y tu estado son dos pasos importantes que no todos los cuernavacenses o morelenses tienen oportunidad de hacerlo”.

Pero sentarse por primera vez en esa silla del gobierno, ¿qué se siente?

“A mí me sucedió, y a pesar de lo que se pueda decir, que sentí que la ciudad era la casa de todos y que en ese momento era el responsable momentáneo de esa casa, por eso, siempre busqué que la ciudad estuviera guapa, conmigo las calles siempre estaban limpias, no había anuncios de ningún tipo, las fuentes, las jardineras en las avenidas principales todo ese trabajo de embellecimiento que fueron al final 39 obras públicas iban encaminadas a ese amor de poner guapa a Cuernavaca, y con eso se fortalecía el desarrollo económico de la ciudad”.


Manuel Martínez, acepta que tal vez en ese momento le faltó un poco más de experiencia que solo se adquiere con la edad, aunque eso tiene sus pros y sus contras, cuando eres joven hay más energía, “tienes muchos temores y previenes mucho menos y eso también es una fortaleza que si no la cuidas se convierte en debilidad”.

¿Cuándo eres alcalde duermes tranquilo?

“(risas) …bueno me tocó la transición cuando ya el Estado mexicano, para algunos teóricos ya en calidad de fallido, no lo sé si así, pero me tocó como esa transición, yo había querido ser alcalde para cortar listones, para dar buenas noticias y no para enfrentar todas estas vicisitudes y problemas, y que siguen estando allí, pero además con temas que no son competencia directa pero sí responsabilidad moral e indirecta, luego entonces, me refiero a la delincuencia organizada, el problema de la seguridad y eso me generó mucho desvelo y muy pocas horas de sueño, y aunque sabía que le dolía a la ciudad porque la había recorrido bien, en servicios, empleo, turismo, la tramitología, hubo cosas que faltaron por hacer. Me tocó que llegó todo este tema de Arturo Beltrán y toda la descomposición, te genera que no puedas dormir y llegues a un estado donde nunca te imaginaste estar”.



Jorge Morales Barud, fue gobernador interino (1998-2000) en la etapa más convulsa del estado de Morelos. Eso, acepta, le sirvió para enfrentar un trienio en Cuernavaca (2012-2015) como presidente municipal, sobre todo porque le tocó en el periodo de mayor deuda, desconfianza y animadversión que había de los ciudadanos hacia el gobierno de la capital.

Pero para el nacido en Puente de Ixtla, no era nada nuevo, ya había estado al frente de la alcaldía en su municipio, y luego la experiencia de la gubernatura interina. Pero el haber sido alcalde de la capital del estado, dijo, tuvo su complejidad sin duda, aunque es un gusto como hombre y persona representar a la autoridad en la ciudad.

“Uno tiene que asumir ese reto, hacer el compromiso de que va a ser un trabajo arduo, esforzado, y muchas veces hasta ingrato; porque una característica de los ayuntamientos, es la escasez de recursos y son muchas las demandas en obras y servicios públicos fundamentalmente”.

Sin embargo, el ser alcalde de una ciudad como Cuernavaca, significa que tienes el reconocimiento de los ciudadanos, y eso implica sentir satisfacción, como una energía, -lo describe-, que ayuda a quien es presidente a salir adelante, lo cierto, acepta que es muy satisfactorio a nivel personal y profesional, pero, sobre todo, son cargos muy retadores.

¿Puede uno dormir tranquilo cuando se es presidente de una ciudad?

“(Respira) ese es un problema la verdad, en ocasiones uno se lleva los asuntos a la casa, y ese es el ejercicio que uno debe hacer, es como un tema emocional de priorizar asuntos y darle el valor que tiene, pero no ir más allá”.

Los tres años que le tocaron gobernar en Cuernavaca, expresa, nunca se buscaron conflictos y todas las decisiones de lo realizado en el cabildo fueron públicas y se acordaron antes, y no hubo sorpresas para nadie. Además de que encabezó un enorme esfuerzo por atender las deudas con bancos, incluso algunas se pagaron.

Sergio Estrada Cajigal Ramírez.

