El nombre de Bazar Filomena se deriva de una gatita que vivía en el Jardín de la Casona Spencer, cuenta Ariadna Sánchez, una de las productoras que cada fin de semana acude a vender sus productos en este punto ubicado en calle Juan Ruiz de Alarcón, del centro de Cuernavaca; en su regreso, luego de la pandemia, en marzo de este año apenas recibían tres clientes al día, pero la unidad y solidaridad de los integrantes ha sido la fórmula de su supervivencia.
Con el surgimiento de decenas de bazares en la capital, Carlos Sánchez, otro de los productores, dice que la unidad entre ellos ha permitido que en seis años sigan instalándose y eso es justamente lo que los diferencía de aquellos que solo se colocan por fines de semana o algunos meses y luego desaparecen.
“Tenemos clientela fiel que nos viene buscando, apoyando y gracias a ellos es que hemos seguido viniendo, pero claro que nos gustaría recibir a más personas, estamos los sábados y domingos de 10 de la mañana a seis de la tarde. Regresamos en marzo, pero hemos ido adaptándonos con el cambio del semáforo y queremos continuar hasta fin de año”.
El quinto año los “bazaristas” se quedaron sin festejo debido a la contingencia, se limitaron a mensajes de texto y publicaciones en redes sociales, sin reuniones, pero conectados siempre “por si teníamos alguna necesidad”.
En la actualidad, son 15 productores que ofrecen desde repostería, salsas, joyerías con cristal yuki, productos basados en los bocetos de John Spencer, jabones, mezcal, cuidado personal amble con el medio ambiente, cartonería, plantas como cactus y suculentas, bolsas ecológicas, playeras, tazas, plumas, libretas, muñecos tejidos y hasta cubrebocas tejidos a mano.
“Desde agosto comenzó a haber más movimiento y estamos a un 40 o 50 por ciento, cuando decimos 'órale ya está lleno'”.
En la entrada te toman la temperatura y te aplican gel en las manos.