/ lunes 8 de febrero de 2021

Hoy los términos marxismo y socialismo quedaron rebasados: Raúl Vera López

Las vueltas que da la vida

Buenos días, queridos amigos, antes de abordar el interesantísimo desenlace luego de la salida de don Raúl Vera de San Cristóbal de Las Casas y de cómo le fue en Saltillo, me inspiro en un artículo del historiador franco-mexicano, Jean Meyer, que se llama:

∝Pidamos Perdón a la Tierra: “Somos testigos de los efectos de la perturbación climática que tiene un origen humano.

Lo triste es que parece que estamos dispuestos a seguir como si nada”. Coincido con Meyer. Sí, pidamos perdón no sólo a la tierra sino a todas las especies animales, vegetales y minerales que sobre ella existen. Con honrosas excepciones, no nos merecemos nuestro bello planeta. En fin, ahora sí entremos de lleno al tema de don Raúl Vera López y a la sincera y valiosa revelación que me hizo en ese mediodía de oro y plata hace ya poco más de una década cuando lo entrevisté frente a la Catedral Santa María de la Asunción -no de la Ascención- de Cuernavaca.

La mañana de la entrevista rodeados de gente que entraba y salía en el restaurante-cafetería dónde estábamos, ni él perdía la concentración de sus palabras, ni yo el escucharlo, así de pronto continuó: “Volví a Chiapas cuando don Samuel terminó su periodo como obispo y regresé, no a la consagración del nuevo obispo sino a acompañar a mi hermano. No sabía yo lo difícil que sería para mí volver porque constaté el cariño de la gente y es que me había preparado durante años para quedarme con ellos. Y tras que le pidieron a la Santa Sede, al Nuncio y al Prefecto que me ampliaran el tiempo, la negativa que les dieron fue muy triste y desgastante para mí. Así es que, ante lo inevitable, les anuncié a mis superiores que me iba de retiro un mes a un convento dominico a curarme del estrés. Estuve casi tres semanas en el convento de San Esteban en Jerusalén, Israel. Me ayudó el que en ese lugar me encontré con un buen amigo mío de juventud y con un grupo de exégetas -traductores de los textos antiguos- que me reforzaron en todos sentidos.

Al regresar a México, todavía pedí un retiro con jesuitas porque aún no terminaba yo de asimilar mi salida de Chiapas, ellos me recomendaron con una religiosa muy avezada y preparada para esos momentos de crisis. Me ayudó mucho con ejercicios verdaderos. Fue un golpe tan grande para mí, desde luego no hablo de orgullo propio, ni de egos, sino de la ilusión tan grande que yo tenía de seguir sirviendo a los pueblos indígenas de Chiapas a los que aprendí a amar gracias a mi hermano Samuel por lo que realmente necesité mucho refuerzo espiritual. En ese duro batallar fueron varios religiosos los que acudieron en mi ayuda, se los agradecí y lo sigo haciendo a la distancia. A ellos, en ese momento les dije: ´Lo siento, pero tomaré el tiempo que requiera para llegar fuerte a Saltillo y no enclenque emocionalmente”.

Entre todos me condujeron a una catarsis (purificación de las pasiones del ánimo mediante las emociones que provocan situaciones fuertes en la vida de una persona), y me hicieron que sacara digamos la rabia que sentía contra personas concretas a quienes culpaba de mi retiro de Chiapas. Fue muy interesante porque cada uno se puso frente a mi con una capucha y los nombres al frente que les di. Y me decían los asesores: ¡Grítales! ¿Diles a cada uno lo que tienes contra ellos, lo que quieras decirles. No te quedes con nada dentro de tí! Previamente les había dado la lista de quienes fueron a la Santa Sede a recomendar mi salida. Y cada uno me fue contestando dándome las razones que tuvieron para tomar tal decisión. Bueno, uno de ellos me dijo: ´Me siento culpable porque fui uno de los que opinó que debías salir de Chiapas´. Y tuve la oportunidad de decirle que en Chiapas estaban matando a mis ovejas, era cuestión de vida o muerte para ellos que los defendiera su pastor”.