Sergio Alberto Estrada Cajigal Ramírez, resultó un “boom” social, un fenómeno que arrebató por primera vez al partido dominante en ese entonces la capital del estado con las siglas del Partido Acción Nacional (PAN), aunque algunos dicen fue la “ola blanquiazul” a nivel nacional. Si bien, tenía antecedentes con su abuelo y su padre en la política, en el 1997- 2000, logró que por primera vez se arrebatará la oposición la capital morelense.

Esa experiencia personalmente le dejó una gran satisfacción, pero al mismo tiempo “el reto era muy grande sobre todo porque la sociedad y la gente que votó por nosotros confiaba en que se hicieran las cosas diferentes y mejor, el reto fue conformar un equipo de colaboradores, y designé a las personas con el perfil y eso fue la clave para dar resultados”.

A la distancia dice que no todo eran risas y alegría, porque de inmediato te ubicas en la realidad y reconoces la enorme responsabilidad frente a ti. “Decíamos, primero donde ganemos –a presidencia- y ya que ganamos vimos que no iba a ser sencillo”.

Incluso una vez que tomó protesta y pasada la euforia, reconoce que afortunadamente dentro de su personalidad tiene algo que no había descubierto hasta ese momento una vez sentado en la silla presidencial, se trata de sentido común, y con eso repartió beneficios para la ciudad, sobre todo evaluar lo urgente y lo que no.

¿Cómo se manejan las diferentes emociones que van ligadas a la fama, al poder y halagos de pasar de ser un ciudadano a presidente municipal?

“La verdad es que no me afectó como para decir: ‘es que vengo de una familia especial o elegida’. Actuábamos como una familia normal, y traté de mantener esa actitud durante la presidencia municipal y después como gobernador. No marearse en un tabique.

¿Habrías cambiado algo que tal vez no debiste o no se pudo en ese momento?

“Me faltó la mano izquierda con los políticos, tal vez decirles que sí, pero no cuándo. Sí fue más trabajo político, porque la oposición estaba muy aguerrida, actúe de manera muy rigurosa en las manifestaciones con la ley en la mano, peor tal vez faltó en ese momento trato político con la oposición”.

Acepta que por la inexperiencia en el cargo, no se sopesan las repercusiones como se ve al paso de los años. Sergio Estrada anda solo, no obstante que fue gobernador, hoy maneja su auto por la ciudad sin el peso de los cargos que ha tenido. Se viste casual con camisa desfajada, pantalón ajustado y botines.

Por eso, en ese momento y hoy, confiesa que duerme tranquilo y bien, como cuando era presidente municipal. “Debo decirte que en su momento nos asesoramos con otras presidencias municipales como Garza García, Puebla, donde se ganó siendo oposición el PAN; teníamos cursos de capacitación y de ubicarse muy bien en la responsabilidad. Sabía yo que ser presidente municipal requería de las 24 horas del día, pero también entendí que no debía gastar mi persona o el físico con una responsabilidad que es una encomienda de la sociedad, trataba de tener tiempo libre, por eso dormía tranquilo porque administraba mi tiempo, no dejarte llevar porque nunca te alcanza el tiempo para todo lo que debes hacer; si yo me hubiera clavado en todos los pendientes me hubiera desgastado físicamente aún más de lo que se desgasta”.

Pero, aunque no se quiera, el impacto en la familia, dice, Sergio Estrada Cajigal, es inherente, sobre todo porque hay actividades que se necesitan atender forzosamente y se deben dejar de lado las actividades con la familia. Pero se debe tratar de equilibrar, porque sí afecta. Aunque muchas veces, confesó, también existieron instantes de arrepentimiento de involucrarse en los cargos públicos, y hubiera querido que fuera diferente.

El primer panista en encabezar la administración de la capital, expuso que cada alcalde que asume la responsabilidad, seguramente tiene la capacidad para enfrentar las adversas situaciones, “lo único que les diría a quienes en el futuro serán presidentes es: que le vaya bien; “yo vivo aquí, quise volver a ser presidente municipal para demostrar que se podía mejorar, y lo que deseo es que al próximo le vaya bien, y por muchos consejos que des, tienen que vivirlo y enfrentar cada experiencia para que puedan hablar de eso”.

