/ miércoles 28 de agosto de 2019

Rocío Barrionuevo, una escritora sin límites

Sororidad

Una de las primeras escritoras que conocí, hace ya un par de años aquí en Morelos, fue a la Maestra Rocío Barrionuevo. Acudí a una ponencia que se anunciaba en el MUCIC un viernes por la tarde que yo paseaba por el mágico y muy descuidado centro de Cuernavaca. Para mi sorpresa, fue una plática en la cual ella hablaba del sexo; ese tema tan tabú, tan secreto en este país que se está empeñando en cerrar cada día más sus fronteras ante el mundo real para seguir en la negación de todo lo verdaderamente natural al abrir las puertas y, sin mesura, a las sectas dogmáticas que estriban en la cerrazón y el fanatismo y que ahora repartirán la cartilla moral de Alfonso Reyes. ¿Por qué no mejor abrir escuelas del pensamiento profundo y filosófico que nos saquen de la ignorancia, del miedo y la perenne culpa? Bueno, esa tarde, desde luego que entré de inmediato al museo para saber de lo que se hablaba acerca de este tema en la capital de nuestro Estado. No recuerdo bien si la ponencia se llamó “Las leyes del deseo” o “Eros y sus mandatos”, pero, en todo caso, fue muy lúdico y gratificante escucharla esa tarde de viernes.

Desde entonces, la maestra Barrionuevo y yo tenemos una muy grata amistad que se entreteje en largas e interesantes pláticas mientras ella fuma placenteramente sus cigarrillos. Cuando hablo con ella, su conversación me atrapa, me enriquece, una cosa nos lleva a la otra; comenzamos con literatura y brincamos al cine, a las leyes, a los usos y costumbres de nuestro pueblo y muchos otros temas que siempre quedan inconclusos por falta de tiempo.

La maestra Barrionuevo ha escrito dos libros: La lujuria Perpetua (2005) y Juegos de alcoba (2012. La forma en que aborda al erotismo envuelve de manera interesante los distintos periodos en la que la humanidad ha asumido sus diferentes visiones y formas de aceptación con respecto al sexo.

Escribir acerca de los goces del sexo no ha sido una tarea fácil para ella. Aquellos que lo hacen, nos dice la autora, enfrentan una disyuntiva: explicar detalladamente el acto sexual o sugerirlo. La elección resulta complicada, porque una gran parte del público lector asocia las descripciones evidentes con la pornografía y “el mal gusto”, mientras que cataloga las representaciones insinuadas como eróticas y de “buen gusto”. La diferenciación entre dichos conceptos es simple moralina o una cuestión de preferencias personales. Pornografía y erotismo son nociones neutras en literatura, pues tanto las obras que tratan la sexualidad explícitamente, como las que sólo la sugieren, tienen como objetivo final excitar la imaginación de sus lectores. Ningún autor de temas voluptuosos puede considerar su obra acabada si no logra dicho objetivo, por lo que sólo se debería juzgar los resultados como narrativa y poesía logradas o fallidas.

En definitiva, a la maestra Barrionuevo le gusta la literatura erótica y nos reseña que los placeres de la carne avivan los instintos lujuriosos latentes en cada poro del cuerpo, que gracias a las situaciones descritas por los autores de novelas y poemas lascivos, penetra en un mundo paralelo que le permite reflexionar acerca de las misteriosas travesías del deseo, revisar las costumbres de la vida privada de cada época histórica, conocer los testimonios de la cambiante moral con respecto al acto sexual y, sobre todo, la obliga a reencontrarse con su sensualidad.

Así mismo, Rocío opina que en la actualidad, la sociedad maneja una doble moral, ya que el tema del sexo está en todas partes, es decir: la televisión, internet, cine y hasta en las canciones a las que llama fresas y, sin embargo, a esas mismas personas que escuchan y ven toda esta manifestación de concupiscencia desenfrenada, les causa cierta turbación que los vean leyendo una novela erótica o pornográfica.