Cuando don Raúl se sintió ya preparado para enfrentar una diócesis nueva, partió a Saltillo. Ahí animó al clero y al pueblo a integrarse en un proceso de Iglesia que incidiera en lograr un cambio profundo de la realidad social hacia la justicia y la paz. Fundó en Saltillo el Centro Diocesano para los Derechos Humanos “Fray Juan de Larios”. Acompañó a los mineros del carbón en Pasta de Conchos en la defensa de sus derechos laborales, de las condiciones de seguridad para su trabajo, en la justicia a viudas, huérfanos y familias en relación a los accidentes antes y después del siniestro del 2006 en la mina. Se destacó don Raúl por su defensa de los Derechos Humanos y por su apoyo a trabajadores de la región, en la ayuda a los migrantes mediante el proyecto Frontera con Justicia, abogó por la no discriminación a homosexuales y al colectivo LGBT+. Sin embargo tanto trabajo fue generando inconformidad. Un día, los feligreses más conservadores de Saltillo, la capital de Coahuila, se explotaron. Estaban hartos de que hasta su catedral llegaran migrantes, sexoservidoras buscando justicia cuando eran agredidas, homosexuales o madres con las fotos de sus hijos desaparecidos buscando en fosas por los cerros a sus deudos.

Corría el año 2011 y el obispo Raúl Vera, después de una década al frente, había apoyado el matrimonio entre personas del mismo sexo, había alzado la voz por los transexuales y había criticado a la clase política y al inmovilismo de la alta jerarquía católica. En sus homilías protestó por las agresiones a todos ellos, atacó a la violencia del crimen organizado u a la complicidad de funcionarios con ellos. Los pobres eran la opción preferencial de sus homilías y de sus oraciones. Pero los ultraconservadores identificados del Yunque (el ala ultra conservadora y radical del PAN), estaban hartos. En una crónica leo: “Una noche se encaramaron a las rejas de la catedral y colocaron una pancarta que decía todo sin decir nada: ´Queremos un obispo católico´. Lo que es la vida, diez años después, en la fachada de esa misma catedral de estilo barroco con detalles churriguerescos hay otro cartel muy distinto para despedirlo: “Gracias don Raúl por tu trabajo incansable para lograr una diócesis incluyente de comunión y misión querido Pastor Amigo y Hermano”. Y piden que el nuevo obispo no quiera dar marcha atrás a las organizaciones de defensa de Derechos Humanos levantadas por Vera López. Estando al frente de la diócesis de Saltillo fue nominado al premio Nobel de la paz en 2012. Finalmente don José Raúl Vera López a quien nunca pudieron acallar, se jubiló al cumplir 75 años de edad. Con todo respeto larga vida don Raúl. Sé que su voz se seguirá oyendo fuerte.

Y hasta el próximo lunes.

Buenos días, queridos amigos, antes de abordar el interesantísimo desenlace luego de la salida de don Raúl Vera de San Cristóbal de Las Casas y de cómo le fue en Saltillo, me inspiro en un artículo del historiador franco-mexicano, Jean Meyer, que se llama:

∝Pidamos Perdón a la Tierra: “Somos testigos de los efectos de la perturbación climática que tiene un origen humano.

Lo triste es que parece que estamos dispuestos a seguir como si nada”. Coincido con Meyer. Sí, pidamos perdón no sólo a la tierra sino a todas las especies animales, vegetales y minerales que sobre ella existen. Con honrosas excepciones, no nos merecemos nuestro bello planeta. En fin, ahora sí entremos de lleno al tema de don Raúl Vera López y a la sincera y valiosa revelación que me hizo en ese mediodía de oro y plata hace ya poco más de una década cuando lo entrevisté frente a la Catedral Santa María de la Asunción -no de la Ascención- de Cuernavaca.

La mañana de la entrevista rodeados de gente que entraba y salía en el restaurante-cafetería dónde estábamos, ni él perdía la concentración de sus palabras, ni yo el escucharlo, así de pronto continuó: “Volví a Chiapas cuando don Samuel terminó su periodo como obispo y regresé, no a la consagración del nuevo obispo sino a acompañar a mi hermano. No sabía yo lo difícil que sería para mí volver porque constaté el cariño de la gente y es que me había preparado durante años para quedarme con ellos. Y tras que le pidieron a la Santa Sede, al Nuncio y al Prefecto que me ampliaran el tiempo, la negativa que les dieron fue muy triste y desgastante para mí. Así es que, ante lo inevitable, les anuncié a mis superiores que me iba de retiro un mes a un convento dominico a curarme del estrés. Estuve casi tres semanas en el convento de San Esteban en Jerusalén, Israel. Me ayudó el que en ese lugar me encontré con un buen amigo mío de juventud y con un grupo de exégetas -traductores de los textos antiguos- que me reforzaron en todos sentidos.

