/ miércoles 24 de julio de 2019

La Fosa de Agua de Lydiette Carrión

Sororidad

Hay libros que son verdaderamente difíciles de leer, sobre todo en una sociedad tan contradictoria como la nuestra. Este es el caso del libro de Lydiette Carrión: “La Fosa de Agua” . Aquí la autora nos documenta la desaparición de por lo menos 10 mujeres adolescentes en la zona de Ecatepec y los Reyes de Tecámac, en el estado de México; todas ellas estudiantes y con un futuro por delante. De esta manera Lydiette nos narra, de la forma más respetuosa y humana posible y sin ningún tinte de nota roja, el horrendo drama por el que atraviesan los familiares para encontrar a sus hijas al querer denunciar los hechos ante el sistema criminal y corrupto de nuestra policía, además de ineficaz. Lydiette es una joven periodista independiente que ha cubierto, desde hace años, los casos relacionados con la desaparición forzada en México. Sus reportajes se pueden consultar en la sección de investigaciones especiales de El Universal y en Pie de Página. Ha publicado en Milenio Semanal, Milenio Diario, Día Siete, Replicante, Newsweek en Español y Cosecha, entre otros medios.

Así mismo, sabemos de otras periodistas, feministas, antropólogas, escritoras, escritores, abogadas, abogados y participantes de ONGs que han denunciado una y otra vez la nefasta administración de la justicia en este país, así como las deficiencias en la atención a mujeres que sufren violencia intrafamiliar y que deciden hacer una denuncia. Este es un dato recurrente cuando se habla de femenicidios o robo de infantes y sin embargo, estos casos tienden a minimizarse o hasta olvidarse por parte de las autoridades a menos que las familias decidan trabajarlo por su cuenta hasta que salgan a la luz, si bien tienen suerte. Estas actitudes, así como las manipulaciones de la ley, agravados por la misoginia social, tienen a la sociedad al borde de un colapso o, como se lee en el libro, estamos verdaderamente ante una crisis humanitaria de grandes e inimaginables proporciones.

Efectivamente, como escribe la periodista mexicana Blanche Petrich en el prólogo de este libro, hay que armarse de valor para leerlo, porque aquí salen a la luz las miserias de un aparato judicial plagado de policías que patrullan de día y de noche delinquen. Ministerios Públicos que dormitan sobre los expedientes, fiscales que siguen la máxima regla del menor esfuerzo y se detienen ahí, en donde creen que pueden “pisar callos”, ya se por conveniencia política o por complicidades inconfesables en este libro que es apenas una pequeña muestra de un país roto, con más de 30 mil desaparecidos en su geografía. Adolescentes que no deberían tener nada que ver con muestras genéticas y cotejos de ADN, fosas comunes, Ministerios Púbicos, morgues, exhumaciones y autopsias y sus nombres no deberían estar nunca relacionados con los dragados en el río de los Remedios para rescatar restos humanos en costales con pedazos de cuerpos, entre montones de basura.

¿Y a que me refiero con una sociedad tan contradictoria como la nuestra? México es un país que presume de sus valores familiares. Es un país que se vuelca en la celebración del día de las madres pero que estadísticamente es también el país de las mujeres abandonadas. Es un país en donde se le rinde un folclórico homenaje a la muerte en su día y el resto del año reina la total indiferencia ante las desaparecidas y desaparecidas que se “anuncian” por todos lados, mientras las alertas ámbar ya son parte de nuestra rutina. México es un pueblo creyente de los cielos, sin embargo, se niega a ver que lo que está sucediendo aquí en la Tierra, también ultrajada, por cierto, y cierra los ojos ante lo más abominable que existe en la mentes humanas. México es un pueblo que se dice amigable, bondadoso pero que ya no quiere hacer lazos ni siquiera con su propia comunidad. México es un país que no quiere permitirle a las mujeres que se adueñen de sus cuerpos, porque así se los dicta el sistema político y de sus creencias. Desafortunadamente, a mayor población indefensa e inculta, mejor caldo de cultivo para el crimen organizado. Estamos casi por olvidar a las Muertas de Juárez, desparecidas en la violencia más extrema hasta que se conviertan en estadística sin enterarnos jamás lo que sucedió en realidad. Parecería que resulta más cómodo y menos comprometedor el que sigan naciendo niños de una manera indiscriminada, como si las políticas sociales estuvieran ahí para ayudarlos verdaderamente, para ayudar a las madres y a su causa con verdadera intención, cuando lo único que hacen con esas políticas es “maquillar” la realidad alentando el crecimiento de una población sin educación y sin futuro, en la mayoría de los casos.