¿Hubieras preferido ser presidente municipal en ese tiempo o lo cambiarías por este trienio que viene?

“No, me quedo con aquel, era mucho mejor, hoy el Ayuntamiento está endeudado y hay mucha corrupción, e incluso se habla de mafias y delincuencia organizada, y creo que hoy es más complicado. Además hay más población y más colonias y más necesidades. Ya la historia me recordará con base en lo que hicimos, porque personalmente mi compromiso era mi ciudad; fui señalado y acusado, pero finalmente ando solo por la calle y todo lo que me dijeron fue falso. Estoy tranquilo y sé que la gente me va a recordar por las cosas buenas que hicimos”.

Adrián Rivera Pérez.

Eran años cuando el PAN en Morelos vivía sus mejores tiempos, época de bonanza y al competir, ganar era casi seguro en los distintos espacios de representación política, pero Adrián Rivera Pérez, presidente municipal en el 2003-2006, estar a cargo de la administración municipal era un escaño más, luego de ser diputado local, federal y posterior a la alcaldía, senador.

Sin embargo, confiesa que haber ganado la presidencia municipal tuvo un orgullo especial, porque si bien el blanquiazul era dominante en la política, venir de una campaña desgastante, y lograr el objetivo como era la alcaldía, sin duda fue la mejor satisfacción que recuerda con agrado.

Si bien el primer síntoma es la alegría o felicidad, tampoco puedes dejar de lado la responsabilidad que eso implica, “ya que ganamos, llegué a la oficina de la casa de campaña, celebramos con el equipo y al entrar a mi oficina, solo recuerdo respirar profundamente y decir: ‘ganamos’. Si bien dije, ‘ya terminó esto’, en lo personal reflexioné, y que apenas comenzaba en realidad, porque el objetivo real era gobernar bien para los ciudadanos y eso se ve ya cuando ejerces el poder; sí ganamos, pero también se siente el compromiso del trabajo verdadero”.

Lo primero que tuvo como encomienda, señala, fue tras el triunfo hablar con su familia, con sus siete hijos, todos menores de edad y su esposa. “Hay una dimensión nueva, no implica privilegios, o que nos sacamos la lotería, sino al contrario, -les dijo- tenemos que seguir siendo una familia moderada, y luego en el segundo círculo, -porque cuando ganas algo así- o te salen familia o amigos y familiares lejanos”.

¿Cómo evitar caer en esa tentación del poder, y de saber que puedes ordenar en la ciudad?

“En ese momento, los panistas tenían principios y valores, eso era fundamental, estábamos formados en un doctrina social y de principios humanistas, y nuestra cantaleta permanente en el partido, era ganes o no, busques una posición política, nosotros somos como cualquier persona, y nuestro objetivo es: no somos jefes, sino empleados de los ciudadanos. Llegas con una moderación, pero inevitablemente la condición humana te da una posición y te empieza a generar espejitos por así decirlo, porque aun los que no son de tu partido comienzan la lisonja y los halagos, que en la condición humana a cualquiera de nosotros te genera eso: ‘cómo no me había dado cuenta que era tan guapo o tan bueno para eso’ ”.

Todo lo que encierra la posición, de que te hablen en todos lados, te saluden y te inviten por todos lados, no es fácil; pero la doctrina del blanquiazul enseñaba valores: que no se es dueño del municipio, o la administración, y sí provoca cierta inquietud en la persona.

Cuando llegó el momento de tomar decisiones, Adrián Rivera confesó que no le costó trabajo porque el objetivo principal era hacer bien las cosas, y “en lo que respecta a mí busqué siempre, y lo he buscado, el diálogo, el acuerdo, la negociación en lugar de un pleito”.

Adrián Rivera acepta que es innegable que al llegar a la presidencia cambia el nivel de vida- aunque ya había sido diputado local y federal- pero también influye en la personalidad por el poder político que adquiere uno, y en el contexto de la vida respecto a los bienes, cambia, porque comienza haber un ingreso que en la mayoría de los casos es bueno -aunque hoy los salarios están probablemente en cien mil pesos- salvo aquellos que tienen una vida desahogada, y eso no les implica un incremento mayor, pero sin duda porque de momento los regidores que comienzan a ganar hasta 60 mil pesos, cuando en toda su vida ganaban 10 mil si acaso.

