/ sábado 11 de septiembre de 2021

[Ocio] ¿La tecnología es enemiga o aliada del aprendizaje?

Especialistas reconocen afectaciones escolares por la sobreexposición a pantallas en los niños

“Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo sólo tendrá una generación de idiotas”, habría dicho Albert Einstein en su tiempo. Conforme las décadas han pasado, la frase del genio alemán ha ido cobrando una preocupante importancia para la actualidad y ha llevado a los especialistas de la materia a cuestionarse qué tanto se ve afectada la capacidad intelectual humana por su relación con las nuevas tecnologías.

En su libro La fábrica de cretinos digitales, editado en español por la editorial Península, el experto en neurociencia Michel Desmurget aborda el problema que representa el uso cada vez mayor de la tecnología en el desarrollo de niños y estudiantes, sintetizando los peligros de las pantallas y alertando sobre las consecuencias de promover su uso sin criterio alguno.

Los datos son fuertes: según el autor, el uso de smartphones, ordenadores o tabletas alcanza las tres horas diarias con sólo dos años de edad; las cinco horas de los ocho a los doce y hasta siete horas durante la adolescencia.

“Sí, mis hijos pasan cerca de cinco horas al día ante la pantalla del teléfono”, dice Kenia, madre de un niño de 13 años y una niña de 10.

Kenia no cree que el tiempo que sus hijos pasan frente al teléfono afecte su rendimiento escolar: afirma que son capaces de realizar operaciones aritméticas y hablar sobre los temas que ven en la escuela sin necesidad de consultar el teléfono. Sin embargo, hay docentes que sí dan fe de los efectos negativos que puede causar el uso de tecnología en los niños.

“Hablando de procesos cognoscitivos, evidentemente sí (hay un efecto negativo), en esta cuestión de la retención o almacenamiento de la información, porque hay todo un aspecto de sobreestimulación visual con la tecnología. Inclusive se ve reflejado en el pensamiento reflexivo, así como en los aspectos más abstractos, como en las matemáticas, donde los procedimientos demandan más de procesos cognoscitivos al momento de razonar y aplicar estas abstracciones, sobre todo en los niños más chicos”, explica la psicóloga Alejandra Bolaños, del Colegio Multidisciplinario de Morelos, programa de Todos por Kairos A.C., un instituto que trabaja con niños de nivel preescolar a universidad.

Pero la psicóloga prefiere no ser alarmista. Si bien reconoce que la tecnología puede ser perjudicial para los niños, particularmente con la sobreexposición a las pantallas y la falta de vigilancia por parte de padres de familia o de la supervisión de los docentes, considera que también puede ser un terreno con herramientas que contribuyan en el desarrollo de los menores.

“¿Qué es lo que se hace cuando se quiere entretener al niño? Se le pone un video, o en un teléfono es mucho más fácil que busque información, la copie y la pague, pero no es la tecnología como tal, sino el mal uso que se le está dando, porque si buscamos aplicaciones, programas o plataformas nos vamos a dar cuenta que también se le puede dar un buen uso, potenciando los procesos cognoscitivos y favoreciendo el aprendizaje”, manifiesta.

¿Una generación menos inteligente?

Entrevistado por BBC Mundo, Michel Desmurget, quien también es director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica en Francia, sostiene que los jóvenes de hoy son la primera generación de la historia con un coeficiente intelectual más bajo que la anterior, una investigación que se ha documentado particularmente en países de Europa, pero un tema que no es menos relevante en otras regiones del mundo.

En México existen pocos trabajos que documenten fenómenos similares, pero sí se ha observado un interés académico y médico en analizar el impacto de la tecnología en el rendimiento escolar de niños y hasta jóvenes de nivel universitario. En Guanajuato, incluso ha suscitado el interés por legislar el uso de aplicaciones y juegos en aparatos tecnológicos dentro de los planes de estudio, una propuesta realizada a fines de 2020 por el diputado morenista Ernesto Prieto hacia el congreso de ese estado, al afirmar que las nuevas generaciones son menos inteligentes.

Pero Alejandra Bolaños considera necesario hacer varias precisiones, entre ellas reconocer que el concepto de inteligencia ha evolucionado a través del tiempo y la insuficiencia de pruebas como la del coeficiente intelectual para abarcar todos sus aspectos actuales.

“El concepto de inteligencia ha venido evolucionando, entonces hay que cuestionarnos también qué tanto ha venido evolucionando el instrumento para medirla”, explica.

Teorías como la “teoría de las inteligencias múltiples”, un modelo de entendimiento de la mente publicado por Howard Gardner en 1983 que deja de ver la inteligencia como un conjunto unitario de capacidades, deberían invitar a entender que el concepto puede ser distinto a través del tiempo, lo mismo que las necesidades humanas y la validez de las herramientas que se usan para cuantificarla, según considera la especialista.

“Al final de cuentas el instrumento quizá se podría utilizar para marcar algunas directrices, pero no es algo definitivo”, sentencia Bolaños, quien, no obstante, señala la necesidad de una mayor participación de padres de familia y docentes para encauzar a los estudiantes por el buen uso de la tecnología.



“Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo sólo tendrá una generación de idiotas”, habría dicho Albert Einstein en su tiempo. Conforme las décadas han pasado, la frase del genio alemán ha ido cobrando una preocupante importancia para la actualidad y ha llevado a los especialistas de la materia a cuestionarse qué tanto se ve afectada la capacidad intelectual humana por su relación con las nuevas tecnologías.

En su libro La fábrica de cretinos digitales, editado en español por la editorial Península, el experto en neurociencia Michel Desmurget aborda el problema que representa el uso cada vez mayor de la tecnología en el desarrollo de niños y estudiantes, sintetizando los peligros de las pantallas y alertando sobre las consecuencias de promover su uso sin criterio alguno.

Los datos son fuertes: según el autor, el uso de smartphones, ordenadores o tabletas alcanza las tres horas diarias con sólo dos años de edad; las cinco horas de los ocho a los doce y hasta siete horas durante la adolescencia.

“Sí, mis hijos pasan cerca de cinco horas al día ante la pantalla del teléfono”, dice Kenia, madre de un niño de 13 años y una niña de 10.

Kenia no cree que el tiempo que sus hijos pasan frente al teléfono afecte su rendimiento escolar: afirma que son capaces de realizar operaciones aritméticas y hablar sobre los temas que ven en la escuela sin necesidad de consultar el teléfono. Sin embargo, hay docentes que sí dan fe de los efectos negativos que puede causar el uso de tecnología en los niños.

“Hablando de procesos cognoscitivos, evidentemente sí (hay un efecto negativo), en esta cuestión de la retención o almacenamiento de la información, porque hay todo un aspecto de sobreestimulación visual con la tecnología. Inclusive se ve reflejado en el pensamiento reflexivo, así como en los aspectos más abstractos, como en las matemáticas, donde los procedimientos demandan más de procesos cognoscitivos al momento de razonar y aplicar estas abstracciones, sobre todo en los niños más chicos”, explica la psicóloga Alejandra Bolaños, del Colegio Multidisciplinario de Morelos, programa de Todos por Kairos A.C., un instituto que trabaja con niños de nivel preescolar a universidad.

Pero la psicóloga prefiere no ser alarmista. Si bien reconoce que la tecnología puede ser perjudicial para los niños, particularmente con la sobreexposición a las pantallas y la falta de vigilancia por parte de padres de familia o de la supervisión de los docentes, considera que también puede ser un terreno con herramientas que contribuyan en el desarrollo de los menores.

“¿Qué es lo que se hace cuando se quiere entretener al niño? Se le pone un video, o en un teléfono es mucho más fácil que busque información, la copie y la pague, pero no es la tecnología como tal, sino el mal uso que se le está dando, porque si buscamos aplicaciones, programas o plataformas nos vamos a dar cuenta que también se le puede dar un buen uso, potenciando los procesos cognoscitivos y favoreciendo el aprendizaje”, manifiesta.

¿Una generación menos inteligente?

Entrevistado por BBC Mundo, Michel Desmurget, quien también es director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica en Francia, sostiene que los jóvenes de hoy son la primera generación de la historia con un coeficiente intelectual más bajo que la anterior, una investigación que se ha documentado particularmente en países de Europa, pero un tema que no es menos relevante en otras regiones del mundo.

En México existen pocos trabajos que documenten fenómenos similares, pero sí se ha observado un interés académico y médico en analizar el impacto de la tecnología en el rendimiento escolar de niños y hasta jóvenes de nivel universitario. En Guanajuato, incluso ha suscitado el interés por legislar el uso de aplicaciones y juegos en aparatos tecnológicos dentro de los planes de estudio, una propuesta realizada a fines de 2020 por el diputado morenista Ernesto Prieto hacia el congreso de ese estado, al afirmar que las nuevas generaciones son menos inteligentes.

Pero Alejandra Bolaños considera necesario hacer varias precisiones, entre ellas reconocer que el concepto de inteligencia ha evolucionado a través del tiempo y la insuficiencia de pruebas como la del coeficiente intelectual para abarcar todos sus aspectos actuales.

“El concepto de inteligencia ha venido evolucionando, entonces hay que cuestionarnos también qué tanto ha venido evolucionando el instrumento para medirla”, explica.

Teorías como la “teoría de las inteligencias múltiples”, un modelo de entendimiento de la mente publicado por Howard Gardner en 1983 que deja de ver la inteligencia como un conjunto unitario de capacidades, deberían invitar a entender que el concepto puede ser distinto a través del tiempo, lo mismo que las necesidades humanas y la validez de las herramientas que se usan para cuantificarla, según considera la especialista.

“Al final de cuentas el instrumento quizá se podría utilizar para marcar algunas directrices, pero no es algo definitivo”, sentencia Bolaños, quien, no obstante, señala la necesidad de una mayor participación de padres de familia y docentes para encauzar a los estudiantes por el buen uso de la tecnología.



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