Hay también quien piensa, muy románticamente, que todas las mujeres han desarrollado el instinto maternal y que están dispuestas en defender a sus hijos cuando muchas de ellas han sido niñas ultrajadas, forzadas a tener hijos que no quieren, otorgándoles una responsabilidad a la cual no pueden y no saben responder y que también han nacido en marcos de violencia. Se sabe que las personas que han sido victimas o han presenciado la violencia en la infancia son más proclives a tendencias antisociales y criminales en la juventud o en la adultez. No sé por qué pero hora mismo me acuerdo de la historia de un político que nació en el Puerto de Veracruz, formado en un grupo católico, huérfano de padre y madre que después vació las arcas de su estado cuando se convirtió en gobernador y también se desató una terrible violencia en ese lugar durante su gobierno. Que nos quede claro que los maleantes, los policías y toda esa gente que le hace daño a la sociedad, emanan de la sociedad misma. No son entes especiales ni diferentes pero que sí han crecido cobijados por las enseñanzas de este sistema patriarcal, marginal, misógino y caduco.

La decisión de tener hijos debería de ser tomada como algo muy serio y aún así, nos enfrentaríamos a ciertas dificultades humanas, pero de menor escala, sin duda. Se necesitan muchas construcciones sociales donde se procure el bienestar de los niños, enseñarles a convivir con sus semejantes, enseñarles a pensar y eso, es todavía más difícil. Aprender a pensar. Aprender a pensar libremente desde un lugar muy humano que nos permita a dirigirnos a un mundo sin violencia, sin adoctrinamientos, cambiando la idea de este mundo patriarcal que ya fue, por el de una sociedad en donde quepamos todas y todos por igual, con todas nuestras diferencias pero en absoluto respeto.

Sí, es muy duro leer este libro. Mis respetos a la autora. El título y la portada son también desgarradores. El cuerpo se estremece y la impotencia emerge, pero es necesario seguir hablando de estos temas. Seguir buscando soluciones que nos ayuden a avanzar y no retroceder. No bajar la guardia para mantenernos a flote, en lo posible, en este barco que parecería se hunde más y más cada día. El libro se puede comprar en las librerías Gandhi y El Sótano.

Hay libros que son verdaderamente difíciles de leer, sobre todo en una sociedad tan contradictoria como la nuestra. Este es el caso del libro de Lydiette Carrión: “La Fosa de Agua” . Aquí la autora nos documenta la desaparición de por lo menos 10 mujeres adolescentes en la zona de Ecatepec y los Reyes de Tecámac, en el estado de México; todas ellas estudiantes y con un futuro por delante. De esta manera Lydiette nos narra, de la forma más respetuosa y humana posible y sin ningún tinte de nota roja, el horrendo drama por el que atraviesan los familiares para encontrar a sus hijas al querer denunciar los hechos ante el sistema criminal y corrupto de nuestra policía, además de ineficaz. Lydiette es una joven periodista independiente que ha cubierto, desde hace años, los casos relacionados con la desaparición forzada en México. Sus reportajes se pueden consultar en la sección de investigaciones especiales de El Universal y en Pie de Página. Ha publicado en Milenio Semanal, Milenio Diario, Día Siete, Replicante, Newsweek en Español y Cosecha, entre otros medios.

Así mismo, sabemos de otras periodistas, feministas, antropólogas, escritoras, escritores, abogadas, abogados y participantes de ONGs que han denunciado una y otra vez la nefasta administración de la justicia en este país, así como las deficiencias en la atención a mujeres que sufren violencia intrafamiliar y que deciden hacer una denuncia. Este es un dato recurrente cuando se habla de femenicidios o robo de infantes y sin embargo, estos casos tienden a minimizarse o hasta olvidarse por parte de las autoridades a menos que las familias decidan trabajarlo por su cuenta hasta que salgan a la luz, si bien tienen suerte. Estas actitudes, así como las manipulaciones de la ley, agravados por la misoginia social, tienen a la sociedad al borde de un colapso o, como se lee en el libro, estamos verdaderamente ante una crisis humanitaria de grandes e inimaginables proporciones.

