/ lunes 28 de diciembre de 2020

Una imagen única

Las vueltas que da la vida

Estas épocas decembrinas trajeron muchas sorpresas, entre ellas: Llamadas inesperadas que creía yo perdidas.

Otras que pasaron a través del Whatsapp que se ha convertido en uno de los medio más eficaces de comunicación y aunque supuestamente con más tiempo para leer mensajes debido a los encierros por la pandemia, han sido tantos que de plano no nos da tiempo de contestar todos.

Unos han llegado acompañados de imágenes en forma de regalitos que se abren, campanitas que se tocan, paisajes con fondo de canciones o mensajes a reflexionar, numerosos arbolitos de navidad, tantos que recordé a mi madre que decía: “Navidad no es la fiesta del árbol, es la fiesta del Niño Jesús”; música romántica, Facundo Cabral, siempre profundo, siempre con la meditaciónn entre rasgueo y rasgueo de su guitarra y su bien timbrada voz.

Óperas con los 3 tenores y con Andrea Bocelli, conciertos de música clásica, todo entre imágenes religiosas a granel, unas cursis, otras no, algunas nostálgicas, otras banales o con bendiciones, sin embargo todos los mensajes recibidos tuvieron un denominador común, rebosaban buenos deseos y buena voluntad y eso se agradece. Ahora bien, de todas las imágenes que recibí debo reconocer que una, enviada por una de mis amigas desde la preparatoria Cecilia Dávalos, hija del gran arqueólogo Eusebio Dávalos Hurtado, me fascinó. Se trata de una estampa de un Niño Jesús no cargado por su madre, ni con la manita en alto en posición de impartir la bendición, tampoco acostadito en el pesebre, sino la imaginación de un artista lo representó a finales de la Edad Media, paradito dando sus primeros pasos, no por obra y gracia divina, sino dentro de una andadera de cuatro rueditas de la que va bien agarradito al frente y que bajo la mirada de su madre la Virgen María, eso sí, es escoltada por dos solícitos ángeles de enormes alas.

La preciosa pintura en perfecta miniatura de corte flamenco refleja la maestría del pincel humano. Preguntando a algunos de mis cultos amigos quien habría sido el autor que se inspiró en una escena coloquial de cualquier niño “normal” que aprende a caminar ayudado por una andadera, uno de ellos, el Presidente de la Corresponsalía Aguascalientes del Seminario de Cultura Mexicana, el arquitecto Jesús Martín Andrade, hombre que nos ilustra en el chat nacional del SCM con sus cátedras acerca de los viajes que ha hecho alrededor del mundo, en su pronta respuesta, me informó que “uno de los bellísimos ejemplares del Libro de Horas, que es considerado todo un museo en miniatura, fue realizado en tiempos de Carlos VIII de Francia que vivió en el siglo XIV y murió a los 28 años de edad.

Otro más fue enviado a hacer por Carlos V de España y I de Alemania a un taller de París, tal vez en el post entorno del illuminador Jean Poyer, profudamente ilustrado por el miniaturista Maestro Jacques de Besancon, el ordenado por Carlos V y I, se encuentra actualmente en la Biblioteca Nacional de España y es considerado como uno de los más grandes tesoros de ese país. Es tan valiosa la obra que tan solo las reproducciones ¡facsimilares! tienen un costo cada una de 12 mil euros”, pero sus datos me invitaron a saber más. Y así vemos que el origen de los distintos breviarios llamados Libro de Hora se remonta a los conventos y monasterios del siglo XII, ya que monjes y monjas debían de recitar las oraciones que aparecían en el original breviario con ciclos semanales de salmos, oraciones, himnos, antífonas y lecturas que cambiaban según el tiempo litúrgico.

Con los años o siglos se produjo una selección de textos en volúmenes mucho más breves que llegaron a llamarse, ya no breviarios, sino Libro de Horas. Durante la última parte del siglo XIII su lectura se popularizó como libro de oración personal para hombres y mujeres que llevaban una vida secular. Estas obras se iluminaban con pinturas en miniatura que representaban la vida de Cristo, la virgen María y los santos. Y se volvió un libro imprescindible para ricos coleccionistas como Jean de Berry, todos los duques de Borgoña, la familia Rothschild y muchos otros. Así se convirtió en una lujosa y antigua agenda religiosa especialmente entre los siglos XIV-XVI que es cuando se extiende por Europa Occidental. Y hasta el próximo lunes queridos lectores.

