/ miércoles 11 de agosto de 2021

[Juntos Crecemos] Ohana, un refugio para tiempos difíciles

Hace 20 años nació este negocio de productos artesanales que se volvió un espacio donde la gente lidia consigo misma y aprende un oficio

Las cosas que pasan actualmente en el mundo pueden llevarnos a sentir miedo, ansiedad, estrés y vivir días con una interminable preocupación, pero en el fraccionamiento “Nuevo San José”, a orillas del río Cuautla, hay un refugio al que la gente puede acudir para sentirse mejor.

Hace dos décadas, Adriana y Roberto iniciaron una historia juntos, la de “Ohana, productos artesanales”, que, más que un negocio, es un espacio que fomenta la interiorización de la gente, a la vez que los asistentes dan forma a artesanías con sus manos. Adriana Ramos, psicóloga, fue quien inició estos talleres en aquel momento, cuando descubrió las bondades de la terapia ocupacional.

“En ese tiempo yo empecé a tomar esto, precisamente también por terapéutico. Creo que eso también me dio la pauta para entender que, aun siendo profesionistas, y teniendo la preparación que tengas, todos necesitamos en algún momento de apoyo, y en ese momento mis maestros fueron un gran apoyo para mí y una escalera para decir está bien, creo que ya lo aprendí y ahora puedo compartirlo con alguien más”, recuerda.


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La primera persona con quien compartió lo aprendido fue Roberto, su esposo, quien hoy la apoya con los talleres de repujado y fabricación de velas en gel. Es que en este espacio se hacen muchas cosas: veladoras, jabones, adornos para fiestas, figuras en repujado y una variedad de artesanías que bien pueden ser funcionales, como los jabones o estéticas, como los arreglos. O ambas: como las veladoras en gel en cuyo interior toman forma paisajes marítimos, con peces que han detenido su nado indefinidamente y una mecha que espera brindar luz a algún hogar.

“Esta inquietud empezó ya hace veinte años. Nació de la necesidad de dar terapia ocupacional y aprender algunas manualidades que me han permitido mostrarle a la gente esta otra manera de sacar el estrés, el enojo o la tristeza haciendo cosas importantes, a lo mejor decorativas, pero algo con las manos, que tiene que ver con ocupar tu tiempo y tu mente”, agrega Adriana.

La historia, en sí, empezó en la Casa de la Cultura de Cuautla, pero al cabo del tiempo se trasladó al hogar de su familia, donde hoy sigue recibiendo a hombres y mujeres, niños, niñas y adultos mayores que van en busca de una enseñanza y un tiempo de creatividad:

“Tuvimos la inquietud de hacer en casa estos cursos para las personas que quisieran aprender algo nuevo, y empezamos a armarlos con todo el material que necesitaran. Lo que ofrecíamos era un curso de velas en gel, de parafina, y mostrarle a la gente de qué manera podían trabajar estas técnicas para hacer la terapia”.

Las velas son de los productos más vendidos / Gude Servín | El Sol de Cuautla

Creatividad, cuestión de paciencia

Hacer una vela, un jabón o una figura en repujado requiere, en primer lugar, de paciencia. En el camino la gente aprende a lidiar consigo misma, a prestar atención plena a cada movimiento de sus manos y el resultado que éste tiene en el objeto elaborado. Y aunque pudiera pensarse que un movimiento errado puede estropear el resultado final, aquí no hay accidentes ni errores. Roberto lo ha demostrado hoy mismo: a pesar de no haberlo planeado así al principio, decidió verter la cera verde en una veladora que inicialmente tendría dos capas de colores distintas (azul y verde), permitiendo deliberadamente que los colores se mezclaran tenuemente sin mezclarse del todo, lo que dio lugar a un escenario mejor que el que había planeado para la demostración.

“A mí me hace sentir creativo, una persona digna y sobre todo cuando se vende. No hay velas iguales. Yo puedo hacer esta vela y no me va a quedar otra igual, porque tiene la garantía de que es única. Y eso es lo que pasa cuando los alumnos vienen a tomar la clase: ellos hacen creaciones únicas y a veces superan las creaciones que nosotros les estamos proponiendo, porque no hay límite en su desarrollo y se van muy contentos”, dice Roberto, sentado al lado de su esposa, al otro lado de su creación más reciente.

Adriana, por su parte, no deja de ver todos los beneficios de la terapia. Sí, también es un ingreso: las velas y prácticamente todos los artículos que ella y su esposo hacen están a la venta y han sido vendidos durante dos décadas, así que podríamos decir que esto es también un negocio. Pero hay algo más profundo, que se siente en el ambiente, una calma que te dan los aromas y la forma de hablar de una especialista apasionada de lo que hace cuando está en el consultorio y también cuando está aquí:

“Yo estoy feliz de enseñar, es algo que me gusta hacer. Soy feliz en mis talleres, puedo quedarme aquí mil horas y para mí no es pesado. El compartir mis conocimientos con alguien es algo muy bonito”, dice ella.

