/ jueves 3 de marzo de 2022

[Juntos Crecemos] La pandemia dio impulso a la creatividad

Hace siete años, Araceli Rangel empezó a hacer piezas con papel y ha hecho de este trabajo una fuente de ingresos para su vida

Hace siete años, Araceli Rangel empezó a tomar un curso de arte en papel para aprender a hacer figuras a través dobleces de papel bond, pero no imaginó que, tiempo después, aquellas piezas se convertirían en su sustento. Actualmente, las figuras de la cuautlense, entre las que se encuentran diseños originales del chinelo de Morelos, se exponen de miércoles a domingo en los jardines del antiguo ferrocarril interoceánico, en el Centro Histórico, en un puesto de madera que atiende ella misma, y donde, además, recibe a sus propios alumnos para enseñarles la técnica.

“Le decimos el arte en papel, pero es de la familia del origami”, explica Araceli.

Tiene 56 años y es perseverante. Tendría 49 cuando, después de ver una canasta hecha con puros dobleces de papel, se entusiasmó con la idea de aprender a hacer piezas similares, y fue así como se inscribió a un curso:

“Dieron un curso en el tren escénico, por parte del DIF, pero nada más duró un año. Después de eso, el maestro se fue y no hubo quien nos siguiera enseñando, pero a varias de las compañeras que lo empezamos nos gustó y continuamos por nuestra cuenta. Hemos ido perfeccionando las piezas, buscando hacer otras cosas”, recuerda, y sus ojos señalan hacia el colorido chinelo que ha traído consigo para ponerlo frente a la cámara, uno de sus máximos orgullos.

Entre sus favoritas, además, están las piñas. Acaso por el amarillo que reluce en ellas, porque evoca al sabor de esta fruta tropical, o porque sabe bien del esfuerzo que implica su elaboración, las piñas y los chinelos son las piezas de las que más se enorgullece. En promedio, cada una de estas piezas requiere de tres días para quedar lista.

“Una figura la hago en tres días, porque hay que empezar desde cortar el papel, doblarlo, y una vez que ya se tiene hay que hacer la base, y a partir de eso empezamos a formar la figura”, dice.

Actualmente, la técnica con la que aprendió a hacer las piezas sólo es dominada por cuatro personas en la región, todas ellas mujeres, según afirma. Y aunque hacer el mismo trabajo podría hacernos pensar en alguna forma de competencia, la verdad es que nada de eso.

“Somos tres compañeras las que seguimos haciendo esto: una compañera de Yecapixtla, otra que se instala en el mercado nuevo (de Cuautla), y una más en Villa de Ayala. Somos las que nos conectamos y conocemos, y hasta nos apoyamos cuando alguien necesita sacar su producto”, afirma.

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla

La pandemia, un empujón de creatividad

Cuando se aprende la técnica, pero no hay creatividad, es común que estas piezas carezcan de un sello distintivo, que no vayan más allá de figuras genéricas y que no lleguen a plasmar la esencia de la persona ni del lugar en que se realicen. Durante los primeros años, Araceli se enfrentó a los cuestionamientos de la gente que pasaba por su puesto, preguntando no por las flores o las frutas, sino por algún trabajo con sello morelense. Fue así como empezó a hacer sus chinelos, que hoy se encuentran entre sus trabajos más vendidos.

“Lo que más hago son las piñas, pero entonces me decían ‘algo que hagas tú, que sea de la identidad de Morelos’. Y fue así como empecé con los chinelos, haciéndolos con sus distintos estilos, como es el de Tlayacapan, el de Tepoztlán y el de Yautepec. Hago de muchos colores y modelos, y esos se mueven más”, cuenta Araceli.

Empezó a hacer chinelos justo a principios de la pandemia. Cuando la covid-19 apareció, Araceli tuvo que cerrar su puesto, pero no la llave de la creatividad. Y siguió ideando y elaborando piezas, manteniendo el negocio a través de internet.

“Todo fue por internet. Tuvimos grupos de ventas por ahí y estuvimos haciendo entregas. Hay muchas personas que nos han ido conociendo y se contactan con nosotros, y nos buscan. Si no estamos aquí, nos llaman por teléfono. Aquí estuvo totalmente cerrado, todos debimos respetar lo que nos pidieron las autoridades, y regresamos hasta que se nos volvió a permitir. Ahorita va subiendo ya la economía, con todos mis compañeros va subiendo”.