Al regresar a México, todavía pedí un retiro con jesuitas porque aún no terminaba yo de asimilar mi salida de Chiapas, ellos me recomendaron con una religiosa muy avezada y preparada para esos momentos de crisis. Me ayudó mucho con ejercicios verdaderos. Fue un golpe tan grande para mí, desde luego no hablo de orgullo propio, ni de egos, sino de la ilusión tan grande que yo tenía de seguir sirviendo a los pueblos indígenas de Chiapas a los que aprendí a amar gracias a mi hermano Samuel por lo que realmente necesité mucho refuerzo espiritual. En ese duro batallar fueron varios religiosos los que acudieron en mi ayuda, se los agradecí y lo sigo haciendo a la distancia. A ellos, en ese momento les dije: ´Lo siento, pero tomaré el tiempo que requiera para llegar fuerte a Saltillo y no enclenque emocionalmente”.

Entre todos me condujeron a una catarsis (purificación de las pasiones del ánimo mediante las emociones que provocan situaciones fuertes en la vida de una persona), y me hicieron que sacara digamos la rabia que sentía contra personas concretas a quienes culpaba de mi retiro de Chiapas. Fue muy interesante porque cada uno se puso frente a mi con una capucha y los nombres al frente que les di. Y me decían los asesores: ¡Grítales! ¿Diles a cada uno lo que tienes contra ellos, lo que quieras decirles. No te quedes con nada dentro de tí! Previamente les había dado la lista de quienes fueron a la Santa Sede a recomendar mi salida. Y cada uno me fue contestando dándome las razones que tuvieron para tomar tal decisión. Bueno, uno de ellos me dijo: ´Me siento culpable porque fui uno de los que opinó que debías salir de Chiapas´. Y tuve la oportunidad de decirle que en Chiapas estaban matando a mis ovejas, era cuestión de vida o muerte para ellos que los defendiera su pastor”.

Cuando don Raúl se sintió ya preparado para enfrentar una diócesis nueva, partió a Saltillo. Ahí animó al clero y al pueblo a integrarse en un proceso de Iglesia que incidiera en lograr un cambio profundo de la realidad social hacia la justicia y la paz. Fundó en Saltillo el Centro Diocesano para los Derechos Humanos “Fray Juan de Larios”. Acompañó a los mineros del carbón en Pasta de Conchos en la defensa de sus derechos laborales, de las condiciones de seguridad para su trabajo, en la justicia a viudas, huérfanos y familias en relación a los accidentes antes y después del siniestro del 2006 en la mina. Se destacó don Raúl por su defensa de los Derechos Humanos y por su apoyo a trabajadores de la región, en la ayuda a los migrantes mediante el proyecto Frontera con Justicia, abogó por la no discriminación a homosexuales y al colectivo LGBT+. Sin embargo tanto trabajo fue generando inconformidad. Un día, los feligreses más conservadores de Saltillo, la capital de Coahuila, se explotaron. Estaban hartos de que hasta su catedral llegaran migrantes, sexoservidoras buscando justicia cuando eran agredidas, homosexuales o madres con las fotos de sus hijos desaparecidos buscando en fosas por los cerros a sus deudos.

Corría el año 2011 y el obispo Raúl Vera, después de una década al frente, había apoyado el matrimonio entre personas del mismo sexo, había alzado la voz por los transexuales y había criticado a la clase política y al inmovilismo de la alta jerarquía católica. En sus homilías protestó por las agresiones a todos ellos, atacó a la violencia del crimen organizado u a la complicidad de funcionarios con ellos. Los pobres eran la opción preferencial de sus homilías y de sus oraciones. Pero los ultraconservadores identificados del Yunque (el ala ultra conservadora y radical del PAN), estaban hartos. En una crónica leo: “Una noche se encaramaron a las rejas de la catedral y colocaron una pancarta que decía todo sin decir nada: ´Queremos un obispo católico´. Lo que es la vida, diez años después, en la fachada de esa misma catedral de estilo barroco con detalles churriguerescos hay otro cartel muy distinto para despedirlo: “Gracias don Raúl por tu trabajo incansable para lograr una diócesis incluyente de comunión y misión querido Pastor Amigo y Hermano”. Y piden que el nuevo obispo no quiera dar marcha atrás a las organizaciones de defensa de Derechos Humanos levantadas por Vera López. Estando al frente de la diócesis de Saltillo fue nominado al premio Nobel de la paz en 2012. Finalmente don José Raúl Vera López a quien nunca pudieron acallar, se jubiló al cumplir 75 años de edad. Con todo respeto larga vida don Raúl. Sé que su voz se seguirá oyendo fuerte.

Y hasta el próximo lunes.

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