Como presidente municipal, Adrián Rivera, comenta que dormía tranquilo, buscó que en ningún momento su función de padre de familia chocará con su responsabilidad, buscaba estar en los festivales, los cumpleaños y aniversarios, porque, en su opinión, un alcalde puede hacer su propia agenda y si se organiza bien se puede llevar una vida casi normal, sin descuidar al equipo de trabajo.

El exalcalde panista, dijo estar satisfecho porque su labor al administrar los recursos de la ciudad, la gente lo recuerda para bien, incluso algunos expresan que sus obras ayudaron en sus colonias a sus familias, “quien me ubica y me reconoce hasta hoy, no he tenido un señalamiento o una mala cara, o un reclamo o incluso salirse de un lugar, y casi la mayoría que me recuerda lo hace con buena disposición. Tampoco puedo decir que todo el mundo me quiere, pero aquellos que me reconocen preguntan si volveré a participar, y claro que existe el gusanito, pero casi siempre donde voy, me saludan con agrado”.

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Ser presidente municipal es una aspiración que no todos los cuernavacenses tienen la fortuna de alcanzar. Pero ¿cómo esos hombres comunes y corrientes llegaron a tener ese poder, y cómo lo manejaron? algunos mejor y otros no. En su propia voz, consideran que hicieron hasta donde pudieron, que el tiempo no alcanzó y que muchas veces fueron situaciones ajenas a ellos por lo que no se pudieron lograr otras cosas. Pero el mayor orgullo que no cambiarían por nada es haber gobernado la ciudad donde nacieron o donde viven con sus familias.

Manuel Martínez Garrigós acepta que cometió errores cuando fue presidente municipal, tal vez fue la edad porque a sus 29 años tomó las riendas de una ciudad que comenzaba a vivir -como en el resto del país- la sombra de la violencia.

Sentado hoy en su despacho desde donde prepara sus clases en la UNAM y los casos de litigio que tiene, confiesa que ser alcalde implica muchas horas de desvelo, de impacto fuerte en lo familiar, emocional y físico, pero, aun así, “volvería a vivir ese momento, porque no hay nada más grande en la vida que ser presidente municipal, ser el administrador de una gran casa como es la ciudad donde naciste”.

Con todo y eso, la fama y el poder no lo marearon, señala; aunque sí hubo cosas que quiso apresurar y que tal vez hoy a la distancia y analizando los momentos, ya no volvería a repetir.

Y es que ser alcalde implica “una gran responsabilidad, que si uno lo toma con sentido ético y profesional es una de las distinciones más grandes que puedas tener en la vida, gobernar tu ciudad y tu estado son dos pasos importantes que no todos los cuernavacenses o morelenses tienen oportunidad de hacerlo”.

Pero sentarse por primera vez en esa silla del gobierno, ¿qué se siente?

“A mí me sucedió, y a pesar de lo que se pueda decir, que sentí que la ciudad era la casa de todos y que en ese momento era el responsable momentáneo de esa casa, por eso, siempre busqué que la ciudad estuviera guapa, conmigo las calles siempre estaban limpias, no había anuncios de ningún tipo, las fuentes, las jardineras en las avenidas principales todo ese trabajo de embellecimiento que fueron al final 39 obras públicas iban encaminadas a ese amor de poner guapa a Cuernavaca, y con eso se fortalecía el desarrollo económico de la ciudad”.


Manuel Martínez, acepta que tal vez en ese momento le faltó un poco más de experiencia que solo se adquiere con la edad, aunque eso tiene sus pros y sus contras, cuando eres joven hay más energía, “tienes muchos temores y previenes mucho menos y eso también es una fortaleza que si no la cuidas se convierte en debilidad”.

¿Cuándo eres alcalde duermes tranquilo?

