/ miércoles 16 de diciembre de 2020

Con carisma sobrevive la Pescadería Ortega

Ademas de un trato agradable con los clientes y de ofrecer producto fresco, durante la contingencia optó por vender mariscos

A Víctor Espinoza le apasiona el comercio. Desde el mercado municipal “Hermenegildo Galeana”, en Cuautla, lleva catorce años vendiendo pescados y mariscos, y el entusiasmo con que atiende hoy a la gente es el mismo que lo acompañó cuando, a sus 27 años, empezó a escribir la historia de la Pescadería Ortega, un establecimiento que hoy le da empleo a siete personas más.

“Empecé solo, fue muy difícil y lo sigue siendo a la fecha, porque las ventas a veces bajan. Hay mucha competencia y cada vez sale más, pero vamos manteniéndonos”, relata Víctor, entre las voces activas de sus trabajadores, las de los comerciantes vecinos y las de sus clientes. Es domingo antes del mediodía, hora en que la gente acude al mercado a comprar las cosas para la comida.

Pasión por el comercio

Quien quiera contarle a un nuevo comerciante el secreto para que su negocio sea exitoso y duradero, podrá hablar de muchas cosas: la calidad del producto, el servicio al cliente, el mejor precio. Pero hay un ingrediente cálido, al interior de cada persona, sin el cual las cosas simplemente no funcionan: el gusto por tratar con la gente, el diálogo con el cliente, una relación edificada a fuerza de horas, semanas y años.

“Tratar con la gente no es algo que me canse. Es reconfortante, así que estoy muy contento, muy feliz, me gusta mucho hablar con las personas, ese es mi estilo”, sostiene Víctor.

Para Víctor, el comercio está en la sangre, ya que la venta de mariscos ha acompañado a su familia mucho antes de que él decidiera dedicarse a esto.

“Siempre me gustó el proyecto, siempre me dediqué a esto y me lo inculcaron mis abuelos, que son comerciantes. Yo me crie en los mariscos, así que desde ahí me gustó mucho”, declara.

La pasión, cada día, inicia a las seis con treinta de la mañana, que es la hora en que “Marisquería Ortega” abre sus puertas al público, de lunes a domingo, sin un solo día de descanso.

La pandemia

Para Víctor Espinoza y el personal de esta marisquería cuautlense, el impacto de la pandemia del Covid-19 fue clarísimo, pues inició en el momento en que más ventas se esperaban: la Cuaresma, un periodo del año en que las personas se limitan en la ingesta de carne y optan por los mariscos, llegó justo cuando las autoridades de salud impusieron una serie de restricciones que invitaban a la ciudadanía a quedarse en casa y abstenerse de acudir a balnearios o restaurantes. Víctor tuvo que cerrar.

“En marzo tuve que cerrar, y así estuvimos los días de cuaresma. Me preocupaba más que nada la clientela, porque dije ‘si me enfermo yo, voy a enfermar a los clientes, y de ahí comemos, de ellos, por eso cerré quince días”, recuerda.

Víctor también pensaba en su hija, cuya salud no quería ver perjudicada. Y además estaba preocupado por los trabajadores, que no tenían que verse afectados por un problema que estaba fuera de las manos de todos.

“Cuando nos fuimos a descansar, ellos se fueron con goce de sueldo, pero al cabo de dos semanas eso era lo que más me apresuraba”, relata.

La opción B

Sin los ingresos a los que estaban acostumbrados, la contingencia sanitaria del Covid-19 llevó a los comerciantes de todo el país a buscar nuevas opciones para seguir percibiendo ingresos económicos y albergar la esperanza de una posible reapertura. En el caso de Víctor, la salida fue empezar a preparar los mariscos desde su hogar, buscando darle salida al producto que tenía disponible en el refrigerador.

“Tuve servicio a domicilio, pero no fue como tal maripescadería, sino marisquería; tuve platillos de mariscos, camarones al mojo de ajo, mojarras, etcétera. Lo preparábamos en casa para tener solvencia económica, para no dañar tanto el negocio. Tuvimos que ser creativos”.

Al cabo de dos semanas, Víctor reabrió las puertas de la pescadería implementando las medidas sanitarias recomendadas por las autoridades, un aspecto que hoy sigue conservando para proteger tanto la salud de su gente, como de sus clientes.

Hoy en día, pese a que el semáforo de contagios de Covid-19 en Morelos permanece en color anaranjado, Víctor confía en que los tiempos mejorarán pronto, y que la gente podrá seguir degustando del sabor de sus mariscos.