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla

Los beneficios del arte en papel

Si Araceli Rangel no percibiera ingresos por hacer figuras con papel, probablemente lo seguiría haciendo. Y es la mejor parte: el deseo de obtener grandes ganancias no está intrínseco en la elaboración de estas piezas, y en cambio sí la intención de hacer que cada una tenga su esencia. Además, es casi una terapia.

“Doy un taller dirigido a niños y adultos. A los niños, por ejemplo, les sirve para su psicomotricidad fina, para empezar a cortar, el rasgado, que no es con tijera. Y a los adultos les ayuda a seguir desarrollando su creatividad, a trabajar en su concentración”.

En los adultos, la técnica del origami ha demostrado ser una buena terapia para potenciar la memoria, combatir el estrés y tratar dolencias como artritis o depresión, entre otros beneficios.

Integrante del grupo “Artesanos del tren de Cuautla”, Araceli ofrece los viernes y sábados un taller dirigido a personas con más de seis años de edad, en el que enseña la técnica del arte en papel. La hora de clase tiene un costo de 20 pesos.

“Aquí les enseño desde cortar, doblar y empezamos a hacer todo desde cero. Casi siempre les obsequio las primeras hojas para que aprendan a cortar y sepan doblar, y después pueden comprar el color que más les guste”.

Por lo demás, el puesto se instala de miércoles a domingo en un horario de las 12:00 a las 18:00 horas.

Día con día, busca convencer a quienes pasan cerca del valor de un trabajo que no siempre es valorado, pero que ha encontrado un nicho entre los turistas nacionales y extranjeros que visitan el centro de la ciudad.

“Por lo regular, quienes valoran mucho este trabajo es gente que viene de fuera y del extranjero, ellos son los que las compran”.

Además, sabe que en cada una de las piezas hay un poco de ella:

“Cuando hago una figura es porque estoy en el momento, sabiendo que lo hago porque me gusta hacerlo. No nada más es de decir tengo que hacerlo, sino que me gusta. Hay que darles tiempo, hasta que terminamos y le damos a cada una el acabado, como debe de ser”.

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla



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Hace siete años, Araceli Rangel empezó a tomar un curso de arte en papel para aprender a hacer figuras a través dobleces de papel bond, pero no imaginó que, tiempo después, aquellas piezas se convertirían en su sustento. Actualmente, las figuras de la cuautlense, entre las que se encuentran diseños originales del chinelo de Morelos, se exponen de miércoles a domingo en los jardines del antiguo ferrocarril interoceánico, en el Centro Histórico, en un puesto de madera que atiende ella misma, y donde, además, recibe a sus propios alumnos para enseñarles la técnica.

“Le decimos el arte en papel, pero es de la familia del origami”, explica Araceli.

Tiene 56 años y es perseverante. Tendría 49 cuando, después de ver una canasta hecha con puros dobleces de papel, se entusiasmó con la idea de aprender a hacer piezas similares, y fue así como se inscribió a un curso:

“Dieron un curso en el tren escénico, por parte del DIF, pero nada más duró un año. Después de eso, el maestro se fue y no hubo quien nos siguiera enseñando, pero a varias de las compañeras que lo empezamos nos gustó y continuamos por nuestra cuenta. Hemos ido perfeccionando las piezas, buscando hacer otras cosas”, recuerda, y sus ojos señalan hacia el colorido chinelo que ha traído consigo para ponerlo frente a la cámara, uno de sus máximos orgullos.

Entre sus favoritas, además, están las piñas. Acaso por el amarillo que reluce en ellas, porque evoca al sabor de esta fruta tropical, o porque sabe bien del esfuerzo que implica su elaboración, las piñas y los chinelos son las piezas de las que más se enorgullece. En promedio, cada una de estas piezas requiere de tres días para quedar lista.

“Una figura la hago en tres días, porque hay que empezar desde cortar el papel, doblarlo, y una vez que ya se tiene hay que hacer la base, y a partir de eso empezamos a formar la figura”, dice.