“(risas) …bueno me tocó la transición cuando ya el Estado mexicano, para algunos teóricos ya en calidad de fallido, no lo sé si así, pero me tocó como esa transición, yo había querido ser alcalde para cortar listones, para dar buenas noticias y no para enfrentar todas estas vicisitudes y problemas, y que siguen estando allí, pero además con temas que no son competencia directa pero sí responsabilidad moral e indirecta, luego entonces, me refiero a la delincuencia organizada, el problema de la seguridad y eso me generó mucho desvelo y muy pocas horas de sueño, y aunque sabía que le dolía a la ciudad porque la había recorrido bien, en servicios, empleo, turismo, la tramitología, hubo cosas que faltaron por hacer. Me tocó que llegó todo este tema de Arturo Beltrán y toda la descomposición, te genera que no puedas dormir y llegues a un estado donde nunca te imaginaste estar”.



Jorge Morales Barud, fue gobernador interino (1998-2000) en la etapa más convulsa del estado de Morelos. Eso, acepta, le sirvió para enfrentar un trienio en Cuernavaca (2012-2015) como presidente municipal, sobre todo porque le tocó en el periodo de mayor deuda, desconfianza y animadversión que había de los ciudadanos hacia el gobierno de la capital.

Pero para el nacido en Puente de Ixtla, no era nada nuevo, ya había estado al frente de la alcaldía en su municipio, y luego la experiencia de la gubernatura interina. Pero el haber sido alcalde de la capital del estado, dijo, tuvo su complejidad sin duda, aunque es un gusto como hombre y persona representar a la autoridad en la ciudad.

“Uno tiene que asumir ese reto, hacer el compromiso de que va a ser un trabajo arduo, esforzado, y muchas veces hasta ingrato; porque una característica de los ayuntamientos, es la escasez de recursos y son muchas las demandas en obras y servicios públicos fundamentalmente”.

Sin embargo, el ser alcalde de una ciudad como Cuernavaca, significa que tienes el reconocimiento de los ciudadanos, y eso implica sentir satisfacción, como una energía, -lo describe-, que ayuda a quien es presidente a salir adelante, lo cierto, acepta que es muy satisfactorio a nivel personal y profesional, pero, sobre todo, son cargos muy retadores.

¿Puede uno dormir tranquilo cuando se es presidente de una ciudad?

“(Respira) ese es un problema la verdad, en ocasiones uno se lleva los asuntos a la casa, y ese es el ejercicio que uno debe hacer, es como un tema emocional de priorizar asuntos y darle el valor que tiene, pero no ir más allá”.

Los tres años que le tocaron gobernar en Cuernavaca, expresa, nunca se buscaron conflictos y todas las decisiones de lo realizado en el cabildo fueron públicas y se acordaron antes, y no hubo sorpresas para nadie. Además de que encabezó un enorme esfuerzo por atender las deudas con bancos, incluso algunas se pagaron.

Sergio Estrada Cajigal Ramírez.

Sergio Alberto Estrada Cajigal Ramírez, resultó un “boom” social, un fenómeno que arrebató por primera vez al partido dominante en ese entonces la capital del estado con las siglas del Partido Acción Nacional (PAN), aunque algunos dicen fue la “ola blanquiazul” a nivel nacional. Si bien, tenía antecedentes con su abuelo y su padre en la política, en el 1997- 2000, logró que por primera vez se arrebatará la oposición la capital morelense.

Esa experiencia personalmente le dejó una gran satisfacción, pero al mismo tiempo “el reto era muy grande sobre todo porque la sociedad y la gente que votó por nosotros confiaba en que se hicieran las cosas diferentes y mejor, el reto fue conformar un equipo de colaboradores, y designé a las personas con el perfil y eso fue la clave para dar resultados”.

A la distancia dice que no todo eran risas y alegría, porque de inmediato te ubicas en la realidad y reconoces la enorme responsabilidad frente a ti. “Decíamos, primero donde ganemos –a presidencia- y ya que ganamos vimos que no iba a ser sencillo”.

Incluso una vez que tomó protesta y pasada la euforia, reconoce que afortunadamente dentro de su personalidad tiene algo que no había descubierto hasta ese momento una vez sentado en la silla presidencial, se trata de sentido común, y con eso repartió beneficios para la ciudad, sobre todo evaluar lo urgente y lo que no.