“La clave es la calidad, la frescura del producto. Que no huela, que esté en buenas condiciones, mucha frescura”, afirma.

El surtido

A lo largo de quince años, Víctor se ha especializado en seleccionar los mejores camarones y mojarras para sus clientes. Arriba del mostrador, hoy busca relucir el eslogan “Sólo lo mejor”.

Se abastece en Calzada de la Viga, en Ciudad de México, lugar al que llegan los maricos que son retirados del mar en varias partes del país. Hay una gran variedad, y Víctor conoce la diferencia entre un tipo de camarón y otro: como que el color del camarón de mar es más amarillo que el del río, por ejemplo.

Camarón extra, camarón cristal grande, camarón café mediano, mojarra lisa, almeja chocolata, almeja reina. Y todo esto se encuentra aquí, en “Pescadería Ortega”.

“Y además vendemos todo tipo de salsas”, agrega Víctor.

En casa, los clientes degustan camarón al mojo de ajo, a la diabla, mojarra frita, tamales de camarón, de bagre, de filete.

Además de contar con su página de Facebook, el número de contacto es 735 134 94 28.

El marisco en la gastronomía mexicana

Rodeado de agua, México es uno de los países donde los mariscos han llegado a convertirse en parte esencial de la gastronomía, especialmente en aquellas regiones que tienen contacto directo con el mar. Entre los mariscos que forman parte de la gastronomía mexicana se encuentran el camarón y el pulpo, ideales para la preparación de los cócteles. Además de los clásicos filetes y las mojarras empanizadas, otro de los favoritos de quienes prefieren el estilo Sinaloa es el aguachile, que consiste en camarones bañados en jugo de limón, cebolla, salsa de chiles, pepino y aguacate.

En 2017, la producción acuícola en México generó más de 400 mil toneladas de pescados y mariscos en las zonas marítimas ribereñas, aguas interiores y estanques en territorio nacional, con un valor de 17 mil 813 millones de pesos. En las zonas acuícolas, la producción de pescados y mariscos contribuye a dinamizar la economía de las comunidades rurales. Tres años después, la producción nacional se encuentra en un proceso de reactivación, luego del impacto que tuvo la pandemia del Covid-19 en las ventas y la exportación.

A Víctor Espinoza le apasiona el comercio. Desde el mercado municipal “Hermenegildo Galeana”, en Cuautla, lleva catorce años vendiendo pescados y mariscos, y el entusiasmo con que atiende hoy a la gente es el mismo que lo acompañó cuando, a sus 27 años, empezó a escribir la historia de la Pescadería Ortega, un establecimiento que hoy le da empleo a siete personas más.

“Empecé solo, fue muy difícil y lo sigue siendo a la fecha, porque las ventas a veces bajan. Hay mucha competencia y cada vez sale más, pero vamos manteniéndonos”, relata Víctor, entre las voces activas de sus trabajadores, las de los comerciantes vecinos y las de sus clientes. Es domingo antes del mediodía, hora en que la gente acude al mercado a comprar las cosas para la comida.

Pasión por el comercio

Quien quiera contarle a un nuevo comerciante el secreto para que su negocio sea exitoso y duradero, podrá hablar de muchas cosas: la calidad del producto, el servicio al cliente, el mejor precio. Pero hay un ingrediente cálido, al interior de cada persona, sin el cual las cosas simplemente no funcionan: el gusto por tratar con la gente, el diálogo con el cliente, una relación edificada a fuerza de horas, semanas y años.

“Tratar con la gente no es algo que me canse. Es reconfortante, así que estoy muy contento, muy feliz, me gusta mucho hablar con las personas, ese es mi estilo”, sostiene Víctor.

Para Víctor, el comercio está en la sangre, ya que la venta de mariscos ha acompañado a su familia mucho antes de que él decidiera dedicarse a esto.

“Siempre me gustó el proyecto, siempre me dediqué a esto y me lo inculcaron mis abuelos, que son comerciantes. Yo me crie en los mariscos, así que desde ahí me gustó mucho”, declara.

La pasión, cada día, inicia a las seis con treinta de la mañana, que es la hora en que “Marisquería Ortega” abre sus puertas al público, de lunes a domingo, sin un solo día de descanso.