Actualmente, la técnica con la que aprendió a hacer las piezas sólo es dominada por cuatro personas en la región, todas ellas mujeres, según afirma. Y aunque hacer el mismo trabajo podría hacernos pensar en alguna forma de competencia, la verdad es que nada de eso.

“Somos tres compañeras las que seguimos haciendo esto: una compañera de Yecapixtla, otra que se instala en el mercado nuevo (de Cuautla), y una más en Villa de Ayala. Somos las que nos conectamos y conocemos, y hasta nos apoyamos cuando alguien necesita sacar su producto”, afirma.

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla

La pandemia, un empujón de creatividad

Cuando se aprende la técnica, pero no hay creatividad, es común que estas piezas carezcan de un sello distintivo, que no vayan más allá de figuras genéricas y que no lleguen a plasmar la esencia de la persona ni del lugar en que se realicen. Durante los primeros años, Araceli se enfrentó a los cuestionamientos de la gente que pasaba por su puesto, preguntando no por las flores o las frutas, sino por algún trabajo con sello morelense. Fue así como empezó a hacer sus chinelos, que hoy se encuentran entre sus trabajos más vendidos.

“Lo que más hago son las piñas, pero entonces me decían ‘algo que hagas tú, que sea de la identidad de Morelos’. Y fue así como empecé con los chinelos, haciéndolos con sus distintos estilos, como es el de Tlayacapan, el de Tepoztlán y el de Yautepec. Hago de muchos colores y modelos, y esos se mueven más”, cuenta Araceli.

Empezó a hacer chinelos justo a principios de la pandemia. Cuando la covid-19 apareció, Araceli tuvo que cerrar su puesto, pero no la llave de la creatividad. Y siguió ideando y elaborando piezas, manteniendo el negocio a través de internet.

“Todo fue por internet. Tuvimos grupos de ventas por ahí y estuvimos haciendo entregas. Hay muchas personas que nos han ido conociendo y se contactan con nosotros, y nos buscan. Si no estamos aquí, nos llaman por teléfono. Aquí estuvo totalmente cerrado, todos debimos respetar lo que nos pidieron las autoridades, y regresamos hasta que se nos volvió a permitir. Ahorita va subiendo ya la economía, con todos mis compañeros va subiendo”.

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla

Los beneficios del arte en papel

Si Araceli Rangel no percibiera ingresos por hacer figuras con papel, probablemente lo seguiría haciendo. Y es la mejor parte: el deseo de obtener grandes ganancias no está intrínseco en la elaboración de estas piezas, y en cambio sí la intención de hacer que cada una tenga su esencia. Además, es casi una terapia.

“Doy un taller dirigido a niños y adultos. A los niños, por ejemplo, les sirve para su psicomotricidad fina, para empezar a cortar, el rasgado, que no es con tijera. Y a los adultos les ayuda a seguir desarrollando su creatividad, a trabajar en su concentración”.

En los adultos, la técnica del origami ha demostrado ser una buena terapia para potenciar la memoria, combatir el estrés y tratar dolencias como artritis o depresión, entre otros beneficios.

Integrante del grupo “Artesanos del tren de Cuautla”, Araceli ofrece los viernes y sábados un taller dirigido a personas con más de seis años de edad, en el que enseña la técnica del arte en papel. La hora de clase tiene un costo de 20 pesos.

“Aquí les enseño desde cortar, doblar y empezamos a hacer todo desde cero. Casi siempre les obsequio las primeras hojas para que aprendan a cortar y sepan doblar, y después pueden comprar el color que más les guste”.

Por lo demás, el puesto se instala de miércoles a domingo en un horario de las 12:00 a las 18:00 horas.

Día con día, busca convencer a quienes pasan cerca del valor de un trabajo que no siempre es valorado, pero que ha encontrado un nicho entre los turistas nacionales y extranjeros que visitan el centro de la ciudad.

“Por lo regular, quienes valoran mucho este trabajo es gente que viene de fuera y del extranjero, ellos son los que las compran”.

Además, sabe que en cada una de las piezas hay un poco de ella:

“Cuando hago una figura es porque estoy en el momento, sabiendo que lo hago porque me gusta hacerlo. No nada más es de decir tengo que hacerlo, sino que me gusta. Hay que darles tiempo, hasta que terminamos y le damos a cada una el acabado, como debe de ser”.

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla

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