¿Cómo se manejan las diferentes emociones que van ligadas a la fama, al poder y halagos de pasar de ser un ciudadano a presidente municipal?

“La verdad es que no me afectó como para decir: ‘es que vengo de una familia especial o elegida’. Actuábamos como una familia normal, y traté de mantener esa actitud durante la presidencia municipal y después como gobernador. No marearse en un tabique.

¿Habrías cambiado algo que tal vez no debiste o no se pudo en ese momento?

“Me faltó la mano izquierda con los políticos, tal vez decirles que sí, pero no cuándo. Sí fue más trabajo político, porque la oposición estaba muy aguerrida, actúe de manera muy rigurosa en las manifestaciones con la ley en la mano, peor tal vez faltó en ese momento trato político con la oposición”.

Acepta que por la inexperiencia en el cargo, no se sopesan las repercusiones como se ve al paso de los años. Sergio Estrada anda solo, no obstante que fue gobernador, hoy maneja su auto por la ciudad sin el peso de los cargos que ha tenido. Se viste casual con camisa desfajada, pantalón ajustado y botines.

Por eso, en ese momento y hoy, confiesa que duerme tranquilo y bien, como cuando era presidente municipal. “Debo decirte que en su momento nos asesoramos con otras presidencias municipales como Garza García, Puebla, donde se ganó siendo oposición el PAN; teníamos cursos de capacitación y de ubicarse muy bien en la responsabilidad. Sabía yo que ser presidente municipal requería de las 24 horas del día, pero también entendí que no debía gastar mi persona o el físico con una responsabilidad que es una encomienda de la sociedad, trataba de tener tiempo libre, por eso dormía tranquilo porque administraba mi tiempo, no dejarte llevar porque nunca te alcanza el tiempo para todo lo que debes hacer; si yo me hubiera clavado en todos los pendientes me hubiera desgastado físicamente aún más de lo que se desgasta”.

Pero, aunque no se quiera, el impacto en la familia, dice, Sergio Estrada Cajigal, es inherente, sobre todo porque hay actividades que se necesitan atender forzosamente y se deben dejar de lado las actividades con la familia. Pero se debe tratar de equilibrar, porque sí afecta. Aunque muchas veces, confesó, también existieron instantes de arrepentimiento de involucrarse en los cargos públicos, y hubiera querido que fuera diferente.

El primer panista en encabezar la administración de la capital, expuso que cada alcalde que asume la responsabilidad, seguramente tiene la capacidad para enfrentar las adversas situaciones, “lo único que les diría a quienes en el futuro serán presidentes es: que le vaya bien; “yo vivo aquí, quise volver a ser presidente municipal para demostrar que se podía mejorar, y lo que deseo es que al próximo le vaya bien, y por muchos consejos que des, tienen que vivirlo y enfrentar cada experiencia para que puedan hablar de eso”.

¿Hubieras preferido ser presidente municipal en ese tiempo o lo cambiarías por este trienio que viene?

“No, me quedo con aquel, era mucho mejor, hoy el Ayuntamiento está endeudado y hay mucha corrupción, e incluso se habla de mafias y delincuencia organizada, y creo que hoy es más complicado. Además hay más población y más colonias y más necesidades. Ya la historia me recordará con base en lo que hicimos, porque personalmente mi compromiso era mi ciudad; fui señalado y acusado, pero finalmente ando solo por la calle y todo lo que me dijeron fue falso. Estoy tranquilo y sé que la gente me va a recordar por las cosas buenas que hicimos”.

Adrián Rivera Pérez.

Eran años cuando el PAN en Morelos vivía sus mejores tiempos, época de bonanza y al competir, ganar era casi seguro en los distintos espacios de representación política, pero Adrián Rivera Pérez, presidente municipal en el 2003-2006, estar a cargo de la administración municipal era un escaño más, luego de ser diputado local, federal y posterior a la alcaldía, senador.