En una entrevista que le hizo la revista Bitácora, Rocío Barrionuevo mencionó que el pensamiento medieval europeo catalogó la masturbación entre las “ofensas de castidad” y, por su cercana vinculación con tan “nefasta práctica”, los sueños húmedos adquirieron implicaciones morales negativas. Se consideraba que eran frutos de la simiente que Satán sembraba en las mentes mortales para infringir las leyes divinas y se culpó a los demonios de provocarlos para obtener los “jugos divinos”; es decir, el fluido de la mujer para lubricar la vagina y el semen expulsado por el hombre en el momento del orgasmo, que eran considerados líquidos tan preciosos como la misma sangre. Con absoluta seguridad, se creía que cuando el hombre o la mujer cumplían su fantasía cachonda en el sueño y llegaban al clímax, el demonio en turno bebía los fluidos de los durmientes para robarles la energía vital y, sobre todo, les arrebataba el alma, único lazo con lo sagrado que poseen los hombres, según los teólogos católicos de aquellas épocas. Sofocar las inclinaciones del cuerpo, feroz prisión del alma, fue una de las metas perseguidas por la Iglesia católica, por lo que las enseñanzas de mesura y autocontrol del cuerpo eran dictadas en todos los púlpitos de cada una de las capillas y catedrales europeas.

Rocío Barrionuevo no siempre estuvo interesada en la literatura erótica. A finales de los años ochenta, recibió una propuesta de Huberto Batis, director del suplemento cultural “sábado” del periódico “unomásuno, misma que nunca imaginó; le pidió que tradujera del inglés al español un texto sobre la importancia de la risa durante el sexo, para cubrir la columna de erotismo que escribía Andreas der Mond (Andrés de Luna), mientras conseguía otro experto en el tema. Nunca llegó el susodicho y Rocío se volvió, como dice ella misma, una adicta al tema. De esta manera, escribió durante seis años en “sábado” acerca de los más tradicionales juegos de alcoba y de otros pasatiempos lúbricos más sofisticados. Un punto que a mi me parece por demás interesante es que se dio cuenta de que casi todas las obras voluptuosas se centraban en la satisfacción masculina y que eran pocas las escritoras decididas a contar lo qué sentían o qué pensaban cuando daban y recibían placer, entonces se dedicó a seguir el rastro de los autores dispuestos a trazar un mapa del gozo femenino. Los artículos reunidos en este libro son las coordenadas, territorios y zonas descubiertos en esa búsqueda.

Ahora, yo me pregunto: ¿Será que en el futuro podamos hablar de estos temas cuando una nube gris se asoma por el firmamento queriendo acallar los momentos dorados de la Ilustración?

Sus libros se pueden conseguir en Amazon. Estas son sus credenciales:

Rocío Barrionuevo nació en Ciudad de México, pero vive en Cuernavaca desde hace 20 años. Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispanoamericanas en la UNAM, donde también estudió incompleta la licenciatura en Lengua y Literatura inglesa. En esta misma institución, estudió la maestría en Literatura Iberoamericana. Tras terminar sus estudios, trabajó como profesora de literatura en secundarias y preparatorias del ex Distrito Federal; posteriormente, cumplió las funciones de coordinadora en el Área de Comunicación Social en la UNAM; después, laboró como Jefe de redacción en el suplemento sábado de unomásuno dirigido por el maestro Huberto Batis, donde publicó una columna semanal sobre erotismo durante 6 años. Asimismo, se desempeñó como editora literaria en Televisa. Al llegar a Cuernavaca, decidió trabajar como correctora de estilo free lance para el CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas) y otras editoriales, pero su gusto por enseñar la obligó a buscar nuevos alumnos. Colaboró como profesora de Literatura en el Colegio Nueva Era, además de dar clases de Literatura erótica, Lingüística y Análisis de Textos en la Escuela para Escritores Ricardo Garibay. Publicó dos libros sobre erotismo: Juegos de alcoba(Ediciones B) y La Lujuria Perpetua( Ed. Cal y Arena). Actualmente, continúa con la corrección de estilo y dictamina obra para diferentes editoriales, además continúa publicando en suplementos culturales como Confabulario del periódico El Universal.