“Algo que muchas veces pasa es que no nos damos un tiempo que nos ayude a crear, a sentirnos útiles en estos aspectos de la vida y utilizar el tiempo para elaborar una creación, un cuadro, una pintura, que podemos trasladarla al arte del repujado con el dibujo, con esta técnica del realce”, dice él y ambos se complementan.

En el taller realizan artesanías, como velas decorativas / Gude Servín | El Sol de Cuautla

Una opción para tiempos difíciles

Con la pandemia de la covid-19 y un escenario social y económico que parece no querer pasar el bache, Adriana ha sido testigo de los efectos que puede tener el confinamiento y la crisis económica en las familias de Cuautla. Desde su labor como psicóloga ha sido testigo del incremento de casos de trastornos de ansiedad en la gente, que parece no encontrar la forma de ver la vida con un carácter positivo.

“Ha llegado mucha gente con trastorno de ansiedad por el encierro, tanto adultos, como niños y adolescentes”, explica.

Con los talleres, la pareja cumple con dos objetivos: crear un espacio terapéutico para que las personas se sientan mejor, pero también ofrecer una opción de autoempleo. Si algo hay aquí, además del fomento a la creatividad, es la tarea de lograr que, tal como lo hizo Adriana hace veinte años, la gente pueda emprender su propio camino elaborando estos artículos o replicando la enseñanza en sus propias localidades.

“He tenido muchas alumnas que de aquí han iniciado sus propios negocios y para mí es un orgullo saber que fueron mis alumnas, y que gracias a este pequeño salto que dieron o la decisión de tomar el curso ahora sean pequeñas emprendedoras y que se ayuden, porque sabemos que la economía está difícil ahorita: mucha gente se quedó sin empleo”, dice Adriana.

Los talleres cuentan con una página de contacto en Facebook: “OHANA Productos Artesanales”, donde está disponible el catálogo de productos y la información sobre los talleres, para los cuales no se requiere comprar insumos, ya que todos están aquí.

Los talleres están abiertos para todas las edades, desde niños y adolescentes hasta adultos mayores.

“Vienen adolescentes que por la pandemia han estado encerrados mucho tiempo y requieren una actividad. Al principio vienen sin conocer todo lo que hacemos acá, pero se van contentos. Y también viene mucha gente adulta, con problemas de depresión, mujeres que vienen y dicen yo necesito algo que me ayude a distraer, y he visto a gente recuperarse en este proceso”, concluye Adriana.

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Las cosas que pasan actualmente en el mundo pueden llevarnos a sentir miedo, ansiedad, estrés y vivir días con una interminable preocupación, pero en el fraccionamiento “Nuevo San José”, a orillas del río Cuautla, hay un refugio al que la gente puede acudir para sentirse mejor.

Hace dos décadas, Adriana y Roberto iniciaron una historia juntos, la de “Ohana, productos artesanales”, que, más que un negocio, es un espacio que fomenta la interiorización de la gente, a la vez que los asistentes dan forma a artesanías con sus manos. Adriana Ramos, psicóloga, fue quien inició estos talleres en aquel momento, cuando descubrió las bondades de la terapia ocupacional.

“En ese tiempo yo empecé a tomar esto, precisamente también por terapéutico. Creo que eso también me dio la pauta para entender que, aun siendo profesionistas, y teniendo la preparación que tengas, todos necesitamos en algún momento de apoyo, y en ese momento mis maestros fueron un gran apoyo para mí y una escalera para decir está bien, creo que ya lo aprendí y ahora puedo compartirlo con alguien más”, recuerda.


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La primera persona con quien compartió lo aprendido fue Roberto, su esposo, quien hoy la apoya con los talleres de repujado y fabricación de velas en gel. Es que en este espacio se hacen muchas cosas: veladoras, jabones, adornos para fiestas, figuras en repujado y una variedad de artesanías que bien pueden ser funcionales, como los jabones o estéticas, como los arreglos. O ambas: como las veladoras en gel en cuyo interior toman forma paisajes marítimos, con peces que han detenido su nado indefinidamente y una mecha que espera brindar luz a algún hogar.

“Esta inquietud empezó ya hace veinte años. Nació de la necesidad de dar terapia ocupacional y aprender algunas manualidades que me han permitido mostrarle a la gente esta otra manera de sacar el estrés, el enojo o la tristeza haciendo cosas importantes, a lo mejor decorativas, pero algo con las manos, que tiene que ver con ocupar tu tiempo y tu mente”, agrega Adriana.