Sin embargo, confiesa que haber ganado la presidencia municipal tuvo un orgullo especial, porque si bien el blanquiazul era dominante en la política, venir de una campaña desgastante, y lograr el objetivo como era la alcaldía, sin duda fue la mejor satisfacción que recuerda con agrado.

Si bien el primer síntoma es la alegría o felicidad, tampoco puedes dejar de lado la responsabilidad que eso implica, “ya que ganamos, llegué a la oficina de la casa de campaña, celebramos con el equipo y al entrar a mi oficina, solo recuerdo respirar profundamente y decir: ‘ganamos’. Si bien dije, ‘ya terminó esto’, en lo personal reflexioné, y que apenas comenzaba en realidad, porque el objetivo real era gobernar bien para los ciudadanos y eso se ve ya cuando ejerces el poder; sí ganamos, pero también se siente el compromiso del trabajo verdadero”.

Lo primero que tuvo como encomienda, señala, fue tras el triunfo hablar con su familia, con sus siete hijos, todos menores de edad y su esposa. “Hay una dimensión nueva, no implica privilegios, o que nos sacamos la lotería, sino al contrario, -les dijo- tenemos que seguir siendo una familia moderada, y luego en el segundo círculo, -porque cuando ganas algo así- o te salen familia o amigos y familiares lejanos”.

¿Cómo evitar caer en esa tentación del poder, y de saber que puedes ordenar en la ciudad?

“En ese momento, los panistas tenían principios y valores, eso era fundamental, estábamos formados en un doctrina social y de principios humanistas, y nuestra cantaleta permanente en el partido, era ganes o no, busques una posición política, nosotros somos como cualquier persona, y nuestro objetivo es: no somos jefes, sino empleados de los ciudadanos. Llegas con una moderación, pero inevitablemente la condición humana te da una posición y te empieza a generar espejitos por así decirlo, porque aun los que no son de tu partido comienzan la lisonja y los halagos, que en la condición humana a cualquiera de nosotros te genera eso: ‘cómo no me había dado cuenta que era tan guapo o tan bueno para eso’ ”.

Todo lo que encierra la posición, de que te hablen en todos lados, te saluden y te inviten por todos lados, no es fácil; pero la doctrina del blanquiazul enseñaba valores: que no se es dueño del municipio, o la administración, y sí provoca cierta inquietud en la persona.

Cuando llegó el momento de tomar decisiones, Adrián Rivera confesó que no le costó trabajo porque el objetivo principal era hacer bien las cosas, y “en lo que respecta a mí busqué siempre, y lo he buscado, el diálogo, el acuerdo, la negociación en lugar de un pleito”.

Adrián Rivera acepta que es innegable que al llegar a la presidencia cambia el nivel de vida- aunque ya había sido diputado local y federal- pero también influye en la personalidad por el poder político que adquiere uno, y en el contexto de la vida respecto a los bienes, cambia, porque comienza haber un ingreso que en la mayoría de los casos es bueno -aunque hoy los salarios están probablemente en cien mil pesos- salvo aquellos que tienen una vida desahogada, y eso no les implica un incremento mayor, pero sin duda porque de momento los regidores que comienzan a ganar hasta 60 mil pesos, cuando en toda su vida ganaban 10 mil si acaso.

Como presidente municipal, Adrián Rivera, comenta que dormía tranquilo, buscó que en ningún momento su función de padre de familia chocará con su responsabilidad, buscaba estar en los festivales, los cumpleaños y aniversarios, porque, en su opinión, un alcalde puede hacer su propia agenda y si se organiza bien se puede llevar una vida casi normal, sin descuidar al equipo de trabajo.

El exalcalde panista, dijo estar satisfecho porque su labor al administrar los recursos de la ciudad, la gente lo recuerda para bien, incluso algunos expresan que sus obras ayudaron en sus colonias a sus familias, “quien me ubica y me reconoce hasta hoy, no he tenido un señalamiento o una mala cara, o un reclamo o incluso salirse de un lugar, y casi la mayoría que me recuerda lo hace con buena disposición. Tampoco puedo decir que todo el mundo me quiere, pero aquellos que me reconocen preguntan si volveré a participar, y claro que existe el gusanito, pero casi siempre donde voy, me saludan con agrado”.

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