/ lunes 20 de julio de 2020

Juan Marsé, el escritor devoto del cine

Reconocido como gran retratista de la Barcelona de posguerra, falleció ayer a los 87 años de edad

Así como Paco J. Bodegas, el joven que soñaba con ser director en Francia en La oscura historia de la prima Montse (llevada a la gran pantalla por Jordi Cadena), Juan Marsé era un devoto del cine, comparte el escritor Antonio Ortuño, quien reconoce una clara influencia del recién fallecido escritor catalán.

“Marsé se relacionó con el cine de dos formas, por un lado, se hicieron varias adaptaciones de su obra a la pantalla y la verdad es que él no quedó satisfecho, de alguna manera estas atmósferas tan densas, sórdidas, es algo que se escapó siempre en las adaptaciones, no encontró –y eso era lo que él pensaba- un director que pudiera captar esa profunda tensión que existe en sus libros. En su formación, mayoritariamente autodidacta, porque en sus circunstancias económicas se salió de la escuela en algún momento, tuvo una serie de trabajos relacionados al cine y siempre hubo en él esa nostalgia de quizá el director de cine que pudo ser”, asegura el autor de Olinka.

La agencia literaria Balcells informó del deceso, según la agencia EFE, que detalla: “A lo largo de su trayectoria literaria obtuvo el Premio Cervantes, el mayor galardón de las letras españolas, en 2008, entre otros muchos como el Planeta o el Nacional de Narrativa. Su verdadero nombre fue Juan Faneca. Al morir su madre en el parto, lo adoptó un familia de payeses (agricultores) establecidos en el barrio barcelonés de Gracia y a ella debe el apellido que le ha convertido en uno de los autores más reconocidos en la escena literaria española”.

Con todo, él consideraba que su vida era menos interesante que su obra, agrega Ortuño. “A edad temprana empezó a publicar y su vida se convirtió en una vida eminentemente literaria, básicamente era un hombre que estaba en su casa escribiendo, decía que su vida personal no tenía interés y vivía a través de los personajes de su escritura”.

Su fascinación por el cine parece natural, en un ambiente desolado, como el que le tocó en sus primeros años. “En la posguerra española, los cines de barrio eran una de las pocas formas de que la gente escapara de una circunstancia opresiva y sórdida como la de la dictadura franquista”, dice Ortuño.

“Es considerado como el gran retratista de la Barcelona de posguerra, pero más allá de eso, es uno de los grandes críticos de la burguesía catalana y española”, agrega. “Pero yo diría que más allá de esas etiquetas, fue un estupendo narrador del drama humano, sus personajes siempre están en situaciones límite, pero no forzadas o de aventuras y explosiones, sino situaciones difíciles en las que la cotidianidad lleva a las personas al límite, esas vidas que están siempre al borde de despeñarse y de alguna manera se las arreglan para tratar de seguir. Es uno de los escritores que mejor ha captado esos conflictos de clase, de desarraigo, de quien quiere ascender socialmente y se encuentra ante un muro que no le permite avanzar… es más que un escritor enojado, más que un escritor descaradamente sexual, más que un escritor crítico. Un narrador con toda la barba, de los mejores narradores en lengua española del último siglo”.

Marsé, quien entre sus múltiples oficios previos a la literatura fue traductor de películas, cedió nueve de sus novelas al cine, entre ellas Últimas tardes con Teresa (1984), Si te dicen que caí, que dirigió en 1989 Vicente Aranda, Premio Internacional de Novela de México 1973 y publicada en España hasta 1976, debido a la censura del régimen franquista; El amante bilingüe (1993), también de Vicente Aranda, o El embrujo de Shangai (2002), del director Fernando Trueba.

Como periodista, colaboró en la revista Art-Cinema, y fue jefe de redacción de Bocaccio y Por favor



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Así como Paco J. Bodegas, el joven que soñaba con ser director en Francia en La oscura historia de la prima Montse (llevada a la gran pantalla por Jordi Cadena), Juan Marsé era un devoto del cine, comparte el escritor Antonio Ortuño, quien reconoce una clara influencia del recién fallecido escritor catalán.

“Marsé se relacionó con el cine de dos formas, por un lado, se hicieron varias adaptaciones de su obra a la pantalla y la verdad es que él no quedó satisfecho, de alguna manera estas atmósferas tan densas, sórdidas, es algo que se escapó siempre en las adaptaciones, no encontró –y eso era lo que él pensaba- un director que pudiera captar esa profunda tensión que existe en sus libros. En su formación, mayoritariamente autodidacta, porque en sus circunstancias económicas se salió de la escuela en algún momento, tuvo una serie de trabajos relacionados al cine y siempre hubo en él esa nostalgia de quizá el director de cine que pudo ser”, asegura el autor de Olinka.

La agencia literaria Balcells informó del deceso, según la agencia EFE, que detalla: “A lo largo de su trayectoria literaria obtuvo el Premio Cervantes, el mayor galardón de las letras españolas, en 2008, entre otros muchos como el Planeta o el Nacional de Narrativa. Su verdadero nombre fue Juan Faneca. Al morir su madre en el parto, lo adoptó un familia de payeses (agricultores) establecidos en el barrio barcelonés de Gracia y a ella debe el apellido que le ha convertido en uno de los autores más reconocidos en la escena literaria española”.

Con todo, él consideraba que su vida era menos interesante que su obra, agrega Ortuño. “A edad temprana empezó a publicar y su vida se convirtió en una vida eminentemente literaria, básicamente era un hombre que estaba en su casa escribiendo, decía que su vida personal no tenía interés y vivía a través de los personajes de su escritura”.

Su fascinación por el cine parece natural, en un ambiente desolado, como el que le tocó en sus primeros años. “En la posguerra española, los cines de barrio eran una de las pocas formas de que la gente escapara de una circunstancia opresiva y sórdida como la de la dictadura franquista”, dice Ortuño.

“Es considerado como el gran retratista de la Barcelona de posguerra, pero más allá de eso, es uno de los grandes críticos de la burguesía catalana y española”, agrega. “Pero yo diría que más allá de esas etiquetas, fue un estupendo narrador del drama humano, sus personajes siempre están en situaciones límite, pero no forzadas o de aventuras y explosiones, sino situaciones difíciles en las que la cotidianidad lleva a las personas al límite, esas vidas que están siempre al borde de despeñarse y de alguna manera se las arreglan para tratar de seguir. Es uno de los escritores que mejor ha captado esos conflictos de clase, de desarraigo, de quien quiere ascender socialmente y se encuentra ante un muro que no le permite avanzar… es más que un escritor enojado, más que un escritor descaradamente sexual, más que un escritor crítico. Un narrador con toda la barba, de los mejores narradores en lengua española del último siglo”.

Marsé, quien entre sus múltiples oficios previos a la literatura fue traductor de películas, cedió nueve de sus novelas al cine, entre ellas Últimas tardes con Teresa (1984), Si te dicen que caí, que dirigió en 1989 Vicente Aranda, Premio Internacional de Novela de México 1973 y publicada en España hasta 1976, debido a la censura del régimen franquista; El amante bilingüe (1993), también de Vicente Aranda, o El embrujo de Shangai (2002), del director Fernando Trueba.

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