La familia Campusano, como otras más, decidieron llevar a sus hijos a nadar al apantle de Atlacomulco sin importar la cuarentena; los menores chapotean, se arrojan cual clavadistas en la Quebrada, mientras sus madres cocinan en una fogata.
Algunos aprovechan para hacer negocio y ofrecen micheladas, chicharrones preparados y hasta fruta picada; otros prefieren comprar el six y llegar sólo a nadar.
Nosotros solo venimos de paso, uno de mis trabajadores descubrió este caudal y nos dejamos venir todos, comenta el señor Campusano, quien se dedica a la compra y venta de fierro viejo en el Estado de México.
Se rehusa a ser grabado pero sí platica que en su entidad la situación económica es sumamente difícil.
Imagínese, de mi negocio dependen 10 familias, todos estamos parados porque la gente no quiere salir a vendernos el cobre, en el metal no hay exportación y en el Estado de México está todo cerrado; no hemos podido vender.
Su familia y otros que se han ido sumando a ellos viven en un “lote” y de pronto sacan a sus hijos a “vacacionar”.
Siento muy feo por los viejitos, porque con esfuerzo van a vender su pet y su cartón para venderlo y pues los están regresando porque todo está cerrado.
Su esposa cocina pechuga empanizada, mientras su hija corta la lechuga y prepara los platos.
Discretamente, un grupo de cuatro jóvenes comen chicharrones y le dan un trago a su cerveza; cerca de él un niño juega con su pelota mientras otro trae un gran inflable con forma de “lagartija”.
El agua viene de un manantial, baja desde Chapultepec, comenta una joven que viene del municipio de Jiutepec.