Una de las primeras escritoras que conocí, hace ya un par de años aquí en Morelos, fue a la Maestra Rocío Barrionuevo. Acudí a una ponencia que se anunciaba en el MUCIC un viernes por la tarde que yo paseaba por el mágico y muy descuidado centro de Cuernavaca. Para mi sorpresa, fue una plática en la cual ella hablaba del sexo; ese tema tan tabú, tan secreto en este país que se está empeñando en cerrar cada día más sus fronteras ante el mundo real para seguir en la negación de todo lo verdaderamente natural al abrir las puertas y, sin mesura, a las sectas dogmáticas que estriban en la cerrazón y el fanatismo y que ahora repartirán la cartilla moral de Alfonso Reyes. ¿Por qué no mejor abrir escuelas del pensamiento profundo y filosófico que nos saquen de la ignorancia, del miedo y la perenne culpa? Bueno, esa tarde, desde luego que entré de inmediato al museo para saber de lo que se hablaba acerca de este tema en la capital de nuestro Estado. No recuerdo bien si la ponencia se llamó “Las leyes del deseo” o “Eros y sus mandatos”, pero, en todo caso, fue muy lúdico y gratificante escucharla esa tarde de viernes.

Desde entonces, la maestra Barrionuevo y yo tenemos una muy grata amistad que se entreteje en largas e interesantes pláticas mientras ella fuma placenteramente sus cigarrillos. Cuando hablo con ella, su conversación me atrapa, me enriquece, una cosa nos lleva a la otra; comenzamos con literatura y brincamos al cine, a las leyes, a los usos y costumbres de nuestro pueblo y muchos otros temas que siempre quedan inconclusos por falta de tiempo.

La maestra Barrionuevo ha escrito dos libros: La lujuria Perpetua (2005) y Juegos de alcoba (2012. La forma en que aborda al erotismo envuelve de manera interesante los distintos periodos en la que la humanidad ha asumido sus diferentes visiones y formas de aceptación con respecto al sexo.

Escribir acerca de los goces del sexo no ha sido una tarea fácil para ella. Aquellos que lo hacen, nos dice la autora, enfrentan una disyuntiva: explicar detalladamente el acto sexual o sugerirlo. La elección resulta complicada, porque una gran parte del público lector asocia las descripciones evidentes con la pornografía y “el mal gusto”, mientras que cataloga las representaciones insinuadas como eróticas y de “buen gusto”. La diferenciación entre dichos conceptos es simple moralina o una cuestión de preferencias personales. Pornografía y erotismo son nociones neutras en literatura, pues tanto las obras que tratan la sexualidad explícitamente, como las que sólo la sugieren, tienen como objetivo final excitar la imaginación de sus lectores. Ningún autor de temas voluptuosos puede considerar su obra acabada si no logra dicho objetivo, por lo que sólo se debería juzgar los resultados como narrativa y poesía logradas o fallidas.

En definitiva, a la maestra Barrionuevo le gusta la literatura erótica y nos reseña que los placeres de la carne avivan los instintos lujuriosos latentes en cada poro del cuerpo, que gracias a las situaciones descritas por los autores de novelas y poemas lascivos, penetra en un mundo paralelo que le permite reflexionar acerca de las misteriosas travesías del deseo, revisar las costumbres de la vida privada de cada época histórica, conocer los testimonios de la cambiante moral con respecto al acto sexual y, sobre todo, la obliga a reencontrarse con su sensualidad.

Así mismo, Rocío opina que en la actualidad, la sociedad maneja una doble moral, ya que el tema del sexo está en todas partes, es decir: la televisión, internet, cine y hasta en las canciones a las que llama fresas y, sin embargo, a esas mismas personas que escuchan y ven toda esta manifestación de concupiscencia desenfrenada, les causa cierta turbación que los vean leyendo una novela erótica o pornográfica.