Efectivamente, como escribe la periodista mexicana Blanche Petrich en el prólogo de este libro, hay que armarse de valor para leerlo, porque aquí salen a la luz las miserias de un aparato judicial plagado de policías que patrullan de día y de noche delinquen. Ministerios Públicos que dormitan sobre los expedientes, fiscales que siguen la máxima regla del menor esfuerzo y se detienen ahí, en donde creen que pueden “pisar callos”, ya se por conveniencia política o por complicidades inconfesables en este libro que es apenas una pequeña muestra de un país roto, con más de 30 mil desaparecidos en su geografía. Adolescentes que no deberían tener nada que ver con muestras genéticas y cotejos de ADN, fosas comunes, Ministerios Púbicos, morgues, exhumaciones y autopsias y sus nombres no deberían estar nunca relacionados con los dragados en el río de los Remedios para rescatar restos humanos en costales con pedazos de cuerpos, entre montones de basura.

¿Y a que me refiero con una sociedad tan contradictoria como la nuestra? México es un país que presume de sus valores familiares. Es un país que se vuelca en la celebración del día de las madres pero que estadísticamente es también el país de las mujeres abandonadas. Es un país en donde se le rinde un folclórico homenaje a la muerte en su día y el resto del año reina la total indiferencia ante las desaparecidas y desaparecidas que se “anuncian” por todos lados, mientras las alertas ámbar ya son parte de nuestra rutina. México es un pueblo creyente de los cielos, sin embargo, se niega a ver que lo que está sucediendo aquí en la Tierra, también ultrajada, por cierto, y cierra los ojos ante lo más abominable que existe en la mentes humanas. México es un pueblo que se dice amigable, bondadoso pero que ya no quiere hacer lazos ni siquiera con su propia comunidad. México es un país que no quiere permitirle a las mujeres que se adueñen de sus cuerpos, porque así se los dicta el sistema político y de sus creencias. Desafortunadamente, a mayor población indefensa e inculta, mejor caldo de cultivo para el crimen organizado. Estamos casi por olvidar a las Muertas de Juárez, desparecidas en la violencia más extrema hasta que se conviertan en estadística sin enterarnos jamás lo que sucedió en realidad. Parecería que resulta más cómodo y menos comprometedor el que sigan naciendo niños de una manera indiscriminada, como si las políticas sociales estuvieran ahí para ayudarlos verdaderamente, para ayudar a las madres y a su causa con verdadera intención, cuando lo único que hacen con esas políticas es “maquillar” la realidad alentando el crecimiento de una población sin educación y sin futuro, en la mayoría de los casos.

Hay también quien piensa, muy románticamente, que todas las mujeres han desarrollado el instinto maternal y que están dispuestas en defender a sus hijos cuando muchas de ellas han sido niñas ultrajadas, forzadas a tener hijos que no quieren, otorgándoles una responsabilidad a la cual no pueden y no saben responder y que también han nacido en marcos de violencia. Se sabe que las personas que han sido victimas o han presenciado la violencia en la infancia son más proclives a tendencias antisociales y criminales en la juventud o en la adultez. No sé por qué pero hora mismo me acuerdo de la historia de un político que nació en el Puerto de Veracruz, formado en un grupo católico, huérfano de padre y madre que después vació las arcas de su estado cuando se convirtió en gobernador y también se desató una terrible violencia en ese lugar durante su gobierno. Que nos quede claro que los maleantes, los policías y toda esa gente que le hace daño a la sociedad, emanan de la sociedad misma. No son entes especiales ni diferentes pero que sí han crecido cobijados por las enseñanzas de este sistema patriarcal, marginal, misógino y caduco.

La decisión de tener hijos debería de ser tomada como algo muy serio y aún así, nos enfrentaríamos a ciertas dificultades humanas, pero de menor escala, sin duda. Se necesitan muchas construcciones sociales donde se procure el bienestar de los niños, enseñarles a convivir con sus semejantes, enseñarles a pensar y eso, es todavía más difícil. Aprender a pensar. Aprender a pensar libremente desde un lugar muy humano que nos permita a dirigirnos a un mundo sin violencia, sin adoctrinamientos, cambiando la idea de este mundo patriarcal que ya fue, por el de una sociedad en donde quepamos todas y todos por igual, con todas nuestras diferencias pero en absoluto respeto.

Sí, es muy duro leer este libro. Mis respetos a la autora. El título y la portada son también desgarradores. El cuerpo se estremece y la impotencia emerge, pero es necesario seguir hablando de estos temas. Seguir buscando soluciones que nos ayuden a avanzar y no retroceder. No bajar la guardia para mantenernos a flote, en lo posible, en este barco que parecería se hunde más y más cada día. El libro se puede comprar en las librerías Gandhi y El Sótano.

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