Estas épocas decembrinas trajeron muchas sorpresas, entre ellas: Llamadas inesperadas que creía yo perdidas.

Otras que pasaron a través del Whatsapp que se ha convertido en uno de los medio más eficaces de comunicación y aunque supuestamente con más tiempo para leer mensajes debido a los encierros por la pandemia, han sido tantos que de plano no nos da tiempo de contestar todos.

Unos han llegado acompañados de imágenes en forma de regalitos que se abren, campanitas que se tocan, paisajes con fondo de canciones o mensajes a reflexionar, numerosos arbolitos de navidad, tantos que recordé a mi madre que decía: “Navidad no es la fiesta del árbol, es la fiesta del Niño Jesús”; música romántica, Facundo Cabral, siempre profundo, siempre con la meditaciónn entre rasgueo y rasgueo de su guitarra y su bien timbrada voz.

Óperas con los 3 tenores y con Andrea Bocelli, conciertos de música clásica, todo entre imágenes religiosas a granel, unas cursis, otras no, algunas nostálgicas, otras banales o con bendiciones, sin embargo todos los mensajes recibidos tuvieron un denominador común, rebosaban buenos deseos y buena voluntad y eso se agradece. Ahora bien, de todas las imágenes que recibí debo reconocer que una, enviada por una de mis amigas desde la preparatoria Cecilia Dávalos, hija del gran arqueólogo Eusebio Dávalos Hurtado, me fascinó. Se trata de una estampa de un Niño Jesús no cargado por su madre, ni con la manita en alto en posición de impartir la bendición, tampoco acostadito en el pesebre, sino la imaginación de un artista lo representó a finales de la Edad Media, paradito dando sus primeros pasos, no por obra y gracia divina, sino dentro de una andadera de cuatro rueditas de la que va bien agarradito al frente y que bajo la mirada de su madre la Virgen María, eso sí, es escoltada por dos solícitos ángeles de enormes alas.

La preciosa pintura en perfecta miniatura de corte flamenco refleja la maestría del pincel humano. Preguntando a algunos de mis cultos amigos quien habría sido el autor que se inspiró en una escena coloquial de cualquier niño “normal” que aprende a caminar ayudado por una andadera, uno de ellos, el Presidente de la Corresponsalía Aguascalientes del Seminario de Cultura Mexicana, el arquitecto Jesús Martín Andrade, hombre que nos ilustra en el chat nacional del SCM con sus cátedras acerca de los viajes que ha hecho alrededor del mundo, en su pronta respuesta, me informó que “uno de los bellísimos ejemplares del Libro de Horas, que es considerado todo un museo en miniatura, fue realizado en tiempos de Carlos VIII de Francia que vivió en el siglo XIV y murió a los 28 años de edad.

Otro más fue enviado a hacer por Carlos V de España y I de Alemania a un taller de París, tal vez en el post entorno del illuminador Jean Poyer, profudamente ilustrado por el miniaturista Maestro Jacques de Besancon, el ordenado por Carlos V y I, se encuentra actualmente en la Biblioteca Nacional de España y es considerado como uno de los más grandes tesoros de ese país. Es tan valiosa la obra que tan solo las reproducciones ¡facsimilares! tienen un costo cada una de 12 mil euros”, pero sus datos me invitaron a saber más. Y así vemos que el origen de los distintos breviarios llamados Libro de Hora se remonta a los conventos y monasterios del siglo XII, ya que monjes y monjas debían de recitar las oraciones que aparecían en el original breviario con ciclos semanales de salmos, oraciones, himnos, antífonas y lecturas que cambiaban según el tiempo litúrgico.

Con los años o siglos se produjo una selección de textos en volúmenes mucho más breves que llegaron a llamarse, ya no breviarios, sino Libro de Horas. Durante la última parte del siglo XIII su lectura se popularizó como libro de oración personal para hombres y mujeres que llevaban una vida secular. Estas obras se iluminaban con pinturas en miniatura que representaban la vida de Cristo, la virgen María y los santos. Y se volvió un libro imprescindible para ricos coleccionistas como Jean de Berry, todos los duques de Borgoña, la familia Rothschild y muchos otros. Así se convirtió en una lujosa y antigua agenda religiosa especialmente entre los siglos XIV-XVI que es cuando se extiende por Europa Occidental. Y hasta el próximo lunes queridos lectores.

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