En una entrevista que le hizo la revista Bitácora, Rocío Barrionuevo mencionó que el pensamiento medieval europeo catalogó la masturbación entre las “ofensas de castidad” y, por su cercana vinculación con tan “nefasta práctica”, los sueños húmedos adquirieron implicaciones morales negativas. Se consideraba que eran frutos de la simiente que Satán sembraba en las mentes mortales para infringir las leyes divinas y se culpó a los demonios de provocarlos para obtener los “jugos divinos”; es decir, el fluido de la mujer para lubricar la vagina y el semen expulsado por el hombre en el momento del orgasmo, que eran considerados líquidos tan preciosos como la misma sangre. Con absoluta seguridad, se creía que cuando el hombre o la mujer cumplían su fantasía cachonda en el sueño y llegaban al clímax, el demonio en turno bebía los fluidos de los durmientes para robarles la energía vital y, sobre todo, les arrebataba el alma, único lazo con lo sagrado que poseen los hombres, según los teólogos católicos de aquellas épocas. Sofocar las inclinaciones del cuerpo, feroz prisión del alma, fue una de las metas perseguidas por la Iglesia católica, por lo que las enseñanzas de mesura y autocontrol del cuerpo eran dictadas en todos los púlpitos de cada una de las capillas y catedrales europeas.

Rocío Barrionuevo no siempre estuvo interesada en la literatura erótica. A finales de los años ochenta, recibió una propuesta de Huberto Batis, director del suplemento cultural “sábado” del periódico “unomásuno, misma que nunca imaginó; le pidió que tradujera del inglés al español un texto sobre la importancia de la risa durante el sexo, para cubrir la columna de erotismo que escribía Andreas der Mond (Andrés de Luna), mientras conseguía otro experto en el tema. Nunca llegó el susodicho y Rocío se volvió, como dice ella misma, una adicta al tema. De esta manera, escribió durante seis años en “sábado” acerca de los más tradicionales juegos de alcoba y de otros pasatiempos lúbricos más sofisticados. Un punto que a mi me parece por demás interesante es que se dio cuenta de que casi todas las obras voluptuosas se centraban en la satisfacción masculina y que eran pocas las escritoras decididas a contar lo qué sentían o qué pensaban cuando daban y recibían placer, entonces se dedicó a seguir el rastro de los autores dispuestos a trazar un mapa del gozo femenino. Los artículos reunidos en este libro son las coordenadas, territorios y zonas descubiertos en esa búsqueda.

Ahora, yo me pregunto: ¿Será que en el futuro podamos hablar de estos temas cuando una nube gris se asoma por el firmamento queriendo acallar los momentos dorados de la Ilustración?

Sus libros se pueden conseguir en Amazon. Estas son sus credenciales:

Rocío Barrionuevo nació en Ciudad de México, pero vive en Cuernavaca desde hace 20 años. Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispanoamericanas en la UNAM, donde también estudió incompleta la licenciatura en Lengua y Literatura inglesa. En esta misma institución, estudió la maestría en Literatura Iberoamericana. Tras terminar sus estudios, trabajó como profesora de literatura en secundarias y preparatorias del ex Distrito Federal; posteriormente, cumplió las funciones de coordinadora en el Área de Comunicación Social en la UNAM; después, laboró como Jefe de redacción en el suplemento sábado de unomásuno dirigido por el maestro Huberto Batis, donde publicó una columna semanal sobre erotismo durante 6 años. Asimismo, se desempeñó como editora literaria en Televisa. Al llegar a Cuernavaca, decidió trabajar como correctora de estilo free lance para el CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas) y otras editoriales, pero su gusto por enseñar la obligó a buscar nuevos alumnos. Colaboró como profesora de Literatura en el Colegio Nueva Era, además de dar clases de Literatura erótica, Lingüística y Análisis de Textos en la Escuela para Escritores Ricardo Garibay. Publicó dos libros sobre erotismo: Juegos de alcoba(Ediciones B) y La Lujuria Perpetua( Ed. Cal y Arena). Actualmente, continúa con la corrección de estilo y dictamina obra para diferentes editoriales, además continúa publicando en suplementos culturales como Confabulario del periódico El Universal.

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