La historia, en sí, empezó en la Casa de la Cultura de Cuautla, pero al cabo del tiempo se trasladó al hogar de su familia, donde hoy sigue recibiendo a hombres y mujeres, niños, niñas y adultos mayores que van en busca de una enseñanza y un tiempo de creatividad:

“Tuvimos la inquietud de hacer en casa estos cursos para las personas que quisieran aprender algo nuevo, y empezamos a armarlos con todo el material que necesitaran. Lo que ofrecíamos era un curso de velas en gel, de parafina, y mostrarle a la gente de qué manera podían trabajar estas técnicas para hacer la terapia”.

Las velas son de los productos más vendidos / Gude Servín | El Sol de Cuautla

Creatividad, cuestión de paciencia

Hacer una vela, un jabón o una figura en repujado requiere, en primer lugar, de paciencia. En el camino la gente aprende a lidiar consigo misma, a prestar atención plena a cada movimiento de sus manos y el resultado que éste tiene en el objeto elaborado. Y aunque pudiera pensarse que un movimiento errado puede estropear el resultado final, aquí no hay accidentes ni errores. Roberto lo ha demostrado hoy mismo: a pesar de no haberlo planeado así al principio, decidió verter la cera verde en una veladora que inicialmente tendría dos capas de colores distintas (azul y verde), permitiendo deliberadamente que los colores se mezclaran tenuemente sin mezclarse del todo, lo que dio lugar a un escenario mejor que el que había planeado para la demostración.

“A mí me hace sentir creativo, una persona digna y sobre todo cuando se vende. No hay velas iguales. Yo puedo hacer esta vela y no me va a quedar otra igual, porque tiene la garantía de que es única. Y eso es lo que pasa cuando los alumnos vienen a tomar la clase: ellos hacen creaciones únicas y a veces superan las creaciones que nosotros les estamos proponiendo, porque no hay límite en su desarrollo y se van muy contentos”, dice Roberto, sentado al lado de su esposa, al otro lado de su creación más reciente.

Adriana, por su parte, no deja de ver todos los beneficios de la terapia. Sí, también es un ingreso: las velas y prácticamente todos los artículos que ella y su esposo hacen están a la venta y han sido vendidos durante dos décadas, así que podríamos decir que esto es también un negocio. Pero hay algo más profundo, que se siente en el ambiente, una calma que te dan los aromas y la forma de hablar de una especialista apasionada de lo que hace cuando está en el consultorio y también cuando está aquí:

“Yo estoy feliz de enseñar, es algo que me gusta hacer. Soy feliz en mis talleres, puedo quedarme aquí mil horas y para mí no es pesado. El compartir mis conocimientos con alguien es algo muy bonito”, dice ella.

“Algo que muchas veces pasa es que no nos damos un tiempo que nos ayude a crear, a sentirnos útiles en estos aspectos de la vida y utilizar el tiempo para elaborar una creación, un cuadro, una pintura, que podemos trasladarla al arte del repujado con el dibujo, con esta técnica del realce”, dice él y ambos se complementan.

En el taller realizan artesanías, como velas decorativas / Gude Servín | El Sol de Cuautla

Una opción para tiempos difíciles

Con la pandemia de la covid-19 y un escenario social y económico que parece no querer pasar el bache, Adriana ha sido testigo de los efectos que puede tener el confinamiento y la crisis económica en las familias de Cuautla. Desde su labor como psicóloga ha sido testigo del incremento de casos de trastornos de ansiedad en la gente, que parece no encontrar la forma de ver la vida con un carácter positivo.

“Ha llegado mucha gente con trastorno de ansiedad por el encierro, tanto adultos, como niños y adolescentes”, explica.

Con los talleres, la pareja cumple con dos objetivos: crear un espacio terapéutico para que las personas se sientan mejor, pero también ofrecer una opción de autoempleo. Si algo hay aquí, además del fomento a la creatividad, es la tarea de lograr que, tal como lo hizo Adriana hace veinte años, la gente pueda emprender su propio camino elaborando estos artículos o replicando la enseñanza en sus propias localidades.

“He tenido muchas alumnas que de aquí han iniciado sus propios negocios y para mí es un orgullo saber que fueron mis alumnas, y que gracias a este pequeño salto que dieron o la decisión de tomar el curso ahora sean pequeñas emprendedoras y que se ayuden, porque sabemos que la economía está difícil ahorita: mucha gente se quedó sin empleo”, dice Adriana.

Los talleres cuentan con una página de contacto en Facebook: “OHANA Productos Artesanales”, donde está disponible el catálogo de productos y la información sobre los talleres, para los cuales no se requiere comprar insumos, ya que todos están aquí.

Los talleres están abiertos para todas las edades, desde niños y adolescentes hasta adultos mayores.

“Vienen adolescentes que por la pandemia han estado encerrados mucho tiempo y requieren una actividad. Al principio vienen sin conocer todo lo que hacemos acá, pero se van contentos. Y también viene mucha gente adulta, con problemas de depresión, mujeres que vienen y dicen yo necesito algo que me ayude a distraer, y he visto a gente recuperarse en este proceso”, concluye Adriana.

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