La pandemia

Para Víctor Espinoza y el personal de esta marisquería cuautlense, el impacto de la pandemia del Covid-19 fue clarísimo, pues inició en el momento en que más ventas se esperaban: la Cuaresma, un periodo del año en que las personas se limitan en la ingesta de carne y optan por los mariscos, llegó justo cuando las autoridades de salud impusieron una serie de restricciones que invitaban a la ciudadanía a quedarse en casa y abstenerse de acudir a balnearios o restaurantes. Víctor tuvo que cerrar.

“En marzo tuve que cerrar, y así estuvimos los días de cuaresma. Me preocupaba más que nada la clientela, porque dije ‘si me enfermo yo, voy a enfermar a los clientes, y de ahí comemos, de ellos, por eso cerré quince días”, recuerda.

Víctor también pensaba en su hija, cuya salud no quería ver perjudicada. Y además estaba preocupado por los trabajadores, que no tenían que verse afectados por un problema que estaba fuera de las manos de todos.

“Cuando nos fuimos a descansar, ellos se fueron con goce de sueldo, pero al cabo de dos semanas eso era lo que más me apresuraba”, relata.

La opción B

Sin los ingresos a los que estaban acostumbrados, la contingencia sanitaria del Covid-19 llevó a los comerciantes de todo el país a buscar nuevas opciones para seguir percibiendo ingresos económicos y albergar la esperanza de una posible reapertura. En el caso de Víctor, la salida fue empezar a preparar los mariscos desde su hogar, buscando darle salida al producto que tenía disponible en el refrigerador.

“Tuve servicio a domicilio, pero no fue como tal maripescadería, sino marisquería; tuve platillos de mariscos, camarones al mojo de ajo, mojarras, etcétera. Lo preparábamos en casa para tener solvencia económica, para no dañar tanto el negocio. Tuvimos que ser creativos”.

Al cabo de dos semanas, Víctor reabrió las puertas de la pescadería implementando las medidas sanitarias recomendadas por las autoridades, un aspecto que hoy sigue conservando para proteger tanto la salud de su gente, como de sus clientes.

Hoy en día, pese a que el semáforo de contagios de Covid-19 en Morelos permanece en color anaranjado, Víctor confía en que los tiempos mejorarán pronto, y que la gente podrá seguir degustando del sabor de sus mariscos.

“La clave es la calidad, la frescura del producto. Que no huela, que esté en buenas condiciones, mucha frescura”, afirma.

El surtido

A lo largo de quince años, Víctor se ha especializado en seleccionar los mejores camarones y mojarras para sus clientes. Arriba del mostrador, hoy busca relucir el eslogan “Sólo lo mejor”.

Se abastece en Calzada de la Viga, en Ciudad de México, lugar al que llegan los maricos que son retirados del mar en varias partes del país. Hay una gran variedad, y Víctor conoce la diferencia entre un tipo de camarón y otro: como que el color del camarón de mar es más amarillo que el del río, por ejemplo.

Camarón extra, camarón cristal grande, camarón café mediano, mojarra lisa, almeja chocolata, almeja reina. Y todo esto se encuentra aquí, en “Pescadería Ortega”.

“Y además vendemos todo tipo de salsas”, agrega Víctor.

En casa, los clientes degustan camarón al mojo de ajo, a la diabla, mojarra frita, tamales de camarón, de bagre, de filete.

Además de contar con su página de Facebook, el número de contacto es 735 134 94 28.

El marisco en la gastronomía mexicana

Rodeado de agua, México es uno de los países donde los mariscos han llegado a convertirse en parte esencial de la gastronomía, especialmente en aquellas regiones que tienen contacto directo con el mar. Entre los mariscos que forman parte de la gastronomía mexicana se encuentran el camarón y el pulpo, ideales para la preparación de los cócteles. Además de los clásicos filetes y las mojarras empanizadas, otro de los favoritos de quienes prefieren el estilo Sinaloa es el aguachile, que consiste en camarones bañados en jugo de limón, cebolla, salsa de chiles, pepino y aguacate.

En 2017, la producción acuícola en México generó más de 400 mil toneladas de pescados y mariscos en las zonas marítimas ribereñas, aguas interiores y estanques en territorio nacional, con un valor de 17 mil 813 millones de pesos. En las zonas acuícolas, la producción de pescados y mariscos contribuye a dinamizar la economía de las comunidades rurales. Tres años después, la producción nacional se encuentra en un proceso de reactivación, luego del impacto que tuvo la pandemia del Covid-19 en las ventas